Florencia (II)

Además de la plaza del Duomo, el otro gran punto de referencia y núcleo de la vida de la ciudad es la Plaza de la Signoria, dominada por el Palacio Vecchio, muy cerca de la Galería de los Uffizzi y que constituye un auténtico museo al aire libre.

En la parte central de la plaza se alza la estatua ecuestre del Gran Duque Cosme I de Médicis, de la que es autor Juan de Bolonia.

Cerca, la fuente de Neptuno nos ofrece una singular estatua de gran tamaño del dios del mar, obra de Bartolomeo Ammannati.

En la puerta del Palacio Vecchio está la reproducción del David de Miguel Ángel.

Y, en la Loggia della Signoria, donde se desarrollaban las principales ceremonias públicas, conviven numerosas reproducciones escultóricas de famosas obras, como el Perseo de Cellini, el Hércules de Juan de Bolonia o El rapto de las Sabinas de este mismo artista.

Completan el conjunto de la plaza otros notables palacios de distintas épocas como los Uguccioni (s. XVI), la Assicurazioni (s. XIX) o el Tribunal de la Mercancía (s. XIV).

El Palacio de la Signoria o Palacio Vecchio (viejo, por oposición al nuevo palacio Pitti) fue construido en el siglo XIII como residencia de los Médicis y se convirtió en sede de las autoridades comunales desde 1872. La impresionante Sala de los Quinientos, de más de 1.000 metros cuadrados, albergó las reuniones del Consejo de la República Florentina y fue salón de audiencias de los Médicis.

Merece la pena echar un vistazo al gabinete de trabajo de Francisco I de Médicis y al patio de Michelozzo, con la fuente del pórfido. En el segundo piso, la terraza de Saturno tiene muy buenas vistas y, en la Sala de los Mapas, se pueden contemplar 55 mapas del mundo del siglo XVI que ofrecen una idea de los conocimientos geográficos de la época. Como el mundo es un pañuelo, allí me encontré a una familia buscando Ávila en un mapa de Galileo Galilei (sí venía, sí).

Junto a la Plaza de la Signoria está la Galería de los Uffizi (los oficios o las oficinas). Se llama así porque el palacio, encargado por Cosme I, estaba destinado a albergar los servicios de la administración toscana en el siglo XVI. Pero el Gran Duque Francisco I instaló en ella su rica colección de arte y, al acordar abrir una galería visitable “donde poder pasear entre pinturas, estatuas y otros objetos de valor”, estaba dando paso a lo que es la concepción museística moderna. Los Uffizi son en la actualidad uno de los más importantes museos del mundo, con alrededor de medio centenar de salas y miles de obras escultóricas, pictóricas, tapices… desde la época medieval a la moderna.

Por citar sólo algunas, la sala 2 está dedicada a la pintura toscana del siglo XIII y contiene obras de Giotto. En la sala 3 encontramos pinturas del Trecento sienés, con Lorenzetti, el primer artista occidental que pintó auténticos paisajes. Las salas 5 y 6 son las del Gótico Internacional y la Sala 7 la del incipiente Renacimiento, donde destacan las obras de Piero della Francesca.

De la 10 a la 14 están dedicadas a Boticelli. Este pintor florentino representó el neoplatonismo de la época, fusionando temas paganos y cristianos. El singular Sandro Boticelli destacó por su amor a la naturaleza y al cuerpo femenino, y por la exquisitez en la representación de los sentimientos. En los Uffizzi pude quedarme largo rato ante La Primavera y, sobre todo, maravillado ante la célebre El nacimiento de Venus.

La 15 es la Sala del minucioso trabajo de Leonardo da Vinci, flanqueado por otros pintores como Signorelli o Perugino. Allí está la inacabada La adoración de los magos y también otra de las más conocidas obras del maestro, La anunciación.


En la 20 encontramos la pintura, entre otros, de Durero y Cranach (por ejemplo, su Adán y Eva). La 25 está dedicada a Miguel Ángel –representado por La Sagrada Familia con San Juan niño- y otros pintores florentinos, la 26 a Rafael, la 28 es la de Tiziano, la 31 Veronés, la 32 Tintoretto… En la planta primera las Salas 33 a 45 y las llamadas Nuevas Salas acogen obras de Velázquez, Rubens, Rembrandt, Goya o Caravaggio -impresionante su Sacrificio de Isaac-.

El propio edificio de la Galería de los Uffizi tiene interés. El arquitecto, Vasari, lo concibió en 1560 como un palacio “sobre el río y casi en el aire”.

Cinco años después, se comunicó con la nueva residencia de los Médicis, el Palacio Pitti, mediante un corredor aéreo cubierto que cruza el río Arno por el puente Vecchio y la iglesia de Santa Felicita hasta desembocar en los Jardines de Bóboli, uniendo así los puntos neurálgicos de Florencia.

El puente Vecchio era precisamente mi lugar favorito -viendo las fotos ¿hace falta decirlo?-, uno de los más encantadores de la ciudad. Allí me llevaban los pasos cada noche, paseando entre artistas callejeros y visitantes de todos los países.

Hasta llegar a la Plaza de la Signoria y al encantador puente Vecchio sobre el Arno, solía atravesar también la Plaza de la República, un gran cuadrilátero con un arco de triunfo que hoy es zona de mercado y de terrazas.

Al anochecer, pintores y dibujantes, magos y humoristas y, sobre todo, músicos y cantantes, tomaban la calle y, cada noche de verano, Florencia se convertía en un mágico espectáculo.

Les dejo un video en el que he recogido algunos curiosos encuentros con la música española o en español en las calles de Florencia. Nada más llegar, después de una temporada un poco dura en lo personal, con ganas de sumergirme en la ciudad y de olvidar, salí a dar el primer vistazo a Florencia. En ese mi primer paseo de pronto me pareció escuchar aquellos hermosos versos de Machado musicados por Serrat: "Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / caminante, no hay camino,/ se hace camino al andar. / Al andar se hace camino / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante no hay camino, / sino estelas en la mar...." La emoción era inevitable. Se trataba de la Coral Polifónica Hims Mola, de la localidad de Molina de Segura (Murcia). Acababan de ofrecer un concierto en la catedral de Santa María del Fiore y, como dentro sólo podían interpretar piezas sacras, ni cortos ni perezosos salieron al exterior, se plantaron en la escalinata, congregando enseguida a un numeroso público de las más variadas procedencias, e improvisaron un concierto gratuito en la calle, con otro tipo de música, simplemente porque les apetecía. En el pequeño video están interpretando los versos de Mario Benedetti -"Si te quiero es porque sos / mi amor, mi cómplice y todo. / Y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos"-. Otra noche, paseando por el interior del puente Vecchio, asistí un rato a la actuación de Claudio Spadi, seguida por mucha gente joven de distintas nacionalidades sentados en el suelo, y también cantó una canción en español, de Fito y Fitipaldis. Y casi al final de mi estancia en Florencia, me topé también una noche con otro artista callejero, Tadeusz Machalski, que interpretaba en guitarra el Concierto de Aranjuez. Fue una preciosa despedida. Pero aquí en el blog aún me quedan cosas que contar...


(Fotografías del autor, excepto pinturas: El nacimiento de Venus, de Boticelli; La Anunciación de Leonardo da Vinci; Adán y Eva, de Lukas Cranach el Viejo; y El sacrificio de Isaac, de Caravaggio)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola!.
Debe ser impresionante pasear por esas calles que rezuman Historia, y si además te ha ayudado a olvidarte de lo malo, mucho mejor.
Saludos.

Anónimo dijo...

Pues sí, Leonor. Me vine con las penas ya menos penas, con las pilas cargadas y con la mente, el corazón y la retina cargadas de sensaciones de esta ciudad. Gracias por pasar por aquí.