Yo también...

Han sido unos días intensos de precumpleaños, cumpleaños y poscumpleaños. Como me pilla siempre en malas fechas de trabajo (julio es el mes con más plazos tributarios y con más prisas judiciales) y sin tiempo material para organizar nada, me volví a quedar con las ganas de juntar alguna vez a mis heterogéneos amigos y acabé celebrándolo por separado con comiditas, cañas, cenas... individuales o de pequeños grupos. Y aún quedan algunas personas con las que no he coincidido, así que creo que la cosa sigue...

No era un cumpleaños especial, ni distinto (bueno, todos son distintos en realidad), no era una cifra redonda... Tampoco me alegra esto de tener cada vez más edad, salvo por lo que resulta más obvio, que es seguir viviendo. Pero es, sobre todo y así me lo planteo, una buena excusa para ver a gente a la que quiero. En realidad, esos nombres propios son, con mucho, lo más importante de ese inventario de cosas que hacen que la vida valga la pena del que hablaba en una entrada anterior del blog.

Han sido días de muchos encuentros y reencuentros gratos. De conversaciones, de risas, de regalos materiales (originales, generosos...) y de regalos inmateriales (algunos sorprendentes).

A última hora, un ataque de pudor me llevó a no compartir aquí una selección de mi álbum personal de fotos de estos años, que tenía intención de publicar como homenaje a mi gente. No sé si otra vez será.

Así que, para dar las gracias a todos los que me han deseado felicidad, traigo un regalillo. Nuestro amigo Andrés Molina compuso una magnífica canción, Yo también nací en el 63, cuya letra luego adaptó Víctor Manuel para Ana Belén como Yo también nací en el 53.

No nací en ninguno de esos dos años, pero podría ser un buen mensaje para resumir lo que he sentido o pensado estos días, sobre las cosas que he hecho bien, sobre los mil errores que he cometido, sobre las cosas de mi vida de las que me siento orgulloso, sobre las que son aceptables y sobre las cosas que no son como había soñado. (Añado: por ahora. Porque no pienso renunciar a nada).

Jamás le tuve miedo a vivir,
me subí de un salto en el primer tren.
Hay que ver, en todo he sido aprendiz (...).

Reivindicando también el derecho a seguir creciendo, a seguir equivocándome, a seguir viviendo.

Como tú, sintiendo la sangre arder,
me abrasé, sabiendo que iba a perder.
Siempre encuentras algún listo,
que sabe lo que hay que hacer,
que aprendió todo en los libros,
que nunca saltó sin red (..).

Disfrutando del mayor privilegio que tengo:


Siempre tuve más amigos
de los que pude contar...

aunque en mi caso no sólo por la cantidad sino, sobre todo, por la calidad humana.

Lo he pasado bien. He estado mirando un poco hacia atrás y mucho hacia delante. Y me gustaría conseguir que (como el otro día recordaba que me dijo una amiga en cierta ocasión) esa mirada fuera hacia atrás sin pena y hacia delante sin miedo.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tanto agradecimiento y tanto calor que has recibido estos días, es justa recompensa a tu buen hacer. Eres un lujo (y no es por peloteo), no me extraña que haya que pedir cita previa para tomarse un café contigo ;-).

Imperdonable lo de las velas.

¡Feliz jueves!

Carlos J. Galán dijo...

Cuando hablo de nombres propios que hacen que la vida valga la pena sabes que entre ellos pienso en el tuyo.
¿Cita previa? Anda, anda, te quejarás... Eso lo podrían decir otros amigos con razón... Pero si tú eres una enchufada... Y ya son toda una institución nuestros cafés improvisados. Esos en los que cualquiera de los dos dice "oye, ¿nos tomamos un café "rápido"?". Y ya tengo comprobado que el concepto "rápido" no tiene el mismo significado cuando estás tú al lado. Y Misifú, bonita, no quiero que nadie me ponga un deprimente "42" con velas...

PEGASA dijo...

Carlos he visto tu contestación que me diste en tu anterior entrada. ¿Como que sin velas?. Estimado amigo una tarta sin velas es como un jardín sin flores. Te estoy preparando una entrada en mi blog como regalo de tu cumpleaños y ya me encargaré de que tengas velas para soplar y pedir un deseo. Te lo mereces todo y nada, todo de lo mejor del mundo y nada de lo malo. Ya que tú sin conocerme de nada me tendiste tu mano y me prestaste tu apoyo en un momento en el que necesitaba que me escuchasen y sentir que el mundo no era como querían hacermelo ver. Conque nadie mejor que tú se merece que sus amigos lo quieran, yo ya sin conocerte te considero mi amigo y considero tu amistad el mejor regalo por mi santo que recibí este año. Va por tí por primera vez romperé el anonimato en el que me escabullo mediante el nick y me despediré con mi nombre. Un beso muy gordo y vales mucho. Carmen y como se dice por Andalucia ¡Viva la madre que te parió!.jajaja.

Anónimo dijo...

En honor a la verdad, tengo que decir que alguien sí me mando, desde muchos miles de kilómetros de distancia, una tarta virtual que tenía sus velas y todo.
Muchas gracias, Pegasa. Yo no hice nada, no tenía la menor importancia. Supongo que a veces nos viene muy bien que alguien nos diga una simple palabra de aliento. Pero no tiene mérito alguno. Esto sólo es, por desgracia, una señal de lo deshumanizada que tenemos nuestra sociedad, cuando se puede llegar a percibir como extraordinario el que tengamos con los demás, aun sin conocerlos, una mínima mínima sensibilidad.