Tears in heaven

Decididamente, hay personas dotadas para el arte. No sólo por la voz, también por la puesta en escena. Hay personas con la sensibilidad y el talento necesarios para crear magia a su alrededor. 

Es una tarde de verano en Madrid. Él entra en el vagón de metro. No dice nada, no se presenta, no da las gracias, no pide perdón...

Lleva música pregrabada con una gran calidad de sonido y, en cuanto el tren echa a andar, comienzan a sonar unos acordes que nos resultan familiares...

Pronto, su voz, sin micro, se apodera de todos, comienza a atraer todas las miradas y todos los oídos.

Él mira sólo al suelo o al techo del tren, no cruza la vista con nadie, como si estuviera viviendo dentro de la música y de las palabras… 

Time can bring you down, 
time can bend your knees, 
time can break your heart, 
have you begging please, begging please… 

Se ha hecho el silencio y nadie permanece indiferente. Es imposible. 

En 1991, Connor, un niño de cuatro años, moría al caer desde el piso 53 del edificio de Nueva York donde vivía su madre. Su padre, Eric Clapton, le dedicó una hermosa canción, Lágrimas en el cielo

I must be strong and carry on.
'Cause I know 
I don’t belong here in heaven. 

Esta semana sonó en el metro de Madrid. Al finalizar, todo el vagón entregó unas monedas. Pero el momento era impagable.



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(Ilustración: Metro de Barcelona, de Eclectic Box, tomada de Urban Sketcher Spain)

El cebo... en Las Navas del Marqués

Tomás García Yebra es un periodista y escritor agudo y ocurrente, de prosa ágil y agradable de leer. Nació en Madrid pero está vinculado a un pueblo casi vecino del mío, Las Navas del Marqués (Ávila). 

Como periodista, le había leído en El Semanal, pero hace años descubrí su faceta más literaria con la Historia Secreta de Las Navas del Marqués, que luego tuvo una segunda parte. Contra lo que cabía esperar, el libro no era de interés meramente localista, sino que conseguía que sus retratos y sus relatos pudiesen resultar amenos, interesantes o divertidos a alguien que ni siquiera conociera el pueblo. 

García Yebra escribió también Desmontando a Cela, un libro valiente y con vocación polémica. A lo largo de sus páginas, nos muestra que es compatible ser un grandísimo escritor con desplegar mucha habilidad y pocos escrúpulos a la hora de diseñar eso que ahora se llamaría “marca personal” y generar un negocio en torno a la misma. 

Lo último que leí de él hace un par de veranos -y se lo recomiendo en estos días en que hay más tiempo para la lectura- es El Cebo, un personal homenaje a la mítica película de Ladislao Vajda

No conozco a nadie que haya visto El Cebo –y especialmente si fue durante la infancia- que no guarde años después la impresión de sus impactantes imágenes en blanco y negro y su inquietante trama. García Yebra la vio con 9 años.

El autor se da el capricho literario de construir su particular versión de El Cebo en los pinares de Las Navas del Marqués, con escenario y personajes locales, algunos reales, otros imaginarios y sospecho que varias mezclas. Y a continuación, atrapa al lector en una trama llena de guiños y de detalles ingeniosos. 

“Diviértete para que se diviertan los demás”, decía Hölderlin. Es la frase que García Yebra ha estampado como declaración de intenciones al comienzo de esta obra. No puede ser más reveladora.