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Debatir lo que importa

 Publicado en Diario de SevillaDiario de Cádiz, Diario de Jerez, Europa SurMálaga HoyHuelva Información, El Día de Córdoba, Granada Hoy, Diario de Almería y Jaén Hoy 29/05/2024


Tras las lecciones históricas de la derrota del totalitarismo fascista en la 2ª guerra mundial y la posterior caída del totalitarismo comunista en los años 80-90, es generalizada -y acertada- la creencia de que la democracia pluralista es la mejor forma de legitimación del poder y de organización de la convivencia. 

Sin embargo, el sometimiento de los gobernantes a la valoración ciudadana cada cuatro años -o menos- produce un efecto secundario indeseado, que es el cortoplacismo en la gestión política. Así, a veces se rehúye afrontar medidas oportunas si resultan impopulares. O se pospone el diseño y ejecución de infraestructuras necesarias, cuando van a precisar una gran inversión de recursos y el promotor no será quien las inaugure. O se eluden cambios culturales o educativos de fondo, porque los frutos se apreciarán a medio o largo plazo y difícilmente se reconocerá mérito alguno a su impulsor. 

Cuando era aún primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Junker afirmó, refiriéndose a la crisis económica: «Sabemos exactamente lo que hay que hacer. Pero no sabemos cómo ser reelegidos si lo hacemos». Para evitar que ese cortoplacismo domine por completo la gestión pública existen los consensos políticos. Desde un ejercicio de responsabilidad, partidos opuestos pueden definir determinadas líneas políticas compartidas sobre materias de interés general, que tengan continuidad aun cuando se produzca alternancia en el poder. Del mismo modo, pueden comprometerse a no utilizar como arma electoral ciertas decisiones políticas que no resulten populares o cuya utilidad solo se aprecie en el largo plazo. 

En España, sin embargo, tenemos escasos ejemplos de tales usos. En la transición, los Pactos de la Moncloa permitieron que el objetivo común de consolidación democrática no se viera perjudicado por los efectos de la crisis del petróleo. Desde el Pacto de Ajuria Enea en 1988 hasta el Antiterrorista en 2000, fueron varios los intentos de que los partidos hicieran frente al terrorismo con ciertos criterios compartidos y sin utilizarlo como argumento electoral. En materia de pensiones, el Pacto de Toledo nació con la finalidad -no siempre cumplida- de debatir con rigor sobre el sistema de protección social y su sostenibilidad sin que el oportunismo electoral lo impidiera. Pero lo que ha prevalecido -y creo que actualmente se manifiesta con mayor intensidad- es nuestra tradicional política de trincheras, que sitúa a menudo en el centro del debate público asuntos broncos, que dan juego en medios y redes sociales, pero sirven de excusa para posponer indefinidamente el abordaje de otros debates de mayor calado. 

Somos una potencia turística mundial por nuestras condiciones, pero sin una estrategia nacional de qué clase de turismo queremos atraer, con qué límites, con qué enfoques y qué vamos a hacer para ello, mientras se suceden medidas municipales y autonómicas contradictorias entre sí. 

En el mundo sociolaboral, por ejemplo, no nos detenemos siquiera a reflexionar sobre cómo afrontar los retos que la robótica y la inteligencia artificial generativa, además de nuestra demografía, van a plantear, cada vez más, sobre el mercado de trabajo y el sistema de Seguridad Social. 

La Justicia es la permanente olvidada, sin un gran pacto (hubo algunos con esa denominación formal, pero de extraordinaria cortedad de miras). Seguimos por debajo de la media de jueces de la Unión Europea, sin verdaderas alternativas a la litigiosidad y con una dotación de medios insatisfactoria. 

Desde hace casi medio siglo carecemos de verdadera política educativa. Cada gobierno impone un modelo, que el siguiente cambia, mientras nuestra enseñanza obligatoria sigue suspendiendo en evaluaciones internacionales, la endogamia y otros problemas de la Universidad no se afrontan, y no aprovechamos con inteligencia la actual demanda de Formación Profesional y la enorme oportunidad que ofrece. 

Estamos muy entretenidos cada día con el asunto mediático que toque -Carles Puigdemont, Koldo García, José Luis Ábalos, el novio de Isabel Díaz Ayuso, Begoña Gómez, Óscar Puente, Javier Milei… y cuestiones similares- y así van pasando los años. No digo yo que no sean debates pertinentes los que conciernen, por ejemplo, a la amnistía, la ejemplaridad pública o la diplomacia internacional, en absoluto. Pero alguna vez vendría bien que mirásemos más allá del siguiente proceso electoral. Hace muchas décadas que la actualidad más inmediata no parece dejarnos tiempo ni oportunidades para pensar, como sociedad, qué queremos ser y hacia dónde queremos ir.

La risa como herencia

Publicado en Diario de Sevilla, Diario de Cádiz, Diario de JerezEuropa Sur, Málaga Hoy, Huelva Información, El Día de Córdoba, Granada Hoy y Jaén Hoy, 02/01/2024


En la boda de mi amigo Mario, el cura tuvo la desafortunada ocurrencia de abrir en la homilía una especie de coloquio, dirigiendo preguntas individuales a algunos asistentes sobre el evangelio leído y su aplicación práctica a la vida: el resultado rozó por momentos la tragedia. A ello hay que añadir que confundió reiteradamente el nombre de la novia y, ante la perplejidad de Clara -que así se llamaba de verdad la contrayente-, impartió detalladas instrucciones al novio para que amase a una tal Blanca hasta que la muerte los separase. Como Mario era muy ocurrente, el episodio de lo que bauticé como misa fórum y el error de identidad nos dio juego durante años. 

Cuando, en efecto, la muerte nos separó prematuramente a todos de Mario, el sacerdote de su funeral no tuvo a bien obsequiarnos con unas palabras que nos reconfortaran, sino que decidió desplegar un discurso un tanto delirante, plagado de referencias al Apocalipsis. Yo tenía el alma rota, pero pensaba en lo que hubiera dicho mi amigo y no pude evitar abandonar aquella capilla con media sonrisa. Vi que Clara salía también igual: 
 - Te ríes de lo mismo que yo, ¿no? 
Enseguida se nos acercó mi hermana: 
 - Hay que ver qué mala suerte ha tenido Mario con los curas… 

En el funeral de mi abuela, que murió con 100 años, muchos sonreían también cuando hice mención a las típicas frases suyas en las que no daba puntada sin hilo. 

Hace poco falleció en Sevilla, con 103 años, Concepción Góngora, la abuela Conchita de nuestro amigo Jorge -y un poco abuela también de toda la Hermandad del Rocío de Sevilla Sur-, una mujer cariñosa que transmitía alegría. Cuando sus hijos y nietos quieren recordarla, lo hacen con una sevillana, dedicada a su Huelva natal, que le gustaba cantar en los buenos momentos de celebración familiar. Y, entonces, las sonrisas se abren paso entre ojos empañados. 

Hace algunas semanas asistí en Ávila a un Encuentro Eleusino dedicado a la memoria de Fernando Sánchez Dragó. Con su hija Ayanta Barilli como maestra de ceremonias, varios escritores y amigos del homenajeado trazaron un emotivo retrato y abordaron desde distintas perspectivas su amplia obra. Su pareja, la periodista Emma Nogueiro, además de ofrecernos un amoroso testimonio donde la persona se superpuso al personaje, decidió compartir con los presentes un video personal grabado con su teléfono móvil, en el que le daba instrucciones para usar una lavadora y una secadora en su ausencia. El hombre que se las apañó para sobrevivir a mil y una tribulaciones por los cinco continentes, provocó afectuosas carcajadas con una exhibición de inutilidad que, cuando descendía al terreno de lo doméstico, nada tenía que envidiar a Mr. Bean. 

Con una convocatoria de estas características, se corre el riesgo de que la tristeza inunde todas las jornadas. Pero no fue así. Hubo lágrimas, pero también momentos divertidos, como corresponde al legado de alguien que, en su libro El Sendero de la Mano Izquierda, dejó escrito este consejo: “Sonríe siempre, incluso cuando hables por teléfono. La sonrisa se nota en la voz”. 

Con Fernando mantuve amistad durante treinta y siete años, desde que yo era un universitario inquieto, y me sigo riendo con un buen puñado de anécdotas, en medio de multitud de conversaciones interesantes y amenas, comidas fraternas, gestos de generosidad por su parte y no pocas aventuras compartidas, a menudo tan disparatadas como hermosas. 

Cuando tanto cenizo siente la necesidad de contestarnos agriamente en redes sociales desde que apenas hemos dado los buenos días, cuando -también fuera de lo digital- tanta gente amargada se empeña en hacernos -y hacerse- la vida más difícil, cada vez aprecio más a quienes adoptan el buen humor por bandera, a quienes incluso intentan ponerle buena cara al inevitable mal tiempo. Admiro a aquellas personas que, hasta después de muertas, nos siguen contagiando su buena onda, a quienes se las apañan para seguir viviendo en la sonrisa que su recuerdo evoca en los demás.

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Ilustración: Rosell, publicada en los medios del grupo Joly

Campo de Gibraltar: contar lo bueno

Publicado en el diario Europa Sur, 17/07/23

En varias ocasiones he leído declaraciones de los alcaldes de Algeciras y de La Línea contra aquellas actuaciones que acentúan la estigmatización del Campo de Gibraltar. Hace algunos meses, por ejemplo, José Ignacio Landaluce denunciaba cómo el Ministerio del Interior había elegido la localidad de San Roque para presentar una operación contra el narcotráfico desarrollada realmente en la provincia de Málaga. 

El narcotráfico no sólo produce enormes daños directos en términos humanos, sociales, culturales, económicos y de salud. También ocasiona, colateralmente, un daño reputacional inmenso, al sobreponerse a la realidad de una comarca de la que, lamentablemente, en el resto de España, apenas se conocen más que un puñado de tópicos. 

Cuando, a finales de 2019, me planteaba solicitar destino judicial en Algeciras, personas que ni siquiera habían puesto un pie en la zona me desaconsejaban mi decisión, influidos por el sesgo negativo de la información que les llegaba. 

Más de tres años y medio después, terminada mi etapa de ejercicio profesional en el Campo de Gibraltar, tengo claro que aquella elección no pudo ser más afortunada. Esta tierra y sus gentes son ya parte irrenunciable de mi vida y por eso me sigue doliendo lo que percibo como una visión deformada y terriblemente injusta. 

Confieso que yo también padecía esa inicial ignorancia sobre una comarca en la que no había estado nunca y de la que apenas sabía nada. Por mi ejercicio profesional, lo primero que tuve ocasión de ir descubriendo es que había llegado a un polo portuario e industrial de primera magnitud: instalaciones de las principales firmas del sector energético y químico, la factoría de acero más importante del país, el primer puerto de España en volumen de mercancías y uno de los principales de Europa y del Mediterráneo, lo que conlleva también la presencia de las más importantes terminales de contenedores y de grandes empresas de servicios auxiliares... Todo ello junto al peso del turismo y al sector servicios en general. 

Para cualquier observador directo, enseguida resulta sorprendente el contraste de esta realidad empresarial de la comarca y, muy especialmente, su capacidad innovadora y su enorme potencial, con la miopía que revela el trato político que se le dispensa en materias tales como transporte y otras infraestructuras. No me imagino ese llamativo abandono ante un caso similar prácticamente en ningún otro país desarrollado. 

Por mis recorridos personales para ir conociendo la zona, por lecturas y por conversaciones, tuve ocasión de empaparme de la historia, la arqueología, la naturaleza, la cultura y la gastronomía que atesoran sus localidades y su privilegiado entorno, desde el Estrecho y la Bahía hasta la sierra y los montes. 

Esto, que para quienes viven en el Campo de Gibraltar son obviedades, no trasciende fuera de ahí. Mientras yo disfrutaba de parques naturales, playas, senderos, ríos, miradores, castillos, iglesias, restos arqueológicos, actividades, eventos culturales y de ocio y una oferta gastronómica de primer nivel para todos los bolsillos, lo que les llegaba, a través de los medios, a mis familiares, amigos y conocidos de otros lugares de España eran casi invariablemente noticias negativas: operaciones policiales o macrojuicios contra el tráfico de estupefacientes (obviamente son buenas noticias en sí, pero transmiten la existencia de un trasfondo que no lo es), que la esperanza de vida en la zona era de las más reducidas de España o que una presunta inteligencia artificial consideraba Algeciras la ciudad más fea del país. Poco más. Resulta elocuente que, en el conjunto de España, muy pocas personas sabían que el Estrecho es un lugar magnífico para avistamiento de cetáceos pero, paradójicamente, ahora sí les ha llegado la noticia de orcas atacando embarcaciones. 

Cuando a alguien de fuera de Andalucía se le nombra Algeciras o La Línea, lamentablemente le evoca, en primer lugar, narcotráfico. Sin embargo, esto no es inevitable. Cuando a esa misma persona se le nombra Galicia, también afectada históricamente por la misma lacra, lo primero que le viene a la mente son otras muchas cosas diferentes. 

El Campo de Gibraltar no sólo necesita un plan integral para aprovechar su potencial, con inversiones públicas coherentes y planificadas más allá del cortoplacismo, una apuesta decidida de Comunidad Autónoma y de Gobierno que apoye la labor que se desarrolla a nivel municipal y de comarca. También precisa de una estrategia de comunicación e imagen que permita visibilizar su realidad completa y no sólo los aspectos más negativos. 

Se precisa un verdadero trabajo “de marca”: Tarifa o Sotogrande son enseñas turísticas muy diferentes entre sí, pero que demuestran que se puede lograr. 

Se necesita, además, un plan de comunicación, diseñado y sistemático, impulsado desde las instituciones públicas y con la implicación del sector privado. Tenemos que exportar la cara amable de una realidad escasamente conocida, tenemos que ser capaces de transmitir, más allá de Andalucía, a España e incluso a Europa, las buenas noticias, las realidades positivas de las que el Campo de Gibraltar es protagonista. Que no son pocas.

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(Fotografía: vistas de la Bahía de Algeciras y del litoral del levante desde el sendero de Sierra Carbonera, de Erasmo Fenoy, ilustración original del artículo en el diario Europa Sur).

Participación en mesa redonda sobre 750º aniversario de la Carta de Heredad de El Hoyo de Pinares


Tras el interesante acto que siguió, en noviembre de 2022, al regreso del ex diputado Javier Rupérez a uno de sus lugares de secuestro, el ciclo Episodios Históricos que tengo el honor de coordinar en El Hoyo de Pinares dedicó su segunda sesión precisamente al 750º aniversario del otorgamiento de su carta de heredad por los caballeros mandatados por Alfonso X. 

Esta mesa redonda fue presentada por la periodista Chus Galán, e intervine en la misma junto al Doctor en Historia Medieval José Adolfo Reviejo Paz, natural de El Tiemblo y autor de una tesis sobre el Señorío de las Navas, y el economista Pedro Grande Palomo, director y coautor de los tres magníficos tomos de Historia de Navalperal de Pinares. 

Contó con una nutrida asistencia de vecinos y visitantes interesados en la historial local, entre los que se encontraban el alcalde de El Hoyo de Pinares y buena parte de la Corporación Municipal, el Cronista Oficial de Ávila, Jesús M. Sanchidrián, y el alcalde de Navalperal de Pinares, Luis Bartolomé. 

En mi primera intervención me referí a asentamientos previos a la Edad Media en la zona, así como a otros despoblados medievales hoy absorbidos por El Hoyo. También me correspondió trazar el perfil del rey Sabio. 

Por su parte, Adolfo Reviejo recordó el contexto de repoblación en el que se otorgó la Carta de heredad, nos explicó quiénes eran esos caballeros mandatados por Alfonso X y analizó el pleito que, en el siglo XV, mantuvieron los Concejos de Ávila y El Hoyo. 

Por su parte, Pedro Grande detalló una curiosidad poco conocida: cómo El Hoyo quedó en tierra de Segovia en un deslinde del siglo XII. Hizo también referencias a cuestiones como el paso de la Cañada Real Leonesa Oriental por nuestra localidad, a quiénes fueron los primeros propietarios señoriales del pueblo y a la posterior venta del señorío jurisdiccional al Marqués de Las Navas. 

Pero el acto, además, contó con una actuación de lujo, la de la coral Chorus DCCL, creada expresamente para la ocasión y que ocupó de interpretar una selección de las Cantigas de Santa María del propio rey Alfonso y cerró el acto con el Canticorum Jubilo de Haendel. 

Finalmente, el alcalde de la localidad, David Beltrán, nos agradeció a todos los intervinientes -presentadora, ponentes, coral, nuestra participación haciéndonos entrega de una edición enmarcada del sello de Correos dedicado a la efeméride. 

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La noticia en otros medios: 

- 8 TV Ávila, 24/04/23: Vídeo 750 aniversario de El Hoyo de Pinares:

AvilaRed.com, 03/05/23750 años del otorgamiento del término municipal por Alfonso X El Sabio, por Jesús María Sanchidrián.


El próximo 21 de abril, segunda sesión del ciclo de historia local en El Hoyo de Pinares

El próximo viernes 21 de abril de 2023, a las 19:30 h., tendrá lugar en El Hoyo de Pinares la segunda sesión del Ciclo Episodios de Historia Local que tengo el honor de coordinar. En esta ocasión estará dedicada precisamente al hecho central de la efeméride del 750º aniversario, es decir, a la Carta del rey Alfonso X otorgando heredamiento a la aldea de El Foyo en 1273, lo que nos dará pie para realizar un recorrido por la historia medieval de la localidad.

Intervendrán junto a mí José Adolfo Reviejo Paz, Doctor en Historia Medieval y autor de una tesis doctoral sobre el Señorío de Las Navas en la Edad Media, y Pedro Grande Palomo, director u coautor de la obra Navalperal de Pinares. Historia, tradiciones y costumbres.  El acto será presentado y moderado por la periodista Chus Galán.

Durante el transcurso del mismo, la coral Chorus DCCL interpretará una selección de las Cantigas de Santa María de Alfonso X El Sabio.



Intervención en la apertura del 750º aniversario del otorgamiento del término municipal a El Hoyo

Como estaba previsto, el pasado sábado 1 de abril tuve la oportunidad de intervenir en la inauguración del 750º aniversario del otorgamiento de heredad a la entonces aldea de El Hoyo (hoy villa de El Hoyo de Pinares).

El programa de actos se abrió con la inauguración de dos esculturas de homenaje a los piñoneros y los canteros, de las que es autor Mariano Cobo y que fueron descubiertas por antiguos ejercientes de estos viejos oficios tradicionales de la localidad. 

Tras un pasacalles amenizado por la Banda de Música local, hubo repiques de las renovadas campanas y carrillón del reloj de la torre de la iglesia. 

El grupo musical Yogures de Coco estrenó el tema 750, compuesto especialmente para esta efeméride. 

Un estupendo audiovisual explicó el sentido de los actos que ese día comenzaban y que se prolongarán a lo largo de 2023. 

A continuación me correspondió contextualizar y leer el documento por el que cuatro caballeros abulenses, mandatados por el rey Alfonso X de Castilla, otorgaron una heredad a El Hoyo en 1273.

Cerraron el acto las intervenciones del alcalde de El Hoyo de Pinares, David Beltrán, y del presidente de la Diputación Provincial de Ávila, Carlos García.     

Al término del acto público se distribuyó el comic de las aventuras de Andar y Disfrutar especial para esta celebración y una transcripción de la carta de heredad.

Éste es el video de mi breve intervención: 

La noticia en otros medios: 

- Diario de Ávila, 01/04/23: 750 años de orgullo de pertenencia.


El sábado 1 de abril, comienzan los actos del 750º aniversario del otortamiento del término municipal a El Hoyo por Alfonso X


Este próximo sábado 1 de abril se inaugura el programa de los actos conmemorativos del 750º aniversario de la Carta del rey Alfonso X de Castilla y León por la que otorgaba un heredamiento a los vecinos de El Hoyo, conmemoración que se prolongará a lo largo del presente año.

En este primer acto público, tendré el honor de dar pública lectura al texto del documento del Rey Sabio cuyo 750º aniversario celebramos. La elección de mi persona para intervenir en este acto de mi pueblo, El Hoyo de Pinares, se debe sobre todo a los artículos sobre historia local que he ido publicado a lo largo de años, algunos recopilados en este Fondo Documental

Tras el pavoroso incendio sufrido el año pasado y que ha causado tan importantes daños, la villa abulense reivindicará en 2023 su historia con orgullo, pero sin duda mirando al futuro. 

Gran acogida a la visita guiada a la iglesia de San Miguel en El Hoyo de Pinares


La visita guiada del sábado 10 de diciembre al templo parroquial de San Miguel Arcángel en El Hoyo de Pinares (Ávila), registró un destacable éxito tanto de aceptación -todas las plazas disponibles completas- como de satisfacción, puesto que la visita fue muy participativa y recibimos comentarios muy favorables.

Tanto Marco A. Santamaría como yo tuvimos la grata experiencia de dirigir, en dos turnos consecutivos, el recorrido por la iglesia y por su contenido de imaginería y pintura, que completamos con una proyección audiovisual sobre la historia de la edificación, de las obras de arte que contiene y otros elementos materiales -tales como el órgano del siglo XIX, las campanas o el reloj de la torre-, tradiciones locales relacionadas con el mismo y algunos documentos históricos singulares, sin que faltaran anécdotas, curiosidades y secretos escondidos entre las piedras de este templo renacentista de tres naves. 

Creemos que se ha cumplido el objetivo que nos propusimos de divulgar aspectos poco conocidos de la iglesia hoyanca y poner en valor su rico patrimonio cultural. 

Debido a la buena acogida dispensada y a la demanda que no pudo ser atendida, Tanto el párroco, José Luis Santiago, como el alcalde de la localidad, David Beltrán, enseguida han mostrado su disposición a organizar nuevas convocatorias similares el próximo año, en el que precisamente la localidad conmemorará los 750 años de la carta de otorgamiento del término municipal por el rey Alfonso X El Sabio.

Muchas gracias a la Parroquia y al Ayuntamiento por su disposición y muchas gracias a todos los vecinos y visitantes que nos acompañaron en este fascinante viaje de descifrar el lenguaje de las piedras, del arte  y de los viejos escritos, de ver un lugar de siempre con una mirada distinta. 


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La noticia en otros medios: 

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(Fotografías: Teresa Galán, Raquel Blanco y collage realizado por el autor con fotografías de Raquel Blanco y de Luis J. González Hernández)

Visita guiada a la iglesia de El Hoyo de Pinares

El sábado 10 tengo el placer de participar como "guía" voluntario en una actividad convocada por la Parroquia de San Miguel Arcángel de El Hoyo de Pinares, con la colaboración del Ayuntamiento de la villa. Se trata de un recorrido explicado por el templo parroquial, del siglo XVI.

Intentaremos dar respuesta, entre otras, a cuestiones como cuándo se comenzó a construir el edificio y por quién, qué sabemos del viejo órgano en desuso, quién fabricó el reloj que lleva más de 130 años marcando las horas del pueblo, cómo afectaron al templo los dos incendios que sufrió en el siglo XIX y a principios del XX, desde cuándo existe devoción por la Virgen de Navaserrada, qué tiene que ver el cuadro de Cristo servido por los ángeles en el desierto con otro existente en la sacristía de la iglesia del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el papel de San Sebastián o San Isidro en desaparecidas tradiciones locales y contaremos algunos secretos escondidos entre las piedras...     

Si les apetece un viaje único por la historia, la cultura y el arte, con mucha información desconocida, habrá dos turnos, a las 10 y a las 12 horas y es necesaria previa inscripción. 

Los dos cicerones de esta visita, Marco Antonio Santamaría y yo, la guiaremos desinteresadamente como agradecimiento a quienes hayan colaborado con un donativo de cinco euros para la restauración de las puertas del templo que se está acometiendo en la actualidad.   

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La noticia en otros medios: 

- Abulens.es, diciembre 2022: Organizan una jornada de visitas guiadas a la iglesia de San Miguel.


 

Javier Rupérez vuelve al lugar de su secuestro por ETA, 43 años después


En la transición, yo era un niño curioso que abría bien los ojos, porque su padre le había anunciado que iba ser testigo de cambios históricos. 

Un día, en horario infantil, la televisión única interrumpió su emisión con un "Avance Informativo" para mostrarnos un cadáver en el maletero de un vehículo. El grupo terrorista Brigadas Rojas había asesinado al político democristiano italiano Aldo Moro. 

Cuando, al año siguiente, se supo que ETA (p-m) había secuestrado en España al diputado de UCD Javier Rupérez, era inevitable que aquel recuerdo nos llenara de preocupación durante el mes largo que duró el cautiverio, y que la sociedad española respirase aliviada el 12 de diciembre de 1979, cuando los terroristas lo pusieron en libertad en la provincia de Burgos, en el kilómetro 233 de la carretera Madrid-Irún. 

En marzo de 1980, yo estaba en casa leyendo, cuando mi padre vino a buscarme: “Carlos, mira qué noticia te traigo: ¡Rupérez estuvo secuestrado aquí, en el pueblo!”

La noticia de la desarticulación de una parte del comando terrorista y el hallazgo de la casa franca, un chalet en la colonia veraniega, donde se ocultaba un arsenal de explosivos y armas, tuvo gran impacto en la población de El Hoyo de Pinares (Ávila), que registró aquellos días amplia presencia de la policía y de medios informativos. 

Semanas más tarde, por varias fuentes, corrió el rumor de que el sábado 29 de marzo de 1980 Rupérez iba a acudir con la policía a un reconocimiento de la casa donde estuvo secuestrado. Allí nos plantamos unos cuantos chavales del pueblo a esperar si venía... El diputado finalmente no acudió y el redactor gráfico de El Diario de Ávila, Javier Lumbreras, nos fotografió asomados a la verja del chalet. 

Pasaron los años y, cuando se iba a cumplir el 35º aniversario del secuestro, escribí un artículo sobre el mismo. En el Programa de las Fiestas patronales de mi pueblo que edita anualmente el Ayuntamiento suelo publicar algún trabajo sobre episodios de historia local y en 2014 recordé aquel suceso que conmocionó al pueblo. 

En 2022, Javier Rupérez estaba conversando con una persona que veranea en un municipio cercano y le comentó su deseo de regresar en algún momento a visitar el lugar de su secuestro. Buscando información, descubrieron mi artículo y decidieron contactar conmigo. 

Así fue como, 43 años después, aquel niño que se asomaba con curiosidad a la casa el día que no vino Rupérez, pudo enseñar al ex diputado el lugar donde estuvo privado de libertad. 


Previamente, Rupérez visitó el Museo Adolfo Suárez y la Transición en la vecina localidad de Cebreros, el pueblo natal del presidente. Luego entró en la vivienda acompañado por las actuales propietarias. Y, finalmente, en el salón de actos del Ayuntamiento, los vecinos que abarrotaban el mismo tributaron una calurosa muestra de cariño y de reconocimiento a esta víctima de ETA, que narró su experiencia en diálogo conmigo, tras la presentación del alcalde de la localidad, David Beltrán. 


Fue una jornada inolvidable. El regreso de Rupérez, esta vez libre y voluntariamente, y el emotivo homenaje popular de mi pueblo, me parecieron una hermoso símbolo: el triunfo de la libertad y de las buenas personas sobre el terror. 


Aquí dejo algunas de las crónicas informativas, entre ellas un magnífico relato de Cruz Morcillo en el diario ABC, además del video del acto y de algunas entrevistas:





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(Fotografías: Carlos López).

Coloquio con Javier Rupérez sobre su secuestro por ETA en en El Hoyo de Pinares (1979)


El próximo viernes 14 de octubre tendré el honor de intervenir en un acto público con motivo del regreso del ex diputado Javier Rupérez a El Hoyo de Pinares, para conocer el lugar donde estuvo secuestrado por la banda terrorista ETA en 1979.

A las 19 horas celebraremos un coloquio en el salón de actos del Ayuntamiento, que será presentado por el alcalde, David Beltrán, y donde tendré ocasión de dialogar con el invitado sobre aquel suceso. 

El acto inaugura un ciclo sobre episodios históricos de la localidad con ocasión del 750º aniversario del otorgamiento de su término municipal por el rey Alfonso X de Castilla, que se conmemorará el próximo año.

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La noticia en los medios: 

- ABC Castilla y León, 12/10/2022: Javier Rupérez volverá el viernes a El Hoyo de Pinares (Ávila), donde estuvo secuestrado en 1979


Sevilla: impresiones de un recién llegado


Publicado en SevillaInfo, 24.09.2018

Tras más de treinta años en la capital de España, tengo ahora un pie –cuando menos- en Sevilla. Por razones que no son difíciles de imaginar, mi vida personal -y progresivamente la profesional- se va mudando aquí.

Sevilla –sé que no les descubro nada- es una ciudad muy diferente a Madrid. Ese rompeolas de las Españas -que decía Antonio Machado-, en la etapa desarrollista de los sesenta y setenta fue diluyendo el madrileñismo hasta convertirlo en algo residualmente castizo. Como es sabido y repetido, pocos de los tres millones de madrileños actuales podrían asegurar serlo de varias generaciones. Por ejemplo, la población de origen abulense en la Comunidad de Madrid -según me aseguraba un ex concejal de la capital- equivale cuantitativamente a la que queda en toda la propia provincia de Ávila, mi tierra natal. El estudiante universitario que fui, el que llegó de su pueblo a Madrid, estará eternamente agradecido a esa ciudad mestiza y acogedora que le proporcionó una impagable sensación de libertad y de hospitalidad que hoy continua.

Creo que fue Julio Camba quien afirmó que para ser madrileño bastaba con bajarse de un tren en la estación de Atocha y comerse un bocadillo de calamares. Con apearte en Santa Justa, irte al centro y pedir unas papas aliñás no apruebas ni el primer cuatrimestre de una asignatura optativa de primer curso de sevillanismo básico. Ni aunque leas a Chaves Nogales mientras saboreas la tapa. Sevilla no sólo no ha diluido su fuerte personalidad histórica, sino que es casi un microcosmos de rasgos singulares que no se parece a ningún otro lugar.

Por fortuna, en Sevilla a nadie se le ha pasado por la cabeza idear un término despectivo –equivalente a charnegos o maketos- para referirse a quienes llegamos desde otras comunidades a vivir y trabajar aquí. Dejando a un lado que no haya sido, históricamente, tierra de inmigración masiva, no existe ningún ánimo de exclusión ni de señalar socialmente ciudadanías de segunda clase por carencia de pedigrí. Siento que quien llega es bienvenido, pero –eso sí- será él quien tenga que ir cogiendo el aire a una ciudad que jamás renunciará a ser ella misma.

En otros lugares, determinadas tradiciones sólo son la repetición de gestos con ánimo folclórico y simbólico. Como dijo Víctor Pradera en otro contexto, aquí tradición no es lo pasado, sino el pasado que sobrevive y tiene virtud de convertirse en futuro. Hace unos meses tuve la experiencia de mi primera Semana Santa sevillana de la mano de una anfitriona inmejorable. Era la primera vez que no estaba ante un ritual que una parte de la población escenifica y el resto presencia, sino ante algo que prácticamente toda la ciudad vive con intensidad.

Voy paladeando -ahora ya a sorbos, tras una primera impresión rayana con el síndrome de Stendhal- el lujo para los cinco sentidos que es esta ciudad. Su arte, su cultura, su patrimonio arquitectónico y pictórico, la historia saliéndote al encuentro a cada paso, su gastronomía, su habla, la particular idiosincrasia de sus gentes… Y no tendría ni por asomo la osadía de intentar definir o describir nada, porque aún tengo que aprenderlo casi todo. Creo que a Sevilla hay que acercarse sencillamente intentando ver y escuchar, ir captando y comprendiendo, con los ojos y el alma abiertos. Y con algo más: respeto. Esa virtud casi olvidada, sustituida -como dice Fernando Sánchez Dragó- por el equívoco sucedáneo de la tolerancia.

En este tiempo ya he aprendido que cuando alguien me dice que no le echo cuentas no tengo que pensar en números. Que los chalecos pueden tener mangas. O que si me recomiendan comprarme unos botines en pleno verano no hay motivos para que me entren sudores fríos… También he asumido resignadamente la condición de malaje que me atribuyen, que le vamos a hacer. Que me añada Eusebio León a sus listados.

En mi profesión de abogado, poco nuevo bajo este sol del Sur. Quizá la única diferencia sean las demoras más prolongadas –aún- que las que sufrimos en Madrid. Pero sigo encontrándome más o menos lo mismo: una judicatura que va desde profesionales magníficos en su conocimiento del Derecho y en su ecuanimidad hasta otros –por fortuna, la excepción- cuyo erróneo sentido de la autoridad pasa por maltratar a mis compañeros; desde abogados ante los que me quitaría el sombrero, por sus conocimientos, por su profesionalidad, por su compañerismo, hasta santones inexplicablemente bien considerados cuyo ánimo de lucro supera con creces a su ética; desde funcionarios diligentes y atentos hasta algunos –también por fortuna minoría- cuya desidia es más que palpable… e, invariablemente –esto no cambia en toda la geografía española-, la falta de medios y el abandono a las que es sometida nuestra maltratada Justicia por todas las Administraciones públicas.

Entre una belleza sin par, me topo también, inevitablemente, con lo feo. En Madrid me cabreaba. En Sevilla me da coraje.

¿Un cuadro de Luca Giordano en El Hoyo de Pinares?

Publicado en el Programa de Fiestas de San Miguel de El Hoyo de Pinares, septiembre 2018.
 
El cuadro de Luca Giordano en San Lorenzo de El Escorial

El cuadro existente en El Hoyo de Pinares

En la iglesia de El Hoyo de Pinares existe, desde hace siglos, un cuadro que es réplica de otro exhibido hoy en la sacristía del Monasterio de El Escorial. Se trata de Jesucristo servido por los ángeles en el desierto, del pintor italiano Luca Giordano.
 
Giordano nació en Nápoles en 1634 y allí fue alumno del pintor español José de Ribera, El Españoleto, quien influyó notablemente en su evolución pictórica. Desde los veinte años ya realizó obras para iglesias napolitanas y venecianas. En 1692 llegó a España, donde llegó a ser muy valorado. Se le conoció con su nombre castellanizado, Lucas Jordán, y el rey llegó a otorgarle el título de Caballero.
 
Su obra más destacada en nuestro país fueron los frescos del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, a los que siguieron otros en la capital (Casón del Buen Retiro, iglesia de San Antonio de los Alemanes, iglesia de Atocha) y en la catedral de Toledo. Fuie notable también su producción en lienzo, tanto la destinada a espacios religiosos (Convento de Peñaranda, Monasterio de Guadalupe, etc.) como la que pintó para la Corte. Por ello, Patrimonio Nacional posee hoy decenas de creaciones de Giordano, muchas de ellas en el Museo del Prado.
 
Tras la muerte del rey Carlos II y el estallido de la guerra de sucesión en España, Giordano regresó en 1702 a su ciudad natal, donde siguió acrecentando su celebridad hasta que falleció tres años después.
 
De Jesús servido por ángeles en el desierto se conocen pocos datos. Sabemos, por el inventario de la herencia Carlos II, que este cuadro estaba en el dormitorio del propio rey en El Escorial. De allí pasó al claustro, donde sabemos que permaneció al menos hasta principios del siglo XIX, según algunos documentos. En la actualidad lo encontramos en la sacristía de la basílica.
 
Fray Francisco de los Santos, en su Descripción del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial publicada en 1697 menciona este cuadro como “otro de Cristo Señor Nuestro en el desierto, sirviéndole los Ángeles la comida”, indicando que su autor es “Lucas Jordán, imitando al Tintoreto”.

El catedrático de Historia del Arte Francisco J. Portela databa esta obra de Giordano posiblemente en sus “primeros tiempos españoles, por su dibujo preciso”. Otros especialistas, como Oreste Ferrari y Giuseppe Scavizzi , autores de una monografía dedicada al artista, consideran sin embargo que se pintó antes, hacia 1683, un período en el que desarrolló una intensa actividad en Florencia. Señala Miguel Hermoso, Doctor en Historia del Arte, que en esa etapa “se aprecia un interés renovado en la obra de Jordán por el clasicismo y el neovenecianismo (…) con un suave difuminado en las carnaciones de las figuras, siempre bien definidas, y por una iluminación clara y un colorido brillante”. Hermoso resalta que “las formas son rotundas, bien definidas, modeladas con una pincelada empastada, que se hace más libre en las figuras de los ángeles, típicamente jordanesco el de la izquierda, representado en una postura que repetirá en múltiples ocasiones”. 

La obra refleja un pasaje recogido por dos de los evangelistas –Mateo 4,11 y Marcos 1, 12-13-, el final del ayuno de Jesús en el desierto, tras haber sido tentado por tres veces por el demonio.
 
Como ha destacado en sus artículos nuestro paisano José Carvajal Gallego, en los siglos XVI y XVII se registra en El Hoyo de Pinares una gran influencia de la Orden Jerónima, que estaba presente en el Monasterio existente en el cerro de Guisando en El Tiemblo y fue la misma que ocupó el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, tras su construcción ordenada e impulsada por Felipe II. Carvajal atribuye a la presencia de la comunidad jerónima un edificio desaparecido de nuestra localidad, el conocido popularmente como Cuartelillo, que se situaba en lo que hoy se denomina Plaza del Caño. En el siglo XX fue utilizado sucesivamente en distintas etapas como cuartel de la Guardia Civil, Escuelas, Consultorio Médico, Telefónica… Se había reedificado en 1775, según databa una inscripción del mismo, y fue inexplicablemente destruido –en vez de rehabilitado- ocupando su lugar el actual edificio del Hogar del Jubilado. 
 
En la iglesia San Miguel Arcángel, de construcción que discurrió coétanea a la del Monasterio (la edificación del templo hoyanco comenzó en 1553 y la de El Escorial en 1563) algunos elementos ornamentales (casullas, cálices…) tienen símbolos típicamente escurialenses (como la parrilla de San Lorenzo). Y nos encontramos con este cuadro que reproduce el de Luca Giordano.

Aunque las copias de cuadros hoy están poco consideradas, no fue así siempre. Y en un tiempo en que no existía la fotografía, era común que se reprodujeran determinadas creaciones por otros pintores, seguidores, alumnos de talleres, etc., con funciones de aprendizaje, de divulgación, de virtuosismo artístico, de ornamentación, etc.
 
En la testamentaría de Carlos II el cuadro aparece reflejado con unas dimensiones que no son las que vemos hoy en El Escorial. Todo apunta a que una parte del cuadro hubiera sido cortada o probablemente plegada en alguna de las operaciones de enmarcado y traslado de ubicación. Y, en efecto, observamos que en nuestra réplica la escena está íntegra y tiene mayor amplitud, lo que nos confirma que fue copiado del original, teniendo en cuenta, además, que su difusión y reproducción ha sido muy escasa.
 
Nuestra pintura se ubicó bajo llave en la sacristía de El Hoyo de Pinares por razones de seguridad cuando la iglesia permanecía abierta gran parte del día. Hoy, que sólo se abre para actos litúrgicos, ha sido acertadamente reubicada a la derecha del retablo del altar mayor, donde gana visibilidad y puede ser contemplada por vecinos y visitantes.

Más que un libro

Prólogo al libro Muregas, de Germana de Miguel Martín

Hubo un tiempo en el que no caminábamos con la cabeza agachada observando compulsivamente la pantalla de un teléfono. Un tiempo en el que nos expresábamos con más de doscientos ochenta caracteres. Un tiempo en el que, quizá, nos mirábamos y nos escuchábamos más.
 
Mis dos tías abuelas, Amelia y Rosita –el diminutivo la acompañó siempre, aun siendo nonagenaria-, vivían junto al viejo café Hispano que regentó mi abuelo Julián y que luego fue el bar Pinarsol de mis padres. Entrando y saliendo de su casa, nos pasamos media vida. Allí encontrábamos el calor de la lumbre baja, envueltos por el olor del puchero o de unas castañas asadas, mientras unos gatos cruzaban de vez en cuando desde la cuadra –con las gallinas y las viejas tinajas- hasta la gatera de la puerta principal. Sordas las dos, a menudo creyendo discutir mientras en realidad decían lo mismo, nos obsequiaron a varias decenas de sobrinos y sobrinos nietos con el permanente caudal de cariño que hubiera correspondido a los hijos y nietos que nunca tuvieron. Cierro los ojos y veo el retrato de los bisabuelos Apolinar y Rosa, oigo crujir escaleras de madera y casi toco aquellos colchones de lana vareada en primavera… Jugábamos al balón en la plaza y vivíamos entre travesuras de chiquillos, muchas risas, partidas de cartas… y siempre, siempre, viejas historias. Sentados en aquellos bancos junto al fuego, escuchábamos desde cuentos y leyendas hasta las propias vivencias familiares, de boca de quienes llegaron a tener casi un siglo que contarnos.
 
Como aquel personaje de las Viejas Historias de Castilla La Vieja que escribió Delibes, me fui dando cuenta de que “ser de pueblo era un don de Dios y que ser de ciudad era un poco como ser inclusero y que los tesos y el nido de la cigüeña y los chopos y el riachuelo y el soto eran siempre los mismos, mientras las pilas de ladrillo y los bloques de cemento y las montañas de piedra de la ciudad cambiaban cada día y con los años no restaba allí un solo testigo del nacimiento de uno, porque mientras el pueblo permanecía, la ciudad se desintegraba por aquello del progreso y las perspectivas de futuro”. Seguramente algo parecido hemos vivido todos los que tuvimos la suerte de crecer en un pueblo y en una familia de la que recibir esa tradición oral.
 
Pero Germana de Miguel ha ido más allá: ha decidido que esas historias que siempre oyó contar a su madre y a otras personas de El Hoyo de Pinares no se queden sólo para su familia y no se vayan difuminando con los años. Como tantas otras veces, ha escuchado. Pero en esta ocasión se ha puesto, además, a escribir. Y ha aplicado su sensibilidad y su talento hasta compartir finalmente con nosotros esta delicia que tienes entre las manos.
 
Y que en realidad es más que un libro. Porque está lleno de palabras, sí, pero también de olores evocadores a ropa limpia o a campo, de sabores de despensas que ya apenas existen, de música, de cantos… del latido de otra vida.
 
Muregas me ha conseguido arrancar muchas sonrisas y también alguna lágrima. Porque su autora ha ayudado, con sencillez y con destreza, a trazar de paso el autorretrato de una generación irrepetible y admirable: los niños de la guerra, los niños de la posguerra, los que en medio de todo aquello sacaron fuerzas de flaqueza, alegría de la pena y jugaron, rondaron, cantaron, rieron, restañaron profundas heridas, trabajaron sin desmayo y casi sin quejarse durante décadas, y permitieron que, aupados sobre sus hombros, seamos lo que hoy somos.
 
Es más que un libro, sí. Es una pequeña victoria contra el tiempo. Ese tiempo implacable que va borrando los recuerdos. En Muregas escuchamos una voz, nítida y entrañable, que tiene el eco de otras muchas voces parecidas. Voces que, gracias a estas páginas, ya nunca morirán.

Presentación del libro Muregas

El próximo sábado 21 de abril intervendré en la presentación pública del libro Muregas, del que es autora Germana de Miguel, que he tenido el honor de prologar. La cita es a las 13 horas en el salón de actos del Ayuntamiento de El Hoyo de Pinares.
 
También intervendrán: el alcalde, David Beltrán; la ilustradora de la obra, la acuarelista Teresa Beltrán; y la autora del libro.
 
Muregas recopila recuerdos de mi pueblo, El Hoyo de Pinares, a través de los ojos de una familia y pretende ser un homenaje a las costumbres y tradiciones de esta villa abulense.
 
Tras las intervenciones, la autora firmará ejemplares y compartiremos un vino español.

Don Manuel

Publicado en Diario de Ávila, 26.09.2017

Hay personas que forman parte de tu paisaje vital de tal forma que crees que nunca dejarán de estar. La noticia de la muerte de Manuel Tabasco me sorprendió a muchos kilómetros de mi pueblo y me invadió la incredulidad y una profunda tristeza. La de decir adiós desde la distancia al maestro y al amigo, a tantos años de vivencias y de complicidades. 

Cierro los ojos y recuerdo cuando de niños caricaturizábamos a D. Manuel y su Vespa y le arrancábamos su sonrisa con aquellos artículos gamberros publicados en el periódico del colegio. Lo veo enseñándome pacientemente cómo revelar fotografías en blanco y negro en el cuarto oscuro que montó en su garaje. Regalándome ilusionado una botella de vino de su cosecha. Mostrándome los suplementos especiales del Diario de Ávila para las fiestas, que con tanto mimo preparaba. Encontrándomelo en la calle cuando ya se marchaba a casa, diciendo con alegría “hombre, mi amigo…” y dándose la vuelta sólo para tomar un vino juntos y conversar un rato. 

Ejerció como maestro durante décadas. Y de esa larga trayectoria, nada menos que 37 años los dedicó a la enseñanza precisamente en su pueblo, El Hoyo de Pinares. Vocacional y entregado, era innegable la satisfacción y el orgullo con que seguía luego los pasos y los éxitos de sus antiguos alumnos.

Ordenado y metódico, gustaba de una vida sencilla, casi como aquellos cuadernos de clara caligrafía con los que nos explicaba la geografía y la historia. Disfrutó de su trabajo, de sus aficiones –el campo, el aeromodelismo, la mecánica, el vino de pitarra, la fotografía…-, de su familia –adoraba a su mujer y sus hijas-, de su pueblo... 

En 1984 comenzó a ser corresponsal de Diario de Ávila. El periódico abulense había tenido esporádicamente colaboradores en nuestra localidad, algunos de brillante pluma, pero no había logrado nunca una verdadera continuidad en ese cometido. Con él lo consiguió. El Diario alcanzó mayor difusión local y se seguía con notable interés. El nombre de El Hoyo de Pinares comenzó a ser mucho más conocido en una provincia donde, sorprendentemente, se le había ignorado con frecuencia. Nos retrató y narró cumplidamente desde sus páginas más de treinta años de la vida de nuestro pueblo, incluyendo momentos históricos ya inolvidables. Deja el excepcional legado de un archivo gráfico y de textos sobre la vida local y merecerá la pena que su municipio y su periódico acometan el esfuerzo de una exposición conmemorativa que, además, sirva para rendirle homenaje. 

Frente a tantas personas expertas en escurrir el bulto, siempre se podía contar con él. Siempre. Para lo que se le pidiera. Todo lo que fuera bueno para la gente que quería, para la educación y la cultura, para su pueblo del alma, contaba de antemano con su colaboración entusiasta. 

Resultará difícil acostumbrarse a que no esté ahí, con su cámara, con sus ocurrencias, con sus singularidades, con ese afecto que nos fue repartiendo a los demás cada día durante toda su vida.
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(Fotografía de Lola Ortiz, Diario de Ávila)

Pregonero de las Fiestas de El Hoyo de Pinares 2017

El próximo jueves 28 de septiembre tendré el honor de ser pregonero de las fiestas patronales de mi pueblo, El Hoyo de Pinares (Ávila). 

Muchas gracias a la Corporación Municipal de esta villa por haberme invitado a abrir las fiestas de San Miguel 2017. 

A quienes os apetezca y podáis asistir, me encantará veros por allí. La cita es en la Plaza de España a las 22:15 horas. Para el resto, intentaré publicar después el pregón. Me hace mucha ilusión y haré lo posible por estar a la altura del encargo. 

Humanidad en la abogacía, entrevista en Sintonía TV Rioja



Mi querida amiga Nuria Aragón Castro, conferenciante, escritora y muchas más cosas, me ha entrevistado para su programa Amor y Vida TV, que se emite los miércoles en Sintonía Televisión Rioja y ésta es la grabación del programa que salió el pasado 2 de diciembre. 

Nuria lleva años defendiendo planteamientos de vida alternativos, ecología, bioconstrucción, espiritualidad, veganismo, etc. En su programa se acerca a cuestiones cotidianas desde su muy personal perspectiva y en esta ocasión ha querido charlar conmigo sobre mi visión de la abogacía. 

Nuria cuenta cómo se extrañó al conocer cuál era mi profesión: "Carlos me dijo 'yo soy abogado' y yo me quedé sorprendida porque es una persona muy humana..."... Con ese punto de partida, vamos conversando, contrastando tópicos, explicando qué es para mí el oficio de abogado, por qué lo elegí, la importancia del no siempre bien comprendido derecho de defensa, algunos casos peculiares que he llevado -SQM, homeschooling...- o aquellos que tienen un trasfondo más humano -violencia de género, discapacidad, mobbing...- , el concepto de abogacía preventiva, los libros que he escrito...

Si os fijáis al fondo, veréis cómo poco a poco va atardeciendo y se nos hace de noche en el Retiro de Madrid. Fue una conversación muy agradable, que tiene mucho que ver con la broma que aparece en una columna lateral de este blog: "...que hasta un abogado puede tener su lado humano".

La niña y la higuera

Publicado en El Diario de Ávila, 23.09.15

Cada año, al llegar las fiestas de San Miguel, dedico algún artículo a El Hoyo de Pinares, a rescatar algún episodio de historia medieval, a recobrar el retrato de personas singulares de esta villa, a ahondar en curiosidades… En esta ocasión, os voy a recomendar un libro: La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero. Entre sus páginas vais a encontrar también algún trocito de nuestro pueblo. 

Hace años –escribe Rosa-, al principio de nuestra relación, fuimos a una casita que sus padres tenían en un pueblo de montaña de la provincia de Ávila. Pablo había pasado allí los lentos, formidables veranos de la infancia, y me fue enseñando el paisaje de su niñez: el camino al río, el bosque, la poza donde se bañaba”… Pablo es Pablo Lizcano, pareja de la escritora durante más de dos décadas. Y sí, el pueblo abulense de montaña es El Hoyo de Pinares. 

El padre de Pablo, Manuel Lizcano Pellón, asentó su segunda residencia –Torre los Cantos- en nuestra localidad hace largo tiempo, calculo que alrededor de cincuenta años. Mi padre se refería a él con afecto y un respeto casi reverencial. Nunca le vi inclinarse ante la riqueza o el poder, pero sí ante la inteligencia. Y siempre, reconocer la bondad. Manuel Lizcano me dio esa impresión cuando me lo presentó: un hombre sabio y entrañable. 

Luego pudimos conversar brevemente en unas pocas ocasiones. Alguna de ellas intenté convencerle para participar en alguna actividad pública –por ejemplo, le propuse que diera un año el pregón de fiestas- y siempre declinó mis invitaciones con amabilidad. Intuyo que para él El Hoyo de Pinares era, sobre todo, lugar de refugio, donde encontrar la tranquilidad necesaria para escribir o para descansar. Y sospecho también que era persona discreta y poco amiga del bullicio. 

Algunos de los libros que publicó están datados precisamente en nuestro pueblo. Su consideración y cariño por esta villa queda fuera de toda duda con sólo leer lo que afirmó en 1991 en estas mismas páginas de El Diario de Ávila: “Con ocasión de mis frecuentes viajes profesionales, como sociólogo, por las Españas lejanas que prácticamente son toda Iberoamérica y Filipinas, a menudo he recordado los bosques de esta pequeña España de Hoyo de Pinares. Un punto privilegiado de la Castilla serrana de Ávila, próximo a la tierra de Madrid, donde se abre paso entre los dos macizos de Guadarrama y de Gredos, nuestra doble memoria clásica de las dos Castillas, la del Cid y la de Don Quijote”. 

Los hijos de Manuel y de su esposa María Jesús, entre ellos el periodista Pablo Lizcano, pasaron aquí muchos fines de semana y aquellos veranos de su infancia, como recuerda la novelista. 

Pablo murió en 2009, con sólo 58 años. Yo desconocía que estaba casado con Rosa Montero. Lo supe cuando leí el artículo que ella escribió en El PaísUna vida, se titulaba-, uno de esos textos que uno tiene de cabecera, para recordarnos de vez en cuando lo que somos. 

En pleno duelo por esta pérdida, llegó a las manos de Rosa el diario que la científica Marie Curie escribió tras el fallecimiento de su esposo Pierre. A partir de esa lectura y de sus vivencias personales, la escritora construye un libro muy personal, difícilmente clasificable, donde entabla un diálogo cercano y cómplice con el lector. Y, como suele suceder cuando se mira de frente y con naturalidad a la muerte, la vida late con fuerza en todas sus páginas. 

De hecho, da cierto pudor destacar el elemento local, la conexión con nuestro pueblo, en una obra que, claro está, va en otra dirección, que explora en el mundo de los sentimientos, del dolor, del amor, de las amistades, de las contradicciones, de la tenacidad, de las limitaciones... y de cientos de cosas más. Si lo traigo a colación es porque, sin duda, es una curiosidad para las personas vinculadas a El Hoyo de Pinares, pero, obviamente, no pasa de ser un dato anecdótico. Y el libro lo recomiendo no sólo porque aparezcan reflejados de refilón nuestros paisajes sino, especialmente, por todo lo demás. 

Al comienzo de la senda, al salir del pueblo, hay una higuera. Aquella primera vez me la mostró y me contó su historia: a finales de agosto, mientras los frutos terminaban de madurar, una niña se sentaba bajo las ramas y se pasaba las horas cantando para espantar a los pájaros y evitar que picotearan los higos. A Pablo la escena debió de maravillarse: me la contó ese día y muchos más, cada vez que íbamos al pueblo (…)”.

¿Quién sería aquella niña, que hoy será una mujer de nuestro pueblo? ¿Recordará los días en que cantaba bajo la higuera para mantener alejados a los pájaros? 

Rosa se pregunta qué pensará uno antes de morir. Y está convencida de que aquella fue “una escena luminosa y crucial en la imaginería de Pablo”. 

La niña y la higuera, eran de El Hoyo de Pinares. De Pablo Lizcano, aquella mirada asombrada del niño. Y Rosa Montero pone las palabras mágicas del escritor. Para enseñarnos cómo lo grande de la vida se esconde en lo pequeño.

De mar a mar

Calculo que Mario tendría 16 y yo 17 años. Nos habíamos propuesto irnos a Asturias con nuestras mochilas a la espalda, una tienda de campaña, un walkman y algunas cintas de cassette, un pequeño hornillo para cocinar y unas cuantas latas de comida, ganas de aventura y muchas dosis de ilusión. Lo que apenas llevábamos era dinero, pero esto nos parecía entonces un detalle insignificante. 

Cuando llegamos a Oviedo, en la misma estación Mario preguntó: “¿Cuál es el primer tren que sale para un sitio con mar?”. Aparecimos en la playa de San Juan de Nieva, un hermoso lugar cerca de Avilés. 

Al llegar al destino, comenzamos a caminar, suponíamos que en dirección al Cantábrico, pero no estábamos seguros y llevábamos demasiada carga como para dar paseos inútiles. Mario soltó entonces la mochila, se adelantó corriendo, subió a un montículo y mientras volvía me gritaba desde lejos todo emocionado: “¡Tío, el mar!”. 

Más de treinta años después, de mil y una vivencias compartidas, mientras echábamos al mar las cenizas de Mario, recordaba yo aquella escena. Los inicios de una amistad que ya es para siempre. Y esa atracción que él sentía por el mar. Le hubiera gustado el sitio que sus compañeros de buceo eligieron para que le despidiéramos. 

Se me ha ido con él tanta historia, tanta vida, que cinco meses después no encuentro aún palabras que puedan reflejar, siquiera pálidamente, esta herida. 

Me encanta la gente que mira hacia adelante, la que mantiene firmemente que lo mejor está por venir. Y quisiera creerlo, pero me resulta hoy imposible. Muy generoso tendría que ser el futuro conmigo para no pensar que lo mejor de mi vida se quedó aquel atardecer entre las olas del Mediterráneo.


(Fotografías: Galicia, 1985; Marrakech, 2006; y Jávea)