Costa Rica (III). Tortuguero



Dentro de lo mucho que me gustó todo en Costa Rica, Tortuguero fue lo que más disfruté.

El Parque Nacional Tortuguero está en el Noroeste del país, en la provincia de Limón. Aunque los datos que encuentro son contradictorios, creo que tiene una superficie de unas 30.000 hectáreas terrestres y más de 50.000 marinas.

El desove de las tortugas marinas, que dan nombre al Parque, atrae cada año a numerosos visitantes. De las ocho especies de tortugas marinas conocidas en el mundo hay seis en Costa Rica y, de éstas, cuatro (la tortuga laud, la tortuga verde, la tortuga boba y la tortuga carey) ponen sus huevos en Tortuguero. Si han visto los documentales de La 2, National Geographic o similares, seguro que conocerán la repetidísima escena. Las hembras, una o dos semanas después del apareamiento, salen del mar por la noche. Cuentan que, instintivamente, van a la misma playa donde ellas nacieron. Allí excavan un agujero en la arena y depositan cuidadosamente sus huevos. Algunos naturalistas aseguran que a veces preparan otros nidos falsos para intentar confundir a los depredadores (entre ellos, como siempre, el hombre, a pesar de los controles y la vigilancia). Tras el período de incubación -aproximadamente entre mes y medio y dos meses y medio- las crías salen laboriosamente del huevo, rompiéndolo con su carúncula (una especie de diente temporal) y se desentierran. Luego, esas pequeñas tortugas recién nacidas caminan muy deprisa hacia el mar, para evitar la deshidratación y los peligros que puedan acecharlas. Entre febrero y noviembre se permite a los visitantes, en grupos controlados, observar por la noche la salida de las tortugas para anidar. En la época en que nosotros fuimos –diciembre/enero- no era temporada de tortugas, así que ya sabíamos que no podríamos contemplar este espectáculo de la naturaleza. Otro motivo para volver.


Uno de los elementos más característicos de este Parque Natural es su sistema de canales navegables, una obra de ingeniería que conectó algunos meandros de ríos y lagunas y que permite acceder a las distintas áreas de bosque lluvioso para su exploración. Al parque se puede llegar por vía aérea –avionetas o helicópteros- o por vía acuática, pero luego para moverse dentro del mismo de unas zonas a otras hay que hacerlo en embarcaciones. Esta red de canales es riquísima en fauna y flora.



Nosotros estábamos alojados en un lodge. Las cabañas no tenían cristales en las ventanas (no hacía frío, aunque sí humedad, porque en Tortuguero no hay realmente estación seca) sólo telas metálicas para evitar que entrasen insectos u otros animales. Te despertabas, pues, con el ruido que producían las aves, las ranas, los monos aulladores y otras especies. Ésta de la foto era mi cabaña. Acogedora, ¿a qué sí?

Por la mañana, nos llevaban en barcas a hacer excursiones con guías naturalistas, bien por los propios canales explorando sus orillas, o bien caminando por la selva.

Luego, en cuanto cogimos un poco de confianza y de conocimiento de la zona, nos movíamos en kayak por la red de canales, ya por nuestra cuenta, y nos acercábamos, por ejemplo, a Tortuguero pueblo.
El pueblo de Tortuguero es un poblado apacible, rodeado de selva y mar, con unos 700 habitantes a lo sumo, que viven de los visitantes (empresas de actividades y modestos establecimientos comerciales y hosteleros). Ahí es donde está la playa caribeña en la que anidan las torgugas y dónde capté el precioso atardecer que aparece en una de las fotografías que han visto más arriba.

Otra de las actividades que practicamos en Tortuguero es el canopy, que se oferta en muchas zonas de Costa Rica. Una parte importante de la vida de la selva se desarrolla al nivel de las elevadas copas de los árboles, por lo que queda lejos del ojo humano. Por eso se han popularizado los llamados canopy tours, la exploración de esas copas, bien mediante sistemas de plataformas metálicas por las que se camina o bien mediante la fórmula de ir colgado con un arnés a un sistema de cables, lo que nosotros llamamos aquí tirolina. Las plataformas sí permiten observar la vida natural a esa altura, mientras que la tirolina en realidad no, por la velocidad que se alcanza. Pero es una fórmula de ocio muy extendida. A mí me dan auténtico pavor las alturas y deslizarme de árbol en arbol a treinta metros de altura (o sea, la altura de un edificio de unos diez pisos) para mí no es divertido, más bien es un mal trago, pero por aquello de acompañar a los amigos... Ahí me tienen con cara de circunstancias subiendo a una de las bases.


Aquí Cristina nos enseña cómo hay que hacer la tirolina: con una mano se sujeta al arnés, utiliza la otra para deslizarse suavemente por el cable y no torcerse, lleva el cuerpo más o menos horizontal y las piernas cruzadas.


Sin embargo yo aquí hago un esfuerzo didáctico sólo para enseñarles a ustedes cómo no hay que hacer esto del canopy...: me agarro con las dos manos (y porque no tenía más que dos), llevo el cuerpo vertical para ver bien por dónde voy (tumbado no me fío nada), los pies van sin cruzar y llevo encima más miedo que vergüenza. Pero es que esas alturas a mí me imponen mucho cuando miro para abajo, no lo puedo evitar.



Llovió bastante esos días y, como verán, el bosque se encharcó un pelín y nos obligó a usar botas de agua:



Pero hay quien no necesita botas de agua. Para ellos es su hábitat natural:


Fue tanta la inundación en el bosque que, caminando por la selva, nos encontramos en tierra firme esta tortuga de río:


En la selva vas moviéndote, como es sabido, en medio de esa vegetación tan espectacular de árboles grandes, lianas, gigantescas raíces...


Pero en Tortuguero lo más increible es la cantidad y diversidad de fauna que puede hallarse. Las fotos no son muy buenas, pero sean conscientes del mérito porque, aunque pueda parecer lo contrario, los animales no están ahí quietos posando, hay que encontrarlos (por tu cuenta o, en muchos casos, con la ayuda de los naturalistas), pillar una imagen que se aprecie bien y hacerle la foto sin que huya, a veces desde una barca que oscila. Y todo esto, además, sin tener, en mi caso, un buen equipo fotográfico, cuando una buena óptica y un buen zoom son imprescindibles porque, al contrario de lo que puedan dar a entender algunas imágenes, lógicamente hay que hacerlo a distancia.

En la zona de los canales existía una gran variedad de aves. La anhinga, por ejemplo, es un ave acuática propia de la América Tropical con un plumaje oscuro pero brillante. En algunas zonas las llaman pájaro serpiente porque al nadar sólo exhibe su largo cuello. En el agua se oculta con facilidad sumergiéndose unos instantes hasta salir por otro lado y no resultaba fácil fotografiarla nadando. Cuando están en las orillas, entre la vegetación, si no te detectan es más sencillo captar alguna imagen. A menudo en el exterior del agua están con las alas abiertas, supongo que para secarse. El macho es todo de color negro:


La hembra, sin embargo, tiene el pecho y el cuello color canela:



Otra ave característica de Costa Rica es el ibis verde, una especie que se produce en un área de América desde Honduras hasta el Norte de Argentina. Su coloración de plumaje es un negro verdoso. Habita en los bosques lluviosos y en las zonas pantanosas próximas. Anida en los árboles.



Este animal es una garza nocturna, que anida en la vegetación sobre el agua y es más activa al atardecer y por la noche:


¿Ven como no es tan fácil hacerles la foto? Ésta me descubrió:

Aquí tenemos a la garza tigre, que también es otra ave de río muy vistosa por el colorido y que se alimenta de peces e insectos:


La jacana o cañito de agua tiene el cuello negro y el dorso rojizo, con unas llamativas protuberancias amarillas en la frente. Ave zancuda de largas patas, se mueve sobre la vegetación flotante de los ríos. La misma hembra copula con varios machos a la vez y, una vez que pone los huevos, son precisamente los machos quienes los incuban y los que luego cuidarán a los polluelos cuando nazcan (los ticos bromeaban diciendo que es un ave feminista).

Esta otra maravilla es conocida como espátula rosa, obviamente por el colorido de su plumaje y la forma del pico. También habita en las lagunas y humedales y se alimenta de crustáceos, moluscos...



No sé cuál será el nombre científico de estas aves, pero en Costa Rica se las conoce popularmente como soldaditos:


El ave que más me apetecía fotografiar, por lo exótico, era el tucán. Sin embargo se me resistió, o no los veíamos durante días o avistaba alguno demasiado lejos y tapado por las ramas de los árboles. Por fin Cristina fue quien detectó un ejemplar accesible. Para llegar dónde estaba sin que se me escapara, tuve que ponerme de barro hasta las cejas, pero por fin pude captar su imagen. La variedad concreta -porque los hay de distintos coloridos- es en este caso el tucán arakami. No es muy allá la foto, pero al menos conseguí mi tucán:


Una de las especies más presentes en Costa Rica son las pequeñas ranas. Hay muchas variantes de estos anfibios, de unos tres centímetros de longitud más o menos. Ésta es una de las más frecuentes, la rana blue jeans, de color rojo y con ancas oscuras azuladas. Tiene veneno en la piel para defenderse de sus depredadores.


Esta otra mini rana estaba en la puerta de una de las cabañas. No le hizo ninguna gracia el flash y me saltó directamente a la cara:


Ya sé que queda mucho más vistosa en un plano frontal, con su lengua bífida, su penetrante mirada y todo eso, pero en fin, ustedes me sabrán disculpar que a este animalito que viene a continuación no le hiciera la fotografía de frente. La boa permanece durante el día descansando entre la vegetación, con frecuencia en los árboles, y baja por la noche para cazar, a veces murciélagos o roedores terrestres, pájaros... pero en ocasiones también animales de mayor tamaño, pues son capaces de matar, por ejemplo, a un mono. Acaba con sus víctimas por constricción, se enrosca a su alrededor y les aprieta hasta estrangularlas.


Y por último esta iguana. Aunque es más usual verlas con tono verdoso, las iguanas pueden variar de color y fíjense la tonalidad tan anaranjada que ha adoptado ésta para mimetizarse con el tronco desnudo del árbol. Son animales hervíboros que se reproducen por medio de huevos. Tienen escamas y sus extremidades terminan en garras muy afiladas.


Aparte de que esto es una simple selección, me faltaron muchos animales sin encontrar o sin fotografiar. Uno que me quedé con muchas ganas fue el perezoso. En este caso, siempre los vi en árboles demasiado altos y con frecuencia parcialmente cubiertos por la vegetación, lo que me impedía sacar fotos donde realmente se les apreciara. Ahora bien, si los localizas con una buena imagen, por tiempo para hacer la foto no hay problema, porque no se caracterizan precisamente por su dinamismo y rapidez...

Aunque Tortuguero fue lo más interesante desde el punto de vista de naturaleza, todavía nos esperarían algunos animales en nuestros próximos destinos: Arenal y Playa Tambor. Y muchas otras cosas aparte de animales.



(Fotografías del autor y de Mario Marín, excepto las del canopy que son de los fotógrafos del mismo, Phocus Green).

Premio Dardo 2008

Dentro de esta arraigada costumbre bloguera de premiarnos unos a otros, que ya comenté con ocasión del Premio Calidez, me llegó también el mes pasado el Premio Dardo 2008 otorgado por la autora del blog María Gemma opina.

En este caso, se supone que yo debía elegir nada menos que a otros quince blogs que me pareciesen merecedores del premio y que no lo tengan ya. Por otro lado, tampoco tendría mucho sentido volver a recomendar los que ya premié con el Calidez. Así que me parece una tarea tan ardua que, después de esperar algún tiempo, al final constato que pasan los días, ando siempre liado y terminaré por no hacerlo, aunque caigan sobre mí las terribles penalidades propias de romper cadenas.

Por eso no tenía sentido demorarlo más esperando algo que posiblemente no haré y al menos sí quería agradecer aquí el detalle y la generosidad de María Gemma al otorgarme el premio, que ya sabéis que yo lo entiendo sobre todo como una recomendación de lectura, y animaros también que os paséis por su blog.

Localizados los atrapadores

¡¡Los he localizado!! En la entrada anterior hablaba de los peculiares personajes que aparecieron el otro día mientras tomábamos café en una terraza y que llevaban detrás de sus monos el lema: las atrapamos.

Virginia y yo ya imaginábamos que podía ser publicidad y Henar nos sugería en un comentario que podía tratarse de marketing viral. De momento, efectivamente ya han conseguido que aquí hable de ellos y les difundamos gratuitamente su marca.

Bueno, confirmado. Aquí los tienen: www.losatrapadores.com. Lo que atrapan los atrapadores son... atrapantes. Unas supuestas criaturas de origen digital... ¿Qué es esto? Ni idea, hay también anuncios avisando de la presencia de esos atrapantes. Seguiremos atentos... que en realidad es lo que busca la estrategia publicitaria. Parece, según algunos comentarios en blogs, que podría ser una campaña de la web de viajes y ocio Atrápalo.com, pero no lo sé.

En definitiva, lo que quería era contar que los personajes que vimos en la Plaza Olavide de Madrid eran exactamente estos tres señores que aparecen en el video:


El surrealismo habita entre nosotros


Una vez le contaba a Henar, en un comentario en su blog, mi teoría sobre los taxis. Yo, como usuario de los mismos, estoy convencido de que el comportamiento de ciertos taxistas forma parte de un experimento psicológico o sociológico colectivo al que nos someten. Seguramente nos graban para estudiar después nuestras reacciones ante situaciones esperpénticas. No tiene otra explicación.

Podría escribir un libro entero con historias del taxi. La última fue hace unos días, cuando un taxista madrileño, que empezó la carrera hablándome del entierro de Leopoldo Calvo Sotelo, fue enlazando unas cosas con otras y terminó con la pretensión de contarme ¡¡¡su mili!!! Apasionante. Todo esto sin que yo le diera el menor pie ni mostrara el más remoto interés, más bien todo lo contrario:

- … Y entonces cogíamos el cetme… Usted sabe lo que es un cetme, ¿no?
- Pues no.

Y el tipo me lo quería explicar. A punto estuve de bajarme. Porque faltaba poco para llegar a destino, que si no… Yo fui objetor de conciencia para ahorrarme la experiencia, así que como para tener que aguantar que me cuenten los demás la suya. Y encima a éste tener que pagarle luego.

Ahora bien, mi récord personal y muy difícilmente superable lo tiene el taxista paranoico. Estábamos al lado de casa de mi prima Marisol y yo paré un taxi para marcharme a la mía. Cuando se detuvo, ella, que tiene una especie de sexto sentido, torció el gesto y dijo:

- Éste no.
- ¿Por qué? –pregunté casi subiéndome.
- No sé, espera a otro.

A mí me dio corte ya y me subí. Pero cuando terminé el recorrido no pude por menos que enviar un mensaje a Marisol confirmándole que su intuición había funcionado una vez más.

- Vamos a ir por esa otra calle, porque aquí se forma un poco de follón con la gente saliendo del bingo. Esto todo es cosa del gobierno.
- ¿¿¿???
- Sí, del gobierno. En este país no se habían casi legalizado los partidos cuando ya se legalizó el juego. Y es que al Estado le interesa que haya ludópatas…

Qué capacidad de enlazar temas sin parar. De ahí aquel taxista pasó sin solución de continuidad a las tragaperras, a la droga, a Tierno Galván, a la alcaldía de Madrid en general, a la policía municipal, a los accidentes que no son accidentes, a los espías…, todo ello enmarcado en una especie de teoría conspiratoria universal.

- … Y no le digo a usted nada lo del spray.
- ¿Qué es lo del spray?
- A veces a usted le paran el coche en la carretera, ¿no? La policía, ¿no? Y le piden la documentación. Ellos hacen como que la comprueban y le dejan seguir y aparentemente no ha pasado nada. Y vaya si ha pasado. Al bajar usted la ventanilla, el policía le echa a usted un spray, que se queda dentro del coche. Esa sustancia a usted le duerme y usted se sale de la carretera y se mata. Cuando le encuentren llamarán a su mujer y le dirán “tuvo un accidente, se durmió y se salió de la carretera” y de eso nada, es el spray. No se nota nada, es sólo un "fllifff" ligero en cuanto usted abre la ventanilla. Y ya se le han cargado y parece un accidente.
- Y eso sabe usted que es así, ¿no?
- Sí, eso es así.
- Ya.

Ayer precisamente (no recuerdo a cuento de qué me acordé) le estaba contando esta historia a Virginia, tomando un café en una terraza en su plaza favorita, Olavide. Y al instante comprobé que el surrealismo no sólo vive en los taxis. Justo en ese momento aparecen tres señores mayores, vestidos con un mono naranja en el que se leía un contundente lema: “Las atrapamos”.

Nos empezamos a reír mientras nos mirábamos alucinados. Los tres personajes, pertrechados con equipos muy parecidos a los de Los Cazafantasmas, deambulaban por toda la plaza buscando no sé muy bien qué con sus supuestos detectores.

- Y estos ¿qué es lo que atrapan? ¿ratas?
- Quizá cucarachas.
- Pero, ¿en la calle?... Será para hacerse publicidad y llamar la atención. ¿Tú ves desde ahí la web que pone en los uniformes?
- No, no la veo. Ay, Carlos, qué punto. Cómo suena eso: "las atrapamos"... Jajajaja. Míralos, no tienen desperdicio... Han entrado en ese locutorio.
- Lo que viene siendo la discreción. Todo el mundo pensará ahora que esta mujer tiene una plaga en su locutorio… Ya salen los tres. Fíjate, el de las gafas de culo de vaso está pasando su detector por los árboles.
- Si, yo creo que están un poco perdidos, no saben ya ni lo que buscan. Mira, ése lleva un bote de cristal grande. Sea lo que sea, lo que piensa atrapar es de buen tamaño, ¿eh? Jajajaja.

Vir, que es periodista y más observadora, describiría mucho mejor que yo y con más detalle la escena, pero les aseguro que, mientras todo el mundo en la plaza alucinaba y no dejaba de observar a aquellos tres intépidos atrapadores, yo estaba dedicándome a buscar dónde diablos podía estar instalada la cámara oculta.

(Fotografía: Taxi en Madrid, de Vogart, de la galería de imágenes Flickr).

Noa

Para variar, ando absorbido por el trabajo acumulado y, además, estamos en pleno apogeo de juicios de antes del verano, cursos, Declaraciones de la Renta y demás historias. Como tampoco me gusta tomarme el blog como una obligacion, sino precisamente como un placer, procuro no forzar las cosas. Así que, ya que no he terminado las siguientes entregas de la crónica de Costa Rica y otras dos o tres textos que tengo en mente, al menos dejo un aperitivillo musical para que los internautas, después de varias semanas de silencio, no acaben desertando de entrar por aquí.

El mes pasado, unos amigos, Eduardo y Mariajo, me invitaron a ir al concierto que Noa ofrecía en Madrid. En mi línea, no les contesté sobre la marcha sino unos días más tarde y ya habían comprado las entradas. Así que me lo perdí y bien que lo siento.

Esta artista, nacida en Tel Aviv pero crecida en Estados Unidos, se trasladó a vivir a Israel con 17 años para recuperar sus raíces y no sólo las incorporó a su vida sino a su música.

Es una singular intérprete, con influencia de cantautores norteamericanos, del jazz, de la música clásica, de la música yemení... que ha generado en su obra un mestizaje musical muy interesante.

Además, Noa defiende el diálogo y el entendimiento de su país con el pueblo palestino y el mundo árabe. Ha tenido numerosos gestos, actuando con muchos artistas de estas nacionalidades, apostando públicamente por la paz entre los pueblos.

La grabación que dejo pertenece a la banda sonora de La vida es bella, una de esas canciones capaces de endulzar el día. Que lo disfruten.

El sábado, homenaje a D. Alipio en El Hoyo de Pinares

El próximo sábado 17 de mayo, intervendré gustoso en el acto público que tendrá lugar en mi pueblo, El Hoyo de Pinares (Ávila), un homenaje organizado por el Ayuntamiento de esta villa a D. Alipio García León, quien fuera practicante titular en la misma durante casi medio siglo, con ocasión de cumplirse este año el centenario de su nacimiento.

D. Alipio es de esas personas ejemplares cuya vida fue una permanente dedicación a los demás. Con ocasión de su fallecimiento, le dediqué un afectuoso artículo en el programa de fiestas del pueblo, en el que él mismo había colaborado tantas veces.

El veterano practicante había nacido en este municipio abulense en 1908 y desempeñó, entre 1929 y 1978, la plaza de practicante titular en el mismo, aplicando los entonces aún novedosos tratamientos antibióticos y antipalúdicos. También ejerció durante años como comadrón y de hecho más de 2.500 hoyancos llegaron al mundo agarrados de sus manos. Destacó, además, por su intensa labor social y cultural, pues fundó y dirigió el grupo local de teatro D. Bosco en los años 50 y 60, colaboró con la actividad de la asociación Cultura Joven a finales de los 80 y principios de los 90 y fue uno de los entusiastas fundadores y primer secretario de la asociación Escuela de Música, que sigue siendo el auténtico vivero de la banda de música de la localidad y que cumple ahora su vigésimo aniversario. Además, publicó durante años escritos en prensa y en revistas culturales y profesionales. Su pueblo le homenajeó en 1988 y en aquella ocasión el consistorio dio su nombre a una calle de la localidad. El Colegio de ATS le concedió la Medalla de Oro al Mérito Profesional en 1977 y la Ministra de Sanidad Ángeles Amador le impuso la medalla de la Orden Civil de Sanidad en 1995. Falleció en 1999 en Madrid, cuando contaba 91 años de edad.

Su semblanza está recogida en el libro Personajes abulenses, del que es autor Francisco López Hernández. Será precisamente este sacerdote y escritor quien abra el acto del sábado, con el perfil biográfico del homenajeado. Su trayectoria profesional será glosada por algún compañero de profesión, que dará lectura al escrito remitido por José Carbó Lomba, veterano ex presidente del Colegio de Enfermería de Cantabria. Los retratos más personales correrán a cargo de varios convecinos y amigos: el ingeniero técnico aeronáutico Andrés del Prado -que ha escrito recientemente un magnífico artículo al respecto-, la acuarelista Teresa Beltrán, y yo mismo. Yod Samuel Martín, nieto del homenajeado, dará lectura a algunos de sus escritos. Clausurará el acto la actual alcaldesa de El Hoyo de Pinares, Pilar Ochando. Tras las palabras de agradecimiento a los asistentes por parte de una de las hijas de D. Alipio, se recordará luego su trayectoria profesional y vital a través de una selección de imágenes, para finalizar con un vino español.

Costa Rica (II). San José y Braulio Carrillo

Sus habitantes la llaman cariñosamente Chepe. La actual capital de Costa Rica se fundó en 1737, aunque a lo largo de la historia San José se disputó, a veces violentamente, la capitalidad con Cartago, el primer asentamiento estable de los españoles.

Actualmente yo creo que tendrá una población cercana al millón de habitantes, pues ha ido aumentando, tanto por la inmigración interior del país como por la de nicaragüenses, todos ellos buscando una mayor prosperidad económica.

Además de pasear por la ciudad y conversar con los josefinos, de San José no hay que perderse la vida que late en sus bulliciosos mercados, especialmente el Mercado Central.

La capital tiene algunos museos (el Museo del Jade, el Museo de Arte Contemporaneo, el Museo Postal…), parques (La Sabana, el Central…) y plazas simbólicas (la Plaza de la Cultura, la Plaza de la democracia…).

Pero sobre todo la visita obligada en San José de Costa Rica es su Teatro Nacional, construido en 1890. Es el edificio público más vistoso de la ciudad, con una fachada neoclásica y una rica decoración interior. Hoy acoge óperas y conciertos e incluye una cafetería y una galería de arte.


Al salir de San José, atravesamos el Parque Nacional Braulio Carrillo. Resulta increíble que a unos veinte kilómetro de la capital se pueda uno encontrar un bosque virgen como éste.

El parque lleva el nombre del tercer presidente electo de la república, tiene 48.000 hectáreas de bosque tropical, colinas, cascadas y algunos volcanes.

Lonely Planet y otras guías explican que este parque fue un compromiso entre el conservacionismo y la necesidad de desarrollo nacional. La única comunicación entre San José y Puerto Limón era el viejo ferrocarril y una carretera rural en mal estado. Se necesitaba una carretera más moderna que uniera la capital del país y su puerto más importante, pero la única ruta viable era a través de esta selva virgen y entre dos volcanes. La solución fue construir la carretera, a la par que se creaba en 1978 el Parque Nacional y se prohibía cualquier otra intervención que no fuera esa vía de comunicación.

Bueno, preparen las maletas, que nos vamos para Tortuguero. Ahí ya sí que nos encontraremos de lleno y con más detalle con lo mejor de Costa Rica: su increíble naturaleza.



(Fotografías del autor y de Mario Marín)


(Música: Rosa de un día, del grupo costarricense Malpaís)

Costa Rica (I). El país


Maite siempre me había hablado con fascinación de Costa Rica y César corroboraba que me iba a gustar. Mario & family me propusieron unirme al viaje, así que ni me lo pensé y, en la mañana del día de navidad, salí con mi maleta con destino a este pequeño país centroamericano.

Lo recomendable es tener más tiempo para dedicarle, porque en apenas diez días tuvimos que concentrar toda la visita, pero aun así mereció mucho la pena. Tuvimos un par de breves estancias en San José –una tarde a la llegada, y una noche y una mañana a la vuelta- y del resto de tiempo un tercio lo dedicamos al Parque Nacional de Tortuguero, otro tercio al área del volcán Arenal y el último tercio lo pasamos en Playa Tambor. Yo esa última parte en principio hubiera preferido dedicarla a visitar la Reserva Biológica de Monteverde, a ir a Puerto Limón u otras opciones, pero lógicamente en viajes en grupo hay que conciliar las preferencias e intereses de todos y tampoco vienen nada mal unos días de relax.

Colón arribó accidentalmente en la zona de Veragua en su cuarto y último viaje a América. En carta al rey Fernando aseguraba –y de ahí surgió el nombre actual del país- que había visto “más oro en dos días que en cuatro años en La Española”. Tras reiterados fracasos en el intento de colonizar la zona, el descubrimiento del Pacífico a cargo de Núñez de Balboa en 1513 impulsó el avance de la conquista y permitió las primeras fundaciones a partir de 1560. Sin embargo, los españoles no encontraron minerales que explotar. La verdadera riqueza de este país era –y sigue siéndolo- su naturaleza.

Costa Rica solamente tiene poco más de 51.000 kilómetros de los más de 510 millones de kilómetros cuadrados de superficie del planeta, pero se estima que acoge no menos del 5 % de la biodiversidad mundial. Más del 27 % del territorio costarricense está sometido a alguna figura de protección medioambiental.

Costa Rica, desde finales de los años cuarenta, apostó por un modelo de democracia sin armas. José Figueres, una figura central en su historia reciente, fue el artífice de una profunda transformación política, pues nacionalizó la banca, estableció impuestos sobre los patrimonios más altos para redistribuir la riqueza, introdujo los derechos políticos de mujeres, grupos indígenas, negros y otras minorías étnicas y abolió el ejército, lo que libro a este país del rosario de golpes de Estado y dictaduras militares que padecieron otras naciones de su entorno. Las políticas han cambiado y distintas opciones se han alternado en el poder. Pero todas han mantenido el modelo de país sin ejército y los costarricenses de a pie se suelen mostrar orgullosos de invertir ese dinero en gastos sociales.

Sin embargo, tengo que decir que a mí personalmente hubo una época, en los años ochenta, en que la política de este país me resultaba especialmente antipática, porque Estados Unidos, con el presidente Reagan al frente, mantuvo un claro desprecio a la soberanía de todos los Estados de la zona y utilizó Costa Rica como base para atacar a la vecina Nicaragua. El gobierno sandinista estaba haciendo un colosal esfuerzo de reconstrucción del país, incluyendo alfabetización, servicios sanitarios, infraestructuras de comunicación… pero la administración norteamericana invertía mucho más dinero en armar a la Contra y en atacar y destruir lo que se iba haciendo. Llegaron al extremo de construir una pista de aterrizaje militar en plena selva costarricense, mientras las autoridades del país miraban para otro lado. Todo cambió cuando fue elegido presidente Óscar Arias, que reafirmó la independencia nacional, expulsó a la contra de su territorio e impulsó el grupo de Contadora y los tratados de paz de Esquipulas para Centroamérica. En un acto público, llevó a escolares a plantar árboles en la pista clandestina de aterrizaje de la CIA. Recibiría en 1987 el Premio Nobel de la Paz.

Costa Rica es hoy un país modesto, pero con más estabilidad, con mayor nivel educativo y cultural, y con mejor nivel de vida que otros países de su entorno.

Un recorrido por Costa Rica permite conocer zonas de costa –tan diferentes en el Pacífico y en el Caribe-, bosques lluviosos, zonas volcánicas, reservas pantanosas, montaña…

Pero el encanto del país no es sólo su maravilla natural. Los ticos –como se llaman a sí mismos- son gente vital, pacífica, amable, acogedora. Tendría ocasión de descubrirlo en los siguientes días.




(Las fotografías del Slide son del autor y de Mario Marín)

(Música: Cómo un pájaro, del grupo costarricense Malpaís)

Puente en Madrid


Para nota discordante de verdad, lo de estar este puente en Madrid. Llegué el viernes por la tarde y no había absolutamente nadie en el andén del metro, nadie en mi vagón y calculo que no más de una decena de personas en todo el tren. En mi barrio, creo que he sido el único habitante de origen español con menos de 60 años. Bueno, también Nico.

Cuando sales, Madrid está delicioso, sin atascos, sin aglomeraciones, sin colas. Caminar por el Centro, visitar cualquier exposición, ir por Moyano y Retiro, salir a tomar algo a cualquier sitio de Latina, Huertas o Malasaña, curiosear por el Rastro… siempre es una gozada, pero en estos días más.

Ángel Antonio Herrera (que escribe buena poesía y que escribiría muy bien en prosa si no fuera por ese empeño en imitar al inimitable Umbral) lo ha descrito perfectamente: “Madrid de puente, que es como si dijéramos que la ciudad se pone a pensar en sí misma, libre de gentíos. (…) Madrid no nos deja ver Madrid, salvo cuando llegan unos días de fiesta y Madrid se vuelve abarcable, o sea, visitable”.


(Fotografía: Increíble pero cierto, por Tamamico, procedente de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr).

Y un año sin Isabel

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Esa cruel primavera de 2007 no sólo se llevó a Ángel.

En la foto de cabecera de este blog verán una rosa roja, ya seca. Es un recuerdo a Isabel Marín. Una tarde triste de abril, la robé de uno de los ramos que había sobre su tumba y desde entonces está en mi casa, junto a la vieja máquina de escribir, recordando cada día a la amiga que se fue.

Porque Isabel empezó siendo la hermana del amigo, pero luego fue amiga.

Desde aquellos tiempos inolvidables de su casa en Carabanchel, que era un poco de todos, hasta el final, en medio siempre Isabel. Como ha escrito sobre ella Pedro Alonso en su libro El Silencio de la Tierra, “tu luz nos iluminó a todos los que tuvimos la suerte de compartir el camino a tu lado”.

Isabel o la ternura, la inteligencia, la sensibilidad, los despistes (yo creía ser la persona más despistada del planeta hasta que la conocí a ella), la pasión por la lectura, por el arte, los pinchos (“en esta casa se podrá comer luego o no, pero el pincho de antes no puede faltar”), los vinos, sus tradicionales cocidos que nos reunían de vez en cuando, las tertulias sobre política, sobre literatura, sobre viajes, las risas compartidas, las ilusiones, la amistad...


Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

Y una historia de amor de ésas que uno observa con admiración, la de Juanjo e Isabel. De ésas que son resultado de tener la fortuna de encontrar a la persona, pero también de saber ir construyendo y alimentando la relación y la complicidad día a día.

Todavía a Isabel no le habían diagnosticado su enfermedad. Estábamos sentados en una terraza y hablábamos, no sé a cuento de qué, sobre objetivos en la vida. Y Juanjo dijo, con esa sencillez que tiene a veces la verdad:

- Pues en mi caso, por ejemplo, uno de los objetivos de mi vida es hacer feliz a Isabel.

Bromeamos con ella:

- Bueeeenoooo, no te quejarás...
- Vaya declaración que me acaba de hacer aquí mi colega -dijo sonriente y complacida.

Sabíamos que eso que Juanjo decía con absoluta naturalidad, era totalmente sincero.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría…

Y, como dice Mario, tocó tirar adelante. Aprender a vivir con las ausencias, caminar con estas heridas en el alma.

En la última visita a su casa, en la fase final de su enfermedad, tras el beso de una despedida que presentíamos podía ser definitiva, mi hermana le dijo a Isabel mientras yo caminaba hacia la puerta:

-¿Estarás contenta de que ha venido hoy a verte tu niño?
- Claro, es que es mi niño.


Me giré y me regaló esa última mirada, dolorida y cariñosa. Esa mirada que ya nunca se olvida.


Las citas pertenecen al poema Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo.

(Fotografía del autor) .

Un año sin Ángel

En julio, en mi último cumpleaños, el móvil no dejó de sonar toda la tarde: mi madre, mis hermanos, mis primos, aquellos amigos que no son tan olvidadizos como yo, algún ligue ocasional y hasta gente relacionada con el trabajo... Eran ya las diez y media de la noche y tenía esa extraña sensación de que faltaba alguien por llamar, alguien indefinido –no pensaba en una persona en concreto-, pero alguien que habitualmente me felicitaba todos los años. No era una certeza, sólo una impresión. Me apetecía desconectar ya y descansar, así que hice mentalmente recuento. Al final, apagué el teléfono con tristeza. Caí en la cuenta de que esa llamada que inconscientemente esperaba, esta vez ya no sonaría.

***

- ¿Sabéis quién tiene en el pueblo el récord de la frase peor dicha?
- ¿Quién? Porque tiene que estar disputado…
- No creas, ésta es imbatible

 Entonces nos explicaba que el hombre en cuestión estaba jugando una partida de cartas en un bar, le faltaba –creo- un caballo para reunir buena mano y de pronto advirtió a sus compañeros de mesa:

- Si arrengancho un galipatillo, aligo un juego que no hay quien me le eneliguale.
Nos partíamos de risa y le hacíamos repetir la frase varias veces. En realidad, le hacíamos repetir mil veces cada historia. La de los pregones anunciando el cine no sé cuántas veces le pedimos que nos la contara de nuevo.

De pequeños, siempre nos peleábamos por sentarnos al lado de Ángel, siempre queríamos que estuviera cerca, para disfrutar de sus anécdotas, de sus historias, de sus ocurrencias, de su ingenio.

En la época en la que Jardín Club, al que todo el mundo llamaba simplemente La Verbena, era el punto de cita de muchos vecinos, veraneantes y visitantes de otros lugares, por su extraordinario ambiente, Ángel era en buena medida el alma de muchos buenos ratos que áún hoy tanta gente recuerda.


Por donde pasó, dejó su estela de personas que le apreciaban. Muchos compañeros de Cruz Roja habrán notado que los días no son lo mismo sin Ángel. Seguro que en este año que en marzo se cumplió desde su inesperada muerte, habrán echado de menos su buen hacer en el trabajo, pero también su simpatía y el afecto con el que trataba a los demás.

Porque además, Ángel siempre estaba ahí cuando necesitabas cualquier cosa, ayudando, compartiendo con su presencia lo que hiciera falta o echando un cable. Sin contrapartidas. Tendiendo la mano sin apenas preguntar.

Aquí está en la foto, en la boda de mi hermano Juan, contándole algo a Marisol, mientras un servidor aprieta los dientes acordándose de la madre del capullo que inventó los chaqués.


De pequeños siempre queríamos que Ángel estuviese cerca. De mayores, también nos hubiera gustado.

(Más sobre Ángel en: Ha muerto Ángel Galán, por Juan de Pablo Ayuso, en El Mirador de la Sierra, marzo 2007 )

Cuando los SMS los carga el diablo

Hay veces que los SMS van a su bola y no transmiten lo que tú les mandas, sino lo que surge, al azar…

Un domingo había quedado con una amiga para tomar café después de comer y, entre unas cosas y otras, nuestro café se alargó... Como, por otro lado, por la noche había quedado para ir al cine con un amigo, le pregunté a ella si se quería venir. “No me apetece –me contestó-, ve tú, pero hacemos una cosa: como el cine está cerca de mi casa, cuando salgas, me das un toque y, si estoy despierta, bajo a tomar una copa”. Cuando salí del cine era más tarde de lo que habíamos calculado y me daba palo llamarla por si estaba dormida, así que pensé: mejor le envío un SMS, espero un poquito y, si no me contesta, me voy. Escribí el mensaje: “¿Estás despierta todavía?”. Pero, al buscar destinatario en la agenda, acabé enviándoselo por error a otra chica con el mismo nombre de pila…

Qué mamón el teléfono móvil. Lo rápido que envió el mensaje y el poco caso que me hizo cuando yo di a “cancelar” compulsivamente como un poseso. “Mensaje enviado”, me puso en la pantalla enseguida, sin poder remediar el desaguisado. La destinataria accidental es alguien a quien sólo conozco –y poco- por temas profesionales, que debió alucinar la pobre. Supongo que cuando leyó mi mensaje a la una y pico de la madrugada pensaría: “¿y a este idiota depravado qué coño le importa si estoy dormida o qué estoy haciendo?”.

Por fin se lo envié a la destinataria real. ¿A la segunda iba la vencida? Pues tampoco, porque ésta tenía el móvil mal desde hacía algunos días. Las llamadas le entraban bien, pero con los SMS el funcionamiento era un auténtico caos, no le llegaban o le llegaban con mucho retraso, pero yo en ese momento no lo sabía. Esperé un poco y, como no hubo respuesta, me acabé marchando a casa. Al día siguiente, a esto de la una del mediodía recibo una contestación que empezaba: “Claro que estoy despierta!!...”, como con cierta indignación, creyendo que yo me había pensado que era una dormilona incorregible... Ella acababa de recibir el mensaje enviado por mí doce horas antes. Por la noche, por cierto, sí estaba despierta leyendo y sí hubiera bajado a tomar una copa… Puto móvil…

Meses atrás, un amigo periodista se había empeñado en que tenía que hablar conmigo de un asunto con cierta urgencia y que lo mejor era quedar ese mismo día a las doce de la noche. Quedé con él en un pub irlandés no muy lejos de mi casa. Cuando terminó de contarme lo que quería decirme, se marchó. A mí al principio no me apetecía salir esa noche, pero, una vez que ya había salido, lo que no me apetecía ahora era volverme.

Me acordé de una amiga que a esa hora salía de trabajar por esa misma zona. Envié un SMS: “Estoy cerca de tu curro y no me apetece irme a casa. Dame un toque si todavía estás por aquí y te dejas invitar a una copa”.

Por estas cosas de la torpeza con las nuevas tecnologías, ella sólo vio lo que aparecía en la primera pantalla, sin avanzar en el mensaje, y le salió esta proposición: “Estoy cerca de tu curro y no me apetece irme a casa. Dame un toque si todavía estás por ahí y te dejas”. Tal cual.

Quedamos en la terraza de un restaurante, donde estaba haciendo sobremesa con un amigo que iba acompañado por su pareja. Cuando yo llegué, los tres se estaban partiendo de risa y me contaron lo que había leído al principio, hasta darse cuenta de que el texto del mensaje continuaba.

Les pregunté a sus amigos:

- Pero, cuando vio el resto del mensaje ¿suspiró aliviada?
- Qué va, cuando vio la segunda parte dijo “buaaaah
”– y reproducían un gesto de decepción.

Que conste que, en una reciente comida, me ha dado permiso ella para contarlo aquí, ¿eh?…

Aquella noche estuvo divertida, pero las cosas no fueron por donde parecería previsible. Todavía me deparaba alguna otra sorpresa, hasta con un puntito de morbo...

En fin, estábamos hablando de los SMS, así que, como decían en el Un, dos, tres: “…hasta aquí puedo leer”.

(Fotografía: Google SMS, de Manu Contreras, de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr)