- Tengo que darte una muy mala noticia…
Ya lo había intuido. Por el nerviosismo de quien me había atendido este mediodía el teléfono, al decirle quién era yo (“ah, sí, sí, llevan intentando localizarle desde las ocho de la mañana…”).
Al escuchar las palabras presentidas de la veterinaria, no consigo, sin embargo, hacerme de verdad a la idea de que este simpático loco no correteará nunca más por casa.
Al principio me resistí a acoger a Nico –ya lo conté aquí-, por mi existencia complicada, siempre de acá para allá. Pero la amistad con Mario pesó más –no podía ser de otra forma- que mis reparos. Apenas llegó, me atrapó. Y, despues de más de nueve meses, formaba ya parte de mi vida cotidiana. Me había acostumbrado a tenerlo enredando cerca, distante o cariñoso, tranquilo o alborotado, como a él le apeteciera en cada momento, que para eso era un gato y los gatos no son sumisos, son seres siempre libres.
Me acostumbré a que se subiera y se sentara sobre mis piernas mientras yo trabajaba en el ordenador –ahora mismo se me hace extraño no tenerlo ya encima reclamando su cuota de atención-. A que, apenas me descuidaba un instante, una mano negrilla, siempre acechante, consiguiera birlarme un bolígrafo y saliera como una centella a jugar con él por toda la casa. A pelearme para que no se subiera a la mesa mientras yo comía. A que saliera a recibirme cada vez que llegaba, asomándose curioso a ese otro mundo que había tras la puerta. Me acostumbré a que, cada vez que comenzaba a abrir una lata de atún, una microcentésima de segundo después (creo que batió plusmarcas de olfato y de velocidad) hubiera un gato maullando a mis pies en la cocina. Me acostumbré a visitar de vez en cuando a Leticia, su veterinaria habitual, un encanto de persona y una gran profesional. A que Nico convirtiera en un juguete una brocha de afeitar, una pinza de la ropa, un paquete de kleenex, una pelota antiestrés o una goma elástica... A que atesorase pequeñas cosas en un escondite bajo el sofá. Me acostumbré a que se sentara alguien a mi lado cuando veía la tele. A que hubiera una zarpa dando en el periódico cada vez que intentaba leerlo. A que a veces me mordiera queriendo jugar o a que de pronto le diera por lamerme, acurrucado y cariñoso. A que a ratos se tumbara en invierno en la cama, entre mi brazo y mi cuerpo, con la cabeza apoyada en mi hombro. Me acostumbré, en las noches de verano, a ver su silueta en la repisa de la ventana de mi dormitorio, alzando el cuello para otear las luces del cielo y de la calle.
El domingo, cuando volví a Madrid, salió como siempre a recibirme contento, se subió a mi bolsa, me maulló (yo siempre, porque me daba la gana, lo interpretaba como una bronca, “ya está bien que vuelvas”). Todo en casa estaba en perfecto desorden, o sea, lo normal. Persiguió al cepillo mientras barría la cocina (y terminé hablando como si realmente me entendiera: “Pero Nico, ¿es qué todo para ti es un juego? Que estoy barriendo, déjame un poquito, tronco…”. Y sí, claro, la respuesta es sí: cualquier cosa para él era un juego).
Salí a cenar con unos amigos y a la vuelta ya no estaba normal. Apagado, ya no brincó del sillón para ir a la puerta a recibirme. Vi que había tirado una planta y pensé que habría comido hojas y le habrían sentado mal. Esperaba que se le pasara. Esa noche él se venía a la habitación donde yo estuviera en cada momento, como buscando compañía o protección, pero se tumbaba mustio y distante. Intentaba cogerlo y protestaba. Le daban como pequeñas náuseas. Me fui a la cama y Nico se tumbó al lado de mi cara en la propia almohada. Intenté dormir, intermitentemente y mirando de reojo cada dos por tres y, pocas horas más tarde, me rendí a la evidencia y la preocupación me hizo levantar definitivamente. No se dejó sujetar, parece que le dolía cuando lo tocaba y todavía tengo la huella de su último arañazo. Lo intenté varias veces y desistí. Al final, yo creo que él mismo se notó muy mal y se dio cuenta de que yo pretendía auxiliarlo. Le hablé en tono suave, lo acaricié, volví a intentarlo y por fin se dejó agarrar mansamente y meter en el transportín sin ninguna resistencia, tumbándose él mismo dentro.
En una clínica veterinaria de urgencias –era la madrugada de un día festivo-, le hicieron una radiografía y no vieron nada. Le dieron suero y se quedó ingresado. Por la tarde, más calmado, por fin se dejó pinchar, le hicieron análisis de sangre y no había infección. Me dijeron que no se le pasaba, pero que estaba controlado. Que no pensaban que fuera intoxicación, sino que pudiera tener algún cuerpo extraño en algún órgano. El martes por la mañana le hicieron una ecografía y no detectaron tampoco nada. Pero, finalmente, optaron por la sedación y, por la boca, le extrajeron un palo de casi 10 centímetros que tenía clavado en el esófago. Hoy lo he visto: era una ramita de una planta. Lo dejaron ingresado un día más, para que se recuperase de la anestesia y comprobar que el esófago no estaba dañado. y me avisaron de que podría recogerlo al día siguiente. Estaba deseando poder llevármelo a casa ya curado. Pero ayer tenía un poquito de líquido en el pulmón y yo mismo preferí que lo dejaran ahí en observación. Además hoy iba a estar casi todo el día ausente por trabajo y no me parecía oportuno dejarlo solo en casa en esas circunstancias, y en la clínica me contestaron que ellos también lo preferían así. Me dijeron que, en principio, lo del pulmón era algo leve. Esta madrugada, el edema pulmonar parece que fue progresivamente empeorando y tuvieron que intubar a Nico, pero aun así no pudieron evitar su muerte.
Me acuerdo ahora de cuando Mario me contaba cómo se coló en su agencia de viajes un gatillo negro de unos cuatro meses, abandonado en la calle, y así acabó colándose también en nuestras vidas. De cómo estaban ilusionadas Clara y la pequeña Cristina por quedarse a su cuidado cuando yo me fuese estas navidades a Argentina. De cuando Fernando se encargó de darle unos medicamentos al sobrino Nico porque yo no podía estar ese día. Cuando H. y yo desarrollábamos una incipiente complicidad y ella me hacía una malvada, cariñosa y divertida presión psicológica para que no le castrase, con encuesta incluida en su blog… (al final me dio permiso). O cuando mi madre, en una visita a casa, me decía asombrada “pero, ¿tú has visto lo que hace este gato?” y Nico daba cuerda él mismo a un ratón de juguete sujetándolo entre las manos y tirando con la boca de la anilla que, al soltarse, lo hacía andar. O de cada semana que P., la asistenta, decía que Nico era su ayudante y hablaba con él mientras limpiaba… O de cuando Vir le regaló el pez rojo con el que tanto le gustaba jugar... De las muchas veces que consiguió arrancarme sonrisas con sus comportamientos curiosos, disparatados, habilidosos o inesperados.
Nico ha sido mi compañero de piso durante algo menos de un año. A días, me ha visto divertido, amargado, ilusionado, cabreado, satisfecho, triste, enamorado, divertido, escéptico, alegre, desengañado, cansado, feliz, esperanzado...
Hay veces, querido Gardel, que incluso siete vidas son también un soplo. Y, cuando ese soplo acaba, nos deja jodidos. Con la casa triste y el corazón triste.
Ha muerto Nico
(El video es de Barbra Streisand cantando Memory, del musical Cats).
(Fotografías del autor y de Clara Montero).
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36 comentarios:
Lo siento mucho Carlos. Se lo que significan las mascotas para las personas que las cuidamos (en casa de mi madre tenemos un perrito) y tiene que ser un palo quedarse de la noche a la mañana sin ellos.Animo
Besos
Nuria
Es curioso, pero supongo que sabrás que Soseki también ha muerto. Siento mucho lo de Nico, porque se ve que poco a poco pasó a ser muy importante en tu vida, Carlos. Un fuerte abrazo.
Pues no sé qué decir. Sólo que me entristece. Ánimo y besazo.
Gracias, Nuri. Sí, se encariña mucho uno con estos bichejos.
Sí, hace poco murió Soseki de forma accidental. Ya crucé unos mensajes con Dragó. Ayer le comuniqué lo de Nico y al mensaje le puse el título de una de sus novelas: "Muertes Paralelas".
Gracias, Bárbara, por los ánimos. Otro besazo para ti.
Lo siento mucho, Carlos, yo tengo un perro (ahora tiene 16 años, temblando estoy...) también he tenido un par de gatos y es mucho el cariño que se les coge y la compañía que dan.
Un beso grande.
Muchas gracias, Labana. A nosotros de pequeñajos mi padre nos trajo un perrillo, que creció con nosotros. Murió cuando yo tenía 16 años y tuve toda la sensación de que ese día de alguna forma estaba enterrando mi infancia. De mayor he tenido varios gatos, pero quizá ésta es la vez que más penilla me ha dado, por todas las circunstancias.
Siento mucho lo que le ha pasado al pobre Nico. La verdad es que los animales son una pasada pero qué difícil tiene que ser cuando llegan estos momentos. besos
No sabes cuánto lo siento. De verdad.
Un beso.
Siento la perdida de Nico...
Un gran abrazo
Vaya, amigo,lo siento...
Pues sí, Marisol, se pasa muy mal rato. Se me ha quedado la casa tristona, como sin vida dentro.
Sé que lo sientes, Tortu. A la hora de comer medieron la noticia y te aseguro que el viaje de regreso desde tu tierra se me hizo larguísimo. Un beso fuerte también para ti.
Gracias, M. Gemma y otro abrazo.
Muchas gracias también, Alberto.
Paralelas no: para lelos.
Prefiero el original a tu copia
Las despedidas siempre son tristes. Los tios de Nico también lo sentimos mucho. Guardaremos en nuestra memoria su ingenioso juguetear con Fernando al que Nico escondía el dosificador de la medicina para hacer más entretenida y larga la visita.
Ahí me has pillado, Anónimo, qué sagacidad la tuya. Nico no existía y por tanto tampoco se ha muerto, me lo he inventado todo por completo para imitar a Dragó copiando la muerte de su gato. Y tienes toda la razón, siempre es mejor el original, sin duda: un gato más famoso y un dueño que escribe mucho mejor. Oye, ¿y tú qué hacías leyendo una cosa que es para lelos?
Hubiera sido muy fácil llegar y darle la medicina sin más, Tere. Nico se dio cuenta de que con ese artilugio le daban cada día un líquido que no le gustaba y se encargó de una desaparición rápida y sin dejar muchas huellas. Ya le dije a Fernando: mira en su escondite debajo del sofá, que allí lo tendrá. Ayer me tocó desarticular el zulo y me he incautado de su botín de la última semana: una goma elástica, un bolígrafo, un hueso de pollo, un trocito de madera y una pastilla de Eferalgán con su envoltorio.
Me ha dado muchisima pena lo que has escrito sobre Nico. Yo, hace unos meses perdí a mi mascota y esto me ha hecho recordar sus últimos días...
Llegué porque ví una foto de Nico, es muy parecido a la gatita que llegó igual que él llegó desde la calle y se quedará en mi vida hasta que ella así lo quiera...
Alguien en mi blog dejó esto para Merlín y quiero compartirlo contigo:
"Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia,
valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre sin ninguno de sus defectos".
Lord Byron - Epitafio a su perro
te envío un abrazo solidario porque aunque seamos desconocidos estas emociones que nos convierten en humanos nos acercan y hermanan...
No jodas, Galán...
Un abrazo fuerte de parte de Benito (qué pena que nunca llegasen a conocerse) y, para lo que quieras, aquí estamos.
Y para el castrado anónimo, para lo que quieras, valiente de la teclita, aquí estamos también.
Un abrazo.
Gracias, Candela, por este abrazo trasoceánico y por el epitafio escrito por Lord Byron, certero.
Gracias, Finisterre, D'Artagnan y tú seguro que podéis entender perfectamente la penilla que da perder a estos bichejos tan singulares y que tanta compañía nos hacen. (A ver si hoy nuestro Atleti es capaz de cumplir y calladamente se pone por delante de los vikingos, que ayer palmaron).
Menos lobos, Finisterre. Que se te conoce por tus espantadas.
Anónimo no ha insultado a nadie. De todas formas si te busca seguro que no te encuentra...
Que talante democrático y social.¿Te sale una venita facha?
Ale, suerte al glorioso que puede adelantar hoy ni más ni menos que al quinto clasificado.
Si se tiene un blog habra que aceptar alguna crítica, ¿no?
Gibraltar
Claro que sí, Gibraltar, para eso estamos cuando se abre un blog y se admiten comentarios. Pero se echa de menos que la crítica sea un pelín inteligente, que siempre da más juego.
Y si es a cara descubierta en vez de amparándose en el anonimato, ya sería le leche.
A Finisterre la gente cercana le conocemos dando siempre la cara, a ver si es que te confundes con otro/s...
Y por curiosidad, entonces ¿"lelos" no es un insulto?
Carlos, lo siento un montón, ya te escribí en facebbok. Un consejo no entren al trapo con gente sin cualidades más que las de provocar para no aburrirse. Que el odio se lo queden ellos así seguro que su vida es más corta y nos salvamos de su veneno, hay que pasar.
Gracias, guapa (a pesar del anonimato, supongo que eres nuestra D'Artagnan, ¿no?). Sí, la verdad es que no merece la pena entrar a ciertos trapos.
mi pésame se ha volatizado. Upss!!. Bueno Carlos solo decirte que lo siento mucho, me consta el cariño que le tenías y cuanto tienes que estar hechándolo de menos
esto se pone gracioso carlos, tienes imán para cierta especie.
Pues sí se echa de menos al animalejo, Pegasa. Con decirte que cuando llego a casa sigo con el tic de abrir con cuidado para que no se salga... Se acostumbra uno a la compañía e inevitablemente se nota más tristona la casa.
En efecto, no creo que sea gracioso, pero sí es mi especialidad, Artorius. Esto me lo tengo que hacer mirar: por qué atraigo a ciertos personajes.
Yo adoro a los gatos, tú ya lo sabes. Lo siento. Un abrazo grande... y a pasar de los lelos anónimos.
Hasta hoy que he comenzado mi descanso navideño no he visto la noticia. Lo siento en el alma Carlos... Sabes que yo, a veces, me defino como cínico en el sentido etimológico de la palabra y extiendo mi amor a los perros por todos los bichos. Mientras te escribo Pepón (mi viejo siamés de quince años) está mirándome con cara extrañada y oliendo mis lágrimas (algo que le encanta hacer). No sé si he llegado a un terrible momento en el que siento más compasión por los animales que por las personas y eso, a veces, me da miedo.
Un abrazo enorme y todo mi afecto.
Gracias, Ana. Animal singular el gato. Va absolutamente por libre y cuando te hace caso no es por sumisión ni por obligación, sino porque le da la real gana. Creo que fueron los egipcios los primeros que los adoptaron como mascotas, pero también los divinizaron (creo que era la diosa Bast a la representaban con cabeza de gato). Es un animal con curiosa personalidad y curiosos comportamientos y además cada uno es diferente de carácter. A mí siempre me han cautivado los gatos, desde niño.
Quien nos iba a decir, Francis, que apenas unos meses después de escribir tu comentario de bienvenida a Nico, tuvieras que escribir esto. Cortísimas las siete vidas en este caso, aunque la última etapa creo que la vivió bien. He ido quitando cosas -comederos, arena, manta, trastos con los que jugaba...-, borrando de alguna forma la huella de sus costumbres, pero es inevitable echarle de menos, porque su presencia era constante, te seguía casi siempre donde estuvieras y hacía mucha compañía.
Aunque me consta que no será una Navidad Feliz,me pasaba para desearte FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO 2009. Un beso gordo
Siento lo de tu gato. Yo también soy de los que se encariñan mucho con los animalillos.
Acabo de publicar un artículo sobre José Antonio, el fascismo y el orteguianismo, y me gustaría que me dieras tu opinión.
Un saludo y ánimos.
A mí me gustaría preguntarle a Anónimo qué es exactamente lo que quiere criticar.
El tío de Nico
Simplemente desear lo mejor a todos los "amigos discordantes" para el próximo año.
Ante todo, paz de espíritu; lo demás es secundario.
Un abrazo. Bernardo Rivero.
Igualmente, Bernardo. Feliz año para tod@s y un abrazo transoceánico para Carlos.
No es para reirse, el que un pequeño animalito sea capaz de
abrirse camino. adentrarse em
nuestras vidas, exigiendo tan poco,
pero dándonos tanto...
Habrás de extrañarlo un buen rato...
BB
A estas horas tengo a mi compañera gata de 14 años, aquejada de insuficiencia renal, en manos de los veterinarios para que le practiquen una especie de "diálisis", pues lleva dos días rechazando la comida y con la creatinina y la urea por las nubes. Es negra, como tu pobre Nico, por lo que puedes imaginar cuál ha sido mi emoción y tristeza al ver tu artículo.
Un abrazo muy grande.
Felicidad para ti también, Pegasa.
Siempre ando liado y vengo tan saturado que me apetece leer cosas más ligeras, pero echo un vistazo a ese artículo, Dasein. Gracias.
Yo creo, tío de Nico, que no lo sabe muy bien ni él. Pero en todo caso, da un poco igual. Por eso decía que se admiten críticas, polémicas, debates... pero con algún sentido, a ser posible.
Bernardo, lo mejor también para ti.
Finisterre, yo ya estoy. En cuanto llegues de viaje, hacemos puesta en común, que creo que hay mucho que contar.
BB, sí se echa de menos esa compañía y la vida que dan a la casa, pero hay que acostumbrarse.
Espero que acaben ahí las coincidencias, Doctor Hache y que tu gata se repondrá. Mantennos informados de cómo evoluciona. Suerte y un abrazo.
Lo siento, Carlos, y ya sabes como te comprendo. He perdido una de mis gatas recogidas también. Bueno, fueron amados y cuidados y es más de lo que se podría esperar para sus vidas en la calle.
Un abrazo.
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