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Eurocopa 2008: apuntes después de un triunfo


Me avisan de que, según las últimas estadísticas, deben quedar en España tres blogs que no han hablado de la Eurocopa y uno era éste, así que me pongo a ello.

El nuevo Marcelino cuyo decisivo gol se evocará al hacer historia futbolística se llama Fernando Torres. Espero, eso sí, que no haya que estar tomándolo como referencia durante otros cuarenta y tantos años.

Alguien me recordaba hace poco que no había nadie de mi Atleti en la selección.

- Sí, Fernando Torres -contesté
- Torres es del Liverpool
- Perdona, Torres juega ahora en el Liverpool, pero es del Atleti
- Lo dices como si estuviera cedido y no, está traspasado
- Ya, ya, pero yo sé lo que me digo


Se ha demostrado que fue una decisión circunstancialmente buena para ambas partes: Fernando ha crecido en un fútbol inglés que le viene como anillo al dedo, y al Atleti el Kun y otros buenos jugadores le han situado en la Liga de Campeones. Pero identificar a Torres con el Liverpool a mí me suena parecido a identificar a Butragueño con el Atlético Celaya. ¿Torres ex atlético? Sigue siendo patrimonio sentimental de la afición rojiblanca y él es consciente. “Fernando, ésta ha sido, es y será tu casa. Siempre que vengas puedes pasar sin llamar” (Cerezo dixit). Todos los seguidores de la selección española vibraron el domingo con el gol de Torres, pero más que nadie los atléticos: el que marcaba era de la familia, nuestro Niño, al que tenemos ahora haciendo un máster en el Reino Unido.

Y hay otro motivo por el que, aunque no haya ningún jugador del Atleti en la selección, un colchonero puede sentirse plenamente identificado con el combinado nacional. Lo que uno quisiera que los políticos hicieran en el Tribunal Constitucional, en el CGPJ, etc., lo ha hecho Luis Aragonés (tambén patrimonio sentimental rojiblanco) en la selección española: acabar con el sistema de cuotas y elegir a los mejores. No ha llevado a unos cuantos de cada club, procurando que más o menos los grandes estuvieran bien representados. No ha llevado a quienes pudieran parecer las figuras más destacadas de la liga individualmente considerados. Ha formado un equipo. Nada más y nada menos. Ha elegido a los mejores, pero no en abstracto, sino para ese equipo, para unas posiciones, para un equilibrio, para un estilo de juego.

Era una apuesta arriesgada. Luis sufrió una campaña mediática injusta. Cualquier decisión de un seleccionador puede y debe ser discutida por la afición, faltaría más, pero de ahí a convertir en una especie de polémica nacional, durante largo tiempo y hasta el hartazgo, el no llevar a Raúl a la selección hay un largo trecho. Luis no será simpático, exteriorizará poco sus sentimientos, será un tipo todo lo raro que se quiera, pero ¿acaso sus antecesores, Javier Clemente y José Antonio Camacho, excelentes profesionales también, eran modelos de moderación y de ejercicio de las relaciones públicas? La profesionalidad de Luis Aragonés a estas alturas está fuera de toda duda. Ya lo estaba antes de ganar la Eurocopa, pero ahora sencillamente ha dejado sin argumentos a esos detractores interesados que nos dieron una exagerada brasa a todos durante meses cuestionando agriamente al seleccionador.

Yo creo que España, por su calidad y su juego, ya mereció mejor fortuna en el pasado Mundial de fútbol. En torneos por eliminatorias, influye la suerte, tenemos que ser conscientes. Aun desplegando la selección el mismo juego brillante del que hemos disfrutado estos días, hubiera bastado con que Casillas no hubiera parado un penalti, por ejemplo, para que la historia se hubiera repetido y ahora estuviéramos lamentándonos otra vez de la maldición de cuartos.

Pero, aunque la suerte influya, España no sólo ha ganado la Eurocopa, sino que ha sido la mejor, sin duda. La selección más goleadora, la selección menos goleada, Casillas el portero menos goleado, Villa el jugador más goleador, Xavi el mejor jugador del torneo según la UEFA… Y sobre todo, ha desarrollado un juego propio, con estilo y con brillantez, un juego que enamora. Uno no sufría hasta el último segundo una larga agonía, sino que se quedaba con ganas de seguir viendo jugar a España. Eliminaron al campeón de Europa, al campeón del mundo… Yo me quedo con ganas de verles jugar contra Argentina o contra Brasil. ¿Y para cuándo dicen que es el próximo mundial? Me parece que antes, el año próximo, disputarán la Copa Confederaciones contra los campeones de América, Oceanía…

Más cosas. Chapeau por Cuatro. No tengo ninguna simpatía por el grupo Prisa, pero la profesionalidad y la calidad hay que reconocerla donde esté. Durante años, y sin dudar de la categoría de sus profesionales, TVE retransmitió competiciones con frialdad institucional. Y Cuatro ha logrado hacerlo con calor popular. Lo del set en Colón hasta convertir en un símbolo la plaza, un éxito. Lo del lema Podemos, un hallazgo. Lo de la retransmisión coral, participativa, ingeniosa, simpática, otro acierto.

Me encantaron también los gestos, de una plantilla jovencísima, pero consciente de que no han salido de la nada. La pequeña venganza histórica que situó la camiseta de Arconada, veinte años después, delante de las narices de Platini recogiendo la medalla de campeón. El recuerdo al Dr. Genaro Borrás o al jugador del sevilla Antonio Puerta, detalles de grandeza.

Y, finalmente, estos días de la selección para mí han sido una metáfora de lo que humildemente me gustaría que fuera mi país. No por la omnipresencia de simbolismo, que a mí eso me parece lo de menos. No soy nacionalista –de nada, tampoco nacionalista español- y, por tanto, las orgías rojigualdas, los Manolos con bombos, los toros de Osborne, y las banderas pintadas en la cara o colgadas en todos los balcones no me disgustan –al contrario- pero no me hacen tampoco sentir ningún orgasmo. Ya he dicho en alguna ocasión que lo que gustaría es que se utilizasen y asumieran los símbolos nacionales con normalidad, o sea, ni con profusión y excesos avasalladores unos días, ni que desaparezcan a continuación sumergidos en históricos complejos verdaderamente patológicos. A mi me gusta lo que simboliza la selección por otra cosa: porque en ella jugaban un Iker, un Pepe, un Rubén y un Fernando madrileños; un Andrés y un Raúl valencianos; un Álvaro castellanoleonés; un Sergio, un Xavi, un Fernando, un Carles, un Joan y un Cesc catalanes; un Andrés castellanomanchego; un David y un Santi asturianos; un David canario; un Xabi vasco; un Carlos, un Sergio, un Daniel y un Juanito andaluces; y, algo que es muy significativo de nuestra nueva realidad social, un Marcos de origen brasileño. Todos con sus peculiaridades, pero abrazados escuchando el himno, dándose ánimos, tejiendo lazos de amistad y convivencia, unidos en un mismo equipo, con un mismo objetivo y arropados sin distinciones por toda la afición de punta a punta del país. ¿Quién se acuerda ahora de esos ridículos políticos aldeanos que mostraban unos días antes sus preferencias por Rusia? Los jóvenes que salieron en Bilbao a festejar el triunfo de la selección -algo que debería ser normal pero que supone un desafío a la cotidiana dictadura del miedo- tienen mi abrazo más afectuoso. Y qué gozada que el nombre de España se corease en cada ciudad, en cada barrio y en cada rincón con tantos acentos distintos. Pues así me gustaría a mí que fuera mi país, como estos días parecía por momentos: diverso y plural pero unido, abierto e integrador, con un sugestivo proyecto nacional compartido.

(Fotografía: El Mundo.es).