El blog La nota discordante está bajo licenciaCreative Commons. Puede reproducirse libre y gratuitamente su contenido para usos no comerciales, citando procedencia. Se agradece comunicación.
Como hoy es -otra vez- mi cumpleaños, y se me pasa el tiempo muy deprisa, y como hay transiciones que parecen interminables, y como no acabo de pasar del todo páginas antiguas para escribir las nuevas, mucho más estimulantes, publico aquí este anuncio, sobre lo que más necesito ahora imperiosamente, tomándole prestados versos a Mario Benedetti:
Preciso tiempo necesito ese tiempo que otros dejan abandonado porque les sobra o ya no saben qué hacer con él
tiempo para mirar un árbol un farol para andar por el filo del descanso (...) para morir un poco y nacer enseguida y para darme cuenta y para darme cuerda preciso tiempo el necesario para chapotear unas horas en la vida y para investigar por qué estoy triste (...)
tiempo para esconderme en el canto de un gallo y para reaparecer en un relincho y para estar al día para estar a la noche tiempo sin recato y sin reloj
Y a todos los que no pueden darme ese tiempo que me falta, pero me dan siempre su comprensión, su apoyo, su cariño, o me regalan de vez en cuando una sonrisa, una cerveza compartida, un abrazo o unas palabras, gracias por estar ahí.
Definitivamente, no ha sido un año fácil, aunque sería injusto no recordar también tantas cosas buenas. Mi cuerpo y mi cabeza se empeñaron con razón en que frenara y que cambiara, y en eso estoy aún. Más allá de algunas medicinas, lo que necesitaba de verdad era una transición personal y profesional que se está haciendo eterna y muy trabajosa. En medio de todo, varios adioses dolorosos. Y también un nacimiento muy feliz. Empecé 2011 con la persona con la que quería empezarlo y en la ciudad del mundo que elegí, ¿qué mejor forma? Y en aquellos meses comprobé cómo todo lo que te preocupa puede pasar de pronto a un segundo plano ante lo que te importa de verdad. Y sigo teniendo -siempre, siempre- el impagable privilegio de contar con mi familia y con unos amigos que son un lujo.
Equivocándome y aprendiendo, cansándome y respirando hondo, tropezando y levantándome, sigo caminando.
Hoy es mi cumpleaños. Así que lo celebro con los versos de mi admirada María Elena Walsh (¿cómo es posible que no me enterase de su muerte en enero?) y la voz de la inolvidable Mercedes Sosa (que hoy también hubiera cumplido años), acompañada esta vez por Leon Gieco y Víctor Heredia.
Seguro que, si han visto Pretty Woman (¿queda alguien que no?), recuerdan la escena. Vivian (Julia Roberts) no se había sentido muy bien tratada en ciertos establecimientos. Y entonces el acaudalado Edward Lewis (Richard Gere) decide acompañarla. Anuncia a los dependientes que se va a gastar una cantidad disparatada y seguidamente les dice:
- No sé si me han entendido bien: queremos que nos hagan mucho, mucho la pelota.
Y Vivian al final queda encantada de sentirse tan atendida y tan bien tratada.
Cuando llega mi cumpleaños, yo me digo a mí mismo: ya que los dígitos de mi edad siguen creciendo sin remedio los muy cabrones, por lo menos voy a aprovecharme y a dejarme querer.
Y encima tengo dos importantísimas ventajas respecto al personaje de Richard Gere:
1º. Que no tengo que prometer dinero para que las personas que me importan me traten de fábula y me hagan sentir fenomenal. De hecho, confieso que si quisiera ofrecer pasta por ello, no lo tendría nada fácil.
2º. Que no me tratan bien por interés, fingiendo, sino que me felicitan y me hacen sentir querido ¡¡¡con sinceridad!!!
O sea, un lujo impagable.
En fin, que aquí estoy disfrutando, preparado para irme a tomar unas cañas, después de estirarme como un gato mirando los mensajes del muro de Facebook, atendiendo el teléfono de vez en cuando y leyendo correos, en los que mucha gente dice cosas fantásticas sobre mí, que no me creo, pero que me suenan muy bien. Y no importa tanto la cantidad de personas que me lo dicen como la calidad humana de las mismas.
Y esto, ya digo, sin que haya tenido que poner previamente dinero encima de la mesa ni ordenar: quiero que me hagáis mucho, mucho la pelota. Un regalazo, vamos.
(La fotografía es de la celebración de mi 26º cumpleaños, en El Cuchi, y aparezco con tres compañeras de mi trabajo de entonces, M. Paz, Marga y Mayte).
Cuando me dijeron que aquella noche podía haber muerto y sentí que no me rebelaba profundamente contra esa simple idea, supe que en realidad ya estaba muerto antes. Que el universo de mis asideros vitales se había caído hacía tiempo hecho añicos y yo permanecía sentado entre las ruinas sin ponerme en pie.
Pero esa certeza no me llevó a extender resignadamente el certificado de defunción. También en ese momento estuve seguro, completamente seguro, de que -aunque no supiese aún cómo- en cuanto saliera del hospital empezaría a cambiar algo importante. Me conjuraría para volver a estar vivo.
Como una hormiga, más lentamente de lo que hubiera querido, laboriosamente, fui recobrando pulso y ganando espacios. Y, en particular, estos dos últimos años han sido vitales, intensos, con muchas vivencias –amores, amistades, viajes, experiencias…- totalmente inolvidables, atesoradas ya para siempre en mi corazón.
Siempre estaba convencido de que la mejor etapa de mi existencia había sido la de la juventud y la Universidad, y así lo repetía. Ahora añado: por ahora, y no descarto que la mejor etapa quizá esté por llegar, ¿quién sabe?
Pienso seguir cogiendo el toro por los cuernos cuando toque, pero también pienso seguir dejando que de vez en cuando la vida me sorprenda.
He aprendido que casi siempre me arrepentí más de lo que no hice que de lo que hice. Así que ahora a menudo me peleo con mis inseguridades, con mis miedos, y asumo muchos más riesgos.
He aprobado la asignatura de saborear con más intensidad cada momento, hasta un grado del que -por lo que veo a mi alrededor- muy poca gente es capaz. Y es que cada instante es irrepetible. Y nunca sabes cuándo te va a cambiar la vida radicalmente, o cuando te estás despidiendo de algo concreto, o incluso de todas las cosas.
Ahora me siento vivo. Llego hasta aquí con las cicatrices de los desengaños, de ese escepticismo que se mezcla con una terca esperanza. Pero, porque me da la gana, camino con alegría, con ilusión, con ideas, con imaginación... Y tengo la suerte de contar con personas que me quieren y a las que quiero mucho, todo un privilegio. A veces salen al paso la tristeza, el dolor o las preocupaciones, claro, pero también eso es consecuencia de lo mismo: del irrenunciable vértigo de vivir.
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego. Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida, no me doy por vencido, y sigo, y juego lo que me queda: un resto de esperanza. Al siempre va. Mantengo mi postura. Si sale nunca, la esperanza es muerte. Si sale amor, la primavera avanza.
Han sido unos días intensos de precumpleaños, cumpleaños y poscumpleaños. Como me pilla siempre en malas fechas de trabajo (julio es el mes con más plazos tributarios y con más prisas judiciales) y sin tiempo material para organizar nada, me volví a quedar con las ganas de juntar alguna vez a mis heterogéneos amigos y acabé celebrándolo por separado con comiditas, cañas, cenas... individuales o de pequeños grupos. Y aún quedan algunas personas con las que no he coincidido, así que creo que la cosa sigue...
No era un cumpleaños especial, ni distinto (bueno, todos son distintos en realidad), no era una cifra redonda... Tampoco me alegra esto de tener cada vez más edad, salvo por lo que resulta más obvio, que es seguir viviendo. Pero es, sobre todo y así me lo planteo, una buena excusa para ver a gente a la que quiero. En realidad, esos nombres propios son, con mucho, lo más importante de ese inventario de cosas que hacen que la vida valga la pena del que hablaba en una entrada anterior del blog.
Han sido días de muchos encuentros y reencuentros gratos. De conversaciones, de risas, de regalos materiales (originales, generosos...) y de regalos inmateriales (algunos sorprendentes).
A última hora, un ataque de pudor me llevó a no compartir aquí una selección de mi álbum personal de fotos de estos años, que tenía intención de publicar como homenaje a mi gente. No sé si otra vez será.
Así que, para dar las gracias a todos los que me han deseado felicidad, traigo un regalillo. Nuestro amigo Andrés Molina compuso una magnífica canción, Yo también nací en el 63, cuya letra luego adaptó Víctor Manuel para Ana Belén como Yo también nací en el 53.
No nací en ninguno de esos dos años, pero podría ser un buen mensaje para resumir lo que he sentido o pensado estos días, sobre las cosas que he hecho bien, sobre los mil errores que he cometido, sobre las cosas de mi vida de las que me siento orgulloso, sobre las que son aceptables y sobre las cosas que no son como había soñado. (Añado: por ahora. Porque no pienso renunciar a nada).
Jamás le tuve miedo a vivir,
me subí de un salto en el primer tren.
Hay que ver, en todo he sido aprendiz (...).
Reivindicando también el derecho a seguir creciendo, a seguir equivocándome, a seguir viviendo.
Como tú, sintiendo la sangre arder,
me abrasé, sabiendo que iba a perder.
Siempre encuentras algún listo,
que sabe lo que hay que hacer,
que aprendió todo en los libros,
que nunca saltó sin red (..).
Disfrutando del mayor privilegio que tengo:
Siempre tuve más amigos
de los que pude contar...
aunque en mi caso no sólo por la cantidad sino, sobre todo, por la calidad humana.
Lo he pasado bien. He estado mirando un poco hacia atrás y mucho hacia delante. Y me gustaría conseguir que (como el otro día recordaba que me dijo una amiga en cierta ocasión) esa mirada fuera hacia atrás sin pena y hacia delante sin miedo.
Las personas, claro. La madre, los hermanos, que siempre están ahí incondicionalmente. La super abuela. Esos otros primos o tíos que sientes cercanos. Los amigos. Los amores. El recuerdo que no se extingue de quienes ya no están.
Amar.
Pensar. Sentir.
Los valores personales. Las ideas.
Escribir y leer.
Conversar: hablar y escuchar.
La música.
El arte y la creación en general: el cine, el teatro, la pintura…
Los lugares, todos esos rincones que sientes tuyos.
Los viajes.
Pasear.
No son todas, ni llevan necesariamente un orden. Pero no es un mal inventario. Para empezar.
Es lo que tiene la gente positiva. En lugar de lamerse las heridas, como hacía yo en Cosas de la edad, mi hermana Tere cogió hace unos días el toro por los cuernos y, a punto de cumplir los 40, se dio a sí misma una fiesta, sin complejos.
Reunió a buena parte de sus amigos, además de novio, hermanos y cuñada, más algunos primos que estaban ese día por el pueblo, porque juntar también en la misma celebración a toda la familia (abuela, tías y todos los primos…) hubiera sido entrañable, pero con una asistencia equivalente a una boda multitudinaria; posiblemente siga celebrándolo por fascículos con otras personas en cuanto tenga ocasión.
Aparte del picoteo –incluidas las célebres croquetas que prepara mi madre, que son imbatibles-, nos comimos unos arroces estupendos cocinados por Txati, Isa y Burgui. Como, entre las amistades de mi hermana, el que no es creativo poco menos que hace el ridículo, tuvimos de todo. Los cantautores Eva de Goñi y Andrés Molina nos deleitaron con un miniconcierto. La prima Chus (o sea, la periodista Chus Galán, de Telemadrid) hizo de reportera para Trastienda Directo con una delirante entrevista a los cocineros, y como presentadora de parte de la gala. Y también peparó con sus hermanas Rosi y Mª Eugenia una sopa de letras con palabras de la vida de Tere. Yo mismo -como, por el bien de todos, es mejor que no cante- leí el poema Como siempre, de Mario Benedetti, convenientemente adaptado para mi hermana y, además, propuse un juego colectivo, Psiquiatría, que estuvo divertido, pero hubiera dado mucha más risa si la jodía homenajeada fuera menos perspicaz. Arturo, profe de música, cantó ópera mientras el novio de Tere, Burgui, interpretaba en play back la escena, entre las risas del respetable. Como guinda, Burgui le dedicó una canción a Tere con letra suya y música de Andrés. Y todo el personal se entregó luego con entusiasmo al karaoke.
Hoy, 12 del 12, es de verdad su cumpleaños. Yo creo que entra muy de tarde en tarde al blog, así que no pienso avisarla, ya lo verá cuando corresponda.
Pero, con la certeza de que tener hermanos como los míos es un lujo, dejo aquí hoy para Tere tres regalitos para sus 40 tacos.
El primero, la felicitación, a cargo de los payasos de nuestra infancia.
El segundo, una pequeña selección de fotos de la fiesta.
Y, finalmente, unos cuantos saludos que, como dicen los periodistas, “han llegado a nuestra redacción”, de un puñado de amigos, presentes o ausentes en esa fiestuqui, y que hablan por sí solos:
Teresita, tras más de veinte años de amistad, sólo puedo recordar cosas buenas de ti, los 40 te han sentado fenomenal, eres un cielo de persona, no cambies nunca. Muchas felicidades y que compartas muchos cumpleaños con nosotros. -Bea y Pelayo-
Pocas cosas han empezado tan mal y han acabado tan bien. Gracias por estar ahí, a pesar de mí. -Diego-
Querida prima: siento comunicarte que entras en otra década de tu vida y que, aunque te mantienes con aspecto juvenil, ya eres mayor. Un beso enorme y que celebremos muchas fiestas tan divertidas como la del otro día. Pd.: ¿Cuándo nos vas a dar la fecha de la boda? Je, je -Samuel-
Lauogei urtabetetxe zoriontxu, biotz biotzetik. Oso maite zaitugu. Gero etorriko dugu ikustera. Muxu berezi oso haudia, latana. Ondo pasa eta urte urrengoa bikaina izango da aunez. Feliz traducción. -Isa y Txati-
Hace 20 teníamos 20. Y dan para mucho; sobre todo contigo, que nunca te ha gustado quedarte quieta. ¡Lo mismo me pone un bar que se me hace psiquiatra! Han sido muchas cañas en el ‘Capi’, algún Faemino y Cansado, muchas conversaciones a media voz, muchas canciones, muchas miradas… Una vez, en una cena en el bar ‘Los amigos’ (qué casualidad el nombre) te preguntabas hasta dónde conseguiríamos llegar en nuestra amistad. Yo sé dónde estás, tú sabes dónde estoy. Felicidades, Amiga. -Nane-
Tú me enseñaste, entre cervezas y mejillones, que la vida son rostros: rostros ingenuos, rostros alegres, rostros tristes, enfadados, mandones, cariñosos, musicales y chistosos; rostros sinceros y pacientes, tolerantes, amables y entrañables; rostros amistosos y amigos… En fin, rostros que me han hecho ser mejor, crecer y entonar. Tú eres uno de mis rostros. Felicidades. Te quiero un montón. Besos, -Yoli-
Me alegro mucho de haber estado en tu 40 cumpleaños y espero estar en los próximos 40 o más. Muchos besos y felicidades de Sofía y de mí. -Laura-
(Fotografías de la fiesta hechas por el autor y foto de Tere niña hecha por Juan B. Galán Estévez)