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D’on vens? –me preguntó la chica de la Oficina de Turismo.
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De Ávila –le dije, para que así aparezcamos en las estadísticas, porque Madrid seguro que ya sale.

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Gracias. ¿Tú también? –dijo mirando a mi amiga Belén, que me acompañaba.
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No, jo no visc aquí però soc d’aquí. Jo soc ambaixadora –le contestó sonriendo.
Y yo pensé que lo de
soy embajadora lo decía en sentido figurado porque, efectivamente, colabora siempre en la difusión de todo lo relacionado con su tierra y estaba siendo una magnífica anfitriona en ese viaje. Y resulta que no, que lo decía en sentido literal. El área de Turismo del Ayuntamiento de Lleida tiene una red de
embajadores, personas nacidas allí pero que residen en otros lugares y que ejercen, como una especie de voluntariado, la promoción de la ciudad en sus ámbitos de relación personal y profesional. Me parece muy buena idea, porque así el Ayuntamiento, teniendo simplemente algún minúsculo detalle (una cena anual con estos
embajadores, algún pequeño obsequio…) consigue implicar a una red social en la difusión de su propia ciudad de origen. Desde luego, doy fe de que Lleida tiene en Belén a una magnífica
embajadora en Madrid.

Todos los veranos ella suele pasar algunos días de descanso en su ciudad natal y me invitó a conocerla. Así que, después de la visita que he contado a la villa segoviana de
Sepúlveda, el siguiente destino en mis vacaciones estivales fue la ciudad de
Lleida (o Lérida en castellano, como gusten), con alguna atractiva escapadita por la provincia, concretamente por la comarca de la Segarra. Era la primera vez que iba a una ciudad catalana que no fuera Barcelona y, al igual que cuando voy a la ciudad condal, me he sentido en todo momento muy a gusto y muy bien tratado, me he encontrado en mi casa.

En cuanto llegué a la estación del AVE, Belén me llevó seguidamente a tomar en una vieja taberna el aperitivo local, la
barretja -una mezcla caldosa de aceitunas, berberechos y no sé qué más-, que se suele acompañar de vermut. Ese fue el punto de inicio de una estancia muy grata que me sirvió para cambiar el alocado ritmo del trabajo de los días previos por el ritmo relajado propio de las vacaciones.
Los orígenes de la ciudad se remontan a Iltirda o Iltirta, un pequeño núcleo amurallado fundado por el pueblo ibero de los ilergetas en el siglo VI antes de Cristo. Indíbil y Mandonio son el símbolo local de la resistencia frente a la invasión romana.

Ilerda para los romanos, Lerita para los visigodos, Larida para los árabes… la ciudad va pasando por las distintas dominaciones y presencias de pueblos y culturas diferentes, hasta que en 1149 Leyda es conquistada por las tropas cristianas del Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.
La actual Lleida es una ciudad marcada negativamente por las destrucciones que sufrió en casi todos los conflictos bélicos, desde la guerra de los Segadores en el siglo XVII hasta la última guerra civil en el siglo XX, pasando por la guerra de sucesión en el siglo XVIII.

La
Seu Vella (la catedral vieja) es el símbolo más característico de Lleida. Se alza en un cerro desde donde se divisa una panorámica de la ciudad. Los historiadores dicen que en su emplazamiento se hallaba una mezquita.
Junto a la catedral, se conservan restos de una construcción musulmana, el castillo de la Suda, que luego se reconvirtió y llegó a ser en distintas etapas palacio señorial, sede de las Cortes de Lleida o cuartel militar. También hay restos de una muralla de origen romano y de la posterior muralla andalusí que en parte reutilizó los materiales de su antecesora.

La construcción de la
Seu se inició en 1203 y se prolongó hasta 1431, año en que se finalizó el cuerpo superior de la torre, su campanario, que cuenta con siete campanas. El templo es de planta de cruz latina, con tres naves. La escultura interior tiene influencia toscana, tolosana y provenzal y hay restos de pintura mural de estilo gótico. El espectacular claustro abierto es del siglo XIV.

La catedral (en las fotos la vemos al atardecer y luego la misma visión ya por la noche) no está abierta al culto desde que el primer Borbón que reinó en España, Felipe V, le dio un uso militar por su emplazamiento elevado y estratégico, y también como castigo a los leridanos que, en la guerra de sucesión, habían estado del lado de su rival en la disputa de la corona, el Archiduque Carlos de Austria. No sólo afectaron las represalias a la
Seu: el nefasto Decreto de Nueva Planta -que sirvió para abolir los fueros tradicionales e imponer un modelo centralista- privó a Lleida incluso de su
Estudi General, fundado por el rey Jaime III en 1300, y que había sido la universidad más antigua de la Corona de Aragón.
Ahora parece que se están acometiendo por fin obras de conservación y restauración, que a mi juicio resultaban imprescindibles, porque el conjunto monumental de la
Seu Vella da sensación de haber estado durante años sumido en el abandono y sometido a un progresivo deterioro.

En otro cerro de la ciudad, el de Gardeny, se alza una fortaleza con una iglesia románica, que fue la sede de una importante casa templaria. Igualmente en situación de abandono durante años, recientemente se ha recuperado para instalar ahí el Centro de Interpretación de la Orden del Temple, con audiovisuales y con reconstrucción de escenarios y personajes.

En el siglo XI el Papa Urbano II convocó la Primera Cruzada para conquistar Jerusalén y
liberar la
ciudad santa del dominio islámico. Tras una gran movilización de tropas occidentales y largas guerras, efectivamente en 1099 los cruzados consiguen conquistar la ciudad y crean el Reino de Jerusalén. Con ese episodio histórico enlaza la Orden del Temple, creada por caballeros franceses encabezados por Hugo Payens y que fue oficialmente aprobada por la Iglesia Católica en 1129. Los templarios, con sus vestiduras blancas con una cruz de color rojo, pretendían de alguna forma unir las virtudes del monje y del soldado, las del combatiente con las de la vida religiosa. Alcanzaron notable expansión e influencia hasta que, dos siglos después, la Orden cayó en desgracia. Los templarios fueron objeto de sospechas e investigaciones, que devinieron en procesos, torturas y ejecuciones en la hoguera. Todo esto es lo que se pretende reconstruir en la visita a esta fortaleza, que fue la sede de la Casa Templaria de Gardeny en un momento de apogeo de la misma.

El antiguo hospital de Santa María, de estilo gótico plateresco y construido entre los siglos XV y XVI, es hoy la sede del Instituto de Estudios Ilerdenses y se utiliza como centro cultural para actos y exposiciones. Destaca su patio central con la escalinata de piedra.
La
Paeria era una vieja institución medieval de gobierno municipal, con una organización e incluso un ceremonial característico, y hoy es la denominación tradicional que conserva el Ayuntamiento. La antigua casa de los señores de Sanaüja acoge el
Palau de la Paeria desde 1382.

La catedral nueva de Lleida se construyó en el siglo XVIII, bajo la autorización de Carlos III, que permitió que la ciudad volviese a tener catedral pero con la condición de que se renunciase al uso religioso de la
Seu Vella y quedase definitivamente convertida en cuartel militar. Esta nueva
Seu es un edificio de estilo barroco con tendencia al clasicismo. La catedral sufrió algún incendio fortuito, junto con otras destrucciones y expolios provocados, sobre todo durante la guerra de la independencia y la guerra civil.

Durante la época que Lleida careció de catedral, las funciones equivalentes las hizo la iglesia de Sant Llorenç (siglo XII), de estilo románico aunque con algunas partes góticas posteriores. En el interior, destacan los retablos góticos en piedra.

Sant Martí es una iglesia románica (siglo XII) hoy también cerrada al culto, que fue capilla universitaria y que llegó a utilizarse como cuartel y como prisión militar.

Con los antiguos fondos del Museo Diocesano y del Instituto de Estudios Ilerdenses, se ha creado el nuevo Museo de Lleida, Diocesano y Comarcal, instalado en un moderno edificio. Muy bien organizado, diseñado con las técnicas museísticas más actuales, acoge una exposición permanente de cerca de un millar de piezas, desde las reconstrucciones de yacimientos prehistóricos hasta interesantísimas obras de arte. En este centro pueden verse algunas de las obras de arte reclamadas por la actual Diócesis de Huesca y cuya entrega ha ordenado el Vaticano.
Dentro de que el Museo está organizado fantásticamente y el contenido es interesante, sólo hay que reseñar un dato negativo: toda la rotulación y explicaciones de los paneles, así como los audiovisuales están únicamente en catalán (aunque si quieres puedes solicitar los textos en formato impreso). Me parece un gesto aldeano en un museo que, junto al catalán, tiene espacio y posibilidad de incluir perfectamente -aun cuando fuera en una tipografía de menor tamaño- la traducción al castellano e incluso al inglés, como sería lo propio de un centro que aspirase a tener proyección más allá de los visitantes locales. Así lo hice constar en la encuesta que me pidieron que cumplimentase. Se puede y debe defender lo propio sin caer en actitudes cortas de vista, no se puede ser tan vanguardista en toda la concepción del museo y luego incurrir en detalles tan catetos.


Lleida tiene también en sus calles ejemplos de arquitectura civil modernista, aunque -por las destrucciones a las que antes hacía referencia- no pocas veces mezclados caóticamente con construcciones contemporaneas que visualmente
se dan de palos entre sí.
De la estancia en Lleida me quedo, por descontado, con la amistad y la hospitalidad de Belén. De mi descubrimiento día a día de esta ciudad, guardo también con cariño el recuerdo de muchos momentos particularmente agradables. Por ejemplo –lo destaqué ya en el post de
Seis pequeñas cosas que me han hecho feliz- las cervecitas al atardecer en la terraza de
La Sibil-la, un bar que está en el recinto de la
Seu Vella y desde el que se tiene una vista panorámica de la ciudad.

Pero no acaba aquí el relato de mi viaje, porque además de la estancia en la capital, hicimos una escapada por la comarca de la Segarra y ahí conocí, entre otras cosas, una pequeña maravilla que bien merece ser comentada: Montfalcó Murallat.
(Fotografías del autor).