Momentos, gestos
Haciendo la maleta
Para el camino del viajero y el de la vida
hay que ir ligero de equipaje”.
-Fernando Sánchez Dragó-
Dejo en Madrid el recién sacado abono del Atleti, para que alguien vaya a la previa de la Liga de Campeones por mí. Dejo aquí un cuponazo para el sábado; si toca, que se encargue de cobrármelo alguien de confianza y yo no ando ya ni regresando. Dejo fuera del equipaje mi trabajo, porque ya le dedico bastante tiempo el resto del año. Lo profesional entero: durante unas semanas, no pienso ni acordarme de en qué diablos curro. Dejo aquí a los clientes pesados y a los encantadores, a todos. Dejo el ordenador. Dejo mi agenda. Dejo fuera de la maleta las contestaciones bordes que últimamente he dado a gente que se las ganó a pulso, y también a otros que posiblemente no se las merecían tanto y pagaron el pato ajeno. Dejo las comeduras de coco, el dar demasiadas vueltas a las cosas. Dejo aquí melancolías bobas y algunos temores. Dejo fuera decepciones sufridas con ciertas personas después de muchos años que ahora me suenan a falsedad. No tengo que dejar fuera, sin embargo, el rencor: no uso. Ni un poquito. Se quedan fuera de la maleta la gripe A, el golpista usurpador de Honduras, la nueva base militar yankee en Colombia, los corruptos de la trama Gürtel, ETA haciendo de las suyas en Mallorca… Dejo aquí las noticias, no quiero ni estar informado. Dejo las preocupaciones y los agobios, todos, sean del tipo que sean.
Aprendizajes
ERROR CIENTÍFICO
Un grupo de científicos dijo haber definido los factores que influyen en la felicidad. Entre ellos incluyeron el dormir bien.
Sin saberlo, ella me demostró que estaban equivocados: “Mañana vas a tener los ojos pegados, pero vas a ir con una sonrisa…”.
EFECTOS SECUNDARIOS
“Pongo tanta atención cuando te beso…”, escribía el poeta Ángel González. Un día descubrimos la segunda parte, menos romántica: pusimos tanta atención en el beso… que a ella le mangaron el bolso sin que nos enterásemos.
MEJOR QUE NOS SORPRENDA LA VIDA
- No, si la verdad es que no me va mal, pero en general las cosas no me salen casi nunca como yo quiero… -me quejaba yo.
- Tal vez sea mejor así –me dijo ella-. Si las cosas siempre salieran como tú quieres, no estarías ahora aquí conmigo.
- ¿¿¿???
- Si las cosas te hubieran salido como querías en su momento, ahora estarías casado con tu primer amor y tendrías dos hijos…
- Aaarrgggggggg –lo visualicé.
- Jajajajaja.
PARADOJA
Lo tengo comprobado desde hace años: cuánto mejor le sienta un vestido a una mujer, más ganas dan de quitárselo.
Y LA PARADOJA INDESCIFRABLE
Por mucho que investiguen, nadie podrá explicar cómo, siendo tan diferentes, somos tan iguales.
Otro verano
Otra vez verano. No es mi tiempo. Sopor y pereza. Este año ni muchas ganas de escribir, que mira que ya es raro... Visitas frecuentes al frigorífico, litros de agua... pero la sed nunca se va. Menos estrés laboral y ojos más abiertos. Cañitas en terrazas, música, lecturas, planes, conversaciones, risas, días más largos y noches más intensas. El teléfono, que suena y te sorprende gratamente, o que suena cuando no quieres, o que no suena cuando quieres... La mente por un lado y el corazón por otro, a su puta bola los dos. Deseos cumplidos y deseos insatisfechos. Puzzles complicados de espacios propios con espacios compartidos que no acierto a resolver (¿a ver si es que las piezas no encajan o falta alguna?... que yo soy muy despistado). Alto en el camino, inventario existencial y propósitos variados para el otoño, que luego, como siempre, no cumpliré del todo. Pequeñas ideas y proyectos rondándome la cabeza. Una ensalada –con sabor dulce a ratos, a ratos muy divertido, a ratos triste- de nombres, de gente que me quiere, de gente que quiero, de encuentros, de reencuentros, de desencuentros... Preparar maletas para viajes apasionantes pero que siempre, invariablemente, tienen algo de huida. También esta vez.
(Fotografía: Terraza de verano, de Olga Díez, Caliope, de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr).
Tomando aliento
En lo profesional, julio es un mes particularmente asfixiante, tanto en el asesoramiento empresarial (con dos plazos fiscales y un plazo mercantil seguidos) como en las tareas específicamente mías de abogado (porque agosto es inhábil judicialmente y hay que dejar al día muchos asuntos antes).
Así que, cuando llegan los primeros días de agosto y antes de marcharme de viaje (lamentablemente, no puedo elegir otras fechas), tengo lo que yo llamo la semana -poco más, poco menos- de semivacaciones. No se engañen por el nombre que le doy a ese período: sigo trabajando (y no poco) en dejar cosas terminadas y ordenadas. Pero sin juicios, sin plazos, sin agobios…, a un ritmo normal que me permite recuperar espacio personal y levantar el pie del acelerador.
Cuando llegan cada año estos primeros días de agosto pienso que así tendría que ser todo el año. Porque luego los viajes de vacaciones son otra cosa, un tiempo de ruptura con lo cotidiano. Pero, en la cotidianeidad, lo laboral no debería ser tan absorbente. Yo creo que los días normales deberían ser como ahora: trabajando, pero con un pulso normal, sin estrés, sin saturación y pudiendo hacer paralelamente otras cosas.
Así que aprovecho para quedar con personas a las que no puedo ver en el año con la frecuencia que me gustaría, para actividades para las que normalmente no tengo tiempo, para salir a diario… Ciertos amigos ya saben que en estos días inusuales es raro que diga que no a alguna propuesta… salvo por coincidencia (hoy se reía alguien porque para el miércoles por ahora ya me han propuesto tres planes y aún no he confirmado ninguno: una amiga que viene ese día a Madrid, otra amiga que me propone quedar y un amigo que me plantea la posibilidad de ir a un espectáculo). Si hubiera más semanas así en el año no tendría en mi vida social esa especie de overbooking…
Me decía una vez el escritor soriano Antonio Ruiz Vega que “habría que estudiar la red de mecanismos que nos hurtan lo que antes era la 'vida cotidiana' y que ahora se nos esfuma entre los dedos. Eso sin que son Crímenes contra la Humanidad...”
Mientras lo estudiamos, yo me quedo por lo pronto con el paseo de esta noche. Algo falla cuando yo percibo como un auténtico lujo el no tener prisa, el poder regresar tranquilamente caminando hasta casa, mirando la luna, observando a la gente… y respirando.