Apoyo a la Protectora de Animales de Cáceres para que siga gestionando la perrera municipal

La Protectora de Animales de Cáceres, de la que es socia una amiga mía, venía haciéndose cargo, desde hace doce años, de la Perrera Municipal de esa ciudad. Su trabajo al frente de la misma ha sido ejemplar, porque implantó un modelo de gestión que nada tiene que ver con el que, por desgracia, es usual aún en no pocas perreras: limitarse a dar un plazo para reclamar al animal abandonado y, transcurrido el mismo, sacrificarlo.

La asociación ha logrado entregar en adopción en este tiempo a casi 5.000 animales, relegando la eutanasia a casos muy excepcionales. Consiguió que el servicio de recogida de ejemplares abandonados y la posterior atención y cuidado de los mismos funcionara los 365 días del año. Convirtió la perrera en un lugar limpio y presentable, donde los animales eran tratados no sólo con dignidad, sino con el cariño de decenas de voluntarios. Los centros educativos visitaban las instalaciones y muchas personas colaboraban en sacar a pasear a los perros, en lugar de mantenerles encerrados de forma permanente.

Este año la Protectora ha atravesado serias dificultades a causa de la deuda que el Ayuntamiento cacereño mantenía con la misma. Aun así, siguió prestando el servicio, haciéndose cargo de todos los gastos que conlleva, pero obviamente las cuotas de los socios no pueden cubrir indefinidamente el compromiso económico que el consistorio asumió en su día.

De esta forma, la asociación se vio obligada a denunciar el convenio suscrito con el Ayuntamiento, para que no se produjera su prórroga automática, ante la imposibilidad de seguir manteniendo a sus exclusivas expensas este servicio. Se trataba de dar un toque de atención para que la administración local de Cáceres cumpliera su parte del acuerdo. Y también de dar una oportunidad a la renegociación de condiciones si se consideraba conveniente.

Pero el equipo de gobierno municipal, en lugar de atender su obligación de pago o de negociar un nuevo convenio con la Protectora, reaccionó con lo que a mí me parece una rabieta y adoptó una postura autosuficiente. Parecía querer demostrar que no necesitaba a esa asociación que había osado reclamarle sencillamente que cumpliera su compromiso.

La Protectora tuvo que conocer por una noticia en los medios informativos que el Ayuntamiento había acordado prescindir de su gestión en la Perrera. Las autoridades cacereñas anunciaron que la misma se iba a asignar para el próximo año a la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura.

Enseguida surgieron las dudas de que ese centro educativo pudiera dar cobertura completa al servicio que venía manteniéndose en la Perrera y, en efecto, ante la reacción popular y el interés mediático, el Decano aclaró, en declaraciones a los medios locales, que la Facultad sólo podía comprometerse a prestar asistencia clínica, pero ninguna otra atención.

Es decir que, a fecha de hoy, se mantiene la incertidumbre de qué pasará con la gestión de la Perrera, con la recogida de animales abandonados y con el cuidado de los que están actualmente en la misma. El Ayuntamiento sigue sin dar su brazo a torcer.


En apenas unos días, más de 8.000 firmas han apoyado que la Asociacion Cacereña para la Proteccion y Defensa de los Animales vuelva a gestionar el servicio y para el día 31 está convocada una concentración en la Plaza Mayor de Cáceres con el mismo objetivo.

Han sido numerosísimas las muestras de adhesión y apoyo que ha recibido la Protectora en estos días. Por elegir sólo una, quiero destacar un testimonio que me impresionó: el de María Luisa, una persona con fibromialgia. Dice que llegó a tocar fondo y a cuestionarse todo, a no querer vivir. Y cuenta la suerte que supuso conocer la Protectora de Animales de Cáceres: “Me está cambiando la vida (…). Voy casi cada día a pasear a los perritos que gente sin corazón ni conciencia deja un buen día maltrechos o abandonados (…). Por primera vez en mucho tiempo tengo ilusión por la vida, por levantarme temprano, por caminar hasta allí y darle movimientos a mis atrofiados músculos, por primera vez en muchos años me siento en el lugar adecuado en el momento preciso, para ser de utilidad. Mi gran sorpresa es el cambio que voy experimentando: tengo ilusión por las mañanas, camino largos recorridos, cuando antes me pasaba las semanas metida en una cama y el camino más largo que hacía era de la habitación a la cocina, estoy perdiendo peso de forma natural, combatiendo la obesidad y los problemas de salud que también se derivaban de ahí, mis músculos están tonificándose, tengo sensibilidad en las manos, ya que antes se me caían las cosas, estoy superando las soledad que me sumía en una gran depresión, problemas emocionales (…) Y éste es sólo mi caso, imagino que habrá más. Y todo esto con sólo pasear a perritos y ayudar a sociabilizarlos para una mejor adopción después. Qué sencillas pueden ser a veces las soluciones. Un día estaban dado las gracias al personal de la Protectora, en primer lugar por la paciencia que tienen con la puerta de entrada, que es un sin descanso, sonando a todas horas, y ellos con una sonrisa breve porque la velocidad a la que trabajan es tremenda - ¡jamás vi trabajar sin descanso como lo hacen ellos y con pasión!-, cuando me dijeron, entre labores, que probablemente sólo estuvieran hasta primero de año (...). quedé que me costó tragar saliva”. Esta voluntaria hace un llamamiento a la alcaldesa de la ciudad, Elena Nevado: “Tú puedes evitarlo. No sólo son perros que no conoces, somos seres humanos que estamos detrás, con nuestro trabajo de superación día a día, unos de una forma y otros de otra. Por favor, no LOS dejes en desamparo, no NOS dejes en desamparo. Gracias a los perritos de la Protectora de Cáceres. Gracias a la Protectora por permitirme entrar a cualquier hora en sus instalaciones sin condicionamientos y siempre con una sonrisa y un agradecimiento. Las gracias las tengo que dar yo por no haber sacrificado a esos perritos que han influido tan positivamente en mi salud”.

Sería conveniente que se impusiera la sensatez: que el equipo de gobierno municipal de Cáceres recuperase el diálogo con la Protectora, que sentaran las bases de un nuevo convenio y se mantuviera un modelo de gestión verdaderamente digno de aplauso, por no limitarse a buscar la eficacia sino también trabajar desde la ética. Los animales no tienen la culpa de esta situación, ni deben padecer las consecuencias de tiras y aflojas económicos o de pulsos políticos.

A quienes deseen apoyar que la Protectora de Animales de Cáceres continúe con su labor al frente de la perrera municipal, les animo a firmar aquí.

Más información:
- Diario Hoy, 21.12.11
(Fotografías propiedad de la Protectora de Animales de Cáceres, de perros abandonados y recogidos por esta asociación: el podenco es Gabi y el dálmata es Pilo. Hay fotografías de más animales para adopción aquí).

¿Nos vemos el jueves en una iniciativa solidaria?


Este jueves día 24 de noviembre intervendré, junto con otros compañeros/as, en el acto de presentación de la asociación Solidaridad Hispano-Argentina.

Creo que mucha gente tiene aquí la idea de que la República Argentina no es un país pobre. Y están totalmente en lo cierto. Con lo que produce, podría alimentarse sin duda a muchas más personas de las que lo habitan. Pero sí es un país con gente empobrecida, un país con enormes desigualdades sociales. 

Hace algún tiempo, un grupo de amigos que habíamos viajado a Argentina en distintos momentos, poníamos en común nuestras vivencias, sobre todo en lo que se refiere a esa otra cara de la realidad, la que no conocen los turistas. Cada uno de nosotros había visitado, a través de contactos con voluntarios y activistas de allí, un barrio marginal diferente y los tres habíamos visto lo mismo: miles de personas habitando infravivivendas construidas sobre asentamientos ilegales, población desempleada, sin servicios elementales, y niños con desnutrición, con el horizonte de acabar atrapados en las redes de la droga (el paco), de la desescolarizacion, del trabajo infantil o de  la delincuencia. Los tres habíamos regresado impactados por aquella experiencia.

Según un informe de la CEPAL y Unicef, tres de cada diez niños argentinos viven en la pobreza. Y, de ellos, uno en situación de pobreza extrema.Que en un país como Argentina, que podría ser la despensa del mundo, haya niños que mueren de hambre, es una trágica paradoja y una auténtica vergüenza.

Pero también habíamos conocido algo positivo en aquellos lugares: voluntarios de asociaciones, grupos alternativos, sindicatos, confesiones religiosas, particulares, etc., que ponían todo su esfuerzo y dedicación personal en desarrollar y mantener, en aquellos lugares llenos de miseria, iniciativas esperanzadoras: comedores comunitarios para niños, cooperativas de trabajo, proyectos formativos...

Los tres decidimos desde ese momento tener algo más en común: no quedarnos de brazos cruzados. Y de esa voluntad, y unidos a otras personas que se han ido sumando a ese impulso, ha nacido esta modesta asociación. 

El jueves, en el Bar Restaurante argentino Zaravencia, de Madrid, calle Fernán González núm. 37, a partir de las 19 horas, os lo contamos, en el acto de presentación pública de esta iniciativa de cooperación. 

Me encantaría que os animarais y que nos viéramos por allí. Os esperamos.

Puedo

"No he fracasado. He encontrado diez mil fórmulas que no funcionan".
-Benjamin Franklin-

Tomo carrera, hago un esfuerzo, salto un gran obstáculo y, antes de que pueda mostrarme satisfecho, me topo con otro que ni siquiera veía. 

Miro mi agenda y me siento como en un parchís: en esta casilla me puede comer la angustia, en esta otra hoy estoy seguro. 

Reinventarse es un proceso difícil, pero apasionante. 

Lo malo es cuando la puerta del pasado no cierra bien del todo. 

Los únicos asideros vitales firmes no son cosas, ni trabajos, ni actividades...: tienen siempre nombre. 

Entre medias, abrazos claros y abrazos borrosos. Y el regalo de unos ojillos azules y traviesos, que gatean hacia ti con una sonrisa y que son la vida misma. 

Hay buenas noticias que tardan en llegar, pero por fortuna siempre están por delante. Hay malas noticias que no acaban de irse, pero por fortuna van quedando atrás. 

Al fin, cuando llega la noche, toca descansar escuchando la lluvia. A la mañana siguiente, levantarse y repetir como un mantra: puedo.

Nosotros, todos los demás


Ustedes y yo, para defender aquello en lo que creemos, aquello a lo que aspiramos, hemos votado, hemos opinado, hemos escrito o hablado, tal vez hemos hecho huelga, o nos hemos manifestado... Siempre hemos utilizado como única arma la palabra. A menudo los políticos nos han ignorado y lo seguirán haciendo. Es probable que no consigamos nunca muchos de nuestros sueños. Pero no hemos convertido en una pesadilla la vida de nadie.

Ustedes y yo no hemos pegado un tiro en la nuca a un chaval de veintitantos años por pensar diferente a nosotros, por haber sido elegido por su pueblo para representarle. Ustedes y yo no hemos enterrado vivo durante meses a nadie en un zulo. Ustedes y yo no hemos puesto ninguna bomba debajo de un coche, ni en unos grandes almacenes, ni en un aeropuerto. No hemos amputado piernas ni brazos. No hemos chantajeado ni amenazado a empresas o a familias. Porque sabemos que no todo vale, porque hay principios elementales que siempre tuvimos claros.

Ustedes y yo no nos sentaremos dentro de unos meses en el parlamento tras haber ganado notoriedad sembrando durante años el miedo y el odio. 

Ustedes y yo no seremos hoy portada de ningún medio informativo. Ustedes y yo ayer no emitimos ningún comunicado diciendo que vamos a dejar de matar. Porque nunca hemos matado a nadie y no lo haremos.

Ustedes y yo no hemos exigido que los gobiernos de dos países se sienten a negociar con nosotros. Ustedes y yo ayer no enaltecíamos a asesinos ni a delincuentes encarcelados, porque en ese momento estábamos acordándonos de las víctimas, de todas y cada una de esas personas cuya muerte nos dolió, las que nos empujaron a salir a la calle a exigir su libertad, ésas a las que nadie podrá devolver la vida del ser querido, o los días de cautiverio sufridos, o la integridad física perdida, a las que nadie podrá quitar el dolor, las secuelas, las heridas del cuerpo y del alma. Estábamos pensando en los millares de personas para las que el nauseabundo comunicado de unos miserables llega ya irremediablemente tarde.

Lo siento, pero no me uno a la fiesta. No voy a dar las gracias a ningún verdugo por perdonarnos la vida.

Dos bastones

Mi abuela Elisa guardaba en su casa algunos objetos personales de su marido y ahora, tras la muerte de ella, las hijas decidieron sortearlos entre los cuatro nietos varones como recuerdo.

- ¿Y a mí qué me ha tocado? -le pregunto a mi madre con curiosidad.
- Un bastón.

Y entonces mi mente se remonta en el tiempo.

***

Mi abuelo Heliodoro murió cuando yo tendría unos ocho años. Era el encargado del cuidado y mantenimiento de Fomento Pecuario en Ávila, unas instalaciones del Ministerio de Agricultura.

Dentro del complejo se ubicaba un laboratorio de sanidad animal, en el que trabajaban varios veterinarios. En los establos se guardaban sementales de toros, creo que de raza charolais. En alguna etapa recuerdo que hubo cerdos. Creo que también llegó a haber ovejas -aunque yo no lo conocí-. Y mi abuela tenía sus gallinas y sus patos. En la temporada de la Parada Hípica abulense, venían cada año un brigada y varios reclutas del ejército y se alojaban también allí. Y, si se lo pedía mi abuelo, me subían a uno de sus caballos. Como yo veía animales de todo tipo, aumenté por mi cuenta la fauna del lugar, trayendo unos peces que cogí con una redecilla en el cercano río Adaja y que pasaron a vivir, bajo mi estrecha vigilancia, en un pilón de agua sin clorar que se situaba en el centro del patio superior. También había muchos árboles frutales. Y un columpio que mi abuelo había colgado en la rama más grande de un viejo árbol... Ir a la casa de mis abuelos en vacaciones era, para un niño, pasar el verano en la mejor granja escuela del mundo.

De Heliodoro recuerdo que criaba pájaros, fumaba tabaco de liar (por supuesto, usaba encendedor de mecha) y leía aquellas novelas del Oeste que firmaban Marcial Lafuente Estefanía y Silver Kane. A veces me decía que le acompañara a hacer gestiones a la Dirección Provincial de Agricultura o a algún encargo por el centro de Ávila y, antes de regresar, me compraba tebeos en la librería del Grande. 

Yo tendía a imitarle. Por ejemplo, él era muy aficionado a la carpintería, tenía maquinaria y buen equipamiento, y se fabricaba algunos de sus propios muebles. Así que me tuvo que acabar regalando un juego de carpintería infantil con metro, serrucho, martillo... todo de plástico.

Mi abuelo se había hecho un bastón de madera, cuya empuñadura era una cabeza de perro, tallada a navaja con todo detalle. Y había regalado a sus yernos unos parecidos. Y, cómo no, le dije que me hiciera un bastón como el suyo. 

- Así que tú también quieres uno...

Asentí con la cabeza.

- Ven.

Entonces pacientemente buscó conmigo una pequeña rama de árbol con forma adecuada. Y luego me talló a navaja una cabeza de perro, pintó la lengua en rojo, lo barnizó e improvisó detalles. El resultado era un bastoncillo que no llegaba a cincuenta centímetros de altura.

Pero yo paseaba al lado de mi abuelo, con mi bastón en miniatura, más ufano que Antonio Gala. Una escena impagable. 

***

- Éste es el bastón que te ha tocado- me dice mi madre mostrándomelo.

Enseguida busco a su "hijo pequeño", que aún conservaba. Treinta y tantos años después, los dos bastones vuelven a estar juntos. 

El azar de un sorteo me ha hecho recordar. Y sonreír con ternura.

Achaques

- ¿No te parece que tengo este pie por aquí más hinchado que el otro?
- Es un juanete
- ¿¿¿¿Cómo que un juanete???? -pregunto horrorizado.
- Sí, cariño, es un juanete de los de toda la vida.
- ¡Juanetes!... Pero ¿cómo voy a tener yo juanetes, si eso es una cosa que en mi pueblo tenían las amigas de mi abuela, señoras de más de ochenta años?
- Victoria Beckham tiene juanetes.
- Pero esto se podrá operar o algo, ¿no?... Y digo yo, ¿qué consecuencias tiene?
- Que te molestarán algunos zapatos, por ejemplo... A ver si te vas a traumatizar porque te diga que tienes juanetes...
- ¡Pero como no me voy a traumatizar...! Esto marca el principio del fin, estoy con un pie en la tumba... Un pie con juanete, además. 
- Jajajajaja, qué exagerado eres, anda...

Tú estás acostumbrado durante años a que casi todo se cura. La gripe, la faringitis, los resfriados... se pasan en pocos días. Se te cae un diente y al principio te sale otro sin más; luego te ponen una endodoncia y ya está. Tienes una herida, cicatriza y listo. Se rompe un hueso, te escayolan y, poco tiempo después, a correr. Incluso una hernia, un apendicitis o qué sé yo, se operan y Santas Pascuas. 

Pero, a partir de cierta edad, parece que las cosas llegan para quedarse, las muy cabronas: el reuma, la próstata, la gota...

Recuerdo que tendría yo poco más de treinta años -en la más tierna juventud, por tanto, no me lo discutan- y le comento a mi hermana médico: 

- Últimamente me cruje aquí cuando me levanto después de estar un rato sentado.
- Es el menisco.
- ¿Y cómo se soluciona?
- Pues nada, normalmente convives con ello y, sólo en determinados casos, se opera.
- Pero ¿cómo que convives con ello? ¿ya el resto de mi vida tengo que escuchar un crujido cada vez que me ponga de pie?

Yo es que llevo fatal esto de hacerse mayor, no sé si se nota. Además, juanetes suena muy vulgar, no te puedes ni siquiera dar importancia. 

Y estoy en un mar de dudas: ¿Puedo seguir dando un bote cuando el Atleti marque un gol? ¿Me van a entrar las aletas para el snorkel? ¿Es posible subir una montaña con juanetes? Si me persigue un policía por apoyar al 15-M, ¿me alcanzará por culpa de los juanetes? Esto es un sinvivir. ¿Alguien con juanetes en la sala?

(Fotografía del autor. Koh Samui, 2009).

Cien años de la abuela Elisa (y IV). Hasta siempre

Palabras en su funeral, Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol.
Ávila, 9 de mayo de 2011.


En primer lugar, en nombre de toda la familia, quiero daros las gracias a los que habéis querido acompañarnos, tanto a los que estáis aquí como a los que no hayan podido venir pero están con nosotros de corazón. Espero ser capaz de leer lo que queríamos deciros.

Quien nos vea hoy con este desconsuelo y estas lágrimas despidiendo a una mujer de cien años quizá podría pensar: ¿100 años? pero ¿éstos qué más querían?

No, no queríamos nada más. Ya nos gustaría que todos nuestros seres queridos hubieran vivido o vivieran ese tiempo y en esas condiciones, con plenitud de facultades físicas y mentales. Además, si viniéramos aquí con quejas, la abuela nos hubiera regañado. Primero, porque ella le estaba muy agradecida a Dios y a la vida. Segundo, porque le gustaba la gente positiva; si algo no soportaba eran los quejicas. Ni siquiera en estos últimos días salió de su boca una sola queja.

Venimos, eso sí, con la tristeza, con la profunda tristeza, de esta despedida. Pero no venimos con lamentos. Todo lo contrario: venimos aquí a dar las gracias.

Gracias por haber podido compartir una vida larga, pero también una vida así de plena. Porque, con ser inusual, creedme que lo más destacable no es que haya estado tanto tiempo con nosotros, sino que, con independencia de su edad, ha sido un privilegio tener como abuela a una persona tan excepcional como Elisa.

Quienes la han conocido en uno u otro momento, es imposible que la olviden.

Y para los más cercanos, será inevitable, de ahora en adelante, que en muchos instantes de nuestra vida esbocemos una sonrisa, acordándonos de lo que nos hubiera dicho o de lo que hubiera hecho la abuela, de ese “no dar puntadas sin hilo” como el que no quiere la cosa, de sus frases, de sus ocurrencias, de su actitud ante la vida.

Será imposible olvidar esa ilusión especial que le producía vernos y juntarnos a todos. Y, como decía ayer tía Eli, ojalá lo siga consiguiendo también de ahora en adelante. Incluso en este tramo final, cuando los médicos apenas le pronosticaban un rato de vida el viernes, unos pocos nietos aún no habían podido llegar, algunos incluso estaban a miles de kilómetros. Sacó fuerzas de donde no las tenía y resistió dos días más, hasta el domingo. Esto lo hubiera contado mucho mejor que yo mi prima Marisol: el sábado, entre el asombro de quienes la atendían, abrió los ojos y habló. Preguntó por todos, fuimos entrando a lo largo del día y, con unas frases o, cuando ya estaba más agotada, con un intercambio de caricias, con una mirada, con un gesto, con una sonrisa, de alguna forma se fue despidiendo de cada uno, a su manera.

Podemos hoy decir públicamente y sin rubor que, con su herencia, nos deja a todos muy ricos. Ni una casa en propiedad, ni una tierra, ni un coche, ni cuantiosos ahorros, ni objetos de lujo…, tan sólo un puñado de cosas con valor sentimental. Vivió y murió con ese sentido de la austeridad que le llevaba a no querer nada que realmente no necesitara y, sin embargo, a repetir cada vez que tenía ocasión que no le faltaba de nada. Atesoró cosas de las que importan de verdad y es en eso en lo que fue inmensamente rica. Rica en humanidad. Rica en curiosidad. Rica en ingenio. Rica en sentido común. Rica en sabiduría sencilla. Rica en ganas de aprender todos los días, durante cien años. Rica en algo tan difícil como saber afrontar las penas de la vida. Rica en algo que tampoco es siempre fácil: saborear como nadie los placeres auténticos, la felicidad que se esconde en lo sencillo. Rica en cariño hacia todos.

Aunque seamos tantos a repartir, entre lo mucho que nos dio en vida y el legado que ahora nos deja, algo de todo esto nos tocará. Y es que, aunque no lleguemos ni de lejos a ser como ella, su ejemplo nos seguirá haciendo mejores personas.

Hace algunas semanas, cuando iba a cumplir cien años, algunos de sus nietos tuvimos la idea de hacer un video donde nos contase cosas de su vida. Pensábamos que quizá le parecería una idea descabellada pero, lejos de eso, colaboró encantada. Nos contó su infancia en Pajares de Adaja. Nos contó como conoció a un guapo joven, Heliodoro, con el que luego se casó. Nos contó cómo le dijo “esto del pueblo no es vida para las niñas” y se marcharon a trabajar a Colmenar Viejo, luego a Madrid y finalmente a Ávila, donde tantos años ha vivido. Nos habló de la historia de la que ha sido testigo… un siglo de historia. De las personas que conoció. De los avances sociales, a los que se adaptó con sorprendente facilidad. Contó anécdotas. Y nos nombró uno por uno. Y no dijo sólo que nos quería, sino que se sentía orgullosa de todos.

Gracias a esa grabación, tenemos ahora un recuerdo muy especial. Nosotros la hubiéramos evocado igualmente muy viva en nuestra mente. Pero habrá unos pequeñajos recién nacidos que, por edad, no podrían tener memoria de su bisabuela, y que sin embargo así podrán verla y escucharla algún día, hablando de ellos con cariño. Que sabrán que una mujer nacida un siglo antes que ellos definió lo que representaban para ella con una sola y hermosa palabra: alegría.

En esa grabación, también nos dejó su sencillo balance: “¿Mi vida? Pues muy bien. Me he divertido de joven. No me ha faltado nunca de nada. Y luego hemos disfrutado mucho, de los hijos, de los nietos y de todos… Para mí no han podido ser mejor de lo que son”.

Con eso nos quedamos. Para nosotros, tú sí que no has podido ser mejor. Hasta siempre, abuela. Te queremos.

(Ilustraciones: Una imagen de la  torre de Santiago y el Valle Amblés, por José Dobón. Marisol Nieto me hizo mi última fotografía con la abuela, que me contaba algo de su pueblo. Y Teresa Galán hizo la foto de Elisa mirando a la pequeña Carmen, que sujeta el bastón de su bisabuela: un siglo de diferencia entre dos mujeres).

Cien años de la abuela Elisa (III). Reportaje en Diario de Ávila

Reportaje publicado en Diario de Ávila, 08.05.11


ELISA DEL POZO CUMPLE 100 AÑOS

Nacida en Pajares de Adaja y residente en Ávila, celebró tan singular aniversario rodeada de sus hijas, nietos y bisnietos.

Juan Ruiz-Ayúcar | Ávila

La abulense Elisa del Pozo Jorge cumplió el pasado Domingo de Ramos cien años de edad, en plenitud de facultades y disfrutando de la vida que le alegran sus muchos descendientes. Uno de sus nietos, Carlos Javier Galán, hace de portavoz familiar para relatar y repasar el siglo, en números redondos, vivido por su abuela y celebrado de forma muy especial.

Así sabemos que Elisa vive en un piso de Ávila contiguo al de una de sus hijas y goza de buen estado de salud, que le permite cocinar y pasear por la calle, manteniendo una excelente memoria que le convierte en testigo privilegiada de todo un siglo. Adaptada a los muchos cambios sociales que ha ido viviendo, no renuncia a los avances tecnológicos, como revela Carlos Javier: "Claro que tengo teléfono móvil -presume Elisa-, de los primeros que salieron".

Tuvo cuatro hijas: Elisa, Teresa, Ángela (cuyo fallecimiento este pasado año supuso un duro trago para ella) y María Soledad, y cuenta en la actualidad con catorce nietos y seis bisnietos, "y muy orgullosa de todos", asegura.

Hijas y nietos, junto a su yerno Alfonso y los nietos políticos, se juntaron ese domingo tan especial en un restaurante de la capital abulense para acompañar a Elisa y festejar su 100 cumpleaños. Entre los regalos que le hicieron, hubo uno muy especial, ya que su familia había encargado a una empresa especializada, y bajo la dirección de la periodista Virginia Fermoselle, un audiovisual con imágenes familiares y con los recuerdos de su abuela, contados por ella misma. Durante la fiesta organizada, proyectaron un resumen de este documento que, según Carlos Javier, "en realidad es más un regalo para todos nosotros que para ella". Y quizás sea así, porque Elisa sigue diciendo que su mayor regalo es reunirlos a todos y pasar el día rodeada de los suyos. 

La homenajeada nació el 17 de abril de 1911 en Pajares de Adaja, pasando su infancia en los parajes de la Moraña. "Cuando era niña iba allí a la escuela -recuerda- y después de la clase dábamos la vuelta al edificio cantando los cabos, las provincias...". Ya de pequeña llamaba la atención por su agudeza, hasta el punto de que una de sus maestras, doña Consuelo, le aseguró afectuosa al marcharse del pueblo: "siento irme, porque, aunque ahora no lo creas, he aprendido más yo de ti que tú de mí".

De su juventud recuerda que la diversión más usual era el baile -"en cuanto oíamos tocar la música, ya nos poníamos como locas"- y las fiestas que se organizaban, excepto en la Cuaresma, "que como no había baile, nos íbamos de paseo los chicos y las chicas".

Se casó Elisa a los veintitrés años con Heliodoro Gutiérrez Úbeda, natural de Riofrío, al que conoció mientras trabajaba en una obra pública en su pueblo. De Pajares marcharon a Colmenar Viejo y luego a Madrid, donde su esposo trabajó en un taller mecánico.

Luego llegarían a Ávila. Heliodoro trabajó de taxista antes de convertirse en funcionario del Ministerio de Agricultura, como encargado de las instalaciones de Fomento Pecuario en San Nicolás, "donde estrenamos la casa y todavía pasó un tiempo hasta que trajeron el ganado".

Cumplidos cien años, Elisa del Pozo ha recibido la felicitación del alcalde de Ávila, Miguel Ángel García Nieto, del alcalde Pajares de Adaja, Jesús Caro, que le obsequió el libro de la historia de su pueblo natal, y del diputado nacional Ángel Acebes, originario de la misma localidad y cuya familia mantiene larga amistad con la homenajeada.

También conoció a Adolfo Suárez, cuando pasaba a saludar a sus amigos de Fomento Pecuario: "Adolfo era muy majo, un hombre muy querido de toda Ávila". Y también tuvo trato y compartió vecindad con Sonsoles Espinosa: "Eso fue en la calle Eduardo Marquina, allí vivía la señora Josefa, la abuela de la mujer de Zapatero".

Cien años de la abuela Elisa (II). La celebración


“Normal, qué quieres, tenía ciento tres años…”, le decían a mi amigo Petón cuando murió Pepín Bello, sobre el que había escrito un magnífico libro. “No sabéis cuánta luz se nos va”, respondía él.

El domingo 8 de mayo nos dijo adiós la abuela Elisa. Me ha costado mucho retomar lo que empecé a publicar en abril sobre su centenario pero, al final, he decidido que lo seguiré escribiendo.

Tendrá un capítulo más, un epílogo no previsto por nosotros tan inmediato, aunque tal vez sí por ella. Y es que, posiblemente, nada es casualidad, y esta muerte serena y conmovedora, después de cumplir un siglo y celebrarlo como a ella le gustaba, reuniendo a toda la familia, no es un hecho que haya que contemplar aislado, sino que obedece a un proceso. Un proceso que, tal y como yo lo veo ahora, comenzó cuando murió el año pasado su hija Ángela y, por vez primera, sostuvo que había cosas que a ella ya no le tocaba tener que vivir. Su rito de despedida ante aquella pérdida no fue soportar la paliza emocional del velatorio y del entierro, pero tampoco permanecer al margen: consistió en querer ver a sus nietas en casa, charlar con ellas, hacerles algunas preguntas, compartir el dolor, darles y recibir cariño y asegurarse de que la ausencia de un eslabón no rompería la cadena... Pero ahora tengo la sensación de que, desde ese día, ya empezó a vivir el tiempo que restaba más para nosotros que para ella. En este último año, vinieron dos nuevos bisnietos, Carmen y Álvaro, que contribuyeron a alimentar la ilusión y la fuerza necesaria hasta llegar al centenario. Luego, conversaciones y actitudes que ahora cobran mayor sentido y tantos y tantos gestos imborrables, hasta partir definitivamente apenas unas semanas más tarde.

Pero la despedida la publicaré más adelante... Volvamos donde lo dejamos: la abuela que cumplía cien años y, como siempre, quería reunirnos a todos, invitarnos a comer y pasar juntos un día especial.

La primera anécdota de la jornada fue la tarta. Quién nos iba a decir a nosotros que ese domingo había en Ávila dos personas que cumplían cien años y se llamaban Elisa. Ya es casualidad nacer el mismo día, del mismo mes, del mismo año, llegar a centenarias, vivir en la misma pequeña ciudad y tener el mismo nombre. El pastelero se equivocó y, si no nos hubiera avisado el del restaurante, hubiera salido una tarta con la foto de otra señora sobre chocolate… Por fortuna se descubrió el pastel –nunca mejor dicho- y pudimos solucionarlo, primero entre gestos de incredulidad y luego entre risas.

El local, especialmente decorado para la ocasión por algunas nietas. Todos los presentes –cuatro generaciones- con insignias de los cien años y marcapáginas artesanales de recuerdo, que preparó mi tía Marisol.

La comida, como siempre, chapeau. Los primeros años íbamos cambiando de restaurante, pero al final San Nicolás, un pequeño establecimiento de raciones del viejo barrio de la abuela, se convirtió en el sitio fijo donde ella nos invitaba cada año. Nos tratan de fábula, comemos estupendamente y tenemos un reservado en la parte de abajo del local para estar a nuestro aire.

Tras la comida, la superabuela apagó la tarta de sus cien años, teniendo al lado a sus más pequeños bisnietos. Todo el tiempo está relajada, charlando, divertida con las ocurrencias de todos, pero cuando hay que apagar las velas siempre es el momento en el que más emocionada se le nota.

Muchas fotos: con las hijas, con los nietos, con los bisnietos, con cada sector familiar… todas las combinaciones posibles.

En la sobremesa, una sorpresa grata: respetando que la comida era una celebración íntima, llega al final, a tomar un café con nosotros, Jesús Caro, el alcalde de la localidad natal de mi abuela. Ha querido tener el gesto de venir en persona a felicitarla y le trae un libro de la historia de Pajares de Adaja y un precioso ramo de flores. Distendidamente, charlan sobre la gente del pequeño pueblo, comparten recuerdos y comentan algunos lazos familiares. La carta del consistorio decía: “Estimada Elisa: en nombre del Excelentísimo Ayuntamiento de Pajares de Adaja y como Alcalde de la localidad, le hago llegar a usted nuestros más cordiales saludos y felicitaciones por la celebración de su centenario. Queremos extender este afectuoso saludo a toda su familia que la rodea en un día tan especial como es la celebración de 100 años de vida. Creemos que el nacimiento de nuestros vecinos en una festividad a la que tenemos que sumarnos y más cuando se alcanza el siglo. Un siglo lleno de experiencias, alegrías y buenos momentos que han estado enmarcados en los parajes inconfundibles de nuestra tierra. Es muy grato para nosotros poder compartir con usted, Elisa, este momento privado del que nos permite ser partícipes. Esperando verla pronto por Pajares de Adaja, le enviamos un afectuoso abrazo desde el consistorio de su pueblo que siempre la recuerda con cariño. Atentamente, Jesús Caro Adanero, alcalde de Pajares de Adaja”.

Luego, a la salida, nos hacemos todos, como cada año, la fotografía de familia. Mi abuela espera a que vayamos saliendo y nos coloquemos, sentada pensativa en un banco del parquecito. Yo estoy por detrás y le escucho como se dice en voz alta a sí misma: “cien años…”.

Ya en su casa, leemos otro afectuoso mensaje: el que le ha hecho llegar Ángel Acebes, entonces diputado por Ávila, también natural de Pajares, y cuya familia siempre ha mantenido amistad con mi abuela: “Querida Elisa: he sabido que este domingo cumples cien maravillosos años y quiero enviarte en mi nombre y en el de toda mi familia, que tanto te aprecia, nuestra sincera felicitación y desearte que sigas dando a todos el gran ejemplo de fortaleza que has dado durante toda tu vida. No resulta fácil ganarse el afecto y el respeto de los que nos rodean y tú lo has conseguido sobradamente. Con todo mi cariño y amistad, feliz cumpleaños. Ángel Acebes”.

Y no podía faltar, entre esas felicitaciones, la carta del Ayuntamiento de Ávila, ciudad de la que es vecina desde hace tanto tiempo: “Querida doña Elisa: es un gran honor para mí felicitar en su centenario a una abulense que ha sido testigo directo de cómo la sociedad ha evolucionado en el transcurso de los últimos cien años. Espero y deseo que siga cumpliendo muchos más años y que lo haga en las mismas condiciones físicas y psíquicas con que se encuentra actualmente, porque le he de confesar que me han dicho que se encuentra usted de salud como si fuera una chavala. Un fuerte abrazo y muchísimas felicidades. Miguel Ángel García Nieto, alcalde de Ávila”.

Después, un momento que llevábamos mucho tiempo preparando laboriosamente. A algunos nietos se nos había ocurrido grabar una conversación con mi abuela donde nos contara cosas de su vida. Es un testimonio ya imborrable, que nos preparó con mucha profesionalidad y con auténtico mimo la empresa Regalavideo. De esa larga entrevista, proyectamos ese día un pequeño audiovisual de quince minutos, con algunos fragmentos donde nos habla de su infancia, de su juventud, de su matrimonio, de su familia, de los episodios históricos que ha vivido, de los avances sociales… y que termina con nuestras felicitaciones a ella. Lo tuvimos que poner dos veces. Anécdotas y sonrisas, mezcladas con emociones.


Entre riquísimo hornazo, rosquillas caseras y divertida conversación va terminando un día muy especial. Algunos se quedan en Ávila, pero otros muchos tenemos que ir regresando a Madrid. Este año nos marchamos antes, porque es domingo y al día siguiente hay que trabajar. Normalmente celebrábamos el cumpleaños el sábado más cercano, pero esta vez hemos hecho coincidir la reunión familiar con el día exacto del centenario.

- ¿Qué tal, abuela? – le pregunta cariñosamente una de las nietas que más complicidad tiene con ella y que ha pasado un año duro.
- ¿Tú estás bien?- le responde enseguida a la gallega.
- Yo sí...
- Pues si tú estás bien, entonces yo también.

(Fotografías del cumpleaños: Marisol Nieto)

De bingueras clandestinas y señoras que se marean

Las redacciones de los medios informativos en verano dan mucho juego. Mezclen en la coctelera la escasez de noticias importantes y la presencia de personas en prácticas -sustituyendo a los empleados que están de vacaciones- y el resultado puede ser parecido a los ejemplos que aquí reseño.

En junio, la Policía, en el marco de lo que se denominó Operación Persiana, desmontó un bingo ilegal en Palma de Mallorca.

Estábamos hojeando la edición impresa de El Mundo cuando A. me leyó -con su mejor entonación de suspense- los pormenores con que la nota de prensa de la agencia Efe, reproducida por varios medios, contaba la eficaz intervención de las fuerzas de seguridad contra estas treinta y dos mujeres que participaban en las partidas clandestinas.

En primer lugar, estremecía la descripción del lugar de los hechos: una casa “con sus habitaciones completas, un comedor, un baño, un aseo situado en la planta primera y utilizado por las jugadoras, una cocina equipada…”.

No menos espeluznante era la relación de conductas imputadas: “Se les sorprendió realizando los actos correspondientes al juego del bingo: venta de cartones, seguimiento de la extracción de las bolas y su tachado de los números en el cartón correspondiente, el funcionamiento, tanto automático como manual, del mecanismo de extracción de bolas, el abono de los premios de la línea y del bingo”. Qué cuerpo se le queda a uno, ¿eh?

No me había yo repuesto aún de un suceso como éste, cuando El Norte de Castilla se convirtió en protagonista de Twitter con el notición titulado Una mujer sufre un mareo en su domicilio.

No podía uno sustraerse a seguir leyendo: “Una mujer avisó el martes a los servicios de emergencia para que comprobasen que su hermana se encontraba bien, ya que no contestaba a las reiteradas llamadas que le hacía a su domicilio”. Ay, qué angustia. ¿Cuál sería el desenlace?

Menos mal: final feliz. “La misma alertante llamó luego a emergencias poco después para avisar de que su hermana había sufrido un mareo sin importancia y que ya estaba recuperada”.

Las reacciones de los lectores no se hicieron esperar: “Pero no nos dejen así –clamaba uno, ansioso por conocer detalles-, dígannos al menos si le dieron un vaso de agua”. Otro comentarista exigía portada para la noticia de la que él mismo había sido protagonista en esa jornada: “Esta mañana he llevé dos bocadillos al trabajo pero luego no tuve mucha hambre y sólo me comí uno”. Algunos se preocupaban por el posible impacto de la noticia en la prima de riesgo española.

Enseguida surgieron las iniciativas de apoyo en las redes sociales: en Facebook no faltó el inevitable grupo Señoras de Palencia que se marean. “Todos somos la señora de Palencia”, proclamaban algunos ciudadanos ante tales sucesos, pidiendo la solidaridad de los demócratas y la adopción de medidas para que nunca más nadie tenga que sufrir un mareo en su domicilio.

Lo peor es que El Norte de Castilla, que había conseguido ser trending topic en Twitter y tenía una de las noticias digitales más leídas de su historia, en vez de reírse un poco de sí mismo, que es siempre muy sano, debió de tener a la pobre becaria castigada borrando comentarios toda la tarde y así se perdieron grandiosas aportaciones del ingenio español.

Sin embargo estoy aquí, resucitando

Definitivamente, no ha sido un año fácil, aunque sería injusto no recordar también tantas cosas buenas. Mi cuerpo y mi cabeza se empeñaron con razón en que frenara y que cambiara, y en eso estoy aún. Más allá de algunas medicinas, lo que necesitaba de verdad era una transición personal y profesional que se está haciendo eterna y muy trabajosa. En medio de todo, varios adioses dolorosos. Y también un nacimiento muy feliz. Empecé 2011 con la persona con la que quería empezarlo y en la ciudad del mundo que elegí, ¿qué mejor forma? Y en aquellos meses comprobé cómo todo lo que te preocupa puede pasar de pronto a un segundo plano ante lo que te importa de verdad. Y sigo teniendo -siempre, siempre- el impagable privilegio de contar con mi familia y con unos amigos que son un lujo.

Equivocándome y aprendiendo, cansándome y respirando hondo, tropezando y levantándome, sigo caminando.

Hoy es mi cumpleaños. Así que lo celebro con los versos de mi admirada María Elena Walsh (¿cómo es posible que no me enterase de su muerte en enero?) y la voz de la inolvidable Mercedes Sosa (que hoy también hubiera cumplido años), acompañada esta vez por Leon Gieco y Víctor Heredia.

Peter Falk, Colombo


Se va... pero ¿no os parece que en cualquier momento se dará la vuelta y dirá "sólo una cosa más..."?

Disculpad la osadía

Ahora que algunos critican que Vetusta Morla haya sido portada de la revista Rollig Stone, aprovecho para colgar aquí esta canción.

Tú también tienes que ver
que nunca tengo mi papel.
Nube gris, riega todo el jardín,
todo el jardín, todas las flores que no probé.

No olvido los sueños,
vuelvo a lo que no acabó,
no perdí, no perdí, porque
ser valiente no es sólo cuestión de verte.

Me acompaña en algunos días difíciles. Me gusta su letra y su música. Me gusta cómo la gente la hace suya en esta actuación. Me gusta cuando cambia "que no probé" por "que probaré". Me gusta la fuerza que transmite. 

Andrés Molina presenta en Madrid su último disco

Hablar hoy de Andrés Molina no es sólo aprovechar mi blog para publicitar a los amigos, algo que siempre está bien. Es, además, una recomendación que hago al margen de la amistad y absolutamente convencido de su calidad artística.

En los años ochenta integró, con Rogelio Botanz y Pedro Guerra, el grupo Taller Canario de Canción. Como compositor, es autor de algunos de los más hermosos temas de Ana Belén (por ejemplo, su Yo también nací en el 53 es una adaptación que Víctor Manuel hizo de una canción de Andrés Molina), Olga Román (María vale más), Los Sabandeños, Cristina del Valle o Sergio Dalma. Tanto en su carrera en solitario como en la etapa en que formó dúo con Eva de Goñi, ha compartido escenario o estudio de grabación con nombres como Víctor y Ana, Aute, Jorge Drexler, Javier Álvarez, Ismael Serrano, Amaral, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés…

Y ahora nos trae a Madrid su último disco, que ya presentó con éxito en su tierra natal. Desnudo es un cuidadísimo trabajo, con un puñado de magníficas canciones, y en el que han participado, respaldando y acompañando a Andrés, artistas de la talla de Luis Eduardo Aute, Ismael Serrano, Javier Álvarez, Sole Giménez o Caco Senante, entre otros.

El CD recoge algunas de sus viejas y excelentes canciones, como Yo también nací en el 63, Castillos de arena o Flores Nuevas:

Será por tu niñez
que tengo tan adentro
donde me habitan
árboles tiernos,
flores, risas (…).
Será por tantas cosas
que sabes y no digo
pero ando por las calles
buscándote.

E incorpora, grabados en directo en el Teatro Leal de La Laguna, otros muchos temas. A mí me gustan prácticamente todos, pero podría citar entre mis favoritos, por ejemplo, Mes de abril, con la letra y la voz de Eva de Goñi:

Y ahora que estoy
desnuda,
qué debo sentir.
Las dudas
caen livianas sobre mí,
como este mes de abril
que me viene con torrijas
de canela y limón
todo para el corazón.

O, también entre mis preferidas, Todo mi amor:

Alguna noche tu recuerdo imagino,
una tormenta se cruzó en mi camino.
Si alguna vez dañé tus labios heridos
regresa llena de perdones y olvidos.

Tengo que decir, desde el afecto y la confianza, que Andrés es tan buena persona, tan ajeno a los enredos de la industria, que su visión comercial es inversamente proporcional a su enorme talento y creatividad. Así que por mi parte pongo un humildísimo granito de arena a la difusión, al invitarles a su actuación del lunes 2 de mayo, a las 21’30 h. en el conocido Café Libertad 8 de Madrid, y a la presentación de su disco, con un pequeño concierto acústico en FNAC Callao el martes 3 a las 18 h.. Por alguno de los dos sitios, o por ambos si puedo, nos veremos. Lo que descubrirán algunos o reencontrarán otros será la sensibilidad, las sugerentes palabras, la buena música y la personal voz de un gran cantautor. Disfrutarán, seguro.

Cien años de la abuela Elisa (I)

No sólo va sumando años a la vida, sino que tiene particular empeño (perdonen la frase manida pero cierta) en sumar vida a los años.

Cuando crees que ya la conoces bien, inevitablemente te acaba sorprendiendo. Lo asombroso no es la fecha de nacimiento que pone en su D.N.I. (17 de abril de 1911) sino otras muchas cosas: su desenvoltura y resolución ante las situaciones, su particular forma de cuidarse, su conexión con el mundo que la rodea, su afán por informarse de lo que pasa en la sociedad, sus ganas de seguir aprendiendo todos los días, su disposición a adaptarse a los cambios, sus conversaciones, su sabiduría sencilla, sus sentidos (incluido el sexto) siempre atentos a cómo le va a la gente que quiere, su capacidad de disfrutar de las cosas que de verdad le importan en la vida…

Tú no le has contado un problema para no preocuparla y, el día menos pensado, te suelta una frase cómplice y lapidaria. No sólo se ha percatado de todo, a la chita callando, sino que además, como el que no quiere la cosa, te deja caer su diagnóstico y su consejo, tantas veces certero.

Cuando sus hijas estaban todavía intentando enterarse, ella (con noventa años entonces) ya había aprendido a administrar su pensión y comprar en euros, o a ir a recargar la tarjeta de su teléfono (“anda, claro que tengo móvil, de los primeros que salieron”, presume aún hoy).

Hasta no hace muchos años, iba a comprar, hacía gestiones en el banco… Con cien años vive sola en un piso, aunque al lado del de una de sus hijas. Sigue cocinando y, si te pasas a verla, como poco te prepara un café pero, si es la hora, te quedas a comer o a cenar, que ella ya improvisa en un momentito. Escucha la radio (“me gusta más que la televisión, que siempre está con las mismas tontunas” dice, refiriéndose a los programas del corazón, aunque las telenovelas sí le gusta seguirlas). Le dijeron alguna vez que era “la mujer más rica del mundo” porque ha gozado toda su vida de buena salud: asegura que no sabe lo que es un dolor de cabeza. Hace unos años tuvo rotura de cadera, pero le colocaron prótesis y hala, a seguir caminando, con zapatos altos si es preciso. No se descuida físicamente. Pasea por la calle a diario, salvo que el suelo esté helado (el frío le da igual, es abulense). Y no se descuida mentalmente. Le gusta mantenerse activa y estar al día, disfruta de la lectura y de la conversación. Pero sin malos rollos, eso sí: no aguanta que le dé el tostón la gente negativa que siempre se está quejando de todo. Es animosa: sabe afrontar las penas que trae la vida y sabe paladear las alegrías.

Que tu abuela cumpla 100 años y seguir disfrutando de ella es un privilegio. Pero tener una abuela como Elisa, con independencia de su edad, es en sí mismo un privilegio.

(Ilustración: Marcapáginas conmemorativo pintado por Mª Sol Gutiérrez, y retrato de Elisa del Pozo con efectos informáticos aplicados sobre una fotografía original del autor).

Celaya


El pasado 18 de marzo se cumplieron cien años del nacimiento, en Hernani (Guipuzcoa) de Gabriel Celaya, el escritor en el que por fortuna se convirtió Rafael Múgica cuando le advirtieron en su empresa de lo poco serio que resultaba ser a la vez ingeniero y poeta.

Como recordaba hace poco en el caso de Miguel Hernández, guardo también, cuidadosamente anotado -entonces no vivía tan apresurado-, el primer libro que compré de este autor, cuando yo tenía veinte años de edad, ahorrando de mi paga semanal de estudiante. Ya entonces sentía necesaria la poesía en mi vida, como el aire que exigimos trece veces por minuto.

Con Celaya, creí y prediqué que la poesía es un arma cargada de futuro. Y aquellos versos de luchas y de amor sirvieron para alimentar lo que era y lo que de alguna forma aún soy.

Todavía me parece que sería sano hoy que nos aplicáramos lo que el poeta vasco proclamaba en su España en marcha:

Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle!, que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

No reniego de mi origen,
pero digo que seremos
mucho más de lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Y me apuntaría a ese desafío de Todo está por inventar:

¿Quién dijo que España es vieja
si aún está por estrenar? 

Con algunos años y algunos desengaños más a mis espaldas, sigo creyendo, como Celaya, en la coherencia, en la integridad, en que, a pesar de todo "uno se muere más tranquilo cuando ha hecho todo lo que estaba a su alcance".

Y, eso sí, también busco y saboreo cada día, como puedo y cuando puedo, esos sencillos instantes de felicidad que no se vende:

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha...

El coeficiente de optimismo

En la entrada anterior, dedicada a Carmen, hacía referencia a una conferencia sobre el optimismo. Aquí os la dejo, merece la pena. 

No soy nada original, porque esta charla se ha movido mucho por la red y, de hecho, son los internautas quienes han dado popularidad al orador. 

Emilio Duró es Licenciado en Económicas, Máster en Administración de Empresas, ejecutivo de varias firmas... pero desde algún tiempo se dedica a hablar de temas tan atípicos en el mundo empresarial como el optimismo, la felicidad, la suerte y cosas así. Asegura que esta conferencia se grabó sin su conocimiento (me lo creo, por sus comentarios sobre los "innovadores" de Renfe, sobre un presidente de Coopers & Lybrand..., incluso le he oído pedir perdón a los psicólogos por las bromas), pero lo cierto es que se ha convertido en un fenómeno, reforzado por Buenafuente, que decidió llevarlo a su programa.

La conferencia no sé si es particularmente rigurosa, más bien son apuntes dispersos, pinceladas sugestivas, pero que hacen pasar un rato agradable y hacen pensar, dejan poso. Duró es ameno y es muy buen comunicador.

¡Ah! Y su teoría sobre que la amargura es contagiosa y hay que mantenerse alejado de sus portadores, y la recomendación de no motivar a los tontos, las comparto al cien por cien.

Carmen


Soy un desconsiderado, lo sé. Escribo muy poco y, encima, las escasas personas que se sigan asomando pacientemente a ver si hay algo nuevo se van a encontrar hoy el blog lleno de babas.

Pero ustedes me entenderán. Esta preciosa niña se llama Carmen. Y es mi primera sobrina. ¿Cómo no voy a presumir?

Lo de plantar un árbol está chupao. Casi sin darte cuenta lo haces en la escuela, en algún Día Mundial del Medio Ambiente o similar. Y, si no, ellos todavía están a tiempo. Pueden plantarlo, por ejemplo, en ese huerto que Fernando le regaló a mi hermana Tere y que luego no recuerda haberlo hecho.

Las otras dos cosas son ya palabras mayores. Lo grande es que ellos las han hecho. Y que decidieron hacerlas juntos.

Primero escribieron un libro. Éste de la foto de al lado. Y después lo mejor: tuvieron una hija. La de la foto de arriba.

Para anunciarnos la noticia del embarazo, nos reunieron con excusas medio creíbles y empezaron, como decía Gila, con indirectas: Fernando nos regaló un cupón de la ONCE para el sorteo del Día del Padre. No fue suficiente. Yo ya me estaba partiendo de risa pero mi madre no lo pillaba. Luego, nos entregaron a cada uno copia de la ecografía pequeñita, personalizada en plan cómic (la mía: “hola, tío Charly”). Mi madre decía incrédula “esto qué es”, mientras se ponía las gafas para leer “hola, abuelita”… Hasta que yo no me levanté a darles un beso de felicitación, no reaccionó. Creo que tardó meses en creérselo de verdad… y ahora está absolutamente encantada: no hay nadie en el mundo capaz de discutirle que su nieta, y todo lo que haga su nieta, es excepcional.

Se hizo esperar y nos llegó cabalística la niña. Nació el 2 del 10 de 2.010 a las 22:10 (o 10:10 de la noche, como prefieran). Menos mal que no pesó dos kilos y diez gramos.

Cuando la vi por primera vez, tan pequeñaja y ya aferrándose con sus manos a Tere, pensé en qué pocas certezas y cuánto por definir. A poco que la genética funcionase, tendría bonitos ojos (y así ha sido, a la carta: el color azul de la madre y las pestañas del padre). A poco que la genética funcione, será inteligente. A poco que la educación y el ejemplo funcionen, será buena persona.

Y poco más. La tienes entre tus brazos, apenas recién nacida, y sabes que el resto es un cuaderno en blanco, páginas por escribir: cómo será su carácter, cómo su voz, qué aficiones tendrá, qué profesión elegirá, qué cosas le apasionarán, qué le disgustará… Carmen, la mujer a la que esperan años para enfadarse, reír a carcajadas, esforzarse, tener amigos, luchar, disfrutar, sufrir, enamorarse… El estremecedor prodigio de la vida. Carmen, la niña a la que unos segundos antes ni siquiera conocías y por la que poco después te dejarías matar. El misterio del amor.

A mí no me han entusiasmado nunca los bebés. Mientras la familia conversa sobre a quién se parece, yo siempre me digo: coño, pues al resto de recién nacidos. A mí me gustan realmente los niños desde que comienzan a hablar (“… y hasta que comienzan a pensar”, añadía con maldad un amigo). Así que, respecto a los hijos de las personas cercanas, hago el trato de que me los pueden empezar a dejar a mi cargo cuando sepan decir algo y ya se los devuelvo yo cuando sean adolescentes conflictivos.

Fernando y Tere se partían estos meses de risa, porque el de a-mí-no-me-gustan-los-bebés se podría pasar horas simplemente observando a Carmen.

Me resulta también curiosísimo ver a mi hermana ejerciendo de madre. La conozco “desde siempre”, le saco poco más de un año y, por tanto, desde que tengo uso de razón, antes de ir al cole o antes de tener amigos, ella ya estaba ahí. Y ahora verla en esta faceta es novedosa y entrañable. Me decía un amigo común: “si tu hermana ya nos cuidaba un poco a todos, cómo no va a cuidar a Carmen”. Es impresionante seguir de cerca la relación tan estrecha, emocional y física que se establece entre madre e hija.

Y qué decir del código secreto que se transmiten las mujeres, vaya usted a saber cómo, y que les permite sorprendentemente entender a sus hijos a los diez segundos de haber nacido. “Quiere comer”, “quiere dormir”, “está incómoda así, inclínala un poco”, “ponle el chupete”, “muévele un pie”… interpretando con acierto, ante tu perplejidad, llantos o gestos que a ti te parecen iguales. Y como si supieran por ciencia infusa el resorte que hay que tocar, en un bebé que inevitablemente viene sin manual de instrucciones.

Llevábamos mucho tiempo sin sumar miembros a la familia, sólo restando. Y Carmen nos ha llenado a todos de inmensa alegría.

Hace poco vi la grabación de una interesantísima y recomendable conferencia sobre el coeficiente de optimismo. En un momento determinado salía la cuestión de cuántas personas se ven obligadas, por ejemplo, a posponer por razones profesionales el ser padres o madres. El orador reflexionaba sobre nuestro modelo laboral y social y sobre las cosas que de verdad importan en la vida. Y en esto no tuvo que hacer muchas consideraciones. Bastó una encuesta de urgencia. Pidió que levantasen la mano los que tuvieran algún hijo. Luego les preguntó, uno por uno: “y dígame, ¿qué es para usted lo más importante de su vida? ¿y para usted? ¿y para usted?...”. Hubo unanimidad.

Por enésima vez, enhorabuena a Fernando y Tere.

Que seas muy feliz, Carmen.