Vivimos en el mundo de los exigentes. Y, lo que es peor, de los exigentes a menudo sin necesidad. El mundo del “apáñate como puedas, pero lo quiero de inmediato”, del “búscate la vida, pero lo necesito ya”. Nos falla mucho lo de ponernos de vez en cuando en el lugar del otro.
A mí me habían contado que cuando dirigías tu despacho eras tu propio jefe, pero no es verdad: tienes muchos jefes. Cada cliente es un jefe. Y, además, te dan órdenes contradictorias o descoordinadas, porque cada uno de esos jefes sólo cuenta con su propio encargo, no sabe el trabajo que te han encomendado los demás.
Hace unos años llamabas por teléfono a alguien, le dejabas recado y te parecía razonable que tardase horas o incluso un día en devolverte la llamada. Ahora, con los móviles, creemos tener un derecho absoluto e indiscutible a localizar a todo el mundo al instante. Y si no está disponible en ese mismo momento, nos sorprendemos o hasta lo recriminamos. Y así actuamos para casi todo. Nos comportamos siempre con prisa pero, ¿cuántas veces de verdad nos urgen las cosas y cuántas otras estamos todos imponiéndonos un ritmo innecesariamente estresante?
Hoy me he levantado con un estado de nervios insoportable. Era consciente de que, después de una semana (o minisemana) de perros, no me daba tiempo material a terminar todo lo que tenía que hacer antes de marcharme de viaje. Y, cuando me pasa algo así, encima soy incapaz de trabajar bien, me bloqueo y me cunde menos aún.
Alguno pensará que eso me pasa por irme de viaje este puente, y que entonces de qué me quejo. Pero si trabajo mil horas y si muchas veces me robo tiempo de ocio para redactar una demanda, estudiar un asunto o preparar una documentación para un curso, lo menos es, de vez en cuando, concederse a uno mismo unos días de respiro o, a ser posible, una escapada, porque viajar es una de las cosas que más me desconecta y que me hace sentir bien. Antes no hacía nada parecido, hasta que llegó un momento en que me vi envuelto en una situación insoportable, en la que trabajaba de lunes a domingo. Pagué un precio muy alto, perdí muchas cosas y perdí a alguna persona. Un amigo me advirtió: “tú te has dado cuenta de que no eres Dios, ¿no?”. Otro amigo también me dijo: “no tomarte ningún día libre es tenerte muy poco respeto a ti mismo”. Pero ni por esas hice caso a aquellas clarísimas señales y a estos elementales consejos. Tuvo que ser mi propio organismo el que diera la señal de alarma para que por fin empezara a cuestionarme mi forma de vida. Ahora sigo trabajando mucho, pero me pongo límites y procuro defender con uñas y dientes estos pequeños espacios personales. Y saborearlos al máximo. Hoy justamente me contestaba a un correo el escritor Antonio Ruiz Vega, que nos invitó a unos amigos a ir a Soria a comer hace más de un año y todavía no hemos sido capaces de encontrar hueco, y me decía "habría que estudiar la red de mecanismos que nos hurtan lo que antes (yo, al menos, lo he conocido), era la 'vida cotidiana' y que ahora se nos esfuma entre los dedos. Eso sin que son Crímenes contra la Humanidad...".
Menos mal que hoy, en medio de mi ansiedad, me he topado con dos personas –las dos, mujeres, por cierto- que, cuando les he hablado del estado de sus encargos pendientes, en vez de presionarme, me han dicho frases como “no te quiero agobiar, disfruta estos días y el lunes ya hablamos y concretamos” y “lo mío lo puedo aplazar haciendo algunas gestiones y te dejo una semana más para que lo termines”. No saben cómo se agradecen tan inusuales gestos, que me han resuelto el día. No he parado de trabajar hasta hace un momento, pero ya con otra sensación: con la certeza de que tenía muchas cosas por hacer pero podía terminarlas, en lugar de esa otra certeza desquiciante de que era materialmente imposible acabar todo a tiempo.
Como soy muy consciente de estas situaciones, me gusta actuar consecuentemente con los demás. Por ejemplo, cuando en un establecimiento ves al empleado agobiado por liquidar pronto a quien te precede, al ver que tú estás esperando, y le dices “no te preocupes, no tengo prisa”, en ocasiones le cambia la cara y luego, al atenderte te devuelve la amabilidad... Hay una Notaría en la que una vez me dijeron: “contigo da gusto, porque sólo dices que es urgente cuando realmente es urgente”. Qué elemental, ¿verdad? Pero ayuda a fijar prioridades y a que los demás no estén siempre avasallados.
Qué poco nos costarían estos pequeños detalles. Que, cuando tenemos prisa justificada, pidiéramos que nos resolvieran pronto lo que sea. Pero que, cuando no tenemos una prisa real o cuando, aun teniéndola, no es absolutamente apremiante o imprescindible, fuéramos menos exigentes o más comprensivos. Ganaríamos todos, ¿no creen?
(Dibujo: Pablo Egea Palomares, Agonía del artista. Banco gratuito de Imágenes del CNICE-Ministerio de Educación).
Lo quiero para ayer
¿Halloween? No, gracias. Mejor, el calbote
Uno puede perfectamente ser español y celebrar la fiesta de San Patricio en un pub irlandés o la fiesta de la cerveza en una cervecería alemana. El nacionalismo –todos los nacionalismos- tienden a ser catetos y excluyentes y, cuando uno está abierto a compartir, conocer y disfrutar lo diferente, pues no pasa nada por unirse a celebraciones propias de otras culturas. El intercambio es siempre enriquecedor.
Pero lo que no me parece tan bien es que ese tipo de festividades acaben por superponerse a las nuestras y anularlas por completo. Si Saint Patrick sustituyese a San Fermín, por ejemplo, o la fiesta de la cerveza de Munich a las fiestas de la vendimia de algunos pueblos, ahí desde luego que no iban a contar conmigo. Celebrar tradiciones ajenas, de acuerdo (lo reconozco: hay ciertas chicas que disfrazadas de bruja están bastante bien), pero a aceptarlas como propias, a asumir el colonialismo cultural y a terminar por olvidar nuestras propias tradiciones, no me apunto.
Por eso me está empezando a tocar las narices cada vez más que lo que comenzó siendo algo simpático –el emular ocasionalmente el Halloween de los anglosajones- se termine imponiendo como una celebración normal y establecida, como si fuera algo propio de aquí. Ya no se organiza en algún local concreto en plan exótico, sino que se ha generalizado. No sólo es que el pub de mi hermano en el pueblo haga cada año fiesta de Halloween, es que en casi todos los colegios se incentiva el festejarlo con los niños con la misma naturalidad que las navidades. Se empieza por ahí y terminan quitándonos los Reyes Magos e imponiéndonos a Santa Claus, ya verán.
Me parece que, antes que imitar al cine yankee hasta en estas cosas, tenemos celebraciones tradicionales que no deberíamos perder.
Este año no voy a estar en España el puente, pero para otra vez me parece que voy a proponer que nos reunamos los amigos y que hagamos acopio de costumbres locales y ancestrales propias de estas fechas.
En mi pueblo -que como saben es de la provincia de Ávila pero ya limítrofe con la Comunidad de Madrid- antes de que las pelis norteamericanas nos colonizaran con el Halloween, se celebraba la fiesta del Calbote.
Se llama calbote –lo dice la Real Academia- en algunas zonas de Ávila, Cáceres, Salamanca y Zamora, a la castaña asada.
La fiesta del calbote consiste en que, en la víspera de la festividad de Todos los Santos, los grupos de amigos se van a las afueras del pueblo por la noche, prenden hogueras, asan castañas y cenan juntos. Lo de ahuecar una calabaza simulando una calavera y poner una vela en su interior, debe de ser universal, porque también se hace, pero claro, en el pueblo no era corcho, ni cartón piedra, ni cartulina: al menos antes eran calabazas de verdad, cogidas de los huertos. Durante toda la noche, antiguamente (ya hace algunos años que no) doblaban sin parar las campanas de la iglesia a toque de difunto. Todo contribuía al ambiente ideal para contar junto al fuego historias para no dormir.
Así que el próximo año, no digo yo que nos vayamos al monte con los chavales del pueblo, pero sí que nos sintamos un poco niños y revivamos aquel miedo. Nos reunimos en cualquier rincón donde haya chimenea, compramos castañas para asar y nos contamos Leyendas de Becquer o leyendas urbanas, me da igual, pero el caso es que compartimos historias a la luz y al calor de la lumbre. Ya terminaremos con un orujito o con lo que surja.
Y si alguien llama a la puerta y nos dice “¿trato o truco?” le mandamos… lejos. Sin duda, se habrá equivocado de casa y de país.
Amigo Finisterre, ¿y esto de los Santos cómo se celebra en Galicia, tierra de meigas y de Santa Compaña? Y el resto de lectores, vayan pensando también cómo se celebra –o cómo se celebraba antes- en su tierra, porque voy a proponer que constituyamos un grupo numantino de irreductibles anti-Halloween, rescatando y celebrando tradiciones más nuestras.
Si tienen madre, llévenla a verla
Tengo a Belén, mi habitual compi de asistencia al teatro, absorbida por su inacabable tesis doctoral, así que andaba yo desconectado últimamente de la cartelera teatral de Madrid.
Pero, cuando vi que estrenaban Seis clases de baile en seis semanas, pensé que era una excelente oportunidad para invitar a mi madre. Aunque viene con frecuencia por Madrid, hacía mucho tiempo que no iba a ver una obra de teatro. Lola Herrera siempre le ha parecido una excelente actriz y le cae bien. Y, por si fuera poco, es fiel seguidora de Mira quién baila, para que se hagan una idea. Así que la ocasión era que ni pintada. Reservé entradas y fuimos mi hermana, ella y yo. En efecto, no me equivoqué: la encantó.
Cuando gente cercana a mí me preguntaba después si me había parecido buena, yo les decía que sí, que sin duda lo es. Y cuando me preguntaban si a mí me había gustado, les decía que bueno, que en fin, que vaya… Y no me entendían mucho.
Yo esa diferencia la veo muy clara, es la que hay entre lo más o menos objetivo y lo completamente subjetivo. Hay películas, obras de teatro, composiciones musicales o libros que son buenos, que tienen calidad, que están bien hechos... pero que, por el género, por la temática o por la causa que sea, a ti no te llegan, no te acaban de convencer. ¿No les ha pasado a ustedes, que alguna película universalmente reconocida no les gustó, o que alguna pieza musical prestigiosa les resulta cargante, o que un libro que está considerado obra maestra no consiguieron acabarlo…? Pues eso. Hay cosas buenas que a ti -por cómo eres tú, por los intereses, aficiones o gustos que tienes- no te van del todo.
Seis clases de baile en seis semanas, de Richard Alfieri, está bien escrita. No creo que sea una obra maestra, pero los personajes están bien definidos y los diálogos se sostienen. Tiene momentos muy logrados y algunos ingeniosos. Es tierna a ratos, muy divertida en otros.
Los actores están muy bien. La interpretación de Lola Herrera, como siempre, fantástica. Y de Juanjo Artero –al que todos mentalmente identificamos de forma inevitable con su personaje televisivo de El Comisario- se pueden destacar dos cosas: una, que cambia completamente de registro y hace su papel estupendamente; y otra, que no desmerece en la escena al lado de Dña. Lola. No son poco ambos datos.
El juego que da el baile como hilo conductor de la historia, y la puesta en escena en general, me parece que están muy bien. La directora es Tamzin Townsend, la misma de El Método Grönholm o de Gorda.
Quien se sienta siquiera levemente identificado con alguno de los personajes –la mujer mayor insatisfecha por las emociones reprimidas en un ambiente conservador, o el joven a la defensiva que tiene sensación de fracaso vital-, sin duda conectará con la obra. Y, con independencia de esto, cualquiera que tenga afición por el baile, también la disfrutará. Si se juntan ambas cosas, hasta le darán ganas de salir al escenario a bailar con ellos.
Con mi acreditada torpeza, no tengo una relación precisamente idílica con el baile y por tanto no me evoca situaciones bonitas de mi vida. Tampoco me veo, hoy por hoy, en la piel de ninguno de los dos personajes. De ahí que yo no conectara con la trama y la viese con más distancia. Pero insisto en que la obra está bien.
No sé si esta vez me habré conseguido explicar… pero la idea es ésa. A mí no me entusiasmó, pero me pareció buena en conjunto –texto e interpretación- y, desde luego, no me aburrió en absoluto.
Así que, si tienen cerca a alguien a quien le pueda gustar la temática o que sienta el baile, ni lo duden, llévenle. Lo pasará bien.
La vida eterna sólo dura un rato
Ese día me reafirmé en dos conclusiones que ya tengo claras desde hace tiempo.
demasiada gente.
Viviré con intensidad
cualquier motivo o sensación.
Subiré a otro escalón
cuando sienta la necesidad.
Yo no había escuchado nada de Fito y Fitipaldis hasta no hace demasiado tiempo. Me habló de ellos Carlos Vara una noche en su casa. Ya no sé si fue la misma noche en la que Lorena y yo dejamos sentado nuestro todavía indiscutido dominio en el trivial sobre el tandem Carlos Vara-Carlos Cardesa (ya les he dicho que esto es un lío de Carlos). Y Vara dejó sentado su mal perder cuando intentó, en clara venganza, reactivar mi úlcera con un vodka inhumano, que por lo visto le habían traído de Rusia -supongo que la mafia rusa- y que guardaba como un tesoro, con el deliberado propósito de matar a algún amigo. Estuve echando un vistazo a las carátulas y las letras de Fito y realmente eran muy buenas. Luego ya no he dejado de escucharlos. Así que, aprovechando que actuaban cerca y que teníamos pendiente una escapadita a mi tierra, nos dimos el salto el otro día.
Como mis invitados ya conocían Ávila (si no, no les hubiese salvado nadie de una ruta por las murallas y la ciudad medieval) llegamos directamente a tiempo de ponernos con las cañitas y las tapas abulenses, que no tienen parangón (quizá en Granada… y ni eso).
Carlos traía todavía puesto el chip con el ritmo madrileño y se enzarzó ¡¡¡en una disputa de tráfico!!! Esto allí tiene su mérito, no crean. La ciudad tiene 50.000 habitantes, se cruza andando de extremo a extremo de barrio periférico en media hora (el centro en diez minutos como mucho). Ni que decir tiene que ganó la discusión, porque él entrena a diario en Madrid mientras que en Ávila no saben siquiera cómo se discute de tráfico. Aun así, mi paisano se atrevió a llamarle al final "espabilao" y Vara casi se pierde…
Luego en El Rancho nos metimos un señor chuletón (hay que ponerle el señor delante), acompañado de un Ribera. Lorena decía que comiendo esa carne se sentía como en Argentina, lo cual viniendo de ella –que es de allí- hay que tomarlo como un elogio del copón.
para cerrar las heridas.
Nada, calumnias... Estábamos hablando de lo que viene siendo la vida en general…
De aprovechar, de saborear los momentos.
De lo que hemos aprendido con las experiencias.
Quisiera haber querido lo que no he sabido querer.
¿Quieres bailar conmigo? Puede que te pise los pies.
No soñaré sólo porque me he quedao dormido.
No voy a despertarme porque salga el sol.
Ya sé llorar una vez por cada vez que río.
No sé restar, no sé restar tu mitad a mi corazón.
o soy yo el que está cabeza abajo.
De amigos que están y de algunos que no están.
o me sobran noches o me faltan días.
De las utopías que compartimos y de cómo nos empeñamos en navegar contra corriente, aun sabiendo que no llegaremos a ningún destino y con el único propósito, pues, de vivir el camino y compartirlo con algunas personas.
Me tropiezo, me caigo y vuelvo a tropezar
Creí que me había equivocado
Luego pensé...
que estoy bien aquí. En mi nube azul
todo es como yo lo he inventado.
Y la realidad, trozos de cristal,
y al final hay que pasar descalzo.
De próximos viajes. Ahora Lorena y Carlín –como ella le llama- están enfrascados en una disputa sobre dónde ir en navidades, porque cada uno plantea un destino (bueno, Carlos uno, Lorena da varias alternativas). Yo ya tengo mi pronóstico.
que ya sabes que haré todo lo que tú quieras.
Luego quedamos con mi prima Marisol (la misma que sale en las crónicas del viaje Budapest-Viena-Praga) y otros amigos, Nacho y Elena. Picamos algo y nos fuimos para el concierto.
Cinco horas de música en total. Evitamos las dos horas de teloneros (llegamos al final de la actuación de Hash y Zodiacs y la verdad es que sonaban bien), pero asistimos a las casi tres horas de concierto de Fito y Fitipaldis.
Fito es todo un personaje y se nota en el escenario, y yo creo que fuera de él. Venía de Platero y Tú, un grupo nacido en los ochenta en una barriada de Bilbao y que se acabó convirtiendo en una referencia del rock de la época.
que me tengo que inventar.
La creación, en 1995, de Fito y los Fitipaldis, permitió a Fito Cabrales seguir creciendo artísticamente, evolucionar y enriquecer su estilo musical.
Genial el concierto. Muy buenas las letras -eso ya lo sabíamos-, muy buena la música –también- pero, además, el sonido en directo incluso mejora algunos temas y la puesta en escena está más que lograda.
si es por el maestro nunca aprendo
a coger el cielo con las manos,
a reír y a llorar lo que te canto, a coser mi alma rota,
a perder el miedo a quedar como un idiota,
a empezar la casa por el tejado,
a poder dormir cuando tú no estás a mi lado.
Menos mal que soy un poco granuja:
todo lo que sé me lo enseñó una bruja.
Etiquetas: amistad, Ávila, Divagaciones varias, Fito y Fitipaldis, Música, Nombres propios, Poesía
Entrevista en el diario 20 Minutos
El conocido diario gratuito 20 Minutos, en su edición digital, incluye hoy, dentro de la sección de Ávila, una entrevista sobre este blog, que me hizo el periodista Antonio S. Sánchez.
Reproduzco aquí el texto de la entrevista, aunque os animo a entrar en la publicación de origen si os apetece, pues allí también se pueden dejar comentarios:
"LA BLOGOSFERA SIRVE PARA CREAR CONCIENCIA CIUDADANA Y SENTIDO CRÍTICO, LO QUE HACE MUCHÍSIMA FALTA EN NUESTRA PROVINCIA"
- Carlos Javier Galán abrió su bitácora, 'La Nota Discordante', con el fin de satisfacer su necesidad de escribir.
- Su blog tiene un enlace como recomendado, entre otros sitios, desde la bitácora del escritor Fernando Sánchez-Dragó.
¿Por qué y cómo empezó a escribir su blog?
Al finalizar mi etapa en el Ayuntamiento de El Hoyo de Pinares, después de dieciséis años como concejal, sentía una imperiosa necesidad de recuperar espacio personal. Mi gran afición siempre había sido escribir pero, por diversas circunstancias, llevaba unos años que tan sólo escribía de cuestiones políticas o profesionales. Por otro lado, me llamaba la atención el mundo de los blogs, me parecía una herramienta muy interesante. De esta forma, crear un blog personal para mí era como abrir una ventana que me permitiese escribir y opinar sobre cuestiones diversas: actualidad social, libros, música, viajes...
¿Cómo ha ido evolucionando desde sus comienzos?
'La Nota Discordante' es un blog todavía muy joven, se creó el pasado mes de agosto. Empecé sin más pretensión que ésa, la de permitirme un espacio propio de creación y reflexión. Pero enseguida me vi sorprendido por muchas cosas inesperadas. Por un lado, el número de visitas que registraba, cuando yo pensé que apenas lo iban a leer unos pocos amigos incondicionales. Por otro, las críticas favorables que recibía y las recomendaciones que se hicieron desde otros blogs. También los mensajes que me llegaban, algunos alentadores, otros divertidos, otros conmovedores..., en los que ves que has conectado con la sensibilidad de algunas personas. Y me gusta además la forma en que los comentarios acaban convirtiendo el blog en un lugar de encuentro y de diálogo... Lo cierto es que estoy absolutamente encantado con estos primeros pasos de mi experiencia como bloguero.
¿Cuál cree que es el mayor atractivo de su blog?
Pues la verdad es que no lo sé, lo tendrían que decir sus lectores. Para empezar, mi blog incumple una de las normas básicas para ser atractivo, porque siempre se recomienda que esté especializado en una materia, salvo cuando el autor es conocido y su propia personalidad ya es un motivo de atracción en sí misma. En mi caso, ni yo soy conocido fuera de determinados ámbitos muy reducidos, ni el blog está especializado en nada. Yo bromeo diciendo que es como un blog de tertuliano, que hablo de todo sin saber de nada. Tal vez parte de su posible interés esté en reflejar otra mirada, una mirada que creo resulta muy diferente al discurso dominante. Y lo que sí tengo claro es que intento volcar sinceridad, naturalidad y amenidad en lo que escribo, no sé si lo consigo o no.
En su blog habla de muchos temas: política, sociedad, viajes, música, etc., pero ¿ha pensado hablar más de su pueblo o de Ávila?
Mi pueblo ha salido recientemente y sin duda saldrá más. Y también estoy convencido de que saldrá Ávila capital, que es mi ciudad natal, o la provincia en su conjunto. De hecho, me ronda la idea de reflejar alguna vez, en la categoría de Viajes, cuáles son mis rincones favoritos de Ávila, de El Hoyo de Pinares, de Madrid..., contar mi visión de estas localidades en las que me desenvuelvo habitualmente, que para mí no son realmente viajes, pero que recomiendo que sí lo sean para quienes no las conocen. Desde luego, está claro que 'La Nota Discordante' no es una bitácora localista o de temática específicamente abulense, no lo pretendo, pero en el blog hablo de lo que me interesa y entre mis intereses indudablemente está mi tierra y lo que aquí pase.
Además de comentar temas de actualidad, ¿tiene el blog como una herramienta para darse a conocer y reflejar su vida y sus vivencias?
No es el objetivo principal, pero sin duda un blog de este tipo se acaba convirtiendo de alguna manera en una pequeña tarjeta de presentación personal.
¿No se le ocurrió crear un blog con un pseudónimo en vez de dar la cara?
Es una opción interesante, la de utilizar un pseudónimo que te permita escribir sobre determinados temas sin que te lean con prejuicios, o incluso la de crear un personaje, que es algo que da mucho juego literario... Pero en este caso, me apetecía más hacerlo a cara descubierta. Creo que era, además, lo que procedía por el propio planteamiento que tiene este blog.
En pocas palabras... ¿Cómo definiría la blogosfera?
La comunidad de blogs es hoy ya una gran red de interrelaciones, una telaraña de información, de opinión y de comunicación.
¿Cree que existe o puede existir una blogosfera de ámbito abulense?
Pues de momento no existe, me gustaría que existiera y me dan envidia en ese sentido otras ciudades y provincias. Cuando comencé a escribir el blog, sondeé por curiosidad qué otros blogueros abulenses había y la verdad es que los que encontré los pude contar con los dedos de una mano. Es una pena, porque la blogosfera ayuda a dialogar, a reflexionar, a crear redes sociales, a generar conciencia ciudadana, a desarrollar sentido crítico... Y todo eso hace muchísima falta en nuestra provincia.
¿Qué blogs abulenses lee? ¿Y blogs en general?
De los pocos blogs que existen de autores abulenses he entrado de forma ocasional en todos los que conozco, pero hasta ahora la verdad es que no he seguido ninguno de forma asidua. Respecto a blogs en general, en función de los temas que me interesen en un momento dado, hago búsquedas y leo ocasionalmente algunos. Con carácter habitual sigo los de Fernando Sánchez Dragó, Arcadi Espada, Rosa Díez... Me parece especialmente bueno y muy recomendable el del escritor Rafael Reig. Leo también otros menos conocidos, como los de Javier López, Javier Redondo Jordán, Labana... y varias bitácoras más de gente anónima y generalmente de tono desenfadado.
¿Se ha planteado abrir otro blog?
Si abriese otro en el futuro, seguramente ya sí sería específico de algún tema. Pero por ahora no tengo ningún proyecto en ese sentido. Hoy por hoy, no tendría siquiera tiempo material para atender otro blog más.
Haberlas, ¿haylas?
La otra parte no apeló la sentencia y nos pagó religiosamente a la procuradora y a mí nuestras facturas por el juicio.
- No, no, Carlos, tienes que pelearlo, porque es injusto y…
- Ya sé que es injusto, pero de verdad que todos los días no suena la flauta como la otra vez y que es mejor ser realistas…
- Que no, que yo corro el riesgo y, si perdemos, pues perdemos. Tú contéstalo y defiéndelo como tú sabes hacerlo, que yo confío en ti…
- Que yo te agradezco mucho esa confianza, de verdad, pero tienes que entender…
- Nada, nada, que te opongas a la demanda, que yo voy con la verdad por delante.
Praga
- Pues una chica normal, 1’80, rubia, ojos azules…, del montón.
Me resulta difícil imaginar esta ciudad -hoy con un ambiente tan joven, con tanto pulso, con tanto aire de libertad, con tantos visitantes…- bajo la dictadura. Me cuesta situar aquí las imágenes que hemos visto en los libros de historia, de los tanques soviéticos sofocando la esperanza de aquella Primavera de Praga del 68. Hay personas que se han esforzado en intentar explicarme cómo era aquella otra ciudad, gris, con edificios descuidados y sucios, que ha quedado tan atrás en muy poco tiempo. Lo cierto es que hoy, tras una intensa labor de restauración de edificios y un cambio social importante, Praga aparece llena de colores y de luminosidad por todas partes.
Praga es una de las ciudades más fotografiadas del mundo (son muy típicos los libros de fotos en blanco y negro). Es ciudad amante de la música clásica (hay conciertos diarios en iglesias y auditorios) y me resultó sorprendente la tremenda afición que existe también al jazz. Es una ciudad que, al contrario que otras capitales europeas, tiene cierta vida nocturna (sin llegar ni de lejos al nivel español, claro). Es la ciudad de la arquitectura barroca a partir del XVIII. Es la ciudad de la cristalería de Bohemia y del granate. La ciudad del Teatro Negro. La ciudad de la pasión por las marionetas…
Y es también la ciudad de la cerveza. La cerveza, objeto de culto, es la bebida nacional (los checos están a la cabeza en el consumo mundial). Alrededor de la cerveza se despliega toda una cultura, como en España la hay en torno al vino. Las marcas más conocidas allí son la Pilsner Urquell y la Budweiss en rubias y creo que la U Flekù en negra. Tienen más graduación que en España, porque están en torno a 10 ó 12º (el influjo de esa cerveza checa fue, sin duda, lo que llevó a Susana a tacharme, sin fundamento alguno, de madurito y a mí a soltarle una ilustrativa charla al respecto, en el episodio que ya conté en Cosas de la edad). Javier, con su provocadora socarronería habitual, nos daba instrucciones prácticas: “Para pedir cerveza, aquí hay que pedir 'pivo'. Te servirán una jarra de medio litro, que es la dosis normal que consumen los checos. Menos cantidad no es frecuente. A las mujeres les está permitido pedir una más pequeña, pero no menos de un tercio. Para ello tienen que decir expresamente una cerveza pequeña, 'malé pivo'. Así que, si alguna mujer, o algún hombre que no tenga dignidad y haya perdido su sentido de la vergüenza, quiere pedir una cerveza pequeña, tiene que decirlo así”.
En Praga, el núcleo originario, del siglo XIII, es la Staré Mêsto, la ciudad antigua, un fantástico laberinto de callejas medievales y de atractivas construcciones. La ciudad nueva, la ampliación que se hizo a partir del siglo XIV, es la Novè Mêsto, que conecta con las zonas comerciales y de ocio.
El lugar más concurrido y más emblemático de Praga es el Puente Carlos, que cruza el río Moldava. Se trata de una construcción del siglo XIV, con una treintena de estatuas de santos y con una torre a cada lado del río. Una multitud de viandantes transita a todas horas por allí, abriéndose paso entre vendedores de artesanía, pintores y músicos callejeros. Javier nos advirtió irónicamente de que había algunas cosas más en Praga aparte del Puente de Carlos: “Para el tiempo que tenéis, con que paséis diez veces por el puente está bien, dedicad también un poco al resto de la ciudad”. Nosotros íbamos muy mal, cuando llevábamos ya dos días habíamos cruzado una sola vez el puente, así que tuvimos luego que ponernos al día en la recta final...
De ahí sale la también muy frecuentada calle Carlos, que nos llevará al centro de la ciudad vieja.