Que tenemos que hablar de muchas cosas


Centenario de su nacimiento y no podría yo añadir nada que no se haya dicho, que no se sepa. No soy biógrafo, ni historiador, ni literato, ni crítico… Sólo lector. Bueno, algo más: degustador y vividor de la poesía. Porque la narrativa se puede leer desde fuera, como un espectador, o metiéndote en el relato con mayor o con menor intensidad, un ensayo se lee con más o con menos interés, pero la poesía se siente, se saborea, se vive... o nada.

Yo llegué a la poesía precisamente por Miguel Hernández. Creo que, después de los versos que te obligan a conocer en la escuela, la primera vez que un poeta me enganchó realmente, la primera vez que hice mías sus palabras, fue con Miguel. Por él vinieron más poetas y más poemas a mi vida. Pero desde entonces siempre estuvo ahí.

Cuando empecé a escribir este blog, en la columna lateral coloqué bajo mi foto unos versos suyos: "Sonreír con la alegre tristeza del olivo. / Esperar. No cansarse de esperar la alegría (...) / Me siento cada día más libre y más cautivo".

Con Miguel silbé afirmando el pueblo de mi infancia, disfrutando esa vida que es pormenor. En sus versos me refugié en el tiempo de mis primeros amores y mis primeros desamores, cuando me tiraron limones amargos o burlaron mi deseo, pero también cuando el azahar hizo de las suyas o cuando fue la hora del beso. Con Miguel encontré palabras cuando llegaron los adioses y, sin calor y sin consuelo, tuve que ir de mi corazón a mis asuntos. Con Miguel me rebelé ante las injusticias. Conocí la tragedia cainita de España, la que le mató a él. Aún hoy las Nanas de la cebolla me siguen estremeciendo. Pero también con Miguel supe de espíritu de lucha, de vientos del pueblo, de esperanzas, de jurar la alegría, de levantar la risa que hace caer las telarañas. Y, como todos, al paso de los años aprendí a caminar con tres heridas.

Hoy reabro el primer libro de Miguel Hernández que tuve, una antología publicada por Cátedra. Leo la dedicatoria de mis hermanos, que me lo regalaron por mi 17º cumpleaños.

Dentro del libro me encuentro en sus versos mil recuerdos, mil vivencias. Pero también entre sus páginas tres cosas materiales escondidas, como las que se guardan en la primera piedra de un edificio para ser halladas años después: la foto de su tumba que saqué en 1991 en el cementerio alicantino; una invitación del Club de Amigos de la UNESCO para un homenaje en 1992, 50º aniversario de su muerte (“abierto estoy, mirad, como una herida./ Hundido estoy, mirad, estoy hundido / en medio de mi pueblo y de sus males”); y una hoja seca de un otoño madrileño de cuando yo era estudiante universitario.

Es el milagro de la poesía que pervive: que se encuentre y se conmueva con las mismas palabras -y con los mismos sentires- un joven nacido décadas más tarde de que al hombre que las escribió le dieran muerte la tuberculosis, la cárcel y el odio.

Ahí seguirán sus versos en el camino, en lo que quede por venir... Que tenemos que seguir hablando de muchas cosas, compañero del alma, compañero.


(Video de Joan Manuel Serrat interpretando las Nanas de la Cebolla, musicadas por Alberto Cortez. Cuando el poeta estaba en la cárcel, su mujer le dice en una carta que sólo come pan y cebolla. En su contestación, él adjunta este poema dedicado a su pequeño hijo).

¿Sabes lo de Varguitas?

En un café del jirón Azángaro pidió un té con limón, que saboreó muy despacio. Miró de reojo un diario atrasado y en la primera página aparecía la imagen de Vargas Llosa, el escritor. “Ese vivo que se casa siempre con alguien de su familia: así no hay sorpresa”, pensó sonriendo. Lo acercó y comenzó a leer que le habían concedido el Premio Nobel “por su cartografía de las estructuras del poder y por sus aceradas imágenes…”. Cerró el diario. “Estos suecos parece que hablan en sueco hasta cuando se les traduce al castellano”, murmuró entre dientes. Se levantó y al salir dejó de propina el doble de la cuenta. En una librería refugiada en un pasillo del jirón de la Unión, hojeó novelitas de carátulas llameantes y letra manoseada y minúscula, mirando sin ver, hasta que precisamente una del escritor premiado encendió sus ojos, un segundo. La compró y salió.

Todavía ambuló un rato por el centro, el maletín bajo el brazo, el sombrerito arrugado en la mano, fumando sin tregua. Oscurecía ya y las calles estaban desiertas cuando entró al Hotel Maury y pidió una habitación.

Le alcanzaron una ficha y tuvo la pluma levantada unos segundos donde decía profesión, escribió al fin funcionario. El cuarto estaba en el tercer piso, la ventana daba a un patio interior. Se metió en la bañera y se acostó en ropa interior. Manoseó La ciudad y los perros. Luego apagó la luz. Pero no pudo atrapar el sueño hasta muchas horas después.

Desvelado, permanecía de espaldas, el cuerpo inmóvil, el cigarrillo ardiendo entre los dedos, respirando con ansiedad, los ojos fijos en la sombra oscura de arriba.

***

El viento hacía tintinear las calaminas del techo y las trombas de agua salpicaban el interior de la vivienda. Era una sola habitación, partida por un biombo de madera y protegida por una empalizada de costales embutidos de piedras y tierra: a un lado estaba el puesto de la Guardia Civil, con un tablón sobre dos caballetes –el escritorio- y un baúl donde se guardaban el libro de registros y los partes del servicio. Al otro, juntos por la falta de espacio, los dos catres. Se alumbraban con lámparas de querosene y tenían una radio de pilas que, si no había desarreglos en la atmósfera, captaba Radio Nacional y Radio Junín. El cabo y el guardia pasaban tardes y noches pegados al aparato, tratando de escuchar las noticias de Lima o de Huancayo. Esa tarde la radio roncaba entrecortada que habían otorgado un importante premio a un literato peruano. “Don Mario, el que perdió las elecciones contra el Chino”, dijo Tomás. Lituma recordó entonces una novela que había leído años atrás, una de militares y putas que le dejó un compañero. Qué don ése de saber contar historias. “Dicen que es buen escritor. Y, además, a mí siempre me pareció buen tipo. Ahora creo que anda viviendo por España”, comentó el cabo. Sentados al pie de una descolorida imagen del Corazon de Jesús –un anuncio de Inca Cola- escucharon llover, varios minutos.

(Los textos originarios son de Mario Vargas Llosa -el juego consiste en averiguar de qué dos obras suyas están extraidos-..., excepto, claro está, los intercalados que más les chirríen, de los que él no tiene ninguna culpa).

(Ilustración: retrato de Vargas Llosa, de Julián Grau Santos).

Con su mochila a otra parte

"También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver,
pero habrá que empujarla
para que pueda ser".

- José Antonio Labordeta, Canto a la Libertad-


Se podía discrepar de sus ideas y opiniones, como es lógico, pero no parece que pueda discutirse que fue un hombre íntegro y honrado.

Sus compromisos en distintos ámbitos los asumió con sentido de la responsabilidad: todo lo hizo con una extraordinaria dignidad, ya fueran canciones, documentales de televisión, poemas o labores de representación política.

En estos tiempos de cantantes prefabricados por el marketing, de telebasura infumable y de una clase política que sólo defiende su propio interés, se echará de menos el soplo de aire limpio que nos traía la creatividad, la lucidez, la coherencia y la humanidad de este aragonés que hoy nos ha dejado.

(Ilustración: óleo de Carlos Blasco).

La ventana de la abuela en el siglo XXI

En el pueblo de mi infancia –supongo que en casi todos-, cuando el tiempo lo permitía, la gente sacaba algunas sillas fuera de las casas, buscando el sol suave de primavera o un poco de fresco en las noches de verano.

La silla en la puerta. Para coser, para leer, para charlar, para mirar... Era la forma de no estar entre cuatro paredes cuando no ibas a ir a ningún sitio concreto. La forma de conectar con la vida exterior, de saber qué sucedía en la calle, de ver pasar a alguien y preguntarle por sus cosas o que se detuviera a interesarse por ti…

Mi abuela paterna vivía en la planta superior de un bar y por eso no sacaba la silla a la calle. Pero la tenía siempre junto a su ventana. Cuando no estaba trajinando y tenía tiempo muerto, se sentaba y desde allí observaba quién entraba, quién salía, quién pasaba, qué pasaba.

Una vez mi tío hizo una foto de la fachada del local (el desaparecido Café-Bar Pinarsol de mi familia) y arriba se veía a mi abuela, sentada como casi siempre al lado de la ventana, mirando desde dentro. Pero ella, octogenaria que no se llevaba muy bien con las tecnologías, lo negaba: “Yo no estaba ahí, me habrás puesto tú”, aseguraba ante la sonrisa de mi tío, en los tiempos en que había que revelar los carretes y no existía el Photoshop.

Cuando estoy en casa y no ando trajinando, cuando tengo un ratillo muerto, casi automáticamente tiendo a conectarme a internet. Digo entonces lo que me apetece, lo que se me ocurre, a todos en general o a alguien en particular. Miro qué anda haciendo algún amigo -a veces geográficamente lejano-, qué es de su vida. Me encuentro con algún conocido que me enseña una foto, me señala una noticia curiosa del periódico, me muestra un video o me recomienda una canción. O recojo un saludo o unas palabras de ánimo que alguien me dejó al pasar por allí. Puedo leer, escuchar música o curiosear por casi cualquier rincón del mundo sin moverme de la silla.

Y entonces es cuando pienso que internet es mi forma de asomarme a la vida exterior mientras estoy en casa. Como la ventana de la abuela Adela.

Grandes inventos de la Humanidad: el llamador inalámbrico de camareros

Ya sé que el título grandilocuente evoca (sólo para las generaciones que conocieron el legendario TBO) a los inventos del profesor Franz de Copenhague, pero éste resulta que existe de verdad. A mí me soprende que a nadie se le hubiera ocurrido antes algo tan simple y tan útil, y que seguramente acabará generalizándose. Últimamente ya lo he encontrado en dos restaurantes a los que he ido, pertenecientes a conocidas cadenas.

Se trata del Pulsa y Voy, un artilugio para avisar al camarero, idea similar a los sistemas que ya se utilizaban por ejemplo en los aviones o en los hospitales, pero inalámbrico, para que pueda situarse sobre las mesas sin complicadas instalaciones.

El pulsador inalámbrico ocupa menos que un cenicero y tiene tres botones: uno genérico pensado para que acuda el camarero (se supone que para pedirle algo), otro para reclamar específicamente que te traigan la cuenta y el tercero es el que utilizan para anular la llamada una vez atendida.

Pulsa y Voy es la marca comercial (creo que de la empresa Vellux) que yo he encontrado instalada las dos veces en que he tenido ocasión de usarlo (y la que creo que ha desarrollado mejor estrategia de marketing utilizando los propios medios informativos) pero se comercializan otros productos similares, como los de Tes, Mmcall, Feberca, etc.

Yo siempre bromeaba diciendo que en las Escuelas de Hostelería enseñaban la asignatura de moverse entre las mesas esquivando miradas. Para los que tenemos tan poca voz y tanta timidez que parecemos invisibles este aparatito es un gran invento.

Tal vez perderemos la costumbre de dar voces diciendo “camarero”, el más educado “por favor” o el más castizo “jefe”… Y perderemos ese gesto universal de escribir en el aire para que nos traigan la cuenta... Pero yo creo que no voy a echar de menos tan arraigadas tradiciones hispanas.

Con el pulsador, mi experiencia es que todo fue muy rápido y sin tener que estar a la caza y captura del dependiente del establecimiento a ver si se dignaba mirarnos.

También creo que es un instrumento muy práctico para los propios empleados de hostelería, que así no tienen que estar constantemente pendientes de las mesas, porque si se les necesita ya les avisa su receptor. En realidad, bien utilizado, mejora la productividad en el negocio.

Bueno, pues ya les he hecho publicidad gratuita, pero me parece que se lo merecen. Yo ya me he hecho un entusiasta del Pulsa y voy y espero encontrármelo cada vez con más frecuencia.

Embajador de Euskadi

Basquetour, la Agencia Vasca de Turismo, ha puesto en marcha una nueva web, Euskadi Saboréala / Euskadi Gozaezazu, que pretende ser un punto de encuentro para los amigos del País Vasco, un portal de participación ciudadana en la difusión de los numerosos atractivos de esa Comunidad.

Yo ya he colaborado en la sección de fotografías de la misma con unas imágenes de Labastida y Laguardia, así como en la sección de enlaces con la entrada de este blog que dediqué al viaje a la Rioja alavesa.

Por ello, he recibido ya el simbólico nombramiento como Embajador de Euskadi y, como además fui uno de los primeros inscritos, me han enviado también amablemente un regalo. 

Ya expliqué anteriormente, en Un tiempo nuevo para Euskadi, mi vinculación con esta tierra y mi sincero cariño hacia el País Vasco. Así que estoy encantado de ser uno más en dar a conocer una Comunidad enormemente rica en naturaleza, monumentos, historia, tradiciones, cultura... Y, a pesar de la dictadura del miedo, rica en personas que merecen la pena.

Memoria del paraíso en el programa radiofónico Es Amor

El texto Memoria del paraíso, que había sido publicado originariamente como relato en este blog, resultó elegido el 28 de julio -tras adaptarse su redacción a forma epistolar- como carta ganadora del día en el espacio nocturno Es Amor, que dirige en esRadio Ayanta Barilli y que en verano presenta Eva Guillamón.

En este posdcast podéis escuchar el texto tal y como fue emitido en el programa. (Como podéis comprobar, hay un par de pequeños errores en la locución: donde la presentadora lee "los inciertos amigos" el texto original decía "los inciertos caminos" y donde lee "el desierto" era "el destierro").

Un interesante estudio (...de una Universidad alemana, ¿eh?)

Siento pisarle el terreno al muy recomendable blog de divulgación científica de Bernardo Rivero, pero no puedo resistirme a compartir esta información. Quien me dice a mí, ahora que llega el verano, que no están ustedes afectados por estos mismos síntomas y viviendo en la ignorancia.

Siempre me han llamado la atención estas investigaciones del tipo de “los que tuvieron un radiocassette en su casa de pequeños tienen un 10 % más de posibilidades de desarrollar alopecia de mayores”. Me pregunto quién toma la decisión de estudiar estas cosas… e incluso quién financia esos útiles e imprescindibles trabajos.

Estábamos en Argentina en marzo cuando Carlitos C. oyó que me estaba riendo yo solo delante de la televisión y se acercó con curiosidad.

- Es que es un estudio científico muy interesante. Escucha, escucha…

Y el presentador del informativo argentino explicaba:

- … Entonces cuando el hombre está estresado, le gustan más tipos de mujeres, lo mismo rubias que morochas…

Yo partiéndome de risa y Carlos C. perplejo:

- Pero ¿qué es esto?

- Que de verdad es un estudio científico… Cuidado, que es de una Universidad alemana, o sea un trabajo muy riguroso.

- Ah, si es de una Universidad alemana, no me digas más, gente muy seria… ¿han dicho qué Universidad?

- No, sólo que es alemana… El estudio demuestra que, cuando los hombres tienen estrés, se sienten atraídos por más mujeres y de más diversos rasgos... En fin, que tenga uno que venir a miles de kilómetros para enterarse de lo que le pasa...

- Tú tienes mucho estrés –cayó en la cuenta-. Te lo he notado cuando vamos por la calle y pasan algunas argentinas

La noticia en el diario Clarín tenía un tono concluyente: “Así lo asegura un estudio realizado por una Universidad alemana, que sostiene que cuando los varones se estresan se sienten atraídos por más y variadas mujeres”. “El estudio sobre psicología de la atracción sexual –continuaba el periódico- fue publicado en 'Proceedings of the Royal Society B' y por el diario 'The Guardian'. Señala que, habitualmente, las personas se sienten atraídas por parejas con rasgos faciales similares a los suyos, pero que –tras una breve experiencia estresante- las preferencias de los hombres cambian para incluir una variedad más amplia de mujeres. Johanna Lass-Hennemann, que dirigió el estudio en la Universidad de Trier en Alemania, dijo que los resultados de la investigación sugieren que los animales pierden sus preferencias de apareamiento normal cuando están bajo estrés. ‘Los hombres tienen una tendencia a acercarse a compañeras diferentes y a calificarlas como más agradables cuando están estresados’, señaló”.

Si lo dice una Universidad alemana, no cabe ponerlo en tela de juicio. Pero, además, el rigor científico del trabajo salta a la vista en cuanto se detalla tanto la muestra como el sistema empleado para llegar a estas conclusiones. No tiene desperdicio: “En el estudio participaron 50 estudiantes heterosexuales que fueron divididos en dos grupos. A los del primero se les pidió que metieran un brazo en un balde de agua helada durante tres minutos antes de comenzar la prueba. Y a los del segundo se les pidió lo mismo pero con agua a temperatura corporal. Los latidos del corazón y los niveles de cortisol, la hormona que se libera bajo presión, indicaron que los hombres en el primer grupo estaban significativamente más estresados antes de la prueba que los otros participantes. En la prueba en sí, a los hombres se les mostró una serie de imágenes en una computadora. Algunas eran de objetos del hogar y otras de mujeres desnudas. Algunos de los rostros de las mujeres fueron alterados digitalmente para parecerse al voluntario u otro de los participantes. A lo largo de la prueba, los científicos registraron ruidos ocasionales para asustar a los hombres, mantenerlos estresados y registrar sus reacciones (…). A los hombres también se les pidió que dijeran cuán atractivas y excitantes eran las imágenes. Mientras que los hombres ‘relajados’ reaccionaron como se esperaba y dijeron sentirse atraídos por mujeres que se parecían a ellos, los varones estresados describieron como más atractivas a las mujeres de facciones diferentes”. 

“Yo con la Universidad alemana a muerte”, proclamó Carlos C. cuando una chica escéptica se atrevió a dudar lo que no es más que pura ciencia: un estresamiento de estudiantes por el procedimiento de frío+susto y una posterior constatación de gustos ante imágenes.

Estoy muy agobiado a causa del trabajo, me lo ha dicho el médico. Pero lo hubiera sabido antes si leyera Proceedings of the Royal Society B y hubiera observado –poniéndome fotos delante o simplemente haciéndome salir a la calle- que me gustan muchas mujeres y que no se parecen físicamente en nada a mí. Qué estrés.

(Ilustración: fotograma de la película Big Shots)

Aún mejor que un masaje en un SPA

Seguro que, si han visto Pretty Woman (¿queda alguien que no?), recuerdan la escena. Vivian (Julia Roberts) no se había sentido muy bien tratada en ciertos establecimientos. Y entonces el acaudalado Edward Lewis (Richard Gere) decide acompañarla. Anuncia a los dependientes que se va a gastar una cantidad disparatada y seguidamente les dice:

- No sé si me han entendido bien: queremos que nos hagan mucho, mucho la pelota.

Y Vivian al final queda encantada de sentirse tan atendida y tan bien tratada.

Cuando llega mi cumpleaños, yo me digo a mí mismo: ya que los dígitos de mi edad siguen creciendo sin remedio los muy cabrones, por lo menos voy a aprovecharme y a dejarme querer.

Y encima tengo dos importantísimas ventajas respecto al personaje de Richard Gere:

1º. Que no tengo que prometer dinero para que las personas que me importan me traten de fábula y me hagan sentir fenomenal. De hecho, confieso que si quisiera ofrecer pasta por ello, no lo tendría nada fácil.

2º. Que no me tratan bien por interés, fingiendo, sino que me felicitan y me hacen sentir querido ¡¡¡con sinceridad!!!

O sea, un lujo impagable.

En fin, que aquí estoy disfrutando, preparado para irme a tomar unas cañas, después de estirarme como un gato mirando los mensajes del muro de Facebook, atendiendo el teléfono de vez en cuando y leyendo correos, en los que mucha gente dice cosas fantásticas sobre mí, que no me creo, pero que me suenan muy bien. Y no importa tanto la cantidad de personas que me lo dicen como la calidad humana de las mismas.

Y esto, ya digo, sin que haya tenido que poner previamente dinero encima de la mesa ni ordenar: quiero que me hagáis mucho, mucho la pelota. Un regalazo, vamos.

(La fotografía es de la celebración de mi 26º cumpleaños, en El Cuchi, y aparezco con tres compañeras de mi trabajo de entonces, M. Paz, Marga y Mayte).

Matilde y Lincoln

Aunque es sabido que soy gatero confeso, después de la muerte de Nico no quería tener por ahora otro gato en casa.

Pero mi amiga V. se tenía que marchar durante unos meses a Londres por motivos de trabajo y me pidió que, si podía, me quedara con uno de sus dos felinos. Le contesté que no me venía muy bien y que seguramente a sus gatos tampoco, por la vida caótica y dispersa que llevo. Pero que, si finalmente no encontraba otra opción, en ese caso me dejase a ambos. En realidad, da lo mismo uno que dos, y me parecía un poco cruel tener que separarlos después de tanto tiempo conviviendo. Ya que tenían que adaptarse a un lugar extraño y dejar de ver a V. unos meses, al menos que se hicieran mutua compañía.

Así que les presento a mis compañeros temporales de piso. El sr. Lincoln es, obviamente, el de la barba blanca. Y Dña. Matilde es la negrita.

V. se presentó en casa con los dos gatos, con todo el equipaje de éstos y con un cargamento de cálidos regalos para mí -velas, vinos, infusiones...- que, sin embargo, me gustan mucho más cuando los compartimos. Me colgó por ahí una frase muy apropiada para mi momento vital: "La hora más sombría nunca dura más de sesenta minutos". Cuando se marchó, me dijo que, como eran pocos meses, como ella vendría alguna vez y como yo también iré por Londres en breve, no nos iba a dar tiempo a echarla de menos... Menospreciaba mi velocidad.

Me alegro mucho de que estos dos revoltosos estén por aquí. Me lo paso bien con sus reacciones y sus trastadas. Ha sido un total acierto no separarlos, porque creo que Lincoln lo hubiera pasado peor en el cambio. Al final, seguro que me dará penilla cuando se marchen. Tendré que ir más a verlos.

A Matilde la conozco desde pequeñaja. Es completamente negra, como casi todos los gatos que he tenido –Set, Suski, Nico…-: a veces pienso que siempre tengo el mismo gato en mi vida. Es atrevida y enseguida curioseó en cada rincón de la casa. Muy inquieta, no para. Y tremendamente cariñosa conmigo: en cuanto me siento o me tumbo, ya la tengo encima.

Lincoln es un gato muy especial. Casi es de doble tamaño que su inseparable Matilde. Tiene mucho pelo (si fuera una oveja de lana, sólo con lo que suelta diariamente podría hacer un buen negocio a espaldas de V.). Es mucho más miedosillo que su compañera: mientras Matilde exploraba el nuevo territorio sin temor, él se estrenó escondiéndose en el recoveco más remoto. A pesar de vivir en un minipiso, durante algunos días me descubrió escondites que no intuía ni que pudieran existir. Le costó ir ganando confianza, pero ahora ya está en su salsa. Va siempre más a su bola, pero cuando quiere que le hagas caso, se acerca a ti muy zalamero y es un auténtico encanto de animalillo.

Un par de días grabé a ratillos algunas de las andanzas de Lincoln y Matilde por la casa y le envié el video a V., para que tuviera un pequeño recuerdo de sus gatos y, de paso, no estuviera preocupada y comprobara que están adaptados a su nuevo hábitat.

Carlitos C., después de ver las imágenes, me dijo que ya no era yo quien dejaba a los gatos vivir en mi casa. Que, a estas alturas, claramente eran los gatos los que me permitían vivir en la suya.

Tiempo para escribir

Decía George Bernard Shaw que no sentía necesidad de escribir igual que no sentía necesidad de respirar. Para mí escribir es algo natural, un mero ejercicio de supervivencia. “Este chico o escribe o se muere”, dijo una persona muy inteligente cuando yo tenía diecisiete años. Lo conté al inaugurar este blog, en Escribir es vivir.

Cuando a la antipática Rosa Regàs le otorgaron el Premio Planeta, declaró algo que me pareció muy atinado. Que emplearía el importe multimillonario del premio en comprar lo que más le importaba: tiempo. Con cierta holgura económica, podía dedicarse con tranquilidad a escribir lo que quisiera, sin verse obligada a asumir otras tareas que le distrajeran de lo que realmente quería hacer.

Echo de menos tener tiempo para muchas cosas. Entre ellas, tiempo para escribir. Por ejemplo, sobre los políticos que defienden blanco con la misma hostilidad militante y la misma simpleza con la que defenderán negro unos meses más tarde. Sobre algunas cuestiones de las que los medios convencionales no hablarán y que a mí como ciudadano sí me interesan. Sobre viajes que me llenaron el alma y de los que tengo acumulados fotografías e historias pendientes de contar desde hace demasiados meses... Escribo en el blog menos de lo que me gustaría, porque las obligaciones profesionales me comen. Y los ratos libres me encuentran tan agotado mentalmente que no tengo la disposición necesaria para pensar y para ponerme a escribir.

No es que no encuentre temas o que la pantalla en blanco me pueda. Todo lo contrario. Buceando dentro de mí, mirando a mi alrededor, leyendo los periódicos o caminando por la calle, se me ocurren todos los días decenas de asuntos sobre los que me gustaría decir algo. Decir algo sin ningún interés, seguramente, pero no se puede pedir todo.

En una hoja anoto a veces aquellas ideas que van surgiendo, para desarrollar cuando tenga tiempo. Luego algunas sí se convierten en una entrada de La nota discordante y las voy tachando. De otras nunca llego a ocuparme, generalmente porque cuando tengo ocasión ya han caducado, por el ritmo galopante de la actualidad. Otra vez el tiempo devorándolo todo.

Sentados cerca del Cañón del Colca, un espectacular cóndor levantó de pronto el vuelo y pasó por sorpresa casi a centímetros de nuestras cabezas. Alguien me dijo entonces que seguramente las mejores fotografías son algunas que no se hacen y te llevas guardadas en tu retina. Yo no sé si las mejores entradas hubieran sido algunas de las que nunca escribí.

Me propuse a mí mismo que este blog tenía que ser un placer, me prometí que nunca se convertiría en una obligación más, porque ya tenía obligaciones más que de sobra.

Y en esas estoy, cuando saco hoy un poco de tiempo para escribir que no saco tiempo para escribir. Coherentemente contradictorio. Como yo mismo.

(Fotografía del autor)

Saramago, in memoriam

"No es verdad. El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración...".

(Viaje a Portugal, 1981).

(Ilustración de Pedro Covo, revista Barman).

Memoria del paraíso

Encontró en sus ojos la misma obstinación por crecer, la misma hambre de vivir. En su guarida, los mismos libros subrayados, las mismas inquietudes. En sus palabras, la misma rebeldía insobornable.

Tuvieron noches de luna y cervezas, de largas conversaciones. Rieron, rieron, rieron. Acarició su pelo, besó sus labios, juntaron sus cuerpos. Y a menudo se les hizo de día con los ojos abiertos.

Soñó en silencio con compartir la isla utópica que ella iba inventando, los inciertos caminos, el riesgo de la aventura y el calor amigo de su hoguera india.

Pero sólo estaba permitido vivir el momento, prohibido asomarse al mañana. Era fácil olvidar esta norma no escrita, tanto como difícil imaginar un futuro sin ella.

Y ella fue quien lo expulsó, mientras apartaba su mirada. Jamás pensó escuchar esa orden de su boca, pero no le sorprendieron los motivos que no dijo. Hacía ya tiempo que en aquel paraíso no quedaba sitio para él.

Había mordido la manzana, claro, pero ésa no era la causa. Si lo fuera, no importarían entonces la herida ni el destierro: por nada ni nadie hubiera renunciado a aquel intenso y jugoso bocado de vida.

(Fotografía del autor: Muchacha en el Café de los Poetas. Buenos Aires, marzo 2010).

Libre te quiero

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
-Agustín García Calvo-

Porque no nos hicimos promesas, prometo ahora que nunca te trataré como territorio conquistado.

Sabré siempre que eres , que no eres mía.

Cada despertar, la vida empieza de nuevo, sin deudas heredadas.

Cada día, intentaré seducirte, intentaré merecerte, intentaré que encontremos motivos para caminar juntos.

Respetaré tus espacios propios y procuraré buscar, contigo, espacios compartidos. Donde nos una el deseo y la complicidad.

Los sentimientos tienen que nacer de la libertad, no de la obligación. No sentimos porque esté escrito en un papel o garantizado con un anillo. Sentimos porque, al abrir los ojos, sabemos que seguimos queriendo querernos. También hoy.

(Ilustración: Mochila verde, de Francisco Mallo).

Vamos a soñar más fuerte

Lo que importa

Estamos dando la vuelta al pueblo, nos detenemos un momento ante la vista panorámica y me pregunta:

- Y así, sin pensarlo mucho, ¿qué te sugiere? Mira tu pueblo y piensa qué momentos que has vivido aquí recordarías.

Y yo le conté tres momentos que recordaba con agrado.

- ¿Te das cuenta de que has pensado en cosas sencillas, vivencias con los demás, que ninguno de los momentos que te han venido a la cabeza tenía que ver con la política, ni con lo profesional, ni con nada parecido…?

- Hombre, también podría recordar algunos momentos gratificantes de ese tipo…

- Ya, pero lo que has dicho es lo que has dicho... Sin pensarlo mucho, de toda tu vida y en relación con el pueblo, los primeros momentos que han venido a tu mente son los que has recordado. ¿Qué te dice eso sobre la importancia de unas cosas y otras, sobre lo que realmente te hace feliz, lo que queda pasado el tiempo…?

- Vale, touché.

(Fotografía de El Hoyo de Pinares: Juan de Pablo Ayuso)

Delibes

En Buenos Aires me llegó la noticia de la muerte de Miguel Delibes y el sentimiento fue de inevitable orfandad. Ya ven que en este blog su nombre siempre estuvo el primero en la lista de enlaces a webs literarias. Delibes era para mí hasta ahora el más importante escritor español vivo y apoyé la campaña para que le otorgaran ese Premio Nobel que no llegó. Pero, además de su valía literaria, admiraba su compromiso con los valores humanos, con el medio ambiente, con la denuncia de las injusticias sociales, que le convertía en una de las plumas más limpias y honestas de las letras hispanas.


El que constituyera para mí una referencia personal tiene también mucho que ver con que mis raíces están en ese mundo rural que tan magistralmente reflejó el autor vallisoletano. Incluso la primera parte de la novela con la que ganó el Premio Nadal en 1947 y se dio a conocer, La sombra del ciprés es alargada, narra las vivencias de un joven estudiante en la ciudad de Ávila, como lo fui yo mismo durante mi Bachillerato.

Cómo no sentirme identificado con El Camino, con Viejas Historias de Castilla la Vieja, o con tantos títulos de su narrativa, donde aparecen esas constantes del universo creativo de Delibes: el hombre, la naturaleza, la soledad, la autenticidad... Cómo no sentirse concernido por Cinco horas con Mario, el monólogo de la mentalidad conservadora, materialista, estrecha de miras, ante un cadáver que es el mudo símbolo del idealismo incomprendido. Cómo no entender la perplejidad del protagonista de El disputado voto del señor Cayo, el choque entre el marketing y la demagogia electoral, por un lado, y, por otro, la riqueza personal que late en el solitario habitante de un pueblo abandonado, que parece tener bastante más que ofrecer –sus valores, su sencillez, su sabiduría popular, su cultura campesina y tradicional- que quienes van a solicitarle el voto con promesas vanas, frases hechas y tópicos electoralistas. Cómo no conmoverse con Los santos inocentes, ese humanísimo alegato contra las injusticias del caciquismo rural de otro tiempo, con un magistral retrato de sus personajes. Cómo eludir la reflexión cuando se lee Un mundo que agoniza, el discurso de ingreso de Miguel Delibes en la Real Academia, el breviario que recoge su lucha contra un falso progreso que implica deshumanización. En sus páginas encontramos la belleza de su prosa, el interés de los datos que ofrecía, el diagnóstico de un mundo que ya entonces había hecho de la competitividad, del materialismo y del consumismo sus motores, el apunte hacia una revolución ética, una apuesta por “ensanchar la conciencia moral universal” y una denuncia de la desalentadora dicotomía que entonces representaban dos sistemas enfrentados, capitalismo y comunismo, que nos hacían elegir entre la injusticia social o la falta de libertades políticas: “el hombre, ciertamente, ha llegado a la luna, pero, en su organización político-social continúa anclado en una ardua disyuntiva: la explotación del hombre por el hombre o la anulación del individuo por el Estado”. Y todo en una obra que contiene ecología, sociología, filosofía y literatura unidas.

En una entrevista periodística decía Miguel Delibes: “El problema laboral me aterra, porque el actual número de parados parece que no ha tocado techo y que se puede llegar a los cuatro millones o cinco millones. Esto me inquieta, sobre todo si pienso que estamos tratando esta crisis (…) como se hace de un modo tradicional: esperando (…) a que las cosas se arreglen. A veces pienso que habría que afrontar esta crisis de un modo distinto, de una manera totalmente revolucionaria”. Por otra parte destacaba que “hoy hablamos de crisis económica, pero nos olvidamos de la crisis moral”. ¿Cuándo creen que dijo esto? ¿hace unas semanas? ¿meses tal vez? ¿un año? No, yo leí y guardé esta entrevista hace más de veinte años, en otra de las crisis cíclicas a las que nos tiene acostumbrados el capitalismo.

Nos queda su obra literaria, que nunca morirá mientras haya lectores. Pero con la desaparición de Miguel Delibes perdemos ese testimonio permanente, esa independencia, un juicio honrado y lúcido de los que tanta falta nos hacen en estos tiempos.

(Ilustración: retrato de Miguel Delibes, por Johann Sebastian Art -María José García Silvestre-).

Flores de Bach

Regreso de Argentina, con desgana y arrastrando los pies. Echo de menos todo lo que dejo atrás. No me gusta lo que voy a encontrarme aquí a corto plazo. Como en el viaje anterior, no me caben en la valija -que dirían allá- los discos, los libros, los dulces, la artesanía indígena, los cachivaches de San Telmo, las vivencias, las risas continuadas de estos días y las montañas de afecto con las que me obsequian cada vez que voy.

Abro el buzón y saco el correo acumulado. Entre cartas de bancos y publicidad de empresas, encuentro un voluminoso sobre que el cartero ha metido a presión. A pesar de que venía muy protegido, se ha roto y derramado por completo un pequeño frasco que alguien me envía. Es el Rescue Remedy, “una mezcla de cinco flores de Bach” que recomiendan utilizar “en caso de inquietud y en períodos difíciles” porque “equilibra rápidamente el estado de ánimo”.

Ya lo conocía. Hace un par de años, el azar me hizo dar con una chica inteligente, divertida, inquieta y soñadora. Con ella compartí algunos pequeños momentos inolvidables, sufrí y disfruté. No sé si ella es consciente, pero por primera vez en mucho tiempo volví a sentirme vivo. Un día, conociendo -y padeciendo indirectamente- mi estrés, decidió regalarme un frasquito de este producto. Durante una temporada lo estuve tomando y luego lo dejé.

Ayer, cuando abrí ese sobre, enviado por una amiga a la que quiero mucho, me encontré el mismo Rescue Remedy, que parece que también consideraba adecuado para mí en estos momentos. Venía acompañado por más regalos y por unas palabras que abrazaban. Da igual que llegara roto: me puedo volver a tomar gotas del frasco anterior, que veo que no ha caducado, o comprar uno nuevo. Lo importante es otra cosa.

Me parece que nunca sabré si estas gotas hacen realmente efecto o no. Pero sí que sé a ciencia cierta que en mí tienen cuando menos efecto placebo. Porque siempre me llegan de manos de alguien que me demuestra su preocupación, su interés, su cariño. Y eso de sentirse querido sí que suele ser altamente curativo.

Que vivan las mujeres

Es un anuncio publicitario, pero el contenido no está nada mal. Hoy, 8 de marzo, me sirve de felicitación. A todas las mujeres.

Poniendo orden

La noche de fin de año, en un pueblecito perdido y nevado, me formulé mis buenos propósitos para 2010. Mientras otros se prometen mejorar su inglés, hacer yoga, ir al gimnasio o comer sano, a mí me tocaba fijar como uno de los objetivos para este año el intentar no autoengañarme.

Ahora ya no me va a quedar más remedio que cumplirlo. Con un aviso imposible de ignorar, con argumentos incontestables, me acaban de poner deberes: tengo que reordenar mi vida. Nada más y nada menos. Pues hala, a bajarse de la burra, con lo que a veces cuesta.

Así que ayer por la tarde me dio por ordenar algunas cosas en mi casa. Sí, ya sé que no es lo mismo ordenar tu casa que ordenar tu vida. Pero es un primer paso para irme mentalizando. Por algún sitio hay que empezar y es más fácil hacerlo por fuera, por lo inmediato que me rodea, que comenzar por dentro de uno mismo, que siempre da más miedo.

Por suerte, parezco casi sanado de mi histórico síndrome de Diógenes y ya no considero que absolutamente todo, cada papel y cada objeto, merezca la indiscutible categoría de recuerdo. Ahora soy capaz hasta de tirar algunas cosas sin demasiados remordimientos. Y la destructora de papel ayer no dio abasto.

Lo de poner orden en mi leonera produce una sensación parecida a cuando antiguamente cambiabas de agenda y, al prescindir de nombres que ya no significaban nada y abrir hueco para nombres recién llegados, te dabas cuenta de todo cuanto calladamente había ido mutando en tu vida.

Ayer, trataba de seleccionar y dotar de alguna sistemática a papeles personales amontonados sin concierto durante meses, mientras lo profesional -que sí exige diariamente un orden inaplazable- invadía casi todo mi tiempo. Y allí estaban, conviviendo hacinados, recibos de suministros, las instrucciones de mi cámara de fotos nueva, un billete del AVE a Barcelona, un saludo afectuoso de Gioconda Belli, la solicitud de abono del Atleti, la página de Flavia Company que leí el día de Sant Jordi, muchas notas sueltas sobre las cosas más variopintas, el anuncio de una conferencia de Galeano, la nota manuscrita que aquella chica metió bajo mi puerta en un hotel, el informe de Ayuda en Acción sobre un proyecto en Honduras, un catálogo de música étnica, un folleto de la ciudad de Lugo, algunos recortes de periódico de artículos que me interesaron, mil y un recuerdos de Argentina y de Tailandia... y así hasta varios kilos de papeles.

Entre ellos había muchos –demasiados- restos de tiempo perdido. Perdido a veces en causas, en proyectos y en personas que ahora sé que no lo merecieron. Aunque quizá todo sea un aprendizaje vital. Estaban también los testimonios de ilusiones en las que sí me he reconocido. He encontrado reflejos de mucho esfuerzo. Y me he topado, claro, con buenos recuerdos: de espectáculos, de cenas, de salidas con alguien, de viajes inolvidables... Hasta tenía -en la era del correo electrónico- algunas cartas postales: felicitaciones convencionales, o cartas divertidas, o cartas muy cariñosas.

Había entre medias muchos papelitos con teléfonos. Algunos han significado algo, otros son perfectamente prescindibles. Y, de pronto, allí estaba: su nombre, su teléfono, su correo. Aquella noche y todo lo que vino después, lo bueno y lo malo. Tenerlo entre mis manos me produjo una sensación extraña, de sentimientos contradictorios pero intensos, de vivencias amontonadas, de enorme ternura. Qué distinta trascendencia puede tener un mismo gesto: una persona te extiende un papel manuscrito y meses más tarde no recuerdas de quién se trataba; otra persona te extiende un papel manuscrito y cambia tu vida.

Desentrañando tan heterogénea montaña, se me ha nublado la mirada en algunos momentos. Me he enfadado conmigo mismo a ratos. Pero también he sonreído abiertamente en varias ocasiones. Me temo que tengo que cuestionar parte de lo que ha constituido mi vida y, como en el If de Kipling, sacar fuerzas para, en algunos aspectos, empezar de nuevo. Y me he vuelto a decir a mí mismo algo que me repito con frecuencia: que soy un privilegiado por las personas que tengo cerca.

(Fotografía del autor)

El vampiro de los pobres

El triatoma infestans, al que los bolivianos y argentinos, entre otros, conocen como vinchuca, es un insecto de color pardo que, de adulto, alcanza unos dos centímetros y que habita fundamentalmente en el Cono Sur del continente americano.

Es una chinche hematófaga: para desarrollarse, se alimenta de la sangre del hombre y de otros animales. Tiene unos hábitos muy parecidos a los de la cucaracha a la hora de elegir su hábitat y buscar refugios. Durante las horas diurnas, la vinchuca permanece escondida y por la noche es cuando sale de su escondite y se alimenta. Cae sobre el cuerpo de su víctima, aprovechando que generalmente estará dormida, y le inocula una sustancia anestesiante. Después, absorbe durante largo rato –aseguran que incluso veinte minutos- toda la sangre que necesita hasta saciarse. Y, cuando está harta, frecuentemente, defeca allí mismo antes de regresar lentamente a su guarida.

En esas heces del insecto habita un parásito, el trypanosoma cruzi. Si la víctima de la vinchuca, como es habitual, se rasca consciente o inconscientemente su picadura, en numerosas ocasiones se estará inoculando ese parásito.

El tripanosoma viaja por el torrente sanguíneo hasta encontrar alojamiento en tejidos musculares o nerviosos. Durante años, a veces décadas, la presencia del microscópico invasor puede ser asintómatica: la persona infectada no será consciente de que lo tiene dentro. Pero cuando se afinca en las células del esófago, del colon, de los nervios, del cerebro, del corazón… se reproduce y forma colonias que agrandan los órganos, que los necrosan o que los obturan, pudiendo causar importantes trastornos o, cuando son órganos vitales, la muerte. Una muerte repentina de alguien que ni siquiera parecía estar enfermo. Esta enfermedad es conocida como el mal de Chagas, por el médico brasileño que lo descubrió.

El mal de Chagas afecta principalmente a los sectores más pobres de las sociedades iberoamericanas, a quienes habitan en infraviviendas, cuyas precarias características constructivas e higiénicas propician la presencia habitual de vinchucas.

Los expertos calculan que 25 millones de personas pueden estar afectadas por el mal de Chagas. Y que esta enfermedad es culpable de unas 50.000 muertes cada año. Las estadísticas son, sin embargo, poco fiables, por las peculiaridades de la enfermedad y por las personas a las que afecta. En muchas ocasiones la infección pasa desapercibida durante largo tiempo. Y las causas de muchas muertes de indígenas por insuficiencias cardiacas no llegarán nunca a ser correctamente diagnosticadas.

¿Ustedes conocían el mal de Chagas? He preguntado a gente cercana y absolutamente nadie había oído hablar de esta enfermedad. (Bueno, una sí, que apenas comencé a describir la vinchuca enseguida me dijo: “el mal de Chagas”. Pero créanme que la Portentillo no cuenta: es un caso único que deformaría la estadística). Por descontado, yo no tenía ni la más vaga idea de la existencia del mal de Chagas hasta que oí una entrevista en la cadena Ser que despertó mi curiosidad y realmente me impresionó.

¿Y esto no les da que pensar? 25 millones de afectados, más de un centenar de muertos cada día... ¿y nunca hemos oído siquiera hablar del mal de Chagas?

Compárenlo ahora con el montaje, alarmista y posiblemente interesado, en torno a la gripe A, una enfermedad comparativamente leve. Desde su aparición, 13.000 muertes en todo el mundo (unas 230 en España). Sólo nuestro país compró nada menos que treinta y siete millones de dosis de vacunas, gastando unos doscientos setenta millones de euros. A eso súmenle el coste de estudios, campañas de prevención (por calificarles ingenuamente con la denominación oficial), programas, etc. Decididamente, vivimos en un mundo donde nos manipulan a través de la información, donde hay intereses muy poderosos e influyentes y donde hay víctimas de primera y de última.

Con todo lo que se ha creado en torno a la gripe A, los laboratorios del mundo se han embolsado miles de millones de euros. Con el mal de Chagas, con ese silencioso genocidio, con esta especie de SIDA de los pobres, todos miran para otro lado… ¿por qué investigar, por qué fabricar fármacos para quiénes no pueden pagarlos?



Pilar Mateo es una científica valenciana. Su padre era propietario de una empresa de pinturas y ella se licenció en Ciencias Químicas y se dedicó a la investigación en ese campo. Esta española comenzó, a partir de su tesis doctoral, a investigar sobre la posibilidad de una pintura insecticida.

Los insecticidas convencionales tienen efectos muy limitados en el tiempo, pero ella acabó dando con la fórmula para fabricar una pintura con microcápsulas de insecticida cuyo efecto duraba dos años.

La doctora Pilar Mateo posiblemente podría haberse hecho muy rica con su patente, para combatir en todo el mundo las cucarachas, las chinches… Pero se cruzó en su camino Cleto Cáceres, un médico boliviano que había visto como el mal de Chagas afectaba a los indígenas y que había venido becado a Valencia para hacer un máster:

- Mi pueblo se muere –le comenzó diciendo.

Pilar Mateo consiguió un convenio con la Generalitat valenciana y con el gobierno boliviano para suministrar su pintura a precio de costo y se fue a poner personalmente en marcha un programa destinado a pintar las viviendas de los guaraníes y protegerles de la vinchuca.

Pilar quedó atrapada por la realidad que vio. Desde entonces y durante años, ha removido Roma con Santiago para implicar a sectores políticos y sociales, a los dirigentes y los pueblos indígenas, para vencer supersticiones entre quienes creían que la vinchuca era símbolo de fortuna o resistencias entre quienes desconfiaban, para vencer los recelos de los poderosos y de sus miserables intereses... Pilar se hizo una más con los indígenas de Bolivia, México y Argentina y acabó implicándose, no sólo contra el mal de Chagas, sino en la lucha contra la miseria y por la dignidad.

El vampiro de los pobres (La esfera de los libros, 2010) narra esta interesantísima y conmovedora historia, la de las víctimas del mal de Chagas y la de quienes le han plantado cara. Charo González Casas, periodista y escritora, ha escrito un libro humanísimo, terrible y hermoso. O quizá ha puesto negro sobre blanco, de forma muy acertada, el libro que cada día están escribiendo Pilar Mateo y sus gentes. Los beneficios que obtiene la doctora por esta publicación los destina al pueblo guaraní boliviano. No les cuento más: léanlo.

(Fotografía de la vinchuca de una web científica y resto de fotografías de pilarmateo.com).

Fotos de Castilfrío


Recientemente, un par de webs han publicado fotografías de Castilfrío de la Sierra hechas por mí.

En su día dediqué una entrada en esta bitácora a la visita que hicimos en el verano de 2008 a Fernando Sánchez Dragó en su casa de esta localidad soriana. Hace algunos meses, me escribió Sonia Fernández, que, a través del Taller de Empleo Soria Local Web, estaba trabajando en un proyecto para dotar a numerosos municipios sorianos de una web municipal. Sonia me pidió autorización para utilizar aquellas fotografías de Castilfrío y le dije, como hago constar en el blog, que todo su contenido es reproducible libremente sin fines comerciales, citando autor.

Pues bien, esa web de Castilfrío de la Sierra ya está activa y, en efecto, han utilizado varias de mis fotografías, así como parte de la información que yo ofrecía en mi artículo. Sonia ha tenido la extrema amabilidad, no sólo de citarme a mí y a La nota discordante en los agradecimientos, sino de marcar cada foto con mi nombre como autor. Le agradezco mucho su detalle y me alegro de que mis textos y mis imágenes puedan contribuir a dar a conocer este pequeño y encantador municipio soriano.

Por otro lado, Javier Redondo, el webmaster de sanchezdrago.com, también me pidió reproducir algunas de mis fotografías de la presentación en Castilfrío de Soseki, inmortal y tigre, como ilustración de un artículo de Rafael Sarmentero. El artículo, titulado Paseo por Castilfrío de la Sierra, lo ha reproducido en la sección de noticias de la web oficial de Fernando Sánchez Dragó y también me cita expresamente como autor de algunas de las imágenes.

(Fotografías del autor. Éstas son nuevas, eran inéditas hasta ahora. Las imágenes a las que hace referencia esta entrada pueden verse en los enlaces indicados).

Eva y Eurovisión

Eva Sebástian, de la que ya hablé en una entrada anterior, aparece entre los candidatos oficiales al Festival de Eurovisión.

Así que, aunque tenga pocas posibilidades porque la distancia en votos es muy grande, yo animo desde aquí a votarla, puesto que el efecto promocional, las posibilidades de que más personas le escuchen, siempre es importante para un artista.

Y no sólo por razones personales, porque sea amiga, porque sea de Ávila o porque yo crea que se lo merezca, sino que objetivamente me parece una canción mucho más apropiada que algunas de las castañas frikis con las que nos han castigado últimamente.

Para votarla o escuchar su canción, hay que ir aquí.

Nuevo diseño de La nota discordante

Como habrán apreciado, La nota discordante estrena diseño. Cuando publico esta entrada, todavía me quedan cosas que añadir y adaptar, pero bueno, al menos ya está implantado.

Hace tiempo que venía pensando en renovar la imagen y en instalar en el blog una plantilla de tres columnas, porque tenía demasiada información abigarrada en la columna lateral.

El blog se puso inicialmente en marcha sobre una plantilla-tipo de las que ofrece Blogger, que luego yo fui modificando y personalizando poco a poco, en plan autodidacta, pero que aun así dejaba mucho que desear desde el punto de vista estético y funcional.

En alguna de mis navegaciones por la red, leyendo información sobre recursos para blogueros, di con Blogsmadeinspain, una de las páginas de Antonio Zambrana, que es quien finalmente y en pocos días ha hecho realidad mi idea, muy satisfactoriamente para mí.

La nueva apariencia mantiene, como yo quería, los mismos elementos de identidad del blog, que eran muy reconocibles y que seguramente les resultarán ya familiares a los lectores –la vieja máquina de escribir, la frase de Gala como leitmotiv…-, pero los inserta en un diseño completamente nuevo y mucho más logrado, con una cabecera más atractiva, con una estructura de tres columnas que sistematiza mejor los contenidos, y con el nuevo elemento visual del cuaderno de notas, que a mí particularmente me gusta mucho.

Como estamos entre amigos y en confianza, lo cuento, por si a alguien le resulta útil. Se preguntarán: siendo un blog puramente personal y no ninguna web profesional, ¿merecía la pena encargar un diseño específico? Pues sí, porque Blogsmadeinspain trabaja con criterio y resultado profesional pero con precio de aficionado, prácticamente simbólico… ¡sólo 26 euros! O sea, un capricho que se puede permitir casi todo el mundo. Por ello, tengo que agradecerle enormemente a Antonio su excelente trabajo y su aguante para materializar mis indicaciones y dar con el resultado que yo deseaba. A quienes quieran tener una plantilla personalizada para Blogger o necesiten cualquier otro trabajo de diseño gráfico, sin duda les recomiendo darse una vuelta por esa útil bitácora o por su complementaria Designmadeinspain.

El espíritu y el contenido de esta casa, La nota discordante, sigue siendo el mismo. Y el anfitrión también. Pero hemos renovado la decoración, creo que notablemente para mejor. Espero que les guste y que se sientan a gusto.

Maleni y su planeta

El principito se sentó en una piedra y elevó los ojos al cielo.
- Yo me pregunto –dijo- si las estrellas están encendidas
para que cada cual pueda un día encontrar la suya.
Mira mi planeta; está precisamente encima de nosotros…
Pero ¡qué lejos está!

Antoine de Saint-Exupery- El principito

Se llama María Magdalena Hernán Obispo, tiene 36 años, es Licenciada en Física… y ha descubierto un planeta.

Maleni, que se dedica a la investigación astrofísica y está realizando su doctorado en la Complutense, andaba un día enfrascada en sus cosas, o sea, analizando la velocidad radial de una estrella o algo por el estilo, cuando ¡zas! encontró por casualidad un nuevo planeta. Lo grande –me parece a mí- es que se dio cuenta del hallazgo. ¿Ven? Los despistados no serviríamos para astrónomos.

Escribía también el narrador de El principito que, además de los planetas que nos suenan a todos –los de nuestro sistema solar-, existen otros muchos y que “cuando un astrónomo descubre uno de estos planetas, le da por nombre un número”. Y veo que no se equivocaba, porque al planeta que encontró Maleni le han llamado el BD-20 1790 b. Ya les vale…

Tiene 35 millones de años. Aunque nos parezca una edad matusalénica, por lo visto, en materia de planetas, esto supone ser muy joven. De hecho, se trata del exoplaneta (o sea, el planeta extrasolar) más joven que se ha localizado hasta ahora en torno a una estrella. Considera Maleni que el hallazgo supone “el eslabón perdido entre una estrella en la que se están formando los planetas y un sistema como el Sol con muchos miles de millones de años”. Parece ser que el descubrimiento permite estudiar un planeta joven en una estrella activa y contribuirá a conocer las fases más tempranas de la formación de los mismos.

Aunque la gente cercana dice que estoy siempre en la luna, en realidad no me llama mucho la atención la astronomía. Así que la noticia de este descubrimiento del que les estoy hablando, como no podía ser de otra forma, me había pasado desapercibida entre las secciones especializadas de los periódicos. Y confieso que no soy yo muy dado a leer tampoco la Astronomy and Astrophysics, revista donde parece que se dio a conocer detalladamente el mismo.

Y, entonces, ¿por qué estoy escribiendo sobre esta historia? Pues porque me encontré ayer, en un rinconcito de un periódico, una carta que escribe Gema Fernández, una amiga de Maleni. Más que reprocharle nada a su amiga, Gema venía, de alguna forma, a reivindicar su trocito del planeta: “Este descubrimiento tiene un poco de todos aquellos que te hemos apoyado, hemos sufrido tu aislamiento, que tu móvil sea un mero aparato que transportas en el bolso, tu cansancio, tus penas y alegrías, tus nervios, tus emociones, tus horas en vela y, sobre todo, te hemos echado de menos”.

Dos ideas me han venido a la cabeza, elementales y poco originales, porque uno es así. La primera es qué poco nos fijamos en la parte más humana, que se esconde detrás del telón de aquello que trasciende públicamente. Y, sin embargo, a mí, que no me había despertado interés el planeta BD-20 1790 b, sí me ha llamado la atención lo que contaba la amiga de Maleni. Pensaba en el tiempo robado al sueño y a las personas cercanas, en las horas de estudio, de investigación, de trabajo, en las decepciones, las ilusiones, la perplejidad, las dudas, la fascinación y la alegría que tiene que suponer lograr un hallazgo como ése y verlo confirmado… Me imaginaba que, como dice Gema, detrás de cada historia de esfuerzo, casi siempre encontramos al lado personas que nos quieren, que nos van apoyando, que comparten nuestros sinsabores y que se alegran sinceramente con nuestros éxitos. Seguramente los amigos de Maleni, su familia, su gente, se merecerán también una porción de este éxito. Añadía Gema que su principal motivo para alegrarse es que “a una persona buena le pasen cosas buenas”. Cuando pueden decir eso de ti, ¡qué grande! ¿no?... Incluso aunque no hayas descubierto ningún nuevo planeta.

Y lo otro que pensaba al hilo de esa carta es algo que ya me habrán leído en otras ocasiones. Tal vez este descubrimiento sólo ocupará espacio en las secciones de ciencia de los diarios o en las publicaciones especializadas y poca gente reparará en lo noticiable del hecho, pero mucho menos en la historia humana que subyace al mismo. Porque los medios de comunicación –y no es asunto baladí- nos siguen presentando cotidianamente como modelos sociales dignos de atención a personas que se hacen famosas simplemente por enrollarse con otro famoso, a personas que se enriquecen muy rápido… Muy pocas veces se presta atención a modelos humanos de tenacidad y de superación, como seguramente quiero pensar que será el de Maleni, a quien no tengo el gusto de conocer. Y que no vengan con el cuento de que ofrecen lo que demanda la gente, porque no es verdad: a veces la gente pide aquello que conoce, a lo que le acostumbran. Los medios deberían desarrollar un papel didáctico y generar otras inquietudes. Hay ejemplos de que se puede hacer. Y que tampoco se justifiquen diciendo que la astronomía es aburrida, porque estoy absolutamente convencido de que un buen periodista sabría hacer a Maleni una entrevista jugosa, interesante y a la vez desenfadada, divulgativa pero a un tiempo divertida... Ahora bien, que, igual que digo eso, también les advierto de que, en cuanto un solo medio de cierto alcance toque el tema de forma atractiva, todos los demás se lanzarán a la carrera, porque el periodismo español funciona con esa originalidad generalizada.

Desde luego, a mí me interesa mucho más conocer detalles del descubrimiento de un planeta a cargo de una investigadora española de 36 años, que conocer detalles de la operación de cirugía estética de la madre de la hija de un ex torero. Vamos, como de aquí a Lima. Bueno, mucho más: como la distancia de la Tierra al BD-20 1790 b, aproximadamente.

(Ilustración: recreación del planeta por su descubridora, tomada de elmundo.es).