La Sala Clamores programó el pasado 29 de septiembre un concierto de homenaje a Antonio Vega, recientemente fallecido y al que recordé aquí en una entrada anterior. Confieso que pensé –mal- que el homenaje sería simplemente una excusa comercial por parte del local. A pesar de ello decidí acudir a disfrutar de una noche de buena música, acompañado de amigos –Esther, Maite, Carlos C. y, a última hora, Virginia-. Por fortuna, me equivoqué y encontré algo más que lo que esperaba.
Clamores era un lugar especial para Antonio y para sus seguidores, la sala donde actuaba habitualmente en Madrid y donde yo fui a verle y escucharle con frecuencia. Ya se sabe lo particular que era Antonio: tenía días mejores y días peores, de inspiración, de voz o de talante..., pero siempre, siempre, dejó sobre el escenario retazos de su capacidad creativa, de la sensibilidad de sus letras y su música, la magia de su enorme talento.
La recaudación de este concierto se destinó a la ONG que lleva el nombre de la que fue compañera sentimental de Antonio Vega, también fallecida, la Fundación Margarita del Río, que impulsa una serie de proyectos educativos en Nicaragua. Entre el público, estaban familiares, amigos y compañeros de Antonio.
Sobre el escenario, la banda que le acompañó allí mismo tantas noches recreó los temas más célebres de su repertorio. Luego subieron a interpretar también algunas de sus canciones compañeros suyos como Nacho García Vega, Álvaro Urquijo, Carlos Vega, Rebeca Jiménez, Quique González, Vicky Castelo, Tontxu, Cristina Narea y otros cuantos, que nos hicieron disfrutar de una excelente selección, tanto de la época de Nacha Pop como de su etapa en solitario.
Cuando llegó el final, no cabía duda de qué canción era la que correspondía como cierre de la noche. Yo pensaba que iban a subir entonces todos los músicos que habían intervenido, a interpretarla juntos. Pero pasó algo mucho mejor. Sobre el escenario, la foto de Antonio y un micrófono vacío. Uno de los miembros de su banda dijo una de las frases habituales con las que Antonio animó allí a los presentes a cantar muchas noches. Y comenzaron los acordes de la Chica de Ayer. Todo el público puesto en pie cantó completa la canción, con la música de la banda de Antonio Vega. Sonó realmente hermosa. Fue un momento emotivo, donde muchas voces juntas hicieron suya una voz ausente, a través de una obra que no muere.
Este video doméstico recoge un fragmento de El sitio de mi recreo interpretado por Antonio Vega nueve meses antes en el mismo escenario donde se desarrolló este homenaje:
Mostrando entradas con la etiqueta Antonio Vega. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Antonio Vega. Mostrar todas las entradas
Recordando a Antonio Vega
Antonio Vega
... Ahora tú
no dejes de hablar
-Antonio Vega- Una décima de segundo-
no dejes de hablar
-Antonio Vega- Una décima de segundo-

Antonio nos ha legado algunas de las canciones que han marcado la vida de una generación, tanto en los álbumes del grupo (Nacha Pop, Buena disposición, Una décima de segundo, Dibujos animados…) como en los que publicó en solitario (Océano de sol, Anatomía de una ola, 3000 noches con Marga…). De las decenas de buenas composiciones, entre tantas como me gustan, si tuviera que elegir mis temas favoritos no sería nada original y citaría especialmente tres: La chica de ayer –a estas alturas, casi un himno-, Una décima de segundo –absolutamente inolvidable la versión con Teo Cardalda al piano- y esa joya titulada El sitio de mi recreo.
Quienes sigan el blog quizá hayan observado que en el lateral, entre los enlaces musicales, desde el principio estuvo el de Antonio Vega.
Con cierta frecuencia, me gustaba aún hoy irle a escuchar a Clamores y Galileo Galilei. Tenía días..., pero siempre era algo muy especial. Y es que Antonio Vega, aun sin dientes, y hasta sin ganas, le da un millón de vueltas a muchos de los productos de marketing que están en el candelero. Era un artista, un creador con gran talento, un poeta.
En cierta ocasión un tío mío intentaba explicarme lo que sentía cuando morían las grandes estrellas de Hollywood que habían marcado su juventud. Ahora creo que –por desgracia- le voy entendiendo mejor: algo así siento yo con muertes como ésta. Si todos los días va muriéndose algo de nosotros –y también nacen cosas nuevas-, con Antonio Vega se va algo de la mejor época de mi vida. Porque sus acordes son –perdónenme el inevitable tópico- parte de la banda sonora que pone fondo a mis recuerdos de las tardes en la Universidad o haciendo pellas ("vivo en la calle, estudio de aprendiz / con libros que en la escuela nunca vi"), las risas con Blanca y Jose, los conciertos de San Isidro, Alaska en el Palacio de los Deportes, el bocata de calamares escuchando música en la Plaza Mayor, el Penta ("luego por la noche al Penta a escuchar / canciones que consiguen que te pueda amar"), La Vía Láctea, El Zurdo, los ratos de tranqui en La tetería de la abuela ("y es que no hay nada mejor que revolver / el tiempo con el café"), tomar algo con Pilar en la Casapueblo, el mercadillo de Santa Ana, las escapadas con Fernando en la Vespa por Malasaña ("un viaje más, / olvidar la luz en un bar / durmiendo mal y soñando con cantar"), aquellos ojos de Susana ("y es que hoy aún / quedan ojos que mirar. / No se oiga ni una queja más..."), los sitios de mi recreo, las chicas de ayer.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)