Cien años de la abuela Elisa (II). La celebración


“Normal, qué quieres, tenía ciento tres años…”, le decían a mi amigo Petón cuando murió Pepín Bello, sobre el que había escrito un magnífico libro. “No sabéis cuánta luz se nos va”, respondía él.

El domingo 8 de mayo nos dijo adiós la abuela Elisa. Me ha costado mucho retomar lo que empecé a publicar en abril sobre su centenario pero, al final, he decidido que lo seguiré escribiendo.

Tendrá un capítulo más, un epílogo no previsto por nosotros tan inmediato, aunque tal vez sí por ella. Y es que, posiblemente, nada es casualidad, y esta muerte serena y conmovedora, después de cumplir un siglo y celebrarlo como a ella le gustaba, reuniendo a toda la familia, no es un hecho que haya que contemplar aislado, sino que obedece a un proceso. Un proceso que, tal y como yo lo veo ahora, comenzó cuando murió el año pasado su hija Ángela y, por vez primera, sostuvo que había cosas que a ella ya no le tocaba tener que vivir. Su rito de despedida ante aquella pérdida no fue soportar la paliza emocional del velatorio y del entierro, pero tampoco permanecer al margen: consistió en querer ver a sus nietas en casa, charlar con ellas, hacerles algunas preguntas, compartir el dolor, darles y recibir cariño y asegurarse de que la ausencia de un eslabón no rompería la cadena... Pero ahora tengo la sensación de que, desde ese día, ya empezó a vivir el tiempo que restaba más para nosotros que para ella. En este último año, vinieron dos nuevos bisnietos, Carmen y Álvaro, que contribuyeron a alimentar la ilusión y la fuerza necesaria hasta llegar al centenario. Luego, conversaciones y actitudes que ahora cobran mayor sentido y tantos y tantos gestos imborrables, hasta partir definitivamente apenas unas semanas más tarde.

Pero la despedida la publicaré más adelante... Volvamos donde lo dejamos: la abuela que cumplía cien años y, como siempre, quería reunirnos a todos, invitarnos a comer y pasar juntos un día especial.

La primera anécdota de la jornada fue la tarta. Quién nos iba a decir a nosotros que ese domingo había en Ávila dos personas que cumplían cien años y se llamaban Elisa. Ya es casualidad nacer el mismo día, del mismo mes, del mismo año, llegar a centenarias, vivir en la misma pequeña ciudad y tener el mismo nombre. El pastelero se equivocó y, si no nos hubiera avisado el del restaurante, hubiera salido una tarta con la foto de otra señora sobre chocolate… Por fortuna se descubrió el pastel –nunca mejor dicho- y pudimos solucionarlo, primero entre gestos de incredulidad y luego entre risas.

El local, especialmente decorado para la ocasión por algunas nietas. Todos los presentes –cuatro generaciones- con insignias de los cien años y marcapáginas artesanales de recuerdo, que preparó mi tía Marisol.

La comida, como siempre, chapeau. Los primeros años íbamos cambiando de restaurante, pero al final San Nicolás, un pequeño establecimiento de raciones del viejo barrio de la abuela, se convirtió en el sitio fijo donde ella nos invitaba cada año. Nos tratan de fábula, comemos estupendamente y tenemos un reservado en la parte de abajo del local para estar a nuestro aire.

Tras la comida, la superabuela apagó la tarta de sus cien años, teniendo al lado a sus más pequeños bisnietos. Todo el tiempo está relajada, charlando, divertida con las ocurrencias de todos, pero cuando hay que apagar las velas siempre es el momento en el que más emocionada se le nota.

Muchas fotos: con las hijas, con los nietos, con los bisnietos, con cada sector familiar… todas las combinaciones posibles.

En la sobremesa, una sorpresa grata: respetando que la comida era una celebración íntima, llega al final, a tomar un café con nosotros, Jesús Caro, el alcalde de la localidad natal de mi abuela. Ha querido tener el gesto de venir en persona a felicitarla y le trae un libro de la historia de Pajares de Adaja y un precioso ramo de flores. Distendidamente, charlan sobre la gente del pequeño pueblo, comparten recuerdos y comentan algunos lazos familiares. La carta del consistorio decía: “Estimada Elisa: en nombre del Excelentísimo Ayuntamiento de Pajares de Adaja y como Alcalde de la localidad, le hago llegar a usted nuestros más cordiales saludos y felicitaciones por la celebración de su centenario. Queremos extender este afectuoso saludo a toda su familia que la rodea en un día tan especial como es la celebración de 100 años de vida. Creemos que el nacimiento de nuestros vecinos en una festividad a la que tenemos que sumarnos y más cuando se alcanza el siglo. Un siglo lleno de experiencias, alegrías y buenos momentos que han estado enmarcados en los parajes inconfundibles de nuestra tierra. Es muy grato para nosotros poder compartir con usted, Elisa, este momento privado del que nos permite ser partícipes. Esperando verla pronto por Pajares de Adaja, le enviamos un afectuoso abrazo desde el consistorio de su pueblo que siempre la recuerda con cariño. Atentamente, Jesús Caro Adanero, alcalde de Pajares de Adaja”.

Luego, a la salida, nos hacemos todos, como cada año, la fotografía de familia. Mi abuela espera a que vayamos saliendo y nos coloquemos, sentada pensativa en un banco del parquecito. Yo estoy por detrás y le escucho como se dice en voz alta a sí misma: “cien años…”.

Ya en su casa, leemos otro afectuoso mensaje: el que le ha hecho llegar Ángel Acebes, entonces diputado por Ávila, también natural de Pajares, y cuya familia siempre ha mantenido amistad con mi abuela: “Querida Elisa: he sabido que este domingo cumples cien maravillosos años y quiero enviarte en mi nombre y en el de toda mi familia, que tanto te aprecia, nuestra sincera felicitación y desearte que sigas dando a todos el gran ejemplo de fortaleza que has dado durante toda tu vida. No resulta fácil ganarse el afecto y el respeto de los que nos rodean y tú lo has conseguido sobradamente. Con todo mi cariño y amistad, feliz cumpleaños. Ángel Acebes”.

Y no podía faltar, entre esas felicitaciones, la carta del Ayuntamiento de Ávila, ciudad de la que es vecina desde hace tanto tiempo: “Querida doña Elisa: es un gran honor para mí felicitar en su centenario a una abulense que ha sido testigo directo de cómo la sociedad ha evolucionado en el transcurso de los últimos cien años. Espero y deseo que siga cumpliendo muchos más años y que lo haga en las mismas condiciones físicas y psíquicas con que se encuentra actualmente, porque le he de confesar que me han dicho que se encuentra usted de salud como si fuera una chavala. Un fuerte abrazo y muchísimas felicidades. Miguel Ángel García Nieto, alcalde de Ávila”.

Después, un momento que llevábamos mucho tiempo preparando laboriosamente. A algunos nietos se nos había ocurrido grabar una conversación con mi abuela donde nos contara cosas de su vida. Es un testimonio ya imborrable, que nos preparó con mucha profesionalidad y con auténtico mimo la empresa Regalavideo. De esa larga entrevista, proyectamos ese día un pequeño audiovisual de quince minutos, con algunos fragmentos donde nos habla de su infancia, de su juventud, de su matrimonio, de su familia, de los episodios históricos que ha vivido, de los avances sociales… y que termina con nuestras felicitaciones a ella. Lo tuvimos que poner dos veces. Anécdotas y sonrisas, mezcladas con emociones.


Entre riquísimo hornazo, rosquillas caseras y divertida conversación va terminando un día muy especial. Algunos se quedan en Ávila, pero otros muchos tenemos que ir regresando a Madrid. Este año nos marchamos antes, porque es domingo y al día siguiente hay que trabajar. Normalmente celebrábamos el cumpleaños el sábado más cercano, pero esta vez hemos hecho coincidir la reunión familiar con el día exacto del centenario.

- ¿Qué tal, abuela? – le pregunta cariñosamente una de las nietas que más complicidad tiene con ella y que ha pasado un año duro.
- ¿Tú estás bien?- le responde enseguida a la gallega.
- Yo sí...
- Pues si tú estás bien, entonces yo también.

(Fotografías del cumpleaños: Marisol Nieto)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Carlos, cuanto mimo pones al hablar de tú abuela. Se nota lo importante que ha sido en vuestras vidas.

Lo principal e importante, la cantidad de años que la habéis disfrutado y lo feliz que ha sido al lado de todos vosotros, por lo que cuentas, aunque la vida tenga a veces tantos sinsabores, al final queda eso...

Siempre queda el recuerdo inolvidable de estas personas que pasan por nuestras vidas.

Abrazos.

Carlos J. Galán dijo...

Pues sí, una persona muy especial para todos y que nos ha dejado huella. Un abrazo.