He recibido una carta. No correo electrónico, sino correo postal. No un sobre con franqueo concertado, de los que contienen publicidad o extractos bancarios, sino un sobre manuscrito y con su sello pegado. Con un remite que no es una marca comercial, sino un nombre y unos apellidos.
Recibir una carta se ha quedado tan obsoleto como que te dedicasen una canción en la radio o te enviasen una postal de la playa. Pero ese algo que tiene de antiguo lo tiene también de hermoso.
Una amiga tiene la costumbre de escribir y enviar al menos una carta al año. Y no necesariamente para felicitar el cumpleaños o la navidad. Sin ningún motivo especial, porque le apetece. Como se hacía antes, para contar cosas cotidianas que no tienen nada de particular y para compartir los pensamientos, los sentimientos o las sensaciones de un momento concreto, que cuando nos llega ya es pasado.
Desde que ella escribió la carta hasta que ha llegado a mis manos, entre medias hemos hablado por teléfono, nos hemos escrito algún que otro e-mail y hasta nos hemos comunicado en una red social. Una carta postal jamás podrá competir en inmediatez, en utilidad práctica, con estos otros cauces para comunicarnos. Pero ninguno de ellos podrá competir nunca con la carta en calidez. Me llega, dentro del sobre, entre unas líneas garabateadas, la evocación de alguien escribiendo a mano en la mesa de su casa, con frío al otro lado de la ventana y con una infusión calentita al lado.
Me ha gustado recibir una carta. Este ritual casi olvidado: dar la vuelta al sobre a ver quién la envía, abrirla, desdoblarla, leerla rápidamente sobre la marcha, guardarla y luego releerla despacito en un momento de calma. Saber que alguien te escribe, no porque tenía que contarte algo, sino porque quería contarte algo. No porque necesitase transmitirte una información concreta, sino porque un día, un rato, se acordó de ti.
(Fotografía: Ángel-sobre, de Cvstodia, Pedro Álvarez, de la galería Creative Commons de Flickr).
13 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo Carlos. Escribir o recibir cartas es algo maravilloso que estamos olvidando con toda la tecnología que nos invade, que nos permite comunicarnos al instante ¡y encima gratis! Pero las cartas tienen una mgia especial. Yo hoy también he recibido una de Grecia ¡y en el sobre mandaban caramelos para mi hija!
A mi me gusta escribir cartas, y es un ejercicio que practico de vez en cuando (menos de lo que quisiera, tambien es cierto).
Hay que seguir escribiendo cartas (¿o seremos unos románticos?).
Un saludo.
Hola! Carlos. Precisamente para eso se escribe una carta porque no hay que comunicar de inmediato, se escribe por el placer que te da y porque te apaetece. Es como tú dices leer y volver a releer despacito las líneas de esa persona que te llega. Después de leer una carta por correo ordinario te quedas con unas sensaciones muy especiales... a que sí?
Pues sólo decirte a ha sido muy agradable poder escribirte.
Besitos
Las dos cosas, Cristina, hay que seguir escribiendo cartas y me temo que somos unos románticos.
Pues sí, querida remitente, me gustó recibir una carta "de las de siempre". Gracias por ese regalito tan agradable. Besos.
¡qué envidia! es verdad que es todo un placer recibir una (siempre y cuando sea una carta con buenas noticias o simplemente una carta de "me acuerdo de tí"). Vamos perdiendo poco a poco las buenas costumbres, es una pena.
Qué bonito regalo!!.... cómo amo yo las cartas!!.... una carta manuscrita es el mejor regalo que yo puedo recibir... esas cartas son mágicas, esos momentos, sublimes!.... hace mucho que no recibo alguna, y hace más que no envío una....
Voy a escribir.
¿A qué sí, Marisol, a que doy envidia por recibir una carta? :-)
Mi querida Mariet, tú pasame en un mensaje privado una dirección postal y yo te envío encantado una carta a Bogotá. Por cierto, nuestro admirado Galeano cuenta un episodio en el que algunos amigos del poeta Juan Ramón Jiménez se inventan una admiradora para sacarle de su etapa depresiva y le empiezan a enviar cartas... Un besazo.
Una señora mayor, vecina, me escribe dos veces al año. Nos vemos, nos llamamos, pero sus cartas llegan inexorablemente, siempre con una ilustración que ha pintado ella a acuarela. Yo, que soy muy espistolar, adoro ese enorme regalo que me brinda. Porque las cartas tienen un encanto especial: ves la letra de la persona, si el papel está manchado (en mi caso con frecuencia hay chocolate por algún lado), cuándo fue franqueada, el sello (¡los sellos!), la complicidad...
Yo suelo escribir cartas, pero las entrego en mano ahora. O las dejo en el buzón. Es que no me fio de Correos, y como están ya tan cotizadas estas pequeñas cosas, a ver si roban un trozo de intimidad.
Beso.
Bueno, eso, Tortu, es doble lujo: la carta en sí y la acuarela.
Me decía una vez un escritor amigo mío (no, en este caso no es Dragó), que "habría que estudiar la red de mecanismos que nos hurtan lo que antes (yo, al menos, lo he conocido), era la 'vida cotidiana' y que ahora se nos esfuma entre los dedos. Eso sin que son Crímenes contra la Humanidad". Y es verdad. Porque reconozco que cuando uno envía un marcapáginas, por ejemplo, en vez de estar siempre con prisa, meterlo en un sobre y ya está, para seguir trabajando, esperando que ya nos comunicaremos por internet, debería tener tiempo y aprovechar para enviar con tranquilidad unas letras manuscritas, con todo lo que nos transmiten estos gestos ya tan inusuales. No sé si mi letra a estas alturas se entenderá, porque prácticamente ya siempre escribo pulsando teclas y lo otro lo tengo en desuso, pero bueno.
Y que feliz cumpleaños, mi niña.
Beso!!!
Gracias Carlos ;-) Pues la señora que me escribe, cumple años el mismo día que yo, o yo el mismo día que ella. ¡Somos unas románticas!
Beso.
las cartas y todo lo que implica, que bonito esa sensación de recibirlas, esa emoción y regalar voz a esas letras transcritas. también es bonito cuando se escriben las cartas, es la emoción contenida hasta que llega a sus manos.
me gustó mucho tu post. un saludo.
Aunque nos movamos en vehículos de motor, todos alguna vez tenemos la tentación de dar un paseo por una ciudad en una calesa tirada por caballos, ¿no? Pues algo así es esto. Aunque nos comuniquemos por correo electrónico, teléfono móvil y todo eso, que es más práctico, de vez en cuando deberíamos darnos este gustazo, Niura.
De mí ya, salvo en Navidad, a la hora de recibir cartas sólo me recuerda el banco, la luz, y temas por el estilo... En fin...
Me temo que eso nos pasa a todos habitualmente, Labana. Por eso recibir una carta así me agradó tanto.
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