Costa Rica (I). El país


Maite siempre me había hablado con fascinación de Costa Rica y César corroboraba que me iba a gustar. Mario & family me propusieron unirme al viaje, así que ni me lo pensé y, en la mañana del día de navidad, salí con mi maleta con destino a este pequeño país centroamericano.

Lo recomendable es tener más tiempo para dedicarle, porque en apenas diez días tuvimos que concentrar toda la visita, pero aun así mereció mucho la pena. Tuvimos un par de breves estancias en San José –una tarde a la llegada, y una noche y una mañana a la vuelta- y del resto de tiempo un tercio lo dedicamos al Parque Nacional de Tortuguero, otro tercio al área del volcán Arenal y el último tercio lo pasamos en Playa Tambor. Yo esa última parte en principio hubiera preferido dedicarla a visitar la Reserva Biológica de Monteverde, a ir a Puerto Limón u otras opciones, pero lógicamente en viajes en grupo hay que conciliar las preferencias e intereses de todos y tampoco vienen nada mal unos días de relax.

Colón arribó accidentalmente en la zona de Veragua en su cuarto y último viaje a América. En carta al rey Fernando aseguraba –y de ahí surgió el nombre actual del país- que había visto “más oro en dos días que en cuatro años en La Española”. Tras reiterados fracasos en el intento de colonizar la zona, el descubrimiento del Pacífico a cargo de Núñez de Balboa en 1513 impulsó el avance de la conquista y permitió las primeras fundaciones a partir de 1560. Sin embargo, los españoles no encontraron minerales que explotar. La verdadera riqueza de este país era –y sigue siéndolo- su naturaleza.

Costa Rica solamente tiene poco más de 51.000 kilómetros de los más de 510 millones de kilómetros cuadrados de superficie del planeta, pero se estima que acoge no menos del 5 % de la biodiversidad mundial. Más del 27 % del territorio costarricense está sometido a alguna figura de protección medioambiental.

Costa Rica, desde finales de los años cuarenta, apostó por un modelo de democracia sin armas. José Figueres, una figura central en su historia reciente, fue el artífice de una profunda transformación política, pues nacionalizó la banca, estableció impuestos sobre los patrimonios más altos para redistribuir la riqueza, introdujo los derechos políticos de mujeres, grupos indígenas, negros y otras minorías étnicas y abolió el ejército, lo que libro a este país del rosario de golpes de Estado y dictaduras militares que padecieron otras naciones de su entorno. Las políticas han cambiado y distintas opciones se han alternado en el poder. Pero todas han mantenido el modelo de país sin ejército y los costarricenses de a pie se suelen mostrar orgullosos de invertir ese dinero en gastos sociales.

Sin embargo, tengo que decir que a mí personalmente hubo una época, en los años ochenta, en que la política de este país me resultaba especialmente antipática, porque Estados Unidos, con el presidente Reagan al frente, mantuvo un claro desprecio a la soberanía de todos los Estados de la zona y utilizó Costa Rica como base para atacar a la vecina Nicaragua. El gobierno sandinista estaba haciendo un colosal esfuerzo de reconstrucción del país, incluyendo alfabetización, servicios sanitarios, infraestructuras de comunicación… pero la administración norteamericana invertía mucho más dinero en armar a la Contra y en atacar y destruir lo que se iba haciendo. Llegaron al extremo de construir una pista de aterrizaje militar en plena selva costarricense, mientras las autoridades del país miraban para otro lado. Todo cambió cuando fue elegido presidente Óscar Arias, que reafirmó la independencia nacional, expulsó a la contra de su territorio e impulsó el grupo de Contadora y los tratados de paz de Esquipulas para Centroamérica. En un acto público, llevó a escolares a plantar árboles en la pista clandestina de aterrizaje de la CIA. Recibiría en 1987 el Premio Nobel de la Paz.

Costa Rica es hoy un país modesto, pero con más estabilidad, con mayor nivel educativo y cultural, y con mejor nivel de vida que otros países de su entorno.

Un recorrido por Costa Rica permite conocer zonas de costa –tan diferentes en el Pacífico y en el Caribe-, bosques lluviosos, zonas volcánicas, reservas pantanosas, montaña…

Pero el encanto del país no es sólo su maravilla natural. Los ticos –como se llaman a sí mismos- son gente vital, pacífica, amable, acogedora. Tendría ocasión de descubrirlo en los siguientes días.




(Las fotografías del Slide son del autor y de Mario Marín)

(Música: Cómo un pájaro, del grupo costarricense Malpaís)

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