Reconozco que tenía un prejuicio –dicho sea en sentido literal, sin la más remota connotación negativa-. Había escuchado cantar a Concha Buika su conocida Mi niña Lola y alguna otra cosa y mi idea era la de que estaba ante una buena voz, una buena cantante de copla, de la que, además, llamaba la atención –y se explotaba comercialmente- el exotismo de su raza, por infrecuente en ese género musical. La conceptúe así, como una especie de Pasión Vega pero en negro. Ciertamente me gustaba cómo cantaba, pero confieso que no le había prestado realmente mucha atención hasta hace poco.
Estaba yo en Barcelona, donde había acudido por motivos profesionales, esperando a que llegase la hora de tomar el AVE de regreso a Madrid. Haciendo tiempo, entré a un local comercial de la estación de Sants a curiosear discos. A mí me tenían que prohibir entrar a las librerías y a las tiendas de música aunque yo quisiera, como a los ludópatas que se apuntan en listas negras para que no les permitan la entrada a los bingos..., porque siempre caigo. Y esa tarde compré una edición muy cuidada que agrupa sus discos Niña de Fuego y Aquí hay amor, junto con un poemario de la propia Buika y una colección de fotografías.
Aquella noche llegué cansado y ni lo escuché en casa, se quedó ahí esperando mejor ocasión. Por fin, el puente de San José me acordé de que tenía el disco y me lo puse como fondo mientras hacía otras tareas. Empezó a sonar La falsa moneda y eso corroboraba la imagen previa que yo tenía: una copla, además tradicional, muy bien interpretada, como también La niña de fuego que da título al álbum, tema de Manolo Caracol compuesto por ese prolífico y grande trío de autores que formaron Quintero, León y Quiroga…
Pero había más, mucho más. Me aguardaba una grata sorpresa. Poco a poco el disco empezó a distraerme de mi trabajo e hizo que prestase cada vez más atención a lo que inicialmente pretendía que fuera sólo música de acompañamiento: Miénteme bien, compuesta por la propia Buika; La niebla, con letra de mi admirado David Trueba; la rumba que más ha sonado promocionalmente, No habrá nadie en el mundo, de Javier Limón… Y así hasta que llegó una ranchera, Volver, volver, y la voz de Buika me sacó ya por completo de lo que estaba haciendo. Increíble. Sencillamente fascinante.
Me tiene cautivado. Buika no es una cantante más. No es sólo una voz muy personal… Esta española es una de las grandes de la música mundial. El arte que lleva dentro no tiene que envidiar a nombres que tenemos considerados como auténticos mitos. No sé si llegará a ser reconocida como tal, pero para mí ya lo es.
Sus padres eran guineanos, afincados en Palma de Mallorca, donde nació ella. Cuenta que su madre era melómana y por eso Concha mamó desde pequeña el jazz o la música iberoamericana, mientras en la calle escuchaba cantar a los gitanos. Y todo eso lo acabó haciendo suyo.
Pero, además, lo recrea desde un estilo propio (“simplemente lo canto como yo lo escucho dentro”). Buika es el mestizaje musical entre tres continentes. Y son una delicia para los sentidos sus interpretaciones de jazz, y es impresionante oírle vivir la fuerza de las rancheras (“mi hija negra” la ha llamado Chavela Vargas) o acercarse al tango, o al bolero, o hacer alguna incursión en la canción francesa o portuguesa... Y por supuesto te toca la fibra siempre que interpreta copla: "Dicen por ahí -escribe su biógrafo- que Buika canta coplas, pero no es verdad, Buika se mete dentro de las coplas, las vive, estruja las palabras, se bebe las emociones y las grita entre susurros".
Cuando llega su primer disco “en el estudio de grabación le gana el pulso a cuatro productores empezados en imponer un estilo reconocible”, en encasillarla. “Ahora sabemos que es imposible resumir su carrera en una línea, pero abre la boca y sabes que no hay otra cantante igual”.
Creo que Javier Limón ha contribuido a sacar buena parte de su potencial y que Buika tiene mucho que darnos en los próximos años. Así que aquí ya tiene otro incondicional que permanecerá muy atento.
Tiene, además, una personalidad singular, una naturalidad que trasmite frescura, un espíritu de libertad muy atractivo, un discurso inteligente y auténtico, alejadísimo de los gastados tópicos y lugares comunes que uno está acostumbrado a escuchar. No es fácil encontrar entrevistas donde el periodista esté a su altura y, a pesar de todo, Buika deja siempre trazos de profundidad pero con sencillez.
A veces transmite una fuerza que eriza la piel. A veces una dulzura que cuando termina de cantar te dan ganas de darle un abrazo y comértela a besos.
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Buika
(Fotografías de la galería de buika.net)
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