Pepín Bello, Petón y La desesperación del té


Hace unas semanas, fuimos a la presentación de La desesperación del té, libro escrito por José Antonio Martín Otín, más conocido como Petón. Ex jugador de fútbol (si me tuviera físicamente a su alcance, me daría una colleja por lo de ex, porque cree que la condición de futbolista imprime carácter y no se pierde nunca), asesor deportivo (entre otros, de nuestro Fernando Torres; y yo estoy convencido de que la categoría humana y la madurez mental de un futbolista que era millonario desde muy jovencillo y corría todos los riesgos de no ser ni de lejos cómo es, en alguna medida se debe a la influencia de su representante), periodista (es o ha sido colaborador de la Ser, de Cuatro, de TVE, de Antena 3 TV, de Antena Aragón, de As, de Heraldo de Aragón…), escritor… Y amigo: compañero de más de una aventura disparatada, noble y quijotesca, de algunas animadas tertulias y de más de una fraterna cerveza.

La desesperación del té es un libro que nace de las conversaciones que su autor mantuvo durante seis años con José Bello Lasierra. Fallecido recientemente, en enero de 2008, a los 103 años de edad, Pepín Bello fue el aglutinante de amistades surgidas en la Residencia de Estudiantes –Buñuel, Lorca, Dalí…- y que en buena medida fructificarían en lo que luego fue la generación del 27.

Algún profesor universitario había escrito despectivamente que Pepín Bello lo único que hizo en toda su vida fue tomar cerveza y no trabajar. La frase, desde luego, no responde a la verdad. Pero Carlos Vara y yo bromeábamos recordando esa sentencia:

- ¡Y el tipo lo dice en tono despectivo! ¡Como si no tuviera mérito!
- Hombre, pasar la vida bebiendo cerveza y sin trabajar, demuestra una gran habilidad. Sólo eso ya sería un motivo de admiración por el personaje. A ti y a mí, por lo pronto, nos falta la mitad…
 Dimos un abrazo a Petón y, aprovechándonos del enchufe, Carlos Cardesa y yo le pedimos que nos firmase el libro antes de comenzar el acto, para no esperar luego cola.


Introdujo el acto Paco González, compañero del autor en los programas deportivos de la Cadena Ser, quién subrayó la capacidad intelectual y la calidad humana de Petón, su carácter polifacético e inquieto. Teve Bello, sobrino de Pepín, transmitió la felicitación y la bendición familiar. El editor, Manolo Ramírez, expresó la satisfacción de Pre-Textos por contar en su catálogo con este magnífico libro y poder difundirlo. Fernando Anaya, abogado, poeta (sí, las dos palabras pueden estar en la misma frase, incrédulos; incluso, por lo que cuenta Petón, compartiéndola con otras como bonhomía, nobleza o generosidad), esbozó certeramente el sentido de esta obra. Principal impulsor del proyecto, es precisamente una de las personas a quien Petón dedica este libro: A Fernando Anaya, de la amistad, el verso.

(Tengo que hacer un paréntesis inevitable. Al entrar al acto se me fue la vista a un lateral de la primera fila y pensé: cómo se parece aquella chica de allí a Lola Baldrich. Hasta que Petón dio paso a la lectura de la primera página del libro y entonces escuché su voz… Sigo con admiración y cariño a esta actriz desde que yo era estudiante de Derecho, poco más o menos. Es conocida sobre todo por su trabajo en televisión –Médico de Familia, Compañeros…-, pero ha hecho también cine y, sobre todo, mucho y buen teatro. Quienes la conocen, dicen que es persona encantadora. A mí siempre me ha parecido una estupenda actriz, pero aún poco aprovechada para lo que podría dar de sí. Aunque yo no tenga ni idea de esto, es una mera intuición de espectador. Quizá algún día le darán un papel completamente distinto que le permita demostrar otras potencialidades y sorprenderá. Esa tarde, también fue un regalo esa inesperada presencia de Lola).

Y luego, el autor. A Petón siempre es una gozada escucharle. Es uno de los mejores retratistas que conozco, pero no con el pincel sino con la palabra. Da igual que esté hablando de un futbolista histórico en El Larguero o de Pepín Bello en la presentación de este libro. Capta la leyenda, salta de la anécdota a la categoría y de la categoría a la anécdota… pero también traza magistralmente los rasgos definitivos y no pocas veces atrapa el alma del retratado.

En mi inventario de libros que me hayan hecho reír hay algunos. De libros que me hayan hecho llorar, también. Pero sólo consigo recordar una ocasión en la que un mismo libro, tras hacerme reír con ganas, consiguió emocionarme unas páginas más adelante. Lo había escrito Petón. Nació de una deuda moral que sentía su autor y de una admiración que compartimos. Era un libro iconoclasta contra los tópicos de uno y otro lado. Un libro interesante, valiente y cariñoso. Se llama El hombre al que Kipling dijo sí.

Este otro libro está hecho de distinto barro pero con las mismas manos. Y se nota. Divertido el capítulo del artista sin obra (Pepín y Buñuel tienen un hijo y lo llaman Hamlet), emocionante el final (Lo siento, amigos, he de morirme), certero y tierno el Epílogo para Manuel. Pepín Bello llevaba más medio siglo contando sus amistades, sus visiones y sus andanzas. Pero el rasgo diferenciador de esta obra es, precisamente, que no se trata de un mero libro de conversaciones, transcritas desde el rigor frío del historiador o desde la corrección aséptica del periodista. Está escrito desde la brillantez en el planteamiento pero también desde el calor humano. Hay historias y anécdotas que Pepín ya había contado en multitud de ocasiones antes. Pero hay algunas que no y que Petón consigue arrancarle con ese clima de cordialidad y confianza que crea de forma natural. Hay otras que cobran una nueva perspectiva, o a las que se añade un dato o un matiz sugestivo. Pero, sobre todo, el libro capta muy bien lo intangible: el tono, el ambiente, el espíritu, los sentimientos.... Lo que yo decía: el alma.

El único pero que se me ocurre poner al libro es si, quizá, no hubiera sido más claro utilizar distinta tipografía o una sistemática más clara y homogénea al diferenciar lo que constituye testimonio del propio Pepín del resto del texto. Y otro pero, en este caso inevitable: que ojalá Pepín hubiera vivido más años y hubiera charlado aún más con el autor.

Por lo demás, la obra es una delicia. Por sus páginas desfila la magia de Federico García Lorca (“arrebatador, un ciclón, deslumbrante”), Luis Buñuel (“teníamos una manera alegre y disparatada de entender la vida, teníamos curiosidad y desparpajo”), Salvador Dalí (o Pepín avisando a los demás: “el catalanito ése que viste como si fuera Becquer es un pintor de campeonato. Acabo de ver sus trabajos tirados por el suelo y os digo que este muchacho es un fenómeno”), y Rafael Alberti (“fuimos muy amigos desde el primer minuto”, “sólo podía ser artista”).

Y también Ignacio Sánchez Mejías (“una amistad definitiva llamada a marcar mi vida”), la nobleza de Julián Besteiro (“había entendido el mal de España y le dolía más que su tuberculosis”), José Antonio Primo de Rivera (y su amistad con Lorca: “en el drama vital que era España entonces, me atrevo a sostener, estoy seguro, que la única persona que podía comprender a Federico en toda su gigantesca extensión era José Antonio”), Melchor Rodríguez (y la frase más escuchada, pero la que más y mejor le define: “de ese hombre sé lo más importante: que me salvó la vida”)... Y Santiago Ramón y Cajal, Fernando Giner de los Ríos, Pío Baroja, José Ortega y Gasset, Manuel de Falla, Ramón Gómez de la Serna, Antonio Garrigues, Gabriel Celaya, Samuel Ros, José María Hinojosa, Mercedes Fórmica, Fernando Villalón, Luis Cernuda, Ernest Hemingway, Ramón J. Sender, Luis Miguel Dominguín, Ava Gadner, Lucía Bosé…

Pero La desesperación del té (27 veces Pepín Bello) no es sólo un viaje que nos permita conocer más a una generación singular, escuchando a quien tejió algunos de sus más profundos y a veces invisibles lazos. Es, sobre todo, un canto a la creatividad, a la amistad y a la vida.

Aportaciones históricas, un enfoque inteligente y hermoso, prosa poética, ironía, buen humor y sensibilidad. Por desgracia, ya no tendremos más la palabra cálida de Pepín. Pero se queda uno con ganas del próximo libro de Petón.

(Fotografías: Macarena García Oliver)

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te vale Carlos.............con las ganas que tengo yo de conocer a este hombre.............¿no me lo vas a presentar nunca?

Anónimo dijo...

Como siempre Carlos, has hecho una cronica perfecta del acto y un resumen del libro muy brillante...se te perdona esa demagogia de los abogados (poetas, nobles, generosos y otras flores ...)aunque en algunos sea cierta.
Como ahora Finisterre no esta (vacaciones) estoy de suplente para las cañas así que si te puedes escapar en algún momento de las montañas de folios de trabajo estoy dispuesto...
un abrazo fuerte

Anónimo dijo...

el anonimo anterior soy yo, el tercer carlos, carlitos, carlos c.1...

Anónimo dijo...

Te aseguro, anónima, que lo pensé en cuanto llegué: vaya, tenía que haber avisado a esta chica... pero ya era tarde... Para el próximo libro o evento. De todas formas te recuerdo que tú tenías que estar centrada en lo que tenías que estar centrada y no dispersarte, que los preparativos llevan su tiempo.

Carlitos, yo no hablo de los abogados en general, seguramente somos la excepción Fernando Anaya y yo con cuatro o cinco más.
Si consiguiera terminar las rentas en esta semana y no me dejo ninguna para el fin de semana y, por tanto, no le doy emoción hasta el último momento, podemos quedar a tomar unas cañas el fin de semana, acepto propuestas de ocio, conciertos y demás. Si es algo que me consiga hacer reír, entonces ya de fábula.

Anónimo dijo...

Bueno, la próxima vez......

Ya te contaré todos los preparativo, que se que estás ansioso por conocer los detalles, tengo conversación como para 5 horas más o menos.....ya sabes como me gusta a mí esto....los pequeños y pequeñísimos detalles......
Otra cosita....podrías llamar un día de estos...como no contestas al teléfono ni a los correos....

Anónimo dijo...

Lo de que me cuentes detalles, deseándolo estoy, ya te llamo yo un día de estos, ¿eh? (es que ahora ando muy liado y no va a poder ser...)

Anónimo dijo...

Pepín era un crack; mi admiración hacia ese gran tomador de cerveza; prometo seguirle la estela. Y, por cierto, Petón, siempre que se hable de tomar muchas cervezas (cañas, dobles, preferiblemente dobles), que sean de Mahou Clásica que llena muchísimo menos. Una jornada maratoniana de dobles de las que me pego yo, si fuese con 5 Estrellas, ya me habría dejado KO.

Abrazos argentinos.

Nos vemos el día 6, por supuesto, con unas cañitas de por medio.

Y Aupa España. Me tengo que ir del país para que ganemos algo, joooooder.

Besos y abrazos.

Carlos J. Galán dijo...

Finisterre, cuando te vas a bodas y no ves los partidos del Atleti ganamos y cuando te piras a Argentina pasa España de cuartos. Te vamos a subvencionar tus ausencias en caso de partidos decisivos...
¿Qué tal todo por allí? Da muchos recuerdos a tu niña y a nuestros comunes compañeros.
Se os echa de menos. Os espero para mi cumple, que unas cervecitas como poco sí habrá que tomar.
Disfrutad en Argentina. De este año no debería pasar que yo vaya para allá.

Anónimo dijo...

Sólo puede decirte una cosa, Carlos: se nota muchísimo el extraordinario cariño que sientes por quienes protagonizan esta brillante crónica sobre el libro de Petón. Enhorabuena a ellos, y a ti.

PEGASA dijo...

Carlos la subvencion para las ausencias de Finisterre yo me puedo encargar. Finisterre no te molestes es con todo el respeto del mundo pero es que PODEMOS GANARRRR LA EUROCOPAAA.Sabes Carlos nose porque estos comentarios me han traido a la mente un restaurante en Sevilla en el cual acostumbra a realizar tertulias literarias Arturo Pérez Reverte. De hecho en una pared del rincón donde se realiza o se realizaba (no puedo precisar si aún las siguen realizando)le tienen pintado el anagrama del Capitán Alatriste en agradecimieno al escritor que nombrara su establecimiento adaptado a la época en su novela. Y haber también cuando visitas la capital del aceite de oliva.

Anónimo dijo...

Fernando, sí, se nota el afecto, yo no suelo ser objetivo con estas cosas, pero sí suelo ser sincero (es decir, que aunque el libro seade un amigo si no me gusta, no voy a decir que me entusiasma), es mi honesta subjetividad lo que aplico.

Pegasa, estamos salvados, a Finisterre le tenemos en tierras argentinas hasta después de la final, así que ganamos fijo. Por cierto, es curioso como se cierra el círculo: el post habla del libro de Petón sobre Pepín Bello, acabamos no sé sabe cómo hablando de la Eurocopa y ayer vi a Petón comentando la Eurocopa para Cuatro, suele estar en Colón con Angels Barceló.

Anónimo dijo...

Ya me he comprado uns litros de Quilmes para derrotar mañana a los gigantes alemanes. Por fin es la hora de los bajitos, es nuestra hora.
Aquí lo dan en directo pero, con la diferencia horaria, es a las 15:45; una hora perfecta para cervecearse.
Carlos ¿has vuelto por el sotano? Por cierto, ayer estuve unos minutos con un viejo amigo y una persona ejemplar, Javier Iglesias; le di recuerdos vuestros y seguro ue mañana, entre crítica crítica al gobierno que les vuelve a engañar, mirará de reojo el partido de su, nuestra España.

Un abrazo bonaerense.

Carlos

Jesús Cotta Lobato dijo...

Gracias por avisarme de la publicación de este libro. Lo leeré con mucho gusto, sobre todo después de leer tu cróncia-reseña. Encantado de saludarte.

Carlos J. Galán dijo...

Gracias a ti, Jesús, por acometer el proyecto del que me ha hablado Paco: hace falta cierto valor intelectual para enfrentarse a los tópicos. El libro de Petón te gustará. Un cordial saludo.