Decididamente, hay personas dotadas para el arte. No sólo por la voz, también por la puesta en escena. Hay personas con la sensibilidad y el talento necesarios para crear magia a su alrededor.
Es una tarde de verano en Madrid. Él entra en el vagón de metro. No dice nada, no se presenta, no da las gracias, no pide perdón...
Lleva música pregrabada con una gran calidad de sonido y, en cuanto el tren echa a andar, comienzan a sonar unos acordes que nos resultan familiares...
Pronto, su voz, sin micro, se apodera de todos, comienza a atraer todas las miradas y todos los oídos.
Él mira sólo al suelo o al techo del tren, no cruza la vista con nadie, como si estuviera viviendo dentro de la música y de las palabras…
Lleva música pregrabada con una gran calidad de sonido y, en cuanto el tren echa a andar, comienzan a sonar unos acordes que nos resultan familiares...
Pronto, su voz, sin micro, se apodera de todos, comienza a atraer todas las miradas y todos los oídos.
Él mira sólo al suelo o al techo del tren, no cruza la vista con nadie, como si estuviera viviendo dentro de la música y de las palabras…
Time can bring you down,
time can bend your knees,
time can break your heart,
have you begging please, begging please…
Se ha hecho el silencio y nadie permanece indiferente. Es imposible.
En 1991, Connor, un niño de cuatro años, moría al caer desde el piso 53 del edificio de Nueva York donde vivía su madre. Su padre, Eric Clapton, le dedicó una hermosa canción, Lágrimas en el cielo.
I must be strong and carry on.
'Cause I know
I don’t belong here in heaven.
'Cause I know
I don’t belong here in heaven.
Esta semana sonó en el metro de Madrid. Al finalizar, todo el vagón entregó unas monedas. Pero el momento era impagable.
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(Ilustración: Metro de Barcelona, de Eclectic Box, tomada de Urban Sketcher Spain)
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