Descubrí a Mara Torres hace años en su espacio de entrevistas en la Ser, A contraluz. Creo que sólo lo escuché dos o tres veces porque lo emitían (o lo repetían, no sé, pero es cuando yo lo sintonizaba) a una hora intempestiva del fin de semana. Demasiado pronto para regresar a casa si habías salido por ahí, demasiado tarde para estar despierto si no habías salido. En el programa, Mara sabía de lo que estaba hablando, hacía preguntas inteligentes y tenía especial habilidad para crear el clima adecuado con la persona entrevistada... Me sorprendía una voz aparentemente muy joven (luego confirmé en la web de la cadena Ser que, efectivamente, su propietaria también lo era) y, sin embargo, un inusual dominio del oficio.
Para empezar, Mara hacía un magnífico trabajo, algo que contrasta con tanta mediocridad y con tanta gente que hace las cosas, en el mejor de los casos, correctamente, lo justito para salir del paso. Esta joven periodista marcaba diferencia, porque tenía el criterio de superarse, de no hacer las cosas sólo bien, sino esforzarse en hacerlas lo mejor posible. Pero es que, además, no llegaba a ese criterio de excelencia con frialdad, sino que, por si fuera poco, se entregaba, se notaba que le gustaba, ponía alma en lo que hacía.
De ahí, Mara Torres pasó al Hablar por hablar, el programa de mayor audiencia en la madrugada, creo recordar que primero con una sustitución veraniega y finalmente haciéndose cargo del mismo durante cinco años. Hablar por hablar es un sencillo pero curiosísimo espacio, donde el protagonismo lo tienen las peculiares y variadas historias de quienes llaman al mismo. Mara y sus oyentes me tiene muchas horas de sueño quitadas. La periodista publicó luego un libro, a ratos emotivo, a ratos muy divertido, con una selección de aquellas Historias de madrugada, como ya había hecho una de sus antecesoras, Gemma Nierga.
Hoy, Mara Torres ha pasado a la televisión, donde presenta el informativo más atípico y alternativo, La 2 Noticias, al que poco a poco va imprimiendo algo de su estilo.
Ya en ese primer libro que antes mencionaba, Hablar por hablar, a pesar de la sencillez del planteamiento –ir presentando las historias escogidas y ofrecer un hilo conductor-, Mara puso de manifiesto que tiene indudables dotes para escribir.
Ahora lo ha corroborado con una deliciosa obra, Sin ti, un auténtico regalo para cualquiera que tenga cierta sensibilidad y amor a la vida compartida.
Lo compré en la pasada Feria del Libro y además tuve la oportunidad de charlar un ratillo con la autora, aprovechando la suerte de ser el último de la fila a la hora de cerrar, por lo que ningún otro lector estaba esperando apremiante detrás. Estos encuentros suelen ser un tanto extraños, por esa asimetría de que para la otra persona eres un auténtico desconocido, pero ella para ti es alguien muy familiar, en este caso porque has escuchado su voz muchas noches de tu vida. Sin embargo, creo que Mara es muy consciente de esa complicidad que se establece (posiblemente por el tipo de programa que hizo en la radio, con la participación de los propios oyentes) y, sin la más remota dosis de divismo, estuvo amable y tremendamente cercana, fue un grato encuentro y una conversación muy agradable.
El libro, que lleva por subtítulo Cuatro miradas desde la ausencia, recoge relatos de no ficción a partir del testimonio de personas que han perdido a un ser querido: Inma Chacón, la hermana gemela de la escritora Dulce Chacón; Veva Tussell, la hija del historiador Javier Tussell; Alejandro Pelayo, músico del grupo Marlango y su profesora de piano Mayte Gutiérrez; y Victoria Rodríguez, la viuda de Buero Vallejo.
Por orden de preferencia, aunque esto es puramente subjetivo, mi favorito es el logradísimo relato sobre Inma y Dulce, después el de Alejandro Pelayo, luego el de Victoria y finalmente el de Veva.
Mara declara en algunas entrevistas que ha dedicado más de dos años a escribirlo, pero, a pesar de esa minuciosa preparación, el libro da sensación de fluidez y naturalidad, como si cada relato fuera una confidencia contada de un tirón.
No sólo ha dado voz a los protagonistas maravillosamente, sino que la autora ha sabido encontrar el tono justo y la estructura más adecuada para cada relato, hasta conmovernos en todos y cada uno de ellos. Sin ti aúna, pues, calidad narrativa y un material humano de primer orden.
A pesar de que el subtítulo del libro alude a la ausencia, se trata de una ausencia física, pero uno de los denominadores comunes de los testimonios recogidos, es que los seres queridos que murieron están muy presentes en la vida de quienes les recuerdan.
Casi todos los comentarios que he leído sobre esta obra subrayan la aparente paradoja de que, en un libro sobre la muerte, lata tantísima vida en sus páginas. A mí no me ha sorprendido en absoluto. En mi experiencia personal, la muerte me ha enseñado en cierto modo a vivir; cada vez que ha tocado de cerca a seres queridos he aprendido un poco más a saborear los pequeños detalles, a medir un poco mejor (quizá debería decir un poco menos mal) mis tiempos, a valorar a las personas a las que quiero, a disfrutar de esa grandeza que se esconde en lo pequeño, en lo cotidiano...
Una de las virtudes de Mara Torres –desde sus comienzos- es ese don que tiene para acercar la literatura a la vida y viceversa. Huyo de quienes construyen la literatura como si fuera un mundo aparte, de quienes llenan de adjetivos los folios pero siguen viviendo una existencia igual de fría. Valoro mucho, por el contrario, a quienes, sin artificios, sin exageraciones, sin falsedades, ponen gotas de poesía en su vida cotidiana, porque la poesía es un alimento espiritual de primer orden, porque es enriquecedor dirigir sobre el día a día esa otra mirada.
Mara Torres es de las personas que, no me cabe duda, seguirán siempre creciendo personal y profesionalmente. No sé en qué más tareas periodísticas o literarias se embarcará, pero estoy seguro de que seguiremos encontrando en ellas en esencia lo mismo: alguien que hace bien su trabajo y que pone alma en todo lo que se propone.
Felicidades, Mara y, de corazón, muchísima suerte.