Moscú


Aprovechando el puente de Todos los Santos, hice una escapada a Moscú con unos amigos. Dicen que lo más conveniente es contar con más días y hacer el circuito Moscú-San Petersburgo, para conocer también la otra ciudad que durante más de dos siglos fue capital de la Rusia zarista. Pero, en nuestro caso, el tiempo limitado sólo nos daba para visitar un poco la actual capital.

De Moscú –y de Rusia en general- me resultaba interesante, sobre todo, acercarme a la realidad de un país de tanto peso en amplias etapas de la historia mundial, a caballo entre Europa y Asia, e indudablemente lleno de singularidades.

Moscú es una ciudad cargada de historia, cuyos orígenes se remontan posiblemente al siglo XII, aunque como puesto defensivo, muy lejos de su posterior apogeo.

Hablar de Moscú evoca en nosotros, sobre todo, dos épocas bien diferentes: la capitalidad del imperio de los zares entre los siglos XVI y XVIII y la capitalidad del imperio soviético en el siglo XX.

Me llamó la atención que, así como otras naciones del Este europeo, por lo que he visto, han evolucionado de forma notable, Rusia sigue teniendo no pocos comportamientos típicos de Estado policial, demasiados restos de esa mentalidad cuando ya han transcurrido más de quince años desde que desapareció la URSS.

Para entrar en el país, necesitamos obtener previamente visado, lo que se convirtió en un engorroso trámite lleno de peripecias hasta el último momento. El formulario de solicitud me preguntaba si había estado alguna vez en Rusia, cuántas veces y dónde, si conocía a alguien allí, dónde trabajaba yo (con datos de nombre de empresa, dirección, teléfono…), mi puesto de trabajo concreto, qué días exactos iba a estar en Rusia y en qué ciudades, etc., etc. Las tarjetas que abrían las puertas de nuestras habitaciones del hotel sólo estaban activadas para un día (a pesar de que la reserva era efectiva para varios); después comprobaron que seguíamos allí y volvieron a recargarlas. Tuve la sensación de pasar más controles policiales y del ejército en menos de cuatro días que a lo largo de toda mi vida. El macro-hotel, construido para las Olimpiadas de Moscú de 1980, conservaba la estructura de control propia de la época: había un vigilante en cada zona de ascensores y estaba compartimentado, de forma que no podías acceder a todas las zonas y que para ir, por ejemplo, de la planta 16ª a desayunar a la 2ª, necesariamente pasabas nuevamente por la planta baja y por la mirada del vigilante. Todas las puertas de acceso exterior -¿hace falta decirlo?- eran giratorias y se bloqueaban si intentaba salir o entrar demasiada gente a la vez. En un concierto de música al que asistimos había personas encargadas simplemente de bloquear los pasillos entre las butacas (?), otros de custodiar el escenario… El caso es que a mí llegó a resultarme agobiante, ahora que será mucho más light y estando sólo unos días, así que me imagino cómo debía ser el control asfixiante en la etapa soviética y para quienes vivieran allí de forma permanente. Yo creo que en el fondo ahora nadie vigila ya nada en serio, pero no pueden dejar a tanta gente desempleada en un país donde toda la población trabajaba para el Estado.

Y ésta es la segunda impresión que me despertó curiosidad, la organización y la mentalidad funcionarial de la población. En una nación donde todo el mundo era antes empleado de un Estado omnipresente, hay aún personas con ocupaciones aparentemente absurdas, o cuando menos improductivas y antieconómicas desde una mentalidad occidental. En el hotel, no menos de media docena de recepcionistas se encargaban de recoger el pasaporte e inscribirte. Pero luego para devolverte el pasaporte había otros, cometido que se desarrollaba en mostradores diferentes, al más puro estilo burocrático de una ventanilla para cada cosa en lugar de una recepción convencional. Había empleados que aparentemente vigilaban, como ya dije, presencialmente y con un monitor, cada zona de ascensores. En lugar de existir una sola tienda en el hotel, que podrían haber atendido una o dos personas, había varias microtiendas, cada una de un tipo de género y atendidas por señoras distintas. Otra mujer se encargaba del guardarropa ¡durante el desayuno! (ni que decir tiene que, los pocos que bajaban a desayunar con ropa de abrigo y no la dejaban en la habitación la colocaban a su lado sobre una silla), dos mujeres más tenían por cometido anotar cuál era la habitación de los que entraban al comedor, una estaba permanentemente apostada junto a la máquina de zumos para ir reponiendo... Otra buena señora debía tener por misión vigilar los baños (no le vi otra explicación a su presencia, sentada permanentemente junto a la puerta de los mismos todo el día)… y así. Obviamente, de todos estos empleados que cito ya se imaginarán que ninguno tenía demasiado agobio de trabajo que digamos, más bien parecían en actitud de ver pasar los años hasta que les llegase la jubilación.

El vuelo Madrid-Moscú tardó alrededor de cinco horas y, además, cuando llegas a Moscú son dos horas más tarde que en España, con lo cual pierdes buena parte de un día en el desplazamiento, aunque lógicamente ganas esas dos horas a la vuelta.

La moneda, el rublo, no está en los sistemas monetarios internacionales, por lo que el tipo de cambio se establece administrativamente. No se consiguen rublos con facilidad fuera de Rusia ni éstos tienen ninguna utilidad una vez que abandonas el país. La unidad fraccionaria, el kopek (una centésima de rublo), es ya despreciada por los ciudadanos rusos (como pasa aquí con las monedas de un céntimo o peor).

Aunque aprendas algunas palabras en ruso, sólo te sirven para el lenguaje verbal. Conocer cómo se pronuncian no te vale de nada para descifrar rótulos, salvo que seas muy aplicado y aprendas también a leer el cirílico. No obstante, como en todas partes, en ciertos establecimientos y entornos turísticos te puedes manejar en inglés… y siempre con el universal idioma de los gestos.

A la hora de comer, el ruso y el alfabeto cirílico, como imaginarán, no los entendíamos nada y las traducciones de los platos al inglés no siempre eran muy ilustrativas pero, sobre todo, no controlábamos el tamaño habitual de las raciones de lo que estábamos solicitando, con lo que el resultado fue un tanto surrealista en alguna ocasión. Hubo un día en que pedimos cada uno un primero y un segundo, sí, perfecto, hasta ahí todo correcto, pero aproximadamente como si en España un grupo de turistas hubiera pedido para cada persona unas judías con chorizo y oreja de primer plato, un chuletón con patatas fritas de segundo y una paella de marisco en el centro de la mesa para compartir. La rusa nos debió tomar por la familia de Obélix y ni se molestó en advertirnos de que nos estábamos pasando de largo. En mi caso, me comí de primero una super ensalada que tenía de todo y con la que yo –a pesar de ser más bien tragoncete- ya me daba por enteramente satisfecho. Hubiera renunciado al segundo si no lo hubieran tenido preparado, porque me temía lo peor. Y lo confirmé: aparecieron con una fuente alargada –para mí solo- conteniendo una parrillada de carnes variadas con una amplia guarnición de patatas y de vegetales. Mientras tanto, para completar el desaguisado, Cristina, de seis años, miraba extrañada a su padre mientras le servían el segundo plato:

- Papá, ¿dos sopas?

A mí me entró la risa tonta y casi me atraganto. Efectivamente, dos sopas gigantes, una en la que yo creo que echaban todo lo imaginable (piensen en cualquier alimento que se les ocurra, seguro que estaba incluido en aquella sopa), y luego unos raviolis caldosos rellenos de no sé qué. La pobre se comió sus sopas resignadamente y como pudo. Un cielo.

El corazón del barrio más antiguo, el Kitai Górod, y de la propia ciudad de Moscú es la Plaza Roja. El nombre no guarda relación con el comunismo, es mucho más antiguo. Proviene de la voz rusa krasnii, término que quería decir originariamente bella (sería, pues, la Plaza Bella) pero que luego ha venido a significar roja. La explanada tiene unos 500 metros de longitud y se originó cuando Iván III mandó derribar a finales de siglo XV todas las edificaciones que había delante del Kremlin. A lo largo de siglos, ha visto de todo: fue mercado y ha sido escenario de manifestaciones populares, actos religiosos, actos culturales, conciertos, desfiles, discursos políticos y ejecuciones.

urante nuestra estancia andaban por allí con los preparativos para los actos de la nueva fiesta nacional, el Día de la Unidad Nacional, el 4 de noviembre. Es la fecha en la que se venció al invasor polaco en 1612, aunque la mayoría de los moscovitas desconocían por completo qué se celebraba, al ser una fiesta instaurada muy recientemente y sin ningún arraigo popular.


Antes la fiesta nacional tenía lugar el 7 de noviembre, aniversario de la Revolución de 1917, de la que este año se cumplían precisamente 90 años. De hecho, algunos que añoraban el pasado prefirieron ir anticipando ya la celebración de esa otra efeméride.


En la Plaza Roja está el emblemático edificio de ladrillo rojo del Museo Histórico.

En la calle de atrás, la Plóschad Maneznaya, frente a la parte posterior del edificio, se erige la estatua del mariscal Georgi Zukov, uno de los héroes de la segunda guerra mundial.

En esa zona, la entrada a la Plaza es la Puerta de la Resurrección, con sus torres gemelas rematadas por capiteles verdosos y en cuyo interior hay una capilla de la Virgen Iveriana. Es una reconstrucción hecha en el siglo XX de la originaria del siglo XVI y que había sido demolida en 1931.

En los alrededores, se dan cita vendedores de todo tipo de recuerdos: monedas antiguas, distintivos militares soviéticos, los típicos gorros rusos o las célebres muñecas matrochka de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Incluso por allí había unos ingeniosos disfrazados de Lenin y del zar Nicolás por si querías hacerte una foto con ellos.

También en la Plaza está el Mausoleo Lenin. En contra de sus propios deseos y de los de su viuda, las autoridades soviéticas decidieron conservar momificado el cuerpo del que fuera el gran líder bolchevique durante la revolución de octubre y primer presidente soviético, Vladimir Illich Uliánov, conocido como Lenin. Ninguno de mis acompañantes quiso esperar cola para ver el cadáver embalsamado de este personaje histórico, pero a mí me pareció que son oportunidades que posiblemente no se repitan, así que les dejé tomando unas cervezas mientras fui a visitarlo.

El mausoleo es una pequeña pirámide de granito rojo y labradorita negra. En el interior, a un nivel inferior al suelo de la plaza, se conserva, en una dependencia oscura, la urna de cristal, suavemente iluminada, con el cuerpo de Lenin embalsamado, de cuya conservación se ocupa un laboratorio. Durante unos años dicen que se expuso también el cuerpo de Stalin, pero tras la desestalinización del país y la llamada autocrítica severa en la etapa de Jruschov, se retiró y fue enterrado en los jardines de la parte posterior del mausoleo, junto a la muralla del Kremlin. Allí están también sepultados otros presidentes de la URSS más cercanos a nosotros en el tiempo, como Bréznev, Andropov y Chernienko, cada uno con su respectivo busto como recordatorio y unas flores artificiales. En este lugar honorífico yacen igualmente los restos de 400 figuras ilustres de la época soviética, entre los que cabe citar a Yuri Gagarin (el primer astronauta), el escritor Máximo Gorki o el periodista estadounidense John Reed, autor de Diez días que conmovieron al mundo (¿recuerdan? era el personaje de la película Rojos, dirigida y protagonizada por Warren Beatty).

Yo pensaba que el único lugar dónde no se podían hacer fotos era el interior del mausoleo y cuando salí de la pirámide, saqué alegremente mi cámara. De hecho, llegué a hacer una foto con absoluta normalidad, porque coincidió que el soldado de la zona estaba de espaldas y no me vio. Pero, antes de que hiciera la segunda, me cazaron. En un momento dado, una mano llegó por detrás de repente y me sujetó fuertemente la muñeca. El soldado, dándome una charla en ruso enfadadísimo –o eso al menos parecía-, me arrebató la cámara y comprobó minuciosamente y sin soltarme que estaba apagada. Luego me conminó a guardarla -esto lo entendí porque fue por gestos- mientras yo no tenía que fingir cara de perplejidad: realmente era mi gesto espontaneo en aquel momento. Ya me veía deportado a Siberia. O, como poco, sn cámara o sin fotos del viaje. El caso es que no se entiende mucho la prohibición: se trata de un jardín exterior que se ve en buena parte desde fuera, porque sólo está protegido por una cadena, con lo cual con un objetivo decente puedes sacar fotos desde la propia Plaza Roja.

En la Plaza Roja están también los GUM, los Grandes Almacenes del Estado, que ahora es un gran centro comercial con marcas europeas –la inevitable Zara entre ellas- y establecimientos de hostelería de estilo occidental. Algunos dicen que es la galería comercial más hermosa del mundo. Allí debe de ser típico que vayan las recién casadas a hacerse fotos en las galerías de los GUM con su traje de novia, porque nos encontramos a varias.

Sin salir de la Plaza, tenemos la pequeña Catedral de Kazán, una reconstrucción de la originaria, que fue demolida en 1936 y que albergaba el icono de la Virgen de Kazán, a quien se invocaba en la campaña militar contra los invasores polacos.

Pero la mayor maravilla de la Plaza Roja y posiblemente de Moscú, para mi gusto, es la Catedral de San Basilio, un edificio del siglo XVI que, con las típicas cúpulas bulbosas rusas y lleno de colorido, parece de película de Disney.
La ordenó construir Iván el Terrible y la diseñó el arquitecto Postnik Yakovlev. La leyenda dice que le mandó cegar para que no crease nada de hermosura semejante (esto ya la he escuchado en varios sitios del mundo y referida a varias obras).

Realmente la catedral estaba consagrada en su origen a la Intercesión de la Virgen, aunque la veneración popular por San Basilio el Bendito, que fue enterrado allí y al que se dedicó una de las capillas, hizo que se fuese cambiando la denominación con la que es conocida.


Delante de la catedral está la estatua que representa a Minin y Pozarski, dos heroes populares de la resistencia frente al invasor polaco en el siglo XVII.
Junto a la Plaza encontramos el Kremlin, un recinto amurallado que fue primero ciudadela de los zares y más tarde cuartel general de la Unión Soviética, por lo que en la práctica ha dominado la vida rusa durante siglos.


La torre del Salvador, que da a la Plaza, era antes la entrada principal del Kremlin. Hoy, el acceso más frecuente es por otro lado, atravesando el puente y el arco de la Torre de la Trinidad, la más alta, con 76 metros de altura.

Al entrar nos encontramos a la izquierda la Armería Estatal, edificio del siglo XIX que hoy es un museo que alberga las colecciones estatales de arte y de joyas.
A la derecha, tenemos el Palacio Estatal, que acogía los Congresos del Partido Comunista de la Unión Soviética y en cuyo inmenso auditorio acudimos una noche a una actuación de ballet folclórico que congregó a unas cinco mil personas.
También está en el recinto del Kremlin la Administración Presidencial, el mismo edificio donde estuvieron antes las oficinas del Soviet Supremo.

En la arquitectura civil, destaca también el Gran Palacio del Kremlin, levantado en el siglo XIX como estancia de los zares y que incorporó el Palacio Facetado y el Palacio Térem. Albergaría después las sesiones del Soviet Supremo y hoy se utiliza para recepciones políticas y diplomáticas.

Dentro del Kremlin, la Plaza de las Catedrales agrupa, como su nombre indica, a varios edificios religiosos de notable interés.

La catedral de San Miguel Arcángel (s. XVI, aunque levantada sobre una construcción anterior) alberga las sepulturas de los que fueron zares y príncipes desde 1340 hasta el traslado de la capitalidad a San Petersburgo. Como todas las iglesias ortodoxas rusas que vimos, estaba completamente recubierta por frescos en todas sus paredes y techos.

La catedral de la Anunciación (s.XV) es la de más puro estilo ruso (el resto de las catedrales del Kremlin fueron obra de italianos), también decorada al fresco en todo el interior y con un ambiente de más recogimiento.

El Palacio del Patriarca (s. XVII) fue residencia de los líderes de la Iglesia ortodoxa rusa. Hoy es un museo de artes aplicadas y alberga también muestras permanentes sobre la historia del palacio y sobre la vida en el siglo XVII.

El campanario de Iván el Grande (s. XVI) pasaba por ser el edificio más alto de Moscú, con 81 metros de altura (yo creo que hasta que le superaron los rascacielos gemelos, que luego citaré), gracias a la torre de la Asunción, de cuatro plantas y rematado por una cúpula dorada.

La campana del Zar, de 200 toneladas, cayó en 1701 durante un incendio. La zarina Ana ordenó fundir una nueva con los restos de la antigua, pero aún estaba en proceso de fabricación cuando se produjo un nuevo incendio. Un trozo desprendido, por acción de agua fría sobre el metal caliente, se expone hoy a los visitantes en el suelo, junto a esa campana, dicen que la mayor del mundo.

Pero el edificio más importante de este conjunto es la catedral de la Asunción (siglo XIV), la principal iglesia moscovita, donde se coronaba a los príncipes y se daba sepultura a los metropólitas (una especie de obispos) y los patriarcas (la principal cabeza) de la iglesia ortodoxa rusa.

El estilo es una fusión de lo renacentista con elementos tradicionales de la arquitectura rusa. Si el exterior es precioso, el interior es imponente, con los dorados, la decoración pictórica y algunos elementos destacables como el tabernáculo, la cátedra del patriarca y el trono real de Iván el Terrible.

Fuera del recinto del Kremlin, hay otros edificios religiosos de interés. En las inmediaciones de la Plaza Roja está Ulitsa Varkava, una calle del que fue barrio comercial y en la que se levantan varias iglesias destacables, como la de San Máximo, la de Santa Bárbara o la de San Jorge, con sus cinco vistosas cúpulas.


Uno de los principales lugares de culto es hoy la Catedral de Cristo Salvador. El edificio originario (s. XIX) había sido volado por orden de Stalin en 1931 y su solar fue ocupado durante años por una piscina cubierta, aunque en el subsuelo quedaron restos, que ahora albergan el museo. El templo actual se reconstruyó a partir de 1994 y desde sus cúpulas se tienen muy buenas imágenes de la ciudad.


En Moscú encontramos siete edificios gemelos, levantados en los años cuarenta y cincuenta por el régimen comunista para impresionar al mundo. Son rascacielos de un estilo que se conocería como gótico-estalinista. Dos son hoteles, dos son edificios de viviendas, dos son Ministerios y el que vemos en la imagen es la Universidad Estatal.


Un punto de interés al visitar Moscú es, sin ninguna duda, el metro de la ciudad, muchas de cuyas estaciones son, en su interior, un auténtico monumento, con mármoles, mosaicos, esculturas, lámparas… Se comenzó a construir en 1931, con la participación del Ejército Rojo y de miles de voluntarios de la Joven Liga Comunista. Aunque los trenes están algo anticuados, la extensión de la red –más de 165 estaciones-, la frecuencia de paso -1 ó 2 minutos, salvo en las horas en que disminuye el tránsito de viajeros- y el servicio en general lo convierten en un sistema de transporte público muy eficiente.


Nos llamó la atención una curiosa tienda: la Galería de Alimentación Yeliseev, en el barrio de Tvserkaya, por su decoración interior tan suntuosa.

El célebre Teatro Bolshói (del siglo XVIII, aunque reconstruido tras un incendio en el XIX) es centro de ópera y ballet con un gran prestigio internacional y que lamentablemente no pudimos ver por encontrarse cerrado al público por remodelación.

Junto al mismo, en la llamada precisamente Plaza de los Teatros, están también el Teatro Mali (teatro pequeño) y el Teatro Académico de la Juventud Rusa. Por toda la ciudad hay taquillas para los conciertos y demás espectáculos de la intensa actividad cultural de la ciudad. La educación artística sí se potenció extraordinariamente durante el período comunista y parece que ha dejado una importante huella.

Es también mundialmente famoso el Circo de Moscú.

En la ciudad no parecen tener problema con la llamada memoria histórica en relación con los símbolos. Con independencia de que el país no se plantee la vuelta a un pasado superado, la Rusia de hoy se muestra respetuosa con su historia y con los restos monumentales de la URSS, de manera que conviven los símbolos actuales con estatuas de Marx, Engels, Lenin o distintos monumentos de la etapa soviética.

Obviamente, nos quedaron muchas cosas por ver, museos, calles, edificios… y sobre todo, hubiera resultado curioso mezclarnos más con la gente, aunque no es fácil por el idioma y porque tampoco nos parecieron muy accesibles ni simpáticos. Una persona me decía que no es cuestión de carácter, sino de estado de ánimo: padecen precios como los de aquí o más caros, pero tienen que afrontarlos con los reducidos sueldos de allí.

Como suelo decir, cuatro escasos días y una simple entrada de un blog no dan para mucho más.

Dentro del apartado de fotos anécdóticas, como verán actuaba por allí este joven:


A los amigos que me preguntaron por las rusas les confirmo que, efectivamente, son muy guapas o, al menos, de un tipo de belleza que para nosotros es muy llamativa. Si ven el comentario sobre las checas, aún se queda corto al lado de las espectaculares jóvenes rusas . Y para quienes me preguntaban malévolamente que si me iba a buscar una novia rusa, decirles que sí, que de hecho la encontré como pueden ver en la imagen:

Y la respuesta a otra pregunta que todo el mundo hace cuando le comentas que has estado en Moscú: sí, hizo bastante frío, helado y cortante, veinte grados menos de lo que se registraba en las mismas fechas en Madrid. Aunque, para un abulense, nada especialmente sorprendente si vas debidamente abrigado. Sólo nos nevó un poco el último día. Comenzaron a caer los copos, como quizá se aprecie un poco en la foto, cuando estaba en un mercadillo de artesanía, ya a escasas horas del regreso.

Sin duda, mereció la pena la escapada. Lo pasamos bien, echamos nuestras correspondientes risas a propósito de mil situaciones y conocimos muchas cosas curiosas e interesantes. Viaje muy recomendable.

(Fotografías del autor, excepto las que aparece el propio autor -hechas por Mario Marín- y la del cuerpo embalsamado de Lenin -ya saben, no se podían hacer fotos en el Mausoleo-).

20 comentarios:

Elyon_Lannister dijo...

Muy bonito Moscú, las fotos preciosas.
¡Me encantaría visitarlo!
A ver qué tal el año que viene.
La crónica muy interesante, te envidio jeje.

Ais yo estudio Derecho jeje (es que acabo de leer tu perfil)

¡Saludos!

Anónimo dijo...

Jooooooooooooooooooooooooo, me avisaste con tan solo dos días para reaccionar y lo de gestionar el visado se me hizo cuesta arriba.

Pero, como me hubiera gustado hacer ese viaje.
Por lo que cuentas debe ser la caña, me imagino que la sociedad moscovita debe tener todavía el peso del Gran Hermano metido en los huesos. Fueron muchos años, demasiados……

Para los siguientes avisa con tiempo, joeeeeeee.

Por cierto, estas muy mono (en el mejor sentido de la palabra) en la última foto.

Carlos J. Galán dijo...

Lady Elyon, si te apetece, échate un vistazo al viaje de Praga. Si te han gustado estas fotos, te encantarán las otras, Praga es la capital mágica de Europa como decía André Breton.
http://carlosjaviergalan.blogspot.com/2007/10/praga.html

Campanilla, cómo hubiera molado que te vinieras. Te habría gustado la ciudad, seguro. Y las risas con los rusos y las rusas se hubieran multiplicado por diez... Valeeeee, lo del comentario sobre la última foto compensa el anterior ;-) . Si en realidad la he puesto por eso, porque dentro de lo que hay (que milagros no se pueden hacer) más o menos da el pego (si te das cuenta, no tiene ningún interés ni se ve nada de la ciudad). Ya tengo reservado viaje para Nochevieja y uno previsto para la próxima Semana Santa, pregúntame cuándo nos veamos y te cuento, luego no digas que no te aviso con tiempo. Y para el puente de diciembre ¿hacen unas cañitas por Lavapiés o no? No es un destino tan exótico peroooo...

Anónimo dijo...

jajajaja está bien tu novia rusa, aunque la veo muy pensativa y creo que pasando un poco de ti

Anónimo dijo...

Hello,

Envidia, y de la más insana (que por definición no es un sano sentir), aunque, mejor dicho, no, envidia no porque no es pesar por el bien ajeno sino alegría por el viaje que tan bien describes. Recuerdos... sería más apropiado. Hace 27 años estuvimos aprovechando las Olimpíadas. Y ganas de ver tanto que siempre a uno le es imposible por la premura.

Enhorabuena por la calidad del texto, y las fotos. Buen reportaje. Me alegro.

P.S.: http://www.youtube.com/watch?v=tBJb0QQTIWc&feature=related

Un saludo

Anónimo dijo...

LASTIMA DE ESAS DOS HORAS DE DIFERENCIA, SEGURO QUE TE SIRVEN DE EXCUSA (ME FALTO TIEMPO PARA....)

Anónimo dijo...

¡Estupendo el recorrido por Moscú!, la verdad es que me han entrado muchas ganas de conocerlo.............iré buscando un hueco.

Muy bonitas las fotos, a pesar de..............., y fantástico el relato.

¿por qué no escribes una novela? te lo repetiré toda la vida.

Deschampsia antarctica dijo...

Disculpa por no opinar sobre este post, pero me encantaron los enlaces que tienes a webs literarias, todos esos escritores que adoro...Solo queria decirte esto.

Anónimo dijo...

Para el puente de Diciembre, como ya te comenté, me toca pringar en el curro.
Estaré todos los días en Madrid
:´-(
Nos mantenemos en contacto para organizar unas cañitas.
Gladis, te apuntas a unas risas?????........

maria gemma dijo...

Carlos me encanta leer tus articulos sobre los viajes que realizas, nos lo cuentas de forma diferente sin olvidar los detalles, en cuanto se pueda Moscú sera uno de los lugares a los que vayamos.

P.D. Por cierto nosotros no celebramos la Navidad, tal y como mucha gente la entiende, ya que somos ateos.
Con respecto a las luces de Navidad me explique mal, aqui aun no las han puesto, de lo cual me alegro, menos derroche energetico.
Cuando vamos a la ciudad alucinamos con semejante derroche, por muy bonito que parezca, aunque si que nos gusta ir al teatro.
Soy ecologista y pertenezco a una asociación.
Un saludo

Anónimo dijo...

Maaaaadre mía, Carlos, que agotamiento.

Desde luego la descripción es perfecta, me has trasladado a Moscú casi igual que lo hace Anna -la del Chino- cada vez que viene a España. Por cierto, por guardar tus cambios de planes en el bolsillo te perdiste la oportunidad de contar con la mejor guía que podrías haber encontrado allí (y aquí).

Ya veo que mucho quejarte del vodka Nytnhka pero te marcó ¿eh?

¿Qué habla Campanailla de cañitas? Digo yo que habrá que tomárselas de inmediato; Madrid en este puente puede ser un espectáculo de serpentín y tapitas.

Aprovecho tu crónica para compartir un recuerdo de mi adolescencia ramireña: "Queremos igualdad, base rusa en Alcalá".

Carlos J. Galán dijo...

Deschampsia, me alegra que compartas valoración por esos autores. He tenido que consultar el significado de tu nick pero, vaya, había acertado lo que pensaba que era. Me ha gustado mucho tu blog, te visitaré.

Campanilla, ya estamos organizando esas cañas del puente, a ver si somos capaces. A mí me viene mejor el viernes noche, pero si es cualquier otro día, sabiéndolo con antelación intento ajustarme.

Hola, M. Gemma, sí que te había interpretado mal, pensé que -a pesar de tu sensibildiad ecológica-te habían gustado las luces de la ciudad. Y no digo yo que no sean bonitas, pero como te decía me parece un tremendo exceso, multiplicado por miles de ciudades del mundo, y además encendidas desde el mes de noviembre: un elemento simplemente para incitar al consumismo.

Finisterre, eso es culpa de mi memoria de pez, estaba convencidísimo de que te había comentado que ya no íbamos a Estambul y que íbamos a Moscú. Son síntomas de viejo: o no cuento las cosas o te cuento lo mismo ocho veces. De todas formas (pensando que sí te había dicho lo de Moscú) recuerdo ahora que en algún momento se me pasó por la cabeza la posibilidad de preguntarte por Anna, pero me pareció que, no habiendo coincidido antes en Madrid con el Chino y con ella en unas cañas, era un poco fuerte presentarnos allí. Y tampoco sabía si era de Moscú o de cualquier otra parte, sólo sabía que era rusa. De todas formas, si ves que procede pásale el articulillo, a ver qué opina de la visión que saqué (supongo que no compartirá algunos comentarios que hago sobre los rusos, pero...). Por cierto, en justa correspondencia por la invitación que me hiciste hace unos meses, nada de coleccionismo, espero que abras la botella y te tomes el puto vodka de 40 grados en mi presencia; no te preocupes que yo llamaré a la ambulancia, que para eso estamos los amigos :-)

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Qué envidia das! Con este publireportaje, documentado y ameno, creo que ya ir a Moscú es ir a un lugar conocido, gracias a tí. Así que, si acaso fuera algún día, llevaría la Guía-Carlos, en cualquier caso.

Las fotos preciosas.

Un abrazo

Rosa dijo...

Me ha gustado mucho tu reportaje sobre Moscu. Yo he vuelto hace 15 dias y me ha encantado, estoy organizando las fotos y todavia estoy emocionada con el viaje. Me siento muy identificada con la forma en que comentas la visita.

Escribes muy bien Carlos

Un saludo

Carlos J. Galán dijo...

Gracias a ti, Rosa. Me alegro de que te haya gustado el reportaje. Y me alegro mucho más de que hayas disfrutado tu viaje.
Me sigue sorprendiendo cuando la gente sigue encontrado en Google estas croniquillas que hago de mis viajes y se ve reflejados si han estado o incluso, antes de ir, por lo que me cuentan, los utilizan para hacerse una primera idea general antes de ampliar en guías más voluminosas.

Saga dijo...

Felicidades por el blog. Soy estudiante de Historia del Arte y llegué aquí por casualidad, buscando información sobre la Catedral de San Basilio. Me pasaré alguna que otra vez más a curiosear...

Carlos J. Galán dijo...

Hola, Saga
Yo seguramente no te habré aportado gran cosa para alguien que es estudiante de historia del arte. Sólo recojo mis impresiones personales y, a veces, algo de lo que haya oido o lo que pueda haber leido. Pasa cuando quieras, estás en tu casa. Saludos.

Anónimo dijo...

Emplos absurdos ¿no hay mayor absurdidad que un 20 % de parados?

Mentalidad policial. ¿Tanta como la de EEUU en la que comunistas, enfermos de sífilis, García Márquez, etc no pueden entrar?
Más vale no poder entrar en Moscú que no poder salir de Guantánamo, como teme el de Wikilis...

¿Ha intentado entrar en Israel?

Demasiado prejuicio para continuar leyendo.

Acabamos de salir del 3er mundo y ya vamos prodigando lecciones allá y acullá.

Como decía una camiseta pepera:

Antes ser español era una escusa. Ahora es una responsabilidad".

Carlos J. Galán dijo...

Hola, anónimo.
Un 20 % de parados no es absurdo, es intolerable. Un sistema que genera crisis cíclicas como algo estructural, que condena a 2/3 de la humanidad a la miseria... es un fracaso.
Lo de EEUU lo comparto y en Israel no he intentado entrar pero hay ejemplos históricos a mansalva de que no sólo es un Estado policial sino que ha practicado el terrorismo de Estado.
Pero eso no quita para que refleje lo que me vi en Moscú. Sin prejuicios, es lo que yo mismo vi en ese momento. Y mi impresión es que sobrevive una mentalidad policial y funcionarial. Y por supuesto expreso una mera opinión personal, yo nunca pretendo impartir lecciones a nadie.
Gracias por su opinión y un saludo.

Camila dijo...

Nunca he ido a Moscu por las enormes distancias que hay pero la verdad que al ver estas imágenes me dan muchas ganas de ir y por eso quisiera obtener promociones vuelos para llegar a mi destino a un buen precio