Haberlas, ¿haylas?

Publicado en la web de la asociación profesional Unión de Abogados, 10.10.07

Hace algunos años, una cliente me encomendó su defensa, como abogado, en una reclamación de cantidad que habían interpuesto contra ella. El asunto, a primera vista, parecía insostenible: su pequeña empresa había contratado un servicio con una conocida gran empresa, que estaba en condiciones de probar que había prestado tal servicio, lo había facturado al precio pactado y mi cliente había dejado sin pagar una parte de ese precio, que además era una cantidad de dinero importante. Con estos ingredientes, en principio, ya me dirán ustedes: condena segura.

Ella me explicaba algunos pactos verbales que la otra parte había incumplido y por qué consideraba moralmente injusto pagar esa parte del precio (lo que ella consideraba justo ya lo había abonado puntualmente), pero tales conversaciones entre ambas partes eran totalmente indemostrables si no las reconocían y, lógicamente, no las iban a reconocer.

Le aconsejé llegar a un acuerdo con la parte contraria y ofrecerles abonar la deuda al contado ya, para evitarnos el pago de más intereses y de las costas del juicio. También le sugería la posibilidad, si lo prefería, de solicitarles un pago en plazos. Ella me dijo que no, que no quería llegar a ningún acuerdo y pretendía que defendiera su postura de no soltar ni un céntimo. Le insistí en que los argumentos que ella me daba no iban a prosperar, porque todo apuntaba a que podían perfectamente justificar que habían cumplido su parte, mientras que ella había incumplido la contraprestación pactada, sin que pudiéramos acreditar ningún motivo de oposición realmente sólido.

En circunstancias normales, le hubiera dicho que el asunto era indefendible desde mi criterio profesional y que, en consecuencia, no me podía hacer cargo del mismo. Pero tenía cierto compromiso con ella y con quienes la habían enviado a mi despacho, por lo que finalmente le dije que, siguiendo sus instrucciones, yo me opondría a la reclamación, pero que quería que tuviera claro que lo más probable es que la condenaran a pagar la deuda más los intereses y las costas del juicio.

El día señalado para la vista, quedamos a tomar café un rato antes, en una terraza cercana a los Juzgados. Repasamos cuál iba a ser mi planteamiento y yo le insistí en mi recomendación de llegar a un acuerdo, obteniendo otra negativa por su parte. Ella me reiteraba que asumía el riesgo, porque confiaba en que le asistía la razón moral. Nuevamente, le dije que en los juzgados no siempre gana la razón moral, porque el juez no puede saber quién la tiene, sino que se utilizan argumentos jurídicos y pruebas objetivas y que, en este caso, por mucho empeño y mucha diligencia profesional que yo pusiera, la cosa no pintaba nada bien.

Tras el fracaso de mi último intento, me coloqué la toga y me dirigí hacia la sala de vistas, dispuesto a afrontar el juicio a cuerpo descubierto, sin una mala prueba -documentos o testigos- que llevarme a la boca. Yo iba rezando no ya para ganar -que no me gusta pedir imposibles-, sino para que hiciésemos un papel digno, para que no hiciéramos demasiado el ridículo.

El caso es que, conversando relajadamente sobre un asunto ajeno a este procedimiento, mi cliente sin querer me dio una pista que me sirvió para tramar, sobre la marcha e instantes antes de entrar al juicio, una estratagema procesal aparentemente muy arriesgada. Pero en tales circunstancias, ¿qué teníamos que perder por intentarlo? Por secreto profesional, lógicamente no sólo he omitido los nombres y algunas circunstancias del caso, sino que no puedo dar muchas pistas ni siquiera de en qué consistió mi argucia. El caso es que hay días en que uno tiene la inspiración de su parte y formulé una determinada pregunta, aparentemente disparatada pero que, una vez explicada, tenía su miga. La inesperada cuestión que introduje hizo tambalearse la sólida prueba aportada por la parte contraria, hizo dudar a todos los testigos uno tras otro –el comercial con el que se concertó el servicio, el técnico que ejecutó la prestación y la administrativa que lo facturó- y todos empezaron a mostrar inseguridad e incluso a contradecirse en sus afirmaciones.

El abogado de esta gran empresa intentó salvar el imprevisto naufragio de su postura, pero yo en la exposición de mis conclusiones pude explayarme y rematar la jugada, sembrando la duda razonable sobre que realmente se hubiera llegado a producir la prestación del servicio.

Cuando salimos, yo todavía no me acababa de creer el giro que había dado el asunto, pero mi cliente estaba muy satisfecha:

- ¿Ves como te lo decía? Has estado muy bien, Carlos. Lo vamos a ganar.
- Mira, no ha salido mal -intenté ser prudente-, pero ya veremos. Ya no te puedo decir, como antes de entrar, que lo vamos a perder seguro, porque hemos tenido cierta suerte en cómo se han desarrollado al final las cosas…
- Que no, que no, suerte no, que tú eres muy buen abogado.
- Muchas gracias, de verdad, pero te aseguro que no todos los días se producen milagros.

No me resistía a hacerle la pregunta que me llevaba rondando todo el tiempo:

- Oye y, aparte de que tuvieras razón moral y de que me consideres buen profesional y todo esto que me dices, tú sabías que no teníamos pruebas y, a pesar de que yo te lo puse muy negro, has insistido en entrar y, lo que me llama más la atención, no has tenido nunca ni la menor duda. ¿Por qué?

En parte me volvió a repetir la cantinela pero, al final, me lo soltó:

- Pues porque yo iba con la verdad por delante, porque tú eres muy buen abogado… y porque mi vidente me había dicho que iba a ganar este juicio.

Acabáramos. La procuradora, que también estaba delante, me miraba sin dar crédito.

Unos días más tarde, me llama la procuradora partiéndose de risa:

- Me acaban de notificar la sentencia del asunto tal: que hemos ganado, que desestiman la demanda y le imponen las costas a la parte contraria… Oye y que dile a nuestra cliente que tendría yo que preguntarle a su bruja algunas dudillas que tengo sobre mi vida personal… jajajaja.

La otra parte no apeló la sentencia y nos pagó religiosamente a la procuradora y a mí nuestras facturas por el juicio.

Algún tiempo después, vuelve la misma cliente con otro asunto parecido: había contratado el mismo servicio con otra empresa, ésta se había equivocado en un determinado aspecto en su prestación y ella no había pagado el total del precio.

Y yo, vuelta a la carga:

- Mira, tú tienes un contrato firmado y ellos han cumplido. No vamos a poder demostrar que ese error que dices fuera tal, porque ese aspecto se pactó verbalmente y porque, una vez terminada la prestación, no consta ninguna reclamación por tu parte y han pasado ya un par de años. Te van a condenar a pagar el precio, con intereses y costas. ¿Quieres que les llame e intentemos un acuerdo…?

- No, no, Carlos, tienes que pelearlo, porque es injusto y…

- Ya sé que es injusto, pero de verdad que todos los días no suena la flauta como la otra vez y que es mejor ser realistas…

- Que no, que yo corro el riesgo y, si perdemos, pues perdemos. Tú contéstalo y defiéndelo como tú sabes hacerlo, que yo confío en ti…

- Que yo te agradezco mucho esa confianza, de verdad, pero tienes que entender…

- Nada, nada, que te opongas a la demanda, que yo voy con la verdad por delante.

No me atreví a preguntarle qué había dicho su vidente esta vez.

Le envío a la procuradora la contestación y, al ver quién es la cliente, se parte una vez más de risa:

- Hombre, la que consultaba a una bruja...
- Sí, pero me parece que no siempre le van a salir las cosas igual. Esta vez, con vidente o sin vidente, yo creo que ya sí que nos cascan...

Nos citaron a juicio en abril de 2006. Cuando estábamos esperando en la puerta de la sala de vistas, mi cliente, que es de armas tomar, se marcó una parrafada hacia el procurador contrario, diciéndole que a ella le estaban reclamando algo que no debía y que, aunque los papeles estaban de parte de ellos, la verdad estaba de parte de ella y que Dios es justo y no permitiría que se salieran con la suya… El otro procurador creo que se asustó y le dijo que con él no iba la cosa, que él era un mandado y estas cosas que decimos los profesionales en tales situaciones. Yo mismo la corté para que no se dirigiera en esos términos al compañero, explicándole que él sólo cumple con su obligación profesional, como yo con la mía.

Unos minutos más tarde llaman del despacho de la abogada contraria: que tiene una afección y que se ha quedado completamente sin voz .

Pasamos al despacho del juez y se lo explicamos. Su Señoría acuerda la suspensión del juicio y le dice al procurador de la demandante que, por favor, tan pronto como se recupere su abogada, lo comunique y que, en la semana siguiente, nos hará un hueco para celebrar el juicio. El procurador dice que, en efecto, por lo que le han dicho, será cosa de dos o tres días.

Hasta hoy. Nunca más se supo. Ni comunicaron nada, ni se nos volvió a citar a juicio… Ni yo he vuelto a preguntar, por si acaso, porque nosotros no tenemos prisa. El asunto está inusualmente paralizado y, lo que iban a ser dos o tres días se ha convertido, por ahora, en un año y medio.

No creo en las brujas, pero…

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bien contado. Espero que nos mantengas informados. Esta claro que no crees porque yo en tu caso si creyera en eso, que tampoco creo, no contaría nada porque no vaya a ser que por contarlo...
Te lo digo yo que en esas cosas soy muy escéptico pero que si veo una escalera apoyada en una fachada doy un rodeo para no pasar por debajo y si nombran la bicha toco madera. Sólo por si acaso.

Carlos J. Galán dijo...

Bueno, no creo mucho en estas cosas, pero me gusta sembrar la duda y me hacen gracia estas cosas que tiene ¿el azar?
En lo que sí creo a pies juntillas es en la Ley de Murphy, así que me temo que llevábamos un año y medio sin saber nada y ahora por haberlo contado en cualquier momento nos volverán a citar a juicio, pero bueno, qué le vamos a hacer.
En cuanto a otras experiencias "paranormales" de este tipo, en el post de Praga aludo a la historia de la maldición de la foto 103 y mi prima Marisol (una de mis compañeras de viaje) ya ha hecho un comentario al respecto sorprendida de que haya atrevido a contarlo. Ella mucho dice que no cree en nada, que es escéptica, pero el caso es que por si acaso borró la foto en su ordenador...

Anónimo dijo...

Qué bueno Carlos!!!

Oye y por casualidad no sabrás el móvil de la vidente, no? La verdad es que yo en esas cosas tampoco creía hasta que... me acertaron algo que prácticamente era imposible que sucediese y pasó. Sería casualidad? Pues no sé, pero yo desde entonces ya tengo la duda...

Abrazos

Siento ser repetitiva pero mola muuucho leerte.

Anónimo dijo...

¡CLARO QUE HABERLAS HAYLAS!

COMO PUEDES DECIR QUE NO CREES EN LAS BRUJAS.
EN TU VIDA SIEMPRE TIENES UNA CERCA DE TI:
LA BRUJA DE TU VECINA
LA BRUJA DE TU SUEGRA
LA BRUJA DE TU COMPAÑERA
LA BRUJA DE TU EX
LA FUNCIONARIA BRUJA
.......
TAMBIEN HAY BRUJAS "BUENAS" SON LAS QUE HACEN QUE TE OLVIDES DE ESAS OTRAS BRUJAS.

DE TODOS MODOS EN RELACION A ESOS JUICIOS IMPOSIBLES HAY QUE RECONOCER QUE TU ASTUCIA ES CASI UNA POCIMA DE “BRUJA”. ME DIRAS QUE NO.

TEN SIEMPRE UNA BRUJA "BUENA" A TU LADO.

Anónimo dijo...

Muy bueno, jeje

Carlos J. Galán dijo...

Sí, sí, la anécdota es buena, pero el caso es que yo ya no me atrevo a llevar la contraria a mi cliente en nada ;-) ...

Anónimo dijo...

Hola Carlos,
creo que recuerdo de quien se trata, ya que me suena a la conversación de un desayuno (ya escasos con nosotras) o de algún acontecimiento. Yo no creo en estas cosas y me parece que a esta señora alguna vez se le acabará la buena suerte, sino se le ha acabado ya.Por cierto, ya me ha enseñado Sil el comentario de mi boda y los famosos vaqueros... Creo que no lo entendiste bien, bueno estoy segura,vuelvelo a leer ya que, no quería decir que fueras a mi boda en vaqueros, sino que, con vaqueros estas más guapo que con traje (cosa que comparto con ella).
Bueno me voy que son las 7 y hasta que llegue a casa... Nos vemos el lunes, por cierto, desayuna fuerte que viene Braulio
un beso

Nuria

Anónimo dijo...

¡Que historia más buena! Me encanta, eso de que triunfe la verdad, y la justicia, podría ser el guión de una película y tu papel lo haría ¿James Stewart? ¡ como mínimo!. En serio me ha gustado, yo no se si lo mío es utopía o idealismo, o incluso realismo mágico, que entran las brujas y todo en el escenario. Yo creo que la mayoría de estos seres ná de ná, pero creo que nuestra mente tiene más capacidad de la que creemos, algún día igual te cuento algunas cosas que me pasaron que... me impiden dudar de la existencia de las premoniciones. No es broma y no estoy loca, pero " pasan cosas".
Aunque...mmmh, eso de que la clienta repitiera en un asunto del mismo tipo ... no sé, me vuelve suspicaz. A ver si va a estar compinchada con la bruja o algo ...Que divertida la historia, oye...

Carlos J. Galán dijo...

Cuenta, cuenta, Pat...

Carol y Juan dijo...

Sencillamente esa mujer lo vió igual que hay muchas personas que tienen ese don. Puedo dar fe de ello