Homenaje a Alipio García León

Hace algunos meses, anuncié en este blog la celebración de un acto en el que tenía el honor de intervenir, un homenaje a Alipio García León con ocasión del centenario de su nacimiento. En la entrada que entonces publiqué ya daba algunos datos que permitían conocer algo de la trayectoria profesional y humana del homenajeado.


Hasta ahora no había publicado la reseña de este acto, de cariñoso recuerdo a quien fue durante medio siglo practicante titular en mi pueblo, porque estaba esperando a tener su grabación videográfica. Finalmente, me la han facilitado, pero no tiene un formato apto para su manipulación y publicación en internet, así que, para no demorarlo más, dejo aquí ya un resumen de las intervenciones, sin perjuicio de que, si consigo adaptarla, actualice esta entrada añadiendo la grabación de las mismas.

Vecinos, compañeros y amigos del homenajeado llenaron el salón de sesiones del Ayuntamiento de El Hoyo de Pinares, donde se desarrolló el acto, que fue presentado por la concejala Isabel Gallego.

Tomó la palabra en primer lugar el sacerdote y escritor Francisco López Hernández, quien dió íntegra lectura a la biografía que escribió de Alipio García León, contenida en el segundo tomo de su obra Personajes abulenses.

A continuación se leyó también un escrito remitido por un veterano compañero del homenajeado: José Carbó Lomba, quien fuera en su día Presidente del Colegio de Practicantes de Santander. Carbó recordó que Alipio "participó en todo tipo de iniciativas con entusiasmo juvenil durante todos los años que vivió" y le retrató como "un hombre solidario con los demás" y como "un compañero excepcional, entregado a los otros sin escatimar esfuerzos ni admitir derrotas". Al rememorar su trayectoria profesional hizo notar que "muchos de los que acompañáis su recuerdo en este acto fuisteis asimismo acompañados por él en vuestro nacimiento", pues fue comadrón y atendió a más de 2.500 partos. Como ejemplo de las dificultades de esa labor, Carbó recordó las vicisitudes de un parto de trillizos en el año 1970, en el que fue imposible el traslado al hospital. "Estuvo al servicio de los vecinos 24 horas y, aunque por puntos pudo optar a traslado decidió quedarse en su medio rural". También "luchó por la dignidad de la profesión sin paños calientes ni medias tintas, con independencia y libertad" y "puso su persona y su pluma a disposición de su pueblo".

Entre los testimonios de amigos, el ingeniero técnico aeronáutico Andrés del Prado evocó su faceta literaria, con el pseudónimo García del Hoyo, tanto en El Diario de Ávila como en otros medios, así como los grupos de teatro que impulsó. Describió su minucioso ceremonial de practicante: “Encendía, en una cajita metálica muy limpia y brillante, una llama de alcohol en la que, cuidadosamente, desinfectaba sus agujas. No había, como hoy, agujas desechables de un solo uso. Después, con cuidado, tomaba la medicación y, mirando al trasluz, la trasvasaba a su jeringuilla. Te miraba con afecto, también con un poco de sorna al ver en tus ojos temor, y añadía: ‘No lo vas a sentir’; y conseguía que el temido pinchazo, fuera más llevadero. Todo un buen profesional de la medicina y de la psicología era el bueno de D. Alipio”. No olvidó Andrés que este profesional “atendía a partos, roturas de huesos, infecciones, epidemias de tifus, picaduras de alacranes, coces de mulas o cornadas de toros sin inmutarse. Con su inescrutable maletín de cuero negro, con cajitas metálicas limpias y brillantes dentro y no sé cuántas cosas misteriosas más, asistió impertérrito a todos los hoyancos que lo necesitaron. Por delante de sus ojos han pasado amigos a los que ayudó a nacer y amigos a los que ayudó a morir”.

Una prestigiosa artista de nuestra localidad, la acuarelista Teresa Beltrán, también nos brindó el testimonio de su faceta más humana, “con una emoción especial al recordarle hoy aquí, aunque personalmente lo haga cada día”. Afirmó que “siempre aportó luz a mi vida. Tuve la suerte de disfrutar de una verdadera amistad”. Me fascinaban -añadió- sus ganas constantes de aprender y eso que a mí me parecía ya un hombre muy sabio”. Destacó también “su don de conciliador” y “su humanidad puesta al servicio de los demás”. “Se ha dicho –aseguró- que a muchos les ayudó a nacer y a muchos les ayudó a morir: a mí me ayudó a vivir”.

Y me tocó el turno. Yo no suelo leer en estos casos y, además, como ya habían dicho muchas cosas de las que yo pensaba haber expresado, tuve que olvidarme del esquema del guión e improvisar la mayor parte de mi intervención, que seguramente resultó por ello algo deshilvanada, pero desde luego emotiva y sincera.

Primero sorprendí a los asistentes: "En los homenajes, como habéis visto, todo el mundo habla muy bien del homenajeado. Yo voy a romper con esa costumbre. Confieso que a mí me caía mal D. Alipio". A renglón seguido, lo aclaré: "En mi descargo tengo que decir inmediatamente que esto era con siete años" dije entre las risas de los presentes. "D. Alipio -continué- llevaba entonces un bastón terminado en pincho, como los chuzos de los serenos, para apoyarse en las calles, muchas de ellas de tierra o a veces con hielo, y decía él que para defenderse si algún perro callejero le atacaba por la noche. Nosotros teníamos en el patio de casa un perro que era como el refrán: muy ladrador y poco mordedor. Oímos ladrar al perro y mis padres me dijeron que mirase a ver quién venía. Y vi que D. Alipio le enseñaba al perro la punta del bastón y le decía 'sí, sí, tú ladra que mira lo que traigo'. Además lo decía mirándome a mí con una sonrisa y yo pensaba 'qué le hará gracia a este hombre' y avisé a mi padre de que D. Alipio le quería hacer algo a Ton... Así que D. Alipio, como podéis comprender no empezó cayéndome bien, porque a esa edad una persona que amenaza a tu perro Ton y que además cada vez que va a casa te clava una aguja en el culo no puede caerte bien".

Esta imagen cambió, lógicamente, unos años después. Y recordé cómo D. Alipio alentó mi afición a escribir y me apoyó para publicar mis primeros escritos. "Ahí nació una amistad que siguió hasta su muerte y un cariño que permanece hoy".

Respecto a su labor profesional aseguré que "aparte de su gran conocimiento y su encomiable trayectoria, hay un rasgo que destacaría: siempre hizo todo lo posible por humanizar la atención sanitaria, con esos gestos de afecto y cercanía que a veces son tanto o más milagrosos que la propia medicina".

Y evoqué algunos de sus rasgos. Por ejemplo, "la curiosidad intelectual de una persona que se pasó toda su vida leyendo, escribiendo, intentando conocer, aprendiendo. Era como un humanista del renacimiento. Hoy muchos de letras no sabemos qué es un vatio y muchos de ciencias no saben quién era Baroja. D. Alipio conocía el mundo de la ciencia, de la medicina, de la biología... pero, además, era un apasionado de la historia, de la literatura...". O la sencillez, "que se reflejaba, por ejemplo, en la austeridad con la que vivió siempre" y en que "tal y como se ha dicho, pudo haber aspirado a otros cargos pero consideró que lo más importante, como decía D'Ors, es la 'obra bien hecha' y su obra bien hecha estuvo aquí, desarrollando su vocación entre su pueblo y su gente. Un afán de servicio que llevó mucho más allá de su estricta obligación". Tuve también un recuerdo cariñoso a Mari Flor, su esposa.

"Hay quien cree -finalicé- en el 'genius loci', en el espíritu del lugar. Hay quien piensa que en los sitios donde hemos hecho cosas importantes de nuestra vida o incluso donde morimos, queda algo de nosotros. Pues si es así, aquí tiene que estar hoy ese espíritu, porque precisamente en el lugar donde está este salón de actos, algunos lo recordaréis, se encontraba el antiguo dispensario médico, donde tantas veces él vino diariamente a trabajar, entrando cada día por esa misma puerta. Lo que no me cabe duda que sí flota hoy en el ambiente es nuestra gratitud y un recuerdo muy cariñoso".

Después, el nieto del homenajeado, Yod Samuel Martín, dio lectura a dos artículos de su abuelo, como pequeña muestra de la labor periodística y literaria que desarolló.

Se dio cuenta a los presentes de las numerosas adhesiones y mensajes llegados. Especialmente emotiva me pareció la carta remitida por la doctora María Arminda Gómez Vázquez, natural de Puerto Rico y que hoy ejerce la profesión en su país. Recién graduada, su primer destino en España fue El Hoyo de Pinares y allí conoció a D. Alipio, que asegura que le aportó "el vínculo de unión entre dos mundos, el de la teoría aprendida en la facultad, y el de la práctica de entregarse al servicio incondicional del enfermo". Recuerda que el veterano y experimentado practicante "se convirtió enseguida en mi maestro, pero brindándome siempre el espacio para que yo tomara mis propias decisiones". "Aprendí de D. Alipio -narra en su preciosa carta- a dar siempre lo mejor de mí, a ponerme en el lugar del que sufre, a tener una sonrisa en los labios y un corazón compasivo para cada enfermo y su familia". Y también algo curioso: a realizar una ronda noctura a los enfermos más delicados. Explicaba que al principio no lo entendía pero que luego se dio cuenta de que dormían mucho mejor. Por la mañana les llevaban medicinas, inyecciones o sueros. Por la noche simplemente les preguntaban qué tal habían pasado el día, les tranquilizaban, les ponían la mano sobre el hombro... y les dejaban paz. Todo esto constituye, dice Mindy, "el libro de las buenas prácticas de D. Alipio, que atesoro en mi corazón".

Cerró el acto la alcaldesa de El Hoyo de Pinares y diputada provincial en Ávila, Pilar Ochando, que reconoció que éste era "uno de los actos más entrañables a los que he asistido en el tiempo que llevo como alcaldesa" y recordó: "A mí también, como a Teresa, me trajo al mundo D. Alipio, y también sufrí el mismo temor de Carlos a sus inyecciones. A pesar del ritual que nos describía Andrés y de que charlaba distendidamente con mi padre, a mí me tenían luego que buscar por toda la casa, porque salía corriendo y me escondía". "Nos sentimos muy orgullosos -aseguró Pilar- de haber tenido como convecino a una persona de una indiscutible talla humana y apasionado de su profesión". "Era un vecino ejemplar, que se mostraba siempre afable y dispuesto a prestar ayuda. Si algo le caracterizaba era su vocación de servicio". Por eso, concluyó, "ha dejado una inmensa huella y el centenario de su nacimiento nos deja también el recuerdo de su sentido humanista".

Una de las hijas del homenajeado, Inma García, mostró el orgullo de haber recibido de su padre tal ejemplo de humanidad y entrega y recordó el amor que el homenajeado tenía por su pueblo, "que se plasmó en una entrega impecable, altruista e imperecedera". Manifestó el profundo agradecimiento de la familia a todos los presentes y a quienes habían enviado su adhesión, así como a todas y cada una las personas e instituciones que habían participiado en la organización, promoción o difusión del acto.

Terminadas las intervenciones, el Ayuntamiento hizo entrega a las hijas del homenajeado de una placa de recuerdo por este centenario. A continuación se proyectó un audiovisual que preparé con una selección de imágenes de la vida de Alipio García León y se sirvió un vino español.

Éste es el audiovisual con el que cerramos este emotivo homenaje a una persona muy querida y admirada entre nosotros. Como curiosidad personal, veréis que en una foto aparezco en el homenaje tributado veinte años antes, en vida de D. Alipio: intervenían en el mismo autoridades, compañeros de profesión, representantes de Colegios Profesionales, etc. y él me pidió que hablase. Yo entonces era un joven estudiante universitario y como veréis iba a mi bola: era el único de los oradores que no iba con traje sino con un jersey. Ahí terminé mi intervención con los versos de Bertolt Brecht, esos de que los que luchan toda la vida son los imprescindibles.


Algunas reseñas del acto de homenaje en otros medios:
Artículo que escribí con ocasión de su fallecimiento en 1999: D. Alipio.

(Fotografías: Manuel Tabasco).

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades por la iniciativa de homenaje a don Alipio, por las intervenciones tan acertadas y por el audiovisual tan emotivo.