Desde hace unos días tengo un compañero de piso. No colabora mucho en las tareas domésticas y es un tanto revoltoso y travieso, pero se le perdona porque son cosas de la edad: sólo tiene seis meses. Te sigue por la casa a todas partes donde vayas, siempre curioseando, y es muy cariñoso. Ahora mismo se acaba de subir de un salto encima de mí y está tumbado en mis piernas, aunque de vez en cuando se asoma por encima del teclado a ver qué diablos estoy haciendo.
Llegó a casa como fruto de un auténtico pressing emocional. Pero ahora ya no le dejaría marcharse sin oponer seria resistencia.
Todo comenzó cuando a la puerta de la agencia de viajes de Mario (el enlace lo pongo por si están pensando en alguna escapada, pues hay que hacer un poquito de propaganda a los amigos) llegó maullando un pequeño gato negro de apenas unos meses. Primer error: en lugar de dejarle que se marchase, Mario le abrió la puerta. Y estos animalillos no sólo se meten en tu oficina, sino que se meten en tu vida para siempre.
Estaba claro que Nico –que así le bautizaron- había estado en alguna casa, no era un gato callejero, porque, además de querer entrar, su primera reacción una vez dentro fue acurrucarse encima de una silla.
Los días siguientes, se empezó a subir encima de Mario mientras trabajaba y a ronronear. Así que mi amigo supo enseguida que no tenía escapatoria, que el gato le había atrapado: si estaba extraviado y alguien lo reclamaba, estupendo; pero si había sido abandonado y nadie lo buscaba, ya no sería capaz de volver a dejarlo en la calle.
Mario y Clara se encargaron de llevarlo al veterinario, desparasitarlo, vacunarlo, curarle la otitis que tuvo después… hasta que el animal, al principio tristón, fue recuperando su vitalidad.
Los días pasaban y había que tomar alguna decisión, porque en un centro de trabajo no se puede tener animales e incluso algún empleado ya empezó a tener síntomas alérgicos. Y ellos en casa tienen dos grandes perros y, conocida la actitud que tienen con los gatos callejeros, Nico hubiera durado allí más o menos dos minutos.
El primer correo fue para decirme que tenían un gato de regalo para mí. Les contesté con una notita en la que les explicaba amablemente que ni de coña quería un gato ahora, que me encantan pero que yo no llevo una vida apropiada para tener un animal en casa, que paso muchos días fuera, que si tal y que si cual. Mario me contestó diciéndome que lo del gato no era opcional, que cuándo me lo traía, pero pasé de él.
Me dijo que me mandarían alguna foto, pero yo les contestaba que no quería ver ni la foto, porque me conozco de sobra. Finalmente, volviendo un día del pueblo con ellos, pararon y dijeron que íbamos un momentito a ver cómo estaba el gato, así que por fin conocí a Nico. Aquí está Mario revisándole el oído, mientras su hija Cristina y yo seguíamos atentamente la operación:
Llegó a casa como fruto de un auténtico pressing emocional. Pero ahora ya no le dejaría marcharse sin oponer seria resistencia.
Todo comenzó cuando a la puerta de la agencia de viajes de Mario (el enlace lo pongo por si están pensando en alguna escapada, pues hay que hacer un poquito de propaganda a los amigos) llegó maullando un pequeño gato negro de apenas unos meses. Primer error: en lugar de dejarle que se marchase, Mario le abrió la puerta. Y estos animalillos no sólo se meten en tu oficina, sino que se meten en tu vida para siempre.
Estaba claro que Nico –que así le bautizaron- había estado en alguna casa, no era un gato callejero, porque, además de querer entrar, su primera reacción una vez dentro fue acurrucarse encima de una silla.
Los días siguientes, se empezó a subir encima de Mario mientras trabajaba y a ronronear. Así que mi amigo supo enseguida que no tenía escapatoria, que el gato le había atrapado: si estaba extraviado y alguien lo reclamaba, estupendo; pero si había sido abandonado y nadie lo buscaba, ya no sería capaz de volver a dejarlo en la calle.
Mario y Clara se encargaron de llevarlo al veterinario, desparasitarlo, vacunarlo, curarle la otitis que tuvo después… hasta que el animal, al principio tristón, fue recuperando su vitalidad.
Los días pasaban y había que tomar alguna decisión, porque en un centro de trabajo no se puede tener animales e incluso algún empleado ya empezó a tener síntomas alérgicos. Y ellos en casa tienen dos grandes perros y, conocida la actitud que tienen con los gatos callejeros, Nico hubiera durado allí más o menos dos minutos.
El primer correo fue para decirme que tenían un gato de regalo para mí. Les contesté con una notita en la que les explicaba amablemente que ni de coña quería un gato ahora, que me encantan pero que yo no llevo una vida apropiada para tener un animal en casa, que paso muchos días fuera, que si tal y que si cual. Mario me contestó diciéndome que lo del gato no era opcional, que cuándo me lo traía, pero pasé de él.
Me dijo que me mandarían alguna foto, pero yo les contestaba que no quería ver ni la foto, porque me conozco de sobra. Finalmente, volviendo un día del pueblo con ellos, pararon y dijeron que íbamos un momentito a ver cómo estaba el gato, así que por fin conocí a Nico. Aquí está Mario revisándole el oído, mientras su hija Cristina y yo seguíamos atentamente la operación:
Empezaron a buscarle un hogar entre los conocidos, pero sin éxito. Yo les dije que lo más que podía hacer era publicarlo en el blog por si alguien se animaba a adoptarlo. Pero entonces entró en acción Clara, que no quería que fuese a cualquier casa, sino con alguien de confianza, categoría en la que por lo visto me incluye a mí.
Durante semanas de asedio, fueron desmontando mis resistencias. Los muy mamones me enviaban fotos de Nico diciendo “¿me adoptas?”. Le pidieron a mi hermana –que vive relativamente cerca- que si algún día yo tenía que marcharme se ocupara de echarle de comer ocasionalmente. Me pasaban mensajes recordándome lo bueno y cariñoso que era…
Mario me contó que si le llevaban a una asociación lo primero que hacen es meterlo en una jaula y luego a esperar a ver si surge un adoptante. Que ellos ya no tenían más remedio que sacarlo del lugar de trabajo para no tener problemas. Se ofreció a hacer de padrino de la criatura y colaborar en todo lo que yo no pudiera hacer. Y terminó por fin apelando a nuestra amistad… En fin, todos los elementos infalibles de un auténtico chantaje emocional al que no puede uno sustraerse.
Así que el domingo por la noche Mario apareció con el gato y con todo el kit completo incluido: cartilla de vacunación, manta, collar, comida de varios tipos, recipientes para comida, arena, caja y paleta para la arena, transportín, felpudo rascador… Creo que si yo lo hubiera negociado mejor, hasta me habrían incluido en el lote algún viajecito de regalo. Bueno, puedo decir que el gato traía hasta libro de instrucciones (de esos a los que me refería en una entrada anterior), porque de parte de Clara venía un folleto con recomendaciones sobre gatos adoptados…
Éste es el pequeño Nico cuando estaba triste y enfermillo, los primeros días tras aparecer en el lugar de trabajo de mis amigos:
Y éste es ahora Nico, que como se ve ha tomado enseguida posesión de su nuevo hogar:
No es la primera vez que tengo gato. De pequeños tuvimos varios en el pueblo. Mi favorito fue Adán, que alguien encontró también perdido, creo que en el campo, nos lo llevó a casa siendo muy pequeño y murió de viejillo. Luego ya con veintitantos años tuve otro gato, Set, y mientras yo estaba de viaje alguien le dejó salir a la calle y lo atropelló un coche. Y, finalmente, cuando viví en pareja tuvimos en casa un encanto de gata, Suski, a la que también salvamos de un destino más bien oscuro. Por cierto, Set, Suski y Nico, los tres han sido de color negrillo, pero no es deliberado: debe de ser que las supersticiones se imponen y la gente no quiere un gato negro.
Ellos se lo pierden. A mí éste me va a dar buena suerte.
Como bienvenida a Nico, dejo aquí un par de canciones. La primera es la de Nina Simone, My baby just cares for me con su simpático videoclip gatuno:
La segunda es El gato que está triste y azul (creo que conocida en Iberoamérica como El gato en la oscuridad) que popularizó Roberto Carlos. Es una versión del italiano Gatto nell blu y la traducción que hicieron al castellano es una cosa de lo más incoherente, pero aun así la canción resulta bonita:
(Fotografías del autor y de Clara Montero).
12 comentarios:
Felicidades Carlos, felicidades Nico... de nuevo bienvenido al club de los que tenemos gatos en nuestra vida,ya sabes que si necesitas ayuda con la "fiera" puedes contar con mi ayuda...como diría Finisterre hay que celebrarlo con una cañas...un abrazo del tercer Carlos ( Carlitos)
¡Qué bonito eres Nico! Me encanta. Como no soy superticiosa me da igual que sean negros o moraos a mí ya sabes que me vuelven loca los animales, a los gatos como les des cariño ya no se separan de tí. Son muy agradecidos, mas los gatos que las gatas, pasa igual con los perros y con los pájaros, como verás siempre el sexo femenino es más complicado. Bueno yo se de una que está como loca, pero no te preocupes que no te vamos a dejar bajar con ella a desayunar, porque la pobre Lola sufrirá las consecuencias.....Un beso.
La loca después de leer el comentario de Silvia y de no entender el motivo por el que se le priva (por decreto) del desayuno semanal en tu compañía (y en la de Lola) y de qué consecuencias puede sufrir la “pobre Lola” …… se acoge a la quinta enmienda …… y solo te felicita por haber decidido incluir en tu vida a un nuevo miembro.
Jajajaja, mañana te lo explico con pelos y señales guapa. Un besito
MIS ESPERANZAS DE QUE TUVIESES NOVIA SE DISIPAN POR INSTANTES....
UN GATO.....
DONDE VAMOS A LLEGAR.....
la cancion del lateral del madrid esta dedicada a a.....a?
Felicidades, estoy segura de que no te vas a arrepentir, tengo gato y perro (se llevan a las mil maravillas), hacen compañía, son agradecidos, notan tu estado de animo y son amigos fieles.
Besucos a Nico.
Un abrazo.
Me alegro muchísimo por los dos. Yo también llevo ya conviviendo trece años con una hermosa gata negra, a la que nadie quería por su color. Y a ella se le han agregado otros dos congéneres, así que... compartimos tu felicidad.
Bienvenido al mundo gatuno, querido Carlos, Pepón vive conmigo hace casi quince años, o mejor dicho, me permite que viva con él. Cuando llego a casa Eugenia, mi perra, salta sobre mí y Pepón sale pitando hacia la habitación que quiere ir obligándome a abrir la puerta. La perra me quiere a mí el gato quiere a la casa. Si necesitas consejos aquí me tienes.
Un fuerte abrazo,
Francis.
no molestare mucho que es tarde y seguro que estais durmiendo.
un abrazo a todos,
shhhhhhhh
Carlitos, para tomarse unas cañas y celebrar o no lo que sea hay que estar disponible, jodío...¿dónde andarás, o mejor, con quién?
Galán, cómo mola Nico. Ya sabes que yo no quería animales en casa ni para atrás, entre otras cosas, porque soy un dejado y las cañas me llevan demasiado tiempo y dedicación pero acepté y no me arrepiento: Benito es un fenómeno, un gordo fenómeno. Hasta es capaz de entenderme a veces.
Tómale la palabra a Cardesa; cuando te haga falta, se lo dejas a él.
Un abrazo.
Carlitos, como dice Finisterre (ese inefable ¿dueño? del gato Benito) cómo no des señales de vida cómo vamos a celebrarlo. Eres peor que yo, tronco. No sabemos si estás vivo, muerto, si te tiene abducido alguna piba o qué. Como para necesitar que me cuides al gato... Como en las ouijas: Cardesa, si estás ahí, manifiéstate.
¿A qué sí, Silvia, a que mola mi gato?
Mordaz, tarde o temprano nos tomaremos ese café y te contaré. Ya procuraremos no ser muy pesados para no aburrir a Lola, que no parece que le gusten mucho los animales.
Anónimo, dentro del pressing emocional, Clara no tenía escrúpulos en decirme que incluso se ligaba más con gato, como si yo no supiera ya que no. Con perro, todavía, porque lo del paseo y los encuentros dan juego, pero con gato... Por lo pronto, las alérgicas ya se autoexcluyen de venir a casa.
Anda anónimo, que lo quieres saber todo. Tal vez a alguien o tal vez a nadie. La pongo porque es una bonita canción y habla de un gato.
Los gatos no sé si son amigos fieles, M. Gemma, porque hacen lo que se les pone en el hocico. Pero es verdad que hacen compañía y son unos animales peculiares, interesantísimos. Yo estoy encantado.
Gracias, Doctor Hache, lo tuyo sí que es una manada.
Jajaja, Francis, vaya con el Pepón. Es verdad, yo creo que los gatos, por muy apegados que estén a ti, siempre van un poco por libre. Un auténtico placer tenerte por aquí. Aprovecho para recordar a los demás que tu blog es altamente recomendable.
Finisterre: Virginia tiene a la gata Matilde (también negrilla), tú al gato Benito, Cardesa a sus gatos ¿¿¿??? (¿cómo coño se llaman los gatos de Carlitos?), así que yo no iba a ser menos. Lo celebramos, yo con cañas y tú con ese vodka tan bueno que te traje de Moscú y que no sé por qué todavía no te has tomado...
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