En lo profesional, julio es un mes particularmente asfixiante, tanto en el asesoramiento empresarial (con dos plazos fiscales y un plazo mercantil seguidos) como en las tareas específicamente mías de abogado (porque agosto es inhábil judicialmente y hay que dejar al día muchos asuntos antes).
Así que, cuando llegan los primeros días de agosto y antes de marcharme de viaje (lamentablemente, no puedo elegir otras fechas), tengo lo que yo llamo la semana -poco más, poco menos- de semivacaciones. No se engañen por el nombre que le doy a ese período: sigo trabajando (y no poco) en dejar cosas terminadas y ordenadas. Pero sin juicios, sin plazos, sin agobios…, a un ritmo normal que me permite recuperar espacio personal y levantar el pie del acelerador.
Cuando llegan cada año estos primeros días de agosto pienso que así tendría que ser todo el año. Porque luego los viajes de vacaciones son otra cosa, un tiempo de ruptura con lo cotidiano. Pero, en la cotidianeidad, lo laboral no debería ser tan absorbente. Yo creo que los días normales deberían ser como ahora: trabajando, pero con un pulso normal, sin estrés, sin saturación y pudiendo hacer paralelamente otras cosas.
Así que aprovecho para quedar con personas a las que no puedo ver en el año con la frecuencia que me gustaría, para actividades para las que normalmente no tengo tiempo, para salir a diario… Ciertos amigos ya saben que en estos días inusuales es raro que diga que no a alguna propuesta… salvo por coincidencia (hoy se reía alguien porque para el miércoles por ahora ya me han propuesto tres planes y aún no he confirmado ninguno: una amiga que viene ese día a Madrid, otra amiga que me propone quedar y un amigo que me plantea la posibilidad de ir a un espectáculo). Si hubiera más semanas así en el año no tendría en mi vida social esa especie de overbooking…
Me decía una vez el escritor soriano Antonio Ruiz Vega que “habría que estudiar la red de mecanismos que nos hurtan lo que antes era la 'vida cotidiana' y que ahora se nos esfuma entre los dedos. Eso sin que son Crímenes contra la Humanidad...”
Mientras lo estudiamos, yo me quedo por lo pronto con el paseo de esta noche. Algo falla cuando yo percibo como un auténtico lujo el no tener prisa, el poder regresar tranquilamente caminando hasta casa, mirando la luna, observando a la gente… y respirando.
Tomando aliento
(Fotografía: Ventana abierta, de Álvaro Canivell, de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr).
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5 comentarios:
Muy bien....así debería ser siempre, una vida más tranquila.¿ya tenemos hueco para el miércoles????? imagino yo que a estas horas ya lo sabrás ¿no?...bueno, ya me contarás.
Jajajaja, no me agobies, no me agobies :-) . A ver si para unos días que no me estresa mi vida laboral me va a estresar mi vida social. ¿Y no os vendría mejor otro día? ¿Qué os ha dado a todos con el miércoles? No sé si clonarme para ese día o qué.
No te quejes.....que vives fenomenal.....sin estrés, sin agobios, relajadito....
No eran tres planes, eran cuatro y ni me acordaba: uno lo acepté el sábado de madrugada, pero es que a esas horas ya decía sí a todo. Qué laborioso ha sido esto de poner orden en mi agenda social...
Bueno, bueno.....¿y qué tal al final? ¿qué hiciste????.Yo estuve de cañas + 1 copa (sólo una)
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