La ventana de la abuela en el siglo XXI

En el pueblo de mi infancia –supongo que en casi todos-, cuando el tiempo lo permitía, la gente sacaba algunas sillas fuera de las casas, buscando el sol suave de primavera o un poco de fresco en las noches de verano.

La silla en la puerta. Para coser, para leer, para charlar, para mirar... Era la forma de no estar entre cuatro paredes cuando no ibas a ir a ningún sitio concreto. La forma de conectar con la vida exterior, de saber qué sucedía en la calle, de ver pasar a alguien y preguntarle por sus cosas o que se detuviera a interesarse por ti…

Mi abuela paterna vivía en la planta superior de un bar y por eso no sacaba la silla a la calle. Pero la tenía siempre junto a su ventana. Cuando no estaba trajinando y tenía tiempo muerto, se sentaba y desde allí observaba quién entraba, quién salía, quién pasaba, qué pasaba.

Una vez mi tío hizo una foto de la fachada del local (el desaparecido Café-Bar Pinarsol de mi familia) y arriba se veía a mi abuela, sentada como casi siempre al lado de la ventana, mirando desde dentro. Pero ella, octogenaria que no se llevaba muy bien con las tecnologías, lo negaba: “Yo no estaba ahí, me habrás puesto tú”, aseguraba ante la sonrisa de mi tío, en los tiempos en que había que revelar los carretes y no existía el Photoshop.

Cuando estoy en casa y no ando trajinando, cuando tengo un ratillo muerto, casi automáticamente tiendo a conectarme a internet. Digo entonces lo que me apetece, lo que se me ocurre, a todos en general o a alguien en particular. Miro qué anda haciendo algún amigo -a veces geográficamente lejano-, qué es de su vida. Me encuentro con algún conocido que me enseña una foto, me señala una noticia curiosa del periódico, me muestra un video o me recomienda una canción. O recojo un saludo o unas palabras de ánimo que alguien me dejó al pasar por allí. Puedo leer, escuchar música o curiosear por casi cualquier rincón del mundo sin moverme de la silla.

Y entonces es cuando pienso que internet es mi forma de asomarme a la vida exterior mientras estoy en casa. Como la ventana de la abuela Adela.

7 comentarios:

Anónimo dijo...


Hola, Carlos Javier. Los recuerdos ligados a los abuelos y abuelas son muy gratos. Siempre hay una ventana abierta, virtual o de cualquier material, para esss bonitas emociones.

Un abraz♥

Anónimo dijo...

Claro que sí Carlos, ese es nuestro mundo ahora: la silla desde internet, donde podemos hacer infinidad de cosas al instante sin movernos...

Aunque yo tengo la suerte, de cuando voy a mi pueblo en vacaciones, y no me conecto ni a internet, ni a face, ni a periódicos, ni nada de nada, desconexión total, me sigo saliendo con la silla a la calle, a ver pasar a la gente y a hablar con ella, porque aún existe esta tradición.
La sensación que esto me da, es que vivo en otro mundo, como que no me corresponde, y soy feliz de no saber ni una sola noticia: me encanta!
Saludos grandes

Carlos J. Galán dijo...

Hola, Del Sur. Pues sí, esas ventanas siempre están abiertas. Me resultaba curioso pensar que, salvando las distancias y las posibilidades, en el fondo internet en mi casa yo lo utilizo con una finalidad parecida a la de mi abuela con su ventana.

Anónimo/a, yo he perdido eso en el caso de mi pueblo, lamentablemente. Porque allí también tengo actividad profesional y entonces no puedes desconectar ni cuando estás tomando una caña. Para encontrar esa paz y no enterarme de las noticias me tengo que ir a otros sitios. Pero de vez en cuando me gusta esa sensación, sí.

Anónimo dijo...

Carlos J. Galán.

Me gustaría saber cual es su opinion sombre la pluralidad de España, el reconocer que España no es solo una cultura, una lenfua, una tradición, una manera de ver la vida, etc, y que hay pueblos bien distientos entre ellos, el catalán, castellano, vasco y el gallego. Y que propondrías tu para que estos pueblos puedan vivir de una vez en paz dentro del marco nacional del reino de España.

Gracias. Joan, de Barcelona.

PEGASA dijo...

Carlitossss!!!. Que de recuerdos me traen las sillas y las ventanas, las vecinas parloteando y cuchicheando mientras miran a que hora llegas a casa o si te acompaña más de una vez el mismo, porque si es así, es que te casas en un mes y están todos invitados. jaja. En fin.. yo nací en la Jaén capital pero si estado muy ligada a la vida de los pueblos porque mis padres si eran de la comarca, con lo que sé lo entrañable que llegaba a ser. Ahora vas y ya nadie se pone en la puerta, ya no se ven a las vecinas en las sillas en la calle ni a los esposos sentados en los tranquillos. Era bonito y aunque tuviera su parte mala, se respiraba hermandad y vecindad. Que lástima que todo lo bonito se pierda. Como el que jueguen los niños en la calle. Ya no se ven jugar niños en la calle, pobres niños lo que se están perdiendo.

PEGASA dijo...

Ayyy se ha publicado antes de que terminase. Que espero que te lo estés pasando de muerte en London.Que quiero que me pongas los dientes super largos y me enseñes fotos y nos hagas la crónica del viajecito.

Besos y me encanta tenerte también en el Fb, me alegra muchooooo. Ea!!!!

Carlos J. Galán dijo...

Hola, Joan. Mi postura es de respeto hacia esa pluralidad, que a mí siempre me ha enamorado y que considero mía. Creo que, además, sin ese conocimiento y reconocimiento mutuo no tendría un sentido de "unidad" viviendo de espaldas cada uno a la realidad del otro. No tengo un recetario, pero me parece que desde la política, desde las instituciones educativas y culturales y desde los medios de comunicación debería hacerse pedagogía en lugar de alimentar el enfrentamiento y a veces el victimismo interesado. Sé que es muy coyuntural, pero te invito a leer esto que escribí hace tiempo:
http://carlosjaviergalan.blogspot.com/2007/10/estoy-de-acuerdo-en-algo-con-carod-es.html


Hola, Pegasa. De todo esto -la conversación en la calle, los juegos en la calle...- quedan algunos restos todavía en el mundo rural, pero cada vez menos. Nos vemos por aquí, por tu blog y por el Fb, sí. Besos.