Asomándome a la superficie

El otro día anuncié urbi et orbe, sobre todo a los amigos que pudieran aún quedarme, que, después de más de un mes abducido por el trabajo, por fin empezaba a respirar y que iba a volver a intentar recuperar algo de vida social.

- Perdona, ¿quién eres? –fue el primer mensaje que me llegó.
- Me lo temía… -contesté.
- Bien. No moleste más.

No todos mis amigos son así de sarcásticos y hay algunos que me han recordado que son incondicionales aunque yo sea un impresentable.

La Bruja echó mano de la complicidad habitual y sin reproches me acogió como al hijo pródigo: “Vaya, vaya… se te echaba de menos, tendremos que quedar para contarnos…”.

Hay palabras que, después de un forzado exilio de mi vocabulario, han vuelto este último fin de semana a mis conversaciones con los demás: concierto, teatro, cena, cañas, escapada… Qué bien suenan.

Cuando regresé de Costa Rica (tengo pendiente contar aquí ese singular viaje y colgar fotos, no me olvido), sabía que me esperaba un mes duro de trabajo, pero no imaginaba hasta qué punto.

En realidad, alguien dijo que quienes trabajamos por cuenta propia (y añado yo: también quienes trabajan por cuenta ajena pero no tienen a nadie en su empresa que les sustituya) no tenemos vacaciones reales. Lo que hacemos es tomarnos unos días libres, pero haciendo en definitiva el mismo trabajo que si no nos los hubiéramos tomado. Esos días los disfrutamos a costa del sobreesfuerzo de adelantar una parte de nuestras tareas los días previos y de que el resto nos esté esperando a la vuelta.

Para mí, enero es un mes que suele resultar complicado, sobre todo por los cierres fiscales, a lo que en esta ocasión se ha unido una sobrecarga en mis labores jurídicas (demandas, juicios, etc.) y docentes (trabajo de la UOC, modificaciones para una nueva edición de un libro, preparación de material para cursos a distancia de Fundación Confemetal, etc.). Y, como la Ley de Murphy siempre está haciendo de las suyas, pues a la acumulación de trabajo se unen las complicaciones.

Ha sido un mes horrible. Hubo especialmente un día negro en que batí mi propio récord: no dormí y no comí. Sé lo que me dirán algunas personas cercanas y estoy de acuerdo: merecería una buena leche por ello, porque todo eso tarde o temprano te pasa factura. Terminé de trabajar a las 4’30 h. de la madrugada en El Hoyo de Pinares porque surgió una incidencia imprevista que tenía que resolver necesariamente esa noche. Y a las 6’00 h. ya estaba en pie porque había quedado muy pronto en Madrid para otro asunto profesional. Para completar la jornada, me tuvieron colgado al teléfono con unas consultas hasta las 14’30 h. y yo había quedado luego con clientes a partir de las 15’00 h. Sé que esa forma de vida no merece la pena, lo sé de sobra. Pero no encuentro la solución fácil y rápida que me gustaría.

Me decía una vez un amigo que, como en el blog sólo reflejaba la parte agradable, parecía que me pasaba todo el día viajando por Europa, viendo actuaciones de Faemino y Cansado y de Fito y Fitipaldis, y saliendo con amigos/as de cañas. Lamentablemente, no es ésa toda mi realidad, pero claro, no voy a aburrir a la gente contándoles ciertos tostones cotidianos. Se ha notado, eso sí, mi sobrecarga en que después de Reyes sólo escribí en el blog cuatro entradas en enero, y gracias. Llevo ya más en estos días de febrero que en todo el mes anterior.

Durante ese tiempo de agobio, la verdad es que curiosamente Ávila ha acudido en mi ayuda para darme algún pequeño respiro. Tuve que ir varios días, por una convención de Mapfre y por varios juicios y, quieras o no, esa ciudad te cambia el ritmo. Por muy agobiado que estés, al final te impone su propia cadencia. En Madrid haces una gestión y ya tienes que dar por perdida toda la mañana. En Ávila haces una decena de gestiones sin prisas y te sobra tiempo para tomarte una caña y una buena tapa. Vas caminando por sus calles, saboreando ese aire, y no existe la prisa enfermiza de Madrid. Saludas a gente conocida casi de continuo, todo es más cercano, más familiar, para bien y para mal.

Aproveché una de las visitas para ir a ver a mi abuela, a que me invitase a un café y, con sus lúcidos 96 años, me dijo que no soporta la precampaña electoral “con estos políticos que, en vez de ponerse de acuerdo para hacer algunas cosas bien, están todo el día insultándose y desprestigiándose unos a otros”. Y me contó unas cuantas historias curiosas. Algún día tengo que hablarles de ella. Sin duda, aquel café y aquella conversación fueron uno de los ratos que más han merecido la pena en este tiempo para olvidar. Del que espero haber pasado página. Cruzaré los dedos. Los dedos, pero no los brazos: intentaré hacer algo más para que, si es posible, no se repita una situación de agobio tan exagerado.

5 comentarios:

AleMamá dijo...

Qué próximo te he sentido en esta entrada. Lo mejor? la descripcon de Ávial y el café con tu abuela. Aprovéchala, es un tesoro.
Buen día y mejor vida todo el anno

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Sí, Carlos, defendemos el trabajo, los compromisos laborales, la profesión y respetamos hasta el límite la obligación, olvidando muchas veces que "lo otro", lo que realmente nos llena de la vida, la familia, los amigos, nuestros pequeños placeres, también necesitan nuestro tiempo y, lo más importante, nosotros les necesitamos.

¡Qué disfrutes de tu gente y tus cosas!

Anónimo dijo...

ES LO QUE PASA CUANDO ESTÁS FUERA DE PLAZO

Carlos J. Galán dijo...

Alemamá, lo de la ciudad de Ávila y lo de mi abuela merecen entradas sólo para ellas. En algún momento las habrá.

Tienes toda la razón, Shiki. Lo tengo claro, lo que pasa es que hay veces que te coinciden demasiadas cosas y lo del sentido de la responsabilidad no tiene remedio.

Yo Claudio, yo creo que siempre estoy dentro de plazo, esó sí, generalmente muy justito, el útlimo día a la última hora, pero llego. En mi vida espero que tampoco se me pase ningún plazo.

Anónimo dijo...

Bueno Carlitos, que quieres que te diga, yo desde un sms del 31 de diciembre que no se nada de ti y antes de eso ya ni me acuerdo, de ahi esa bonita contestacion a tu sms navideño.
Tu mismo chavalote pero creo que sabes de sobra lo que pasa cuando se vive o mejor dicho, no se vive, de esa manera.
Tus amigos te seguimos queriendo pero hazme un favor y quierete tu tambien un poco a ti mismo...
Un besito, se feliz.