Humanidad en la abogacía, entrevista en Sintonía TV Rioja



Mi querida amiga Nuria Aragón Castro, conferenciante, escritora y muchas más cosas, me ha entrevistado para su programa Amor y Vida TV, que se emite los miércoles en Sintonía Televisión Rioja y ésta es la grabación del programa que salió el pasado 2 de diciembre. 

Nuria lleva años defendiendo planteamientos de vida alternativos, ecología, bioconstrucción, espiritualidad, veganismo, etc. En su programa se acerca a cuestiones cotidianas desde su muy personal perspectiva y en esta ocasión ha querido charlar conmigo sobre mi visión de la abogacía. 

Nuria cuenta cómo se extrañó al conocer cuál era mi profesión: "Carlos me dijo 'yo soy abogado' y yo me quedé sorprendida porque es una persona muy humana..."... Con ese punto de partida, vamos conversando, contrastando tópicos, explicando qué es para mí el oficio de abogado, por qué lo elegí, la importancia del no siempre bien comprendido derecho de defensa, algunos casos peculiares que he llevado -SQM, homeschooling...- o aquellos que tienen un trasfondo más humano -violencia de género, discapacidad, mobbing...- , el concepto de abogacía preventiva, los libros que he escrito...

Si os fijáis al fondo, veréis cómo poco a poco va atardeciendo y se nos hace de noche en el Retiro de Madrid. Fue una conversación muy agradable, que tiene mucho que ver con la broma que aparece en una columna lateral de este blog: "...que hasta un abogado puede tener su lado humano".

La niña y la higuera

Publicado en El Diario de Ávila, 23.09.15

Cada año, al llegar las fiestas de San Miguel, dedico algún artículo a El Hoyo de Pinares, a rescatar algún episodio de historia medieval, a recobrar el retrato de personas singulares de esta villa, a ahondar en curiosidades… En esta ocasión, os voy a recomendar un libro: La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero. Entre sus páginas vais a encontrar también algún trocito de nuestro pueblo. 

Hace años –escribe Rosa-, al principio de nuestra relación, fuimos a una casita que sus padres tenían en un pueblo de montaña de la provincia de Ávila. Pablo había pasado allí los lentos, formidables veranos de la infancia, y me fue enseñando el paisaje de su niñez: el camino al río, el bosque, la poza donde se bañaba”… Pablo es Pablo Lizcano, pareja de la escritora durante más de dos décadas. Y sí, el pueblo abulense de montaña es El Hoyo de Pinares. 

El padre de Pablo, Manuel Lizcano Pellón, asentó su segunda residencia –Torre los Cantos- en nuestra localidad hace largo tiempo, calculo que alrededor de cincuenta años. Mi padre se refería a él con afecto y un respeto casi reverencial. Nunca le vi inclinarse ante la riqueza o el poder, pero sí ante la inteligencia. Y siempre, reconocer la bondad. Manuel Lizcano me dio esa impresión cuando me lo presentó: un hombre sabio y entrañable. 

Luego pudimos conversar brevemente en unas pocas ocasiones. Alguna de ellas intenté convencerle para participar en alguna actividad pública –por ejemplo, le propuse que diera un año el pregón de fiestas- y siempre declinó mis invitaciones con amabilidad. Intuyo que para él El Hoyo de Pinares era, sobre todo, lugar de refugio, donde encontrar la tranquilidad necesaria para escribir o para descansar. Y sospecho también que era persona discreta y poco amiga del bullicio. 

Algunos de los libros que publicó están datados precisamente en nuestro pueblo. Su consideración y cariño por esta villa queda fuera de toda duda con sólo leer lo que afirmó en 1991 en estas mismas páginas de El Diario de Ávila: “Con ocasión de mis frecuentes viajes profesionales, como sociólogo, por las Españas lejanas que prácticamente son toda Iberoamérica y Filipinas, a menudo he recordado los bosques de esta pequeña España de Hoyo de Pinares. Un punto privilegiado de la Castilla serrana de Ávila, próximo a la tierra de Madrid, donde se abre paso entre los dos macizos de Guadarrama y de Gredos, nuestra doble memoria clásica de las dos Castillas, la del Cid y la de Don Quijote”. 

Los hijos de Manuel y de su esposa María Jesús, entre ellos el periodista Pablo Lizcano, pasaron aquí muchos fines de semana y aquellos veranos de su infancia, como recuerda la novelista. 

Pablo murió en 2009, con sólo 58 años. Yo desconocía que estaba casado con Rosa Montero. Lo supe cuando leí el artículo que ella escribió en El PaísUna vida, se titulaba-, uno de esos textos que uno tiene de cabecera, para recordarnos de vez en cuando lo que somos. 

En pleno duelo por esta pérdida, llegó a las manos de Rosa el diario que la científica Marie Curie escribió tras el fallecimiento de su esposo Pierre. A partir de esa lectura y de sus vivencias personales, la escritora construye un libro muy personal, difícilmente clasificable, donde entabla un diálogo cercano y cómplice con el lector. Y, como suele suceder cuando se mira de frente y con naturalidad a la muerte, la vida late con fuerza en todas sus páginas. 

De hecho, da cierto pudor destacar el elemento local, la conexión con nuestro pueblo, en una obra que, claro está, va en otra dirección, que explora en el mundo de los sentimientos, del dolor, del amor, de las amistades, de las contradicciones, de la tenacidad, de las limitaciones... y de cientos de cosas más. Si lo traigo a colación es porque, sin duda, es una curiosidad para las personas vinculadas a El Hoyo de Pinares, pero, obviamente, no pasa de ser un dato anecdótico. Y el libro lo recomiendo no sólo porque aparezcan reflejados de refilón nuestros paisajes sino, especialmente, por todo lo demás. 

Al comienzo de la senda, al salir del pueblo, hay una higuera. Aquella primera vez me la mostró y me contó su historia: a finales de agosto, mientras los frutos terminaban de madurar, una niña se sentaba bajo las ramas y se pasaba las horas cantando para espantar a los pájaros y evitar que picotearan los higos. A Pablo la escena debió de maravillarse: me la contó ese día y muchos más, cada vez que íbamos al pueblo (…)”.

¿Quién sería aquella niña, que hoy será una mujer de nuestro pueblo? ¿Recordará los días en que cantaba bajo la higuera para mantener alejados a los pájaros? 

Rosa se pregunta qué pensará uno antes de morir. Y está convencida de que aquella fue “una escena luminosa y crucial en la imaginería de Pablo”. 

La niña y la higuera, eran de El Hoyo de Pinares. De Pablo Lizcano, aquella mirada asombrada del niño. Y Rosa Montero pone las palabras mágicas del escritor. Para enseñarnos cómo lo grande de la vida se esconde en lo pequeño.

Documental Chicas nuevas 24 horas: contra la trata de mujeres

Mabel Lozano es sobradamente conocida como presentadora de programas televisivos y como actriz de televisión y de cine, donde ha trabajado a las órdenes de directores de la talla de Berlanga o Garci. Pero, además, en los últimos años ha llevado a cabo una fecunda labor como directora de documentales que destacan por su calidad y por su compromiso social: Voces (contra la trata de mujeres) (2007), La teoría del espiralismo (2009) sobre deportistas paralímpicas, Las sabias de la tribu (2010) que se acerca a la singular generación de mujeres de la posguerra y Madre (2012) acerca de la maternidad en el siglo XXI. 

Ahora, Mabel vuelve sobre la compraventa de mujeres con fines de explotación sexual en Chicas nuevas 24 horas, un trabajo que se estrenó en el Festival de Cine de Málaga. Yo tuve oportunidad de verla recientemente en la Cineteca de Matadero Madrid. En estos días se está exhibiendo en los cines Zoco de Majadahonda. Y, con imágenes recogidas durante la realización de la película, se ha organizado también una exposición fotográfica que el 23 de septiembre llega a la Casa de América, acompañada por una mesa redonda

Chicas nuevas 24 horas nos recuerda que esta esclavitud de nuestros días genera 32.000 millones de dólares, el tercer negocio más lucrativo tras la venta de armas y el narcotráfico, y tiene como víctimas a casi dos millones y medio de personas, de ellas prácticamente el 80 % mujeres y niñas. 

El documental se construye precisamente a partir del contraste de poner en relación un planteamiento de puro negocio rentable con la dramática realidad de la explotación de seres humanos. Seguimos el testimonio real de varias mujeres que fueron sometidas a trata. Y Mabel lo presenta sin caer en la tentación de la recreación sensacionalista o efectista. La realidad que nos muestra es por sí sola elocuente. 

Creo que realmente es mejor no contar mucho más: hay que verlo, sin más. Yo salí verdaderamente impresionado. Y le pasó lo mismo al resto de espectadores que abarrotaron la sala durante los días de proyección en Madrid: absoluto silencio durante la estremecedora película y un significativo y unánime aplauso final. 

En todas sus intervenciones públicas, Mabel Lozano está poniendo el acento en la posibilidad de prevención que existe. El perfil que se busca en los destinos más frecuentes (fundamentalmente, Europa Occidental) es conocido. Y la procedencia de las mujeres sometidas a trata también está muy localizada geográficamente. Por eso, Chicas nuevas 24 horas es, entre otras muchas cosas, una apelación a las conciencias y a la responsabilidad ante una lacra que nos concierne a todos. Un llamamiento a que los poderes públicos y los ciudadanos no sigamos mirando para otro lado.

Los apellidos de El Hoyo de Pinares (Ávila)

Publicado en el Programa de Fiestas San Miguel 2015 de El Hoyo de Pinares.

¿Qué apellidos portan los actuales vecinos de El Hoyo de Pinares? ¿Qué significan, de qué modalidades son, de dónde provienen…? No soy experto en Genealogía, ni en Heráldica, ni en Etimología, ni en Historia... Así que espero que el lector me sepa perdonar las involuntarias imprecisiones, las carencias o los errores en que pueda incurrir en estos modestos apuntes. Nacen con la única intención de despertar la curiosidad, de incitar a mis paisanos a ahondar en su propia historia familiar. 

El origen histórico de los primeros apellidos se sitúa en la necesidad de diferenciar a unas personas de otras cuando tenían el mismo nombre de pila. Surgen de manera informal y, ya en el siglo IX, se aprecia la tendencia a añadir, a continuación del nombre propio, alguna identificación familiar. Al contrario de lo que sucede hoy, los apellidos no se imponían a un recién nacido: no necesitaba diferenciarse. Los elegía y comenzaba a usar de adulto. Y no tenían por qué ser idénticos a los de sus hermanos. 

En el siglo XVIII, en las clases altas de Castilla, comenzó a utilizarse el sistema de doble apellido, primero el paterno y después el materno. Durante el XIX, este uso se extiende por España y por casi toda Iberoamérica… Y a mediados de esa misma centuria pasará de ser una simple costumbre a convertirse en norma administrativa. Nuestro sistema histórico de apellidos es peculiar, porque en muchos países, como es conocido, aún hoy la mujer pierde el suyo y adopta el del varón al contraer matrimonio. En España no sólo se mantiene el doble apellido sino que, en el año 1999, se reguló la posibilidad de invertir voluntariamente el orden y colocar como primer apellido el materno, opción reforzada con la nueva regulación legal en 2011. 

Los apellidos originarios y más extendidos, desde época visigoda y durante toda la Edad Media, son los llamados patronímicos, que implicaban una referencia al linaje paterno. La mayoría de ellos en castellano terminan en “ez”, porque se formaron a partir del genitivo latino de la tercera declinación (“is”) según sostienen numerosos historiadores. En El Hoyo de Pinares, como en el resto de España, son amplia mayoría estos apellidos patronímicos. Así, tenemos, entre los acabados en “ez”, Álvarez (que significaba hijo de Álvaro), Estévez (de Esteve), Fernández (de Fernando), González (de Gonzalo), mi segundo apellido Gutiérrez (de Gutierre), Hernández (de Hernando), López (de Lope), Jiménez (de Jimeno), Martínez (de Martín), Méndez (de Mendo), Pérez (de Pero, lo que hoy sería Pedro) o Sánchez (de Sancho). También en nuestro pueblo hay algunos patronímicos finalizados en “az”, como es el caso de los Díaz (hijos de Diego), e incluso en “anz”, como Herranz (de Hernán o Hernando). Menos usuales son los acabados en “oz”, aunque podemos citar Muñoz (hijo de Munio). 

En determinados casos, el apellido adoptado era el mismo nombre del padre, pero tal cual, sin derivación ni sufijo. Ejemplos de ello en El Hoyo de Pinares serían: Alonso, Beltrán, García (nombre vasco éste, Gartzia, que es hoy, a su vez, el apellido más frecuente en toda España), Gil, Jorge, Martín, Miguel, Pablo o Pascual

No es infrecuente que se formasen apellidos a partir de una característica física o de un rasgo de la personalidad del sujeto. Hoyancos con apellidos de este tipo podrían ser los Blanco (por tener la piel o el cabello de este color) o los Agudo, por ejemplo. Muy probablemente sea también el caso de Royo (porque royo, o roya en femenino, era alguien de pelo rubio o de tez rojiza). Desconozco si Propios podría encuadrarse o no en este grupo, porque también puede constituir referencia a un origen (De Propios). En este bloque sí entraría obviamente el mío, el apellido Galán, de procedencia aragonesa, que apuntaría al carácter o la apariencia de sus primeros portadores. 

Algunos apellidos tienen resonancias religiosas, como es el caso de Abad, De la Asunción, San Andrés o el muy frecuente Santamaría o Santa María

Muchos apellidos españoles hacen mención a un lugar, a un accidente geográfico, a un elemento arquitectónico… Entre los que ostentan los habitantes de El Hoyo de Pinares hallamos Carvajal (un carvajal es un robledal de gran extensión), Navas (una nava es una zona de tierra llana entre montañas), Robledo (sitio poblado de robles) o Del Prado… También podríamos incluir aquí Plaza o De la Fuente. Otro apellido muy presente en El Hoyo de Pinares desde tiempos medievales, Ayuso, procede de un adverbio castellano en desuso que significa abajo

No son pocos los apellidos toponímicos, que aluden a una procedencia territorial o, en el caso de nobles, a solares de su posesión. En nuestro pueblo es muy habitual el apellido Gallego, que en sus inicios designaría, como es evidente, a personas originarias de Galicia. Más curioso es Ochando, probablemente relacionado con la aldea de tal nombre, perteneciente al municipio de Santa María la Real de Nieva (Segovia), pero que a su vez proviene del nombre euskérico Otxando u Otsando, tal vez por la procedencia de sus fundadores o primeros pobladores. No sería descabellado pensar que el apellido Luque evoque la villa del mismo nombre en la provincia de Córdoba, que dio origen a varios títulos nobiliarios (el primero de ellos el de Conde de Luque, otorgado por Felipe IV en 1642 a Salvador Venegas de Córdoba). Marín también obedecería a este criterio, quizá relacionado con el actual Concello de Marín, en la provincia de Pontevedra… ¿Y el apellido Morán qué significaría? Pues en la Edad Media se llamó moranes a los hijos nacidos de una mora y existe también algún municipio con esa denominación, como Morán (Huesca). 

Sobre el origen y procedencia de Ferrera hay tantas posibilidades que me resulta imposible aventurar siquiera una conjetura acerca de su presencia en El Hoyo de Pinares. Y lamento no poder apuntar tampoco certidumbre alguna sobre otro apellido muy propio de aquí y muy peculiar, Tabasco, que apenas ostentan 900 personas en toda España… ¿Tendrá algo que ver con la región mexicana del mismo nombre? 

Puede haber apellidos que hagan referencia sencillamente a objetos, como es el caso de Barril, Cubos… Y los hay que aluden a un animal: León, Lobato… 

Y termino con un tipo de apellidos muy habitual: el que se refiere a oficios de sus portadores originarios. En El Hoyo de Pinares un caso notorio es Tejedor, que en principio designaría a alguien dedicado a la confección textil, y que está presente en nuestro pueblo desde la Edad Media, entonces escrito como Texedor. La palabra de origen árabe Albarrán designaba, según el diccionario de la Real Academia Española, al “mozo soltero dedicado al servicio agrícola”, aunque también se aplicaba sencillamente al pastor principal de un ganado. Otro caso de apellido hoyanco relativo a oficio es Cubero, que puede referir al fabricante o vendedor de cubos (en ese caso posiblemente no el recipiente en el que todos pensaríamos hoy, sino la pieza central en que se encajaban las ruedas de los carruajes) o al de cubas (el recipiente de madera que se usa para contener vino y otros líquidos). 

LA SINGULARIDAD DE UN APELLIDO: ORGANISTA 

Entre los apellidos de oficios, hay un caso excepcional en nuestro pueblo: Organista. Como es obvio, hace referencia al músico que tocaba el órgano. Pero no encontraréis un apellido más genuinamente hoyanco que éste. 

Según el Instituto Nacional de Estadística, en toda España únicamente hay 264 personas que tienen Organista como primer apellido y 265 como segundo. Para que nos hagamos una idea comparativa, en nuestro país existen más de 920.000 Fernández de primero y más de 930.000 de segundo. Y hay casi un millón y medio de García de primero y otros tantos de segundo. 

Los Organista españoles prácticamente viven todos en dos provincias: en Madrid, 142 residentes lo portan en primer lugar y 146 en segundo; y en Ávila, 86 como primer apellido y 84 como segundo. 

Pero la procedencia, incluso de los Organista empadronados en Madrid, parece clara: de los 264 que lo tienen como primer apellido en todo el país, más de la mitad, 150, nacieron en la provincia de Ávila, según el INE. Y de los 265 que lo portan en segundo lugar, 144 son abulenses de nacimiento. 

Fuera de Madrid y de Ávila, apenas hay un 15 % del total: encontramos sólo algunas familias Organista en Cataluña, en la Comunidad Valenciana… Y todas las que he podido identificar en realidad provienen de nuestro pueblo. 

Estoy absolutamente convencido de que la totalidad de los Organista de España posee alguna vinculación con El Hoyo de Pinares. Yo sostengo que este apellido en todo el territorio nacional proviene de una única persona, de una única rama familiar, y que se inició en nuestro pueblo. 

En ninguno de los grandes repertorios de genealogía hispana se menciona siquiera este apellido, por infrecuente. Las webs heráldicas tampoco lo suelen incluir. Sólo he encontrado unas pocas líneas en una página, misapellidos.com, donde dice literalmente: “La mayoría de personas con este apellido proceden de la localidad de El Hoyo de Pinares (Ávila) sin que se conozcan otras procedencias diferentes. Por tratarse de un apellido relativo a un oficio o profesión parece que puede tener origen en los judíos conversos que se quedaron en España tras la expulsión acordada por los Reyes Católicos”. 

¿Y qué pasa con los Organista de otros países? En aquellas naciones europeas que fueron destino del exilio político o de la emigración socioeconómica española, en cuanto tomamos contacto con algún portador del apellido, suele tener, en efecto, alguna relación familiar con nuestro pueblo… Creo que aquí tengo que aprovechar para saludar afectuosamente a la familia de nuestro amigo Ángel Organista, de Francia. 

Pero en la Europa Central y del Este existen también algunas familias -austriacas, húngaras, polacas, rusas…- que se apellidan precisamente así, Organista en español. 

Encontramos asimismo el apellido en América, en lugares como Colombia y, sobre todo, en México y en Estados Unidos (en la pobladísima Norteamérica hay tantos Organista como en España)… ¿Serán los Organista del otro lado del Atlántico parientes de los nuestros? No he encontrado referencias a algún portador hoyanco de este apellido que “cruzara el charco”, ni en los listados de pasajeros de los primeros viajes a “las Indias” ni en las posteriores migraciones económicas o políticas. No quiere decir que no exista, pero yo no lo he hallado por ahora. Muchos Organista americanos conservan también nombres de pila genuinamente españoles y, si hacemos un rastreo en registros de aquel país, encontramos que un tal Crescencio Organista falleció en 2004 en algún lugar no determinado de EE.UU., que un Gregorio Organista murió en 1979 en Los Ángeles o que la defunción de un Hilario Organista se produjo en Nueva York en 2007. Pero otras veces el apellido en castellano se ha unido ya a nombres en inglés, y así, entre los naturales de California, constan, entre otros, Rachel Organista (nacida en 1925), Richard Organista (en 1927) o Sarah Organista (1929), al igual que en Pensilvania había nacido un Peter Organista en 1903, por citar sólo algunos ejemplos. 

Si yo llevara este apellido tan poco común y que, al menos en nuestro país, es tan específicamente hoyanco, utilizaría las webs genealógicas que existen para indagar sobre el mismo. O cuando menos crearía un grupo en Facebook, denominado así, “Apellido Organista”, y tendería lazos con los pocos que lo llevan en todo el mundo, para recoger datos y ponerlos en común. Seguramente, si cada uno se remonta a lo que conoce de su familia, a lo que le han contado, a lo que puede preguntar, los resultados serían sumamente curiosos. Lanzado el reto queda. A ver si algún Organista se anima… 

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Bibliografía: 

- Índice de los 40 tomos del Alfabeto General de Apellidos. Francisco Zazo y Ulloa y Francisco Zazo Rosillo. Manuscrito. 1778. 
- Ensayo histórico-etimológico-filológico sobre apellidos castellanos. José Godoy Alcántara. Imprenta Ribadeneyra, Madrid, 1871. 
- La evolución de los apellidos. Artículo de Miguel de Unamuno. Suplemento literario de El Nervión, Bilbao, 27 junio 1892. 
- Diccionario Heráldico y Genealógico de Apellidos Españoles y Americanos. Alberto y Arturo García Carraffa. Imprenta Antonio Marzo, Madrid 1920-63. Tras su fallecimiento, fue completada, a partir del tomo XVI, por Endika de Mogrobejo, 1995. 
- Geografía lingüística de los apellidos españoles (algunos aspectos). Artículo de Manuel Ariza Viguera. Anuario de Estudios Filológicos, 2001. 
- Los apellidos más extendidos en España, apuntes onomásticos y genealógicos. Artículo de Antonio Alfaro de Prado Sagrera. Cuadernos de Genealogía nº 3, 2008. 
- Los apellidos: origen, evolución y transmisión. Artículo de Juan Carlos González Ternero. Cuadernos de Genealogía nº 8, 2010. 
- La transmisión de apellidos. Introducción común a las cartas genealógicas elaboradas por el historiador Francisco Ortiz Lozano. Ardales (Málaga). 

- Portal de Archivos Españoles (PARES) del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes
- Hispana. Portal de recursos digitales del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes
- Portal Movimientos Migratorios Iberoamericanos del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes 
- Sephardim, genalogía sefardita 

Hombres de la mar, barcos de leyenda. Museo Naval

Hace unos años, viajando por Costa Rica, trabé conversación con un ciudadano estadounidense que iba a pasar unos días en el Caribe. Al saber que yo era español, me habló de nuestro país con gran admiración y exhibiendo un notable conocimiento histórico. Frecuentemente, he comentado con amigos que me hubiera gustado que muchos de mis compatriotas hubieran podido escuchar aquella charla. 

En un determinado momento me preguntó: “¿Y sabes lo que más admiro de España?”. Y no, no era la paella, ni la selección de fútbol, ni la transición política... “Sus navegantes”, me dijo. 

Conversamos sobre ello y al final me aseguró que yo era de los pocos españoles que había conocido que sabía de qué me estaba hablando. Y que, en ocasiones anteriores, le había sorprendido el profundo desconocimiento de mis compatriotas sobre su propia historia. ¡Qué me va a contar! Si, de los españoles con los que ha hablado, yo –que apenas tengo unos conocimientos rudimentarios- soy el que más sabe de esto, vamos realmente mal. 

El norteamericano me decía: “La navegación hoy puede ser difícil, pero imagínate entonces, con aquellas naves, con los pocos utensilios técnicos que existían y con los limitados conocimientos científicos y aun geográficos... Es verdaderamente prodigioso lo que hicieron”. 

Y así seguimos, hablando del cambio de la navegación basada en meras referencias físicas a la navegación astronómica, de algunas grandes expediciones de la historia y de algunos grandes marinos. 

Hace poco me acordé de este hombre. Fue en el Museo Naval en Madrid. Después de tantos años en esta ciudad de adopción, seguía siendo una asignatura pendiente visitarlo.

Y la excusa perfecta fue la exposición Hombres de la mar, barcos de leyenda, comisariada por Arturo Pérez Reverte. Era una muestra modesta –por el limitado espacio y por los fondos con que se ha podido contar- pero muy sugestiva. El recorrido nos llevaba a bordo de unas cuantas naves reales, como la Victoria de Elcano, la Numancia, el San Juan Nepumoceno de Trafalgar, el Bounty de Rebelión a Bordo, la galera Marquesa de Lepanto, el célebre Titanic, el acorazado Bismarck… y a otras de ficción como el Argo de Jasón y los Argonautas, La Hispaniola de La Isla del Tesoro, el Pequod de Moby Dyck o el Nautilus que imaginó Julio Verne. 

La exposición ya ha terminado, pero el Museo Naval es permanente. Y es una auténtica gozada recorrer, mediante numerosos objetos, obras de arte y algunos audiovisuales, la evolución, los hechos y los nombres de nuestra historia en la mar. Encontrarte con Colón y aquella fascinante aventura que cambió la historia; con los hermanos Yáñez Pinzón; con Juan Sebastián Elcano, el vasco que completó la primera vuelta al mundo y demostró la esfericidad de la tierra; con ese gigante de la navegación llamado Juan de la Cosa, entre otras muchas cosas el primer cartógrafo que dibujó un mapamundi que incluía el continente americano; con Núñez de Balboa, el primer europeo que alcanzó el Pacífico; con la hazaña de otro vasco, Blas de Lezo, el bravo estratega que impidió la toma de Cartagena de Indias por los británicos; o con Churruca y la batalla de Trafalgar... 

Si un día quieren viajar en el tiempo y surcar los mares acompañados por esos grandes navegantes, acérquense. Merece la pena.

Tears in heaven

Decididamente, hay personas dotadas para el arte. No sólo por la voz, también por la puesta en escena. Hay personas con la sensibilidad y el talento necesarios para crear magia a su alrededor. 

Es una tarde de verano en Madrid. Él entra en el vagón de metro. No dice nada, no se presenta, no da las gracias, no pide perdón...

Lleva música pregrabada con una gran calidad de sonido y, en cuanto el tren echa a andar, comienzan a sonar unos acordes que nos resultan familiares...

Pronto, su voz, sin micro, se apodera de todos, comienza a atraer todas las miradas y todos los oídos.

Él mira sólo al suelo o al techo del tren, no cruza la vista con nadie, como si estuviera viviendo dentro de la música y de las palabras… 

Time can bring you down, 
time can bend your knees, 
time can break your heart, 
have you begging please, begging please… 

Se ha hecho el silencio y nadie permanece indiferente. Es imposible. 

En 1991, Connor, un niño de cuatro años, moría al caer desde el piso 53 del edificio de Nueva York donde vivía su madre. Su padre, Eric Clapton, le dedicó una hermosa canción, Lágrimas en el cielo

I must be strong and carry on.
'Cause I know 
I don’t belong here in heaven. 

Esta semana sonó en el metro de Madrid. Al finalizar, todo el vagón entregó unas monedas. Pero el momento era impagable.



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(Ilustración: Metro de Barcelona, de Eclectic Box, tomada de Urban Sketcher Spain)

El cebo... en Las Navas del Marqués

Tomás García Yebra es un periodista y escritor agudo y ocurrente, de prosa ágil y agradable de leer. Nació en Madrid pero está vinculado a un pueblo casi vecino del mío, Las Navas del Marqués (Ávila). 

Como periodista, le había leído en El Semanal, pero hace años descubrí su faceta más literaria con la Historia Secreta de Las Navas del Marqués, que luego tuvo una segunda parte. Contra lo que cabía esperar, el libro no era de interés meramente localista, sino que conseguía que sus retratos y sus relatos pudiesen resultar amenos, interesantes o divertidos a alguien que ni siquiera conociera el pueblo. 

García Yebra escribió también Desmontando a Cela, un libro valiente y con vocación polémica. A lo largo de sus páginas, nos muestra que es compatible ser un grandísimo escritor con desplegar mucha habilidad y pocos escrúpulos a la hora de diseñar eso que ahora se llamaría “marca personal” y generar un negocio en torno a la misma. 

Lo último que leí de él hace un par de veranos -y se lo recomiendo en estos días en que hay más tiempo para la lectura- es El Cebo, un personal homenaje a la mítica película de Ladislao Vajda

No conozco a nadie que haya visto El Cebo –y especialmente si fue durante la infancia- que no guarde años después la impresión de sus impactantes imágenes en blanco y negro y su inquietante trama. García Yebra la vio con 9 años.

El autor se da el capricho literario de construir su particular versión de El Cebo en los pinares de Las Navas del Marqués, con escenario y personajes locales, algunos reales, otros imaginarios y sospecho que varias mezclas. Y a continuación, atrapa al lector en una trama llena de guiños y de detalles ingeniosos. 

“Diviértete para que se diviertan los demás”, decía Hölderlin. Es la frase que García Yebra ha estampado como declaración de intenciones al comienzo de esta obra. No puede ser más reveladora.

Javier Krahe

“La muerte no me llena de tristeza: 
las flores que saldrán de mi cabeza 
algo de harán de aroma” 
-Javier Krahe, El cromosoma

En mi pueblo, de adolescentes, escuchábamos a La Mandrágora en grabaciones piratas de cassette que llevaba Luisillo, a las pequeñas fiestas con parrillada y vino que hacíamos en una antigua granja. Cuando vine a Madrid a estudiar Derecho, en la primera ocasión que tuve me fui a escuchar a Krahe al Colegio Mayor San Juan Evangelista (el Johnny), con César y Pilar. Ya nunca dejé de disfrutar de su humor, de su ironía, de su talento. De vez en cuando acudía a sus conciertos, a menudo con amigos de siempre, otras veces esperando introducir a alguien nuevo en la fe. Sus discos eran un regalo muy socorrido en reyes o en mi cumpleaños: se acertaba seguro. Mi hermana le pidió una vez un autógrafo para mí. “Anda ya. Que le den a tu hermano. ¿Cómo te llamas tú?”, respondió con buen criterio. Así que tengo un autógrafo de Krahe compartido, que pone “para Tere”. 

La marcha de un genio nunca mata su obra, ni los recuerdos. Pero siempre nos arrebata algo: lo que quedaba por venir, lo que restaba por crear. Nos mata un poco a nosotros, que nos hicimos como somos a golpe de pensamiento, de libros, de música, de conversaciones y de risas. Estamos envejeciendo, porque ya decimos las mismas cosas que nuestros padres, cuando defendemos con nostalgia a nuestros mitos frente a “lo de ahora”…. Pero, coño, búsquenme ustedes hoy un Krahe. 

El anuncio que hizo Pablo Carbonell nos dejó con nuestros tuits como unos gilipollas. Esperando en vano a que fuera de mentira, a que le diera por resucitar. Y ahora, como consuelo, escuchamos una vez más la historia de la bella y traidora Marieta, la gran erección del pueblo de Villatripas, la preferencia por La hoguera, la ironía de Dónde se habrá metido esta mujer, la respuesta a Un burdo rumor, aquella Tormenta tras la que no vino la calma, su peculiar versión de Eros y la Civilización, esa oda a Piero della Francesca que llenó un vacío..., la advertencia de No todo va a ser follar, la declaración de intenciones de Vaya por delante o el acertado clamor de Olé tus tetas. Adiós a un juglar ingenioso e irreverente, insustituible, que hizo nuestra vida un poco más inteligente, un poco más divertida.

No, mi general

En sólo dos días, a ratos, me devoré No, mi general, la estremecedora crónica del doble acoso, primero sexual y luego laboral, al que fue sometida la entonces capitán Zaida Cantera, y de la denuncia y la lucha tenaz de ésta. 

Cuando cerré su última página, dije una frase que mis amigos me han oído a veces tras leer un relato de ficción, pero nunca tras leer una historia real, dramáticamente real: “este libro tiene una película dentro”. Creo sinceramente que la merecería. Porque la única consecuencia positiva que puede tener un caso así es precisamente alcanzar tal relevancia que no se repita nunca más. Que las Zaida del futuro no tengan motivos para temer. Que los Lezcano y los Villanueva del futuro se lo piensen dos veces. 

No, mi general es el reflejo de dos mujeres cumpliendo su deber y dejando en evidencia a otras muchas personas que no lo cumplieron. 

Es –principalmente, porque el protagonismo de esta obra es suyo- la historia de Zaida, profesional brillante, comprometida, valiente y humana. Estoy convencido de que hubiera estado llamada a ser una de las primeras mujeres generales del Ejército español. Y, sin embargo, unos cuantos personajes indignos de la institución militar, consiguieron -unos por acción y otros por omisión- convertir su vida cotidiana en un infierno y acabar frustrando su vocación. Su resistencia y su tesón son un ejemplo profesional y humano. Como español de a pie, confío en que la defensa de mi país esté, cada vez más, en manos de profesionales como Zaida y no de miserables como los que la sometieron a una despiadada persecución. 

Pero, indirectamente, es también reflejo de la buena labor de Irene Lozano, una diputada trabajadora y luchadora que, tantas veces y en tantos temas, ha sido en estos últimos años la voz de la dignidad en el Congreso. Que escuchó a una ciudadana cuyos derechos estaban siendo atropellados. Que entendió que era de elemental justicia llevar este caso al parlamento y darle visibilidad para intentar cambiar las cosas. Que no hizo ningún cálculo de rentabilidades políticas y se puso desde el principio del lado correcto, de aquel en el que ha estado siempre en su labor parlamentaria: el de la ciudadanía, frente a los abusos. Y que, finalmente, ha acabado sacando a la Irene periodista y escritora, para dejar testimonio de unos episodios que jamás deberíamos olvidar. 

No sé si a estas alturas alguien dudará de la veracidad de esta historia. Parte de ella está declarada probada por sentencia judicial firme. Pero, al margen de la enorme verosimilitud de todo lo que se cuenta y de cómo se cuenta, la reacción del ministro Morenés no pudo ser más elocuente: no dedicó un solo argumento ni un solo dato a desmentir o a poner en cuestión lo que Irene Lozano denunciaba ante el parlamento. Se limitó a descalificarla de forma miserable por atreverse a preguntar. 

Morenés tampoco empleó ni un segundo en pedir perdón desde la institución a Zaida, en prometer reparación, en asegurar que se exigirán responsabilidades, en anunciar que se investigará todo hasta el final... Ni siquiera en lamentar lo sucedido y en comprometerse a que no se volverá a repetir nada semejante. Si antes decía que sus silencios no pudieron ser más elocuentes, lo cierto es que tampoco pudieron ser más repugnantes. 

No, mi General es un libro valiente, que publica los nombres y apellidos de la infamia. Si no hay ya varias querellas contra Irene y Zaida es precisamente porque lo que cuentan es verdad. Y porque los culpables prefieren que no se profundice en su actuación y confían en que el tiempo traiga olvido y consagre la impunidad de la mayoría de ellos. 

Zaida Cantera quizá haya librado –muy a su pesar- una de las más importantes batallas de las Fuerzas Armadas españolas a lo largo de su historia. Quiero creer que, tal vez gracias a ella, algunas cosas empiecen por fin a cambiar. Ella se perderá algunos ascensos y algunas condecoraciones, pero espero que gane el reconocimiento social que merece. Al menos yo, como ciudadano, le estoy inmensamente agradecido. 

Hace unos meses, cuando aún no conocía este caso con el detalle de ahora y tan sólo tenía algunas referencias de prensa sobre el mismo, me enteré de que Zaida era por fin comandante, por mérito propio y contra todos los obstáculos imaginables. Y la felicité por Twitter. Entonces intuía lo que significaba aquel ascenso. Ahora lo sé. Por eso vuelvo a decir, pero con más conocimiento de causa, lo mismo que aquel día: felicidades y gracias, mi comandante.

De mar a mar

Calculo que Mario tendría 16 y yo 17 años. Nos habíamos propuesto irnos a Asturias con nuestras mochilas a la espalda, una tienda de campaña, un walkman y algunas cintas de cassette, un pequeño hornillo para cocinar y unas cuantas latas de comida, ganas de aventura y muchas dosis de ilusión. Lo que apenas llevábamos era dinero, pero esto nos parecía entonces un detalle insignificante. 

Cuando llegamos a Oviedo, en la misma estación Mario preguntó: “¿Cuál es el primer tren que sale para un sitio con mar?”. Aparecimos en la playa de San Juan de Nieva, un hermoso lugar cerca de Avilés. 

Al llegar al destino, comenzamos a caminar, suponíamos que en dirección al Cantábrico, pero no estábamos seguros y llevábamos demasiada carga como para dar paseos inútiles. Mario soltó entonces la mochila, se adelantó corriendo, subió a un montículo y mientras volvía me gritaba desde lejos todo emocionado: “¡Tío, el mar!”. 

Más de treinta años después, de mil y una vivencias compartidas, mientras echábamos al mar las cenizas de Mario, recordaba yo aquella escena. Los inicios de una amistad que ya es para siempre. Y esa atracción que él sentía por el mar. Le hubiera gustado el sitio que sus compañeros de buceo eligieron para que le despidiéramos. 

Se me ha ido con él tanta historia, tanta vida, que cinco meses después no encuentro aún palabras que puedan reflejar, siquiera pálidamente, esta herida. 

Me encanta la gente que mira hacia adelante, la que mantiene firmemente que lo mejor está por venir. Y quisiera creerlo, pero me resulta hoy imposible. Muy generoso tendría que ser el futuro conmigo para no pensar que lo mejor de mi vida se quedó aquel atardecer entre las olas del Mediterráneo.


(Fotografías: Galicia, 1985; Marrakech, 2006; y Jávea)