Las redacciones de los medios informativos en verano dan mucho juego. Mezclen en la coctelera la escasez de noticias importantes y la presencia de personas en prácticas -sustituyendo a los empleados que están de vacaciones- y el resultado puede ser parecido a los ejemplos que aquí reseño.
En junio, la Policía, en el marco de lo que se denominó Operación Persiana, desmontó un bingo ilegal en Palma de Mallorca.
Estábamos hojeando la edición impresa de El Mundo cuando A. me leyó -con su mejor entonación de suspense- los pormenores con que la nota de prensa de la agencia Efe, reproducida por varios medios, contaba la eficaz intervención de las fuerzas de seguridad contra estas treinta y dos mujeres que participaban en las partidas clandestinas.
Estábamos hojeando la edición impresa de El Mundo cuando A. me leyó -con su mejor entonación de suspense- los pormenores con que la nota de prensa de la agencia Efe, reproducida por varios medios, contaba la eficaz intervención de las fuerzas de seguridad contra estas treinta y dos mujeres que participaban en las partidas clandestinas.
En primer lugar, estremecía la descripción del lugar de los hechos: una casa “con sus habitaciones completas, un comedor, un baño, un aseo situado en la planta primera y utilizado por las jugadoras, una cocina equipada…”.
No menos espeluznante era la relación de conductas imputadas: “Se les sorprendió realizando los actos correspondientes al juego del bingo: venta de cartones, seguimiento de la extracción de las bolas y su tachado de los números en el cartón correspondiente, el funcionamiento, tanto automático como manual, del mecanismo de extracción de bolas, el abono de los premios de la línea y del bingo”. Qué cuerpo se le queda a uno, ¿eh?
No me había yo repuesto aún de un suceso como éste, cuando El Norte de Castilla se convirtió en protagonista de Twitter con el notición titulado Una mujer sufre un mareo en su domicilio.
No podía uno sustraerse a seguir leyendo: “Una mujer avisó el martes a los servicios de emergencia para que comprobasen que su hermana se encontraba bien, ya que no contestaba a las reiteradas llamadas que le hacía a su domicilio”. Ay, qué angustia. ¿Cuál sería el desenlace?
Menos mal: final feliz. “La misma alertante llamó luego a emergencias poco después para avisar de que su hermana había sufrido un mareo sin importancia y que ya estaba recuperada”.
Las reacciones de los lectores no se hicieron esperar: “Pero no nos dejen así –clamaba uno, ansioso por conocer detalles-, dígannos al menos si le dieron un vaso de agua”. Otro comentarista exigía portada para la noticia de la que él mismo había sido protagonista en esa jornada: “Esta mañana he llevé dos bocadillos al trabajo pero luego no tuve mucha hambre y sólo me comí uno”. Algunos se preocupaban por el posible impacto de la noticia en la prima de riesgo española.
Enseguida surgieron las iniciativas de apoyo en las redes sociales: en Facebook no faltó el inevitable grupo Señoras de Palencia que se marean. “Todos somos la señora de Palencia”, proclamaban algunos ciudadanos ante tales sucesos, pidiendo la solidaridad de los demócratas y la adopción de medidas para que nunca más nadie tenga que sufrir un mareo en su domicilio.
Lo peor es que El Norte de Castilla, que había conseguido ser trending topic en Twitter y tenía una de las noticias digitales más leídas de su historia, en vez de reírse un poco de sí mismo, que es siempre muy sano, debió de tener a la pobre becaria castigada borrando comentarios toda la tarde y así se perdieron grandiosas aportaciones del ingenio español.