Tengo a Belén, mi habitual compi de asistencia al teatro, absorbida por su inacabable tesis doctoral, así que andaba yo desconectado últimamente de la cartelera teatral de Madrid.
Pero, cuando vi que estrenaban Seis clases de baile en seis semanas, pensé que era una excelente oportunidad para invitar a mi madre. Aunque viene con frecuencia por Madrid, hacía mucho tiempo que no iba a ver una obra de teatro. Lola Herrera siempre le ha parecido una excelente actriz y le cae bien. Y, por si fuera poco, es fiel seguidora de Mira quién baila, para que se hagan una idea. Así que la ocasión era que ni pintada. Reservé entradas y fuimos mi hermana, ella y yo. En efecto, no me equivoqué: la encantó.
Cuando gente cercana a mí me preguntaba después si me había parecido buena, yo les decía que sí, que sin duda lo es. Y cuando me preguntaban si a mí me había gustado, les decía que bueno, que en fin, que vaya… Y no me entendían mucho.
Yo esa diferencia la veo muy clara, es la que hay entre lo más o menos objetivo y lo completamente subjetivo. Hay películas, obras de teatro, composiciones musicales o libros que son buenos, que tienen calidad, que están bien hechos... pero que, por el género, por la temática o por la causa que sea, a ti no te llegan, no te acaban de convencer. ¿No les ha pasado a ustedes, que alguna película universalmente reconocida no les gustó, o que alguna pieza musical prestigiosa les resulta cargante, o que un libro que está considerado obra maestra no consiguieron acabarlo…? Pues eso. Hay cosas buenas que a ti -por cómo eres tú, por los intereses, aficiones o gustos que tienes- no te van del todo.
Seis clases de baile en seis semanas, de Richard Alfieri, está bien escrita. No creo que sea una obra maestra, pero los personajes están bien definidos y los diálogos se sostienen. Tiene momentos muy logrados y algunos ingeniosos. Es tierna a ratos, muy divertida en otros.
Los actores están muy bien. La interpretación de Lola Herrera, como siempre, fantástica. Y de Juanjo Artero –al que todos mentalmente identificamos de forma inevitable con su personaje televisivo de El Comisario- se pueden destacar dos cosas: una, que cambia completamente de registro y hace su papel estupendamente; y otra, que no desmerece en la escena al lado de Dña. Lola. No son poco ambos datos.
El juego que da el baile como hilo conductor de la historia, y la puesta en escena en general, me parece que están muy bien. La directora es Tamzin Townsend, la misma de El Método Grönholm o de Gorda.
Quien se sienta siquiera levemente identificado con alguno de los personajes –la mujer mayor insatisfecha por las emociones reprimidas en un ambiente conservador, o el joven a la defensiva que tiene sensación de fracaso vital-, sin duda conectará con la obra. Y, con independencia de esto, cualquiera que tenga afición por el baile, también la disfrutará. Si se juntan ambas cosas, hasta le darán ganas de salir al escenario a bailar con ellos.
Con mi acreditada torpeza, no tengo una relación precisamente idílica con el baile y por tanto no me evoca situaciones bonitas de mi vida. Tampoco me veo, hoy por hoy, en la piel de ninguno de los dos personajes. De ahí que yo no conectara con la trama y la viese con más distancia. Pero insisto en que la obra está bien.
No sé si esta vez me habré conseguido explicar… pero la idea es ésa. A mí no me entusiasmó, pero me pareció buena en conjunto –texto e interpretación- y, desde luego, no me aburrió en absoluto.
Así que, si tienen cerca a alguien a quien le pueda gustar la temática o que sienta el baile, ni lo duden, llévenle. Lo pasará bien.
Si tienen madre, llévenla a verla
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1 comentarios:
Buen resumen. Yo tengo alguien cerca a quien probablemente le gustaría ir también a verla, lo malo va a ser ir al teatro... que nos pilla a 404 kilómetros jeje
Saludos
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