Vivimos en el mundo de los exigentes. Y, lo que es peor, de los exigentes a menudo sin necesidad. El mundo del “apáñate como puedas, pero lo quiero de inmediato”, del “búscate la vida, pero lo necesito ya”. Nos falla mucho lo de ponernos de vez en cuando en el lugar del otro.
A mí me habían contado que cuando dirigías tu despacho eras tu propio jefe, pero no es verdad: tienes muchos jefes. Cada cliente es un jefe. Y, además, te dan órdenes contradictorias o descoordinadas, porque cada uno de esos jefes sólo cuenta con su propio encargo, no sabe el trabajo que te han encomendado los demás.
Hace unos años llamabas por teléfono a alguien, le dejabas recado y te parecía razonable que tardase horas o incluso un día en devolverte la llamada. Ahora, con los móviles, creemos tener un derecho absoluto e indiscutible a localizar a todo el mundo al instante. Y si no está disponible en ese mismo momento, nos sorprendemos o hasta lo recriminamos. Y así actuamos para casi todo. Nos comportamos siempre con prisa pero, ¿cuántas veces de verdad nos urgen las cosas y cuántas otras estamos todos imponiéndonos un ritmo innecesariamente estresante?
Hoy me he levantado con un estado de nervios insoportable. Era consciente de que, después de una semana (o minisemana) de perros, no me daba tiempo material a terminar todo lo que tenía que hacer antes de marcharme de viaje. Y, cuando me pasa algo así, encima soy incapaz de trabajar bien, me bloqueo y me cunde menos aún.
Alguno pensará que eso me pasa por irme de viaje este puente, y que entonces de qué me quejo. Pero si trabajo mil horas y si muchas veces me robo tiempo de ocio para redactar una demanda, estudiar un asunto o preparar una documentación para un curso, lo menos es, de vez en cuando, concederse a uno mismo unos días de respiro o, a ser posible, una escapada, porque viajar es una de las cosas que más me desconecta y que me hace sentir bien. Antes no hacía nada parecido, hasta que llegó un momento en que me vi envuelto en una situación insoportable, en la que trabajaba de lunes a domingo. Pagué un precio muy alto, perdí muchas cosas y perdí a alguna persona. Un amigo me advirtió: “tú te has dado cuenta de que no eres Dios, ¿no?”. Otro amigo también me dijo: “no tomarte ningún día libre es tenerte muy poco respeto a ti mismo”. Pero ni por esas hice caso a aquellas clarísimas señales y a estos elementales consejos. Tuvo que ser mi propio organismo el que diera la señal de alarma para que por fin empezara a cuestionarme mi forma de vida. Ahora sigo trabajando mucho, pero me pongo límites y procuro defender con uñas y dientes estos pequeños espacios personales. Y saborearlos al máximo. Hoy justamente me contestaba a un correo el escritor Antonio Ruiz Vega, que nos invitó a unos amigos a ir a Soria a comer hace más de un año y todavía no hemos sido capaces de encontrar hueco, y me decía "habría que estudiar la red de mecanismos que nos hurtan lo que antes (yo, al menos, lo he conocido), era la 'vida cotidiana' y que ahora se nos esfuma entre los dedos. Eso sin que son Crímenes contra la Humanidad...".
Menos mal que hoy, en medio de mi ansiedad, me he topado con dos personas –las dos, mujeres, por cierto- que, cuando les he hablado del estado de sus encargos pendientes, en vez de presionarme, me han dicho frases como “no te quiero agobiar, disfruta estos días y el lunes ya hablamos y concretamos” y “lo mío lo puedo aplazar haciendo algunas gestiones y te dejo una semana más para que lo termines”. No saben cómo se agradecen tan inusuales gestos, que me han resuelto el día. No he parado de trabajar hasta hace un momento, pero ya con otra sensación: con la certeza de que tenía muchas cosas por hacer pero podía terminarlas, en lugar de esa otra certeza desquiciante de que era materialmente imposible acabar todo a tiempo.
Como soy muy consciente de estas situaciones, me gusta actuar consecuentemente con los demás. Por ejemplo, cuando en un establecimiento ves al empleado agobiado por liquidar pronto a quien te precede, al ver que tú estás esperando, y le dices “no te preocupes, no tengo prisa”, en ocasiones le cambia la cara y luego, al atenderte te devuelve la amabilidad... Hay una Notaría en la que una vez me dijeron: “contigo da gusto, porque sólo dices que es urgente cuando realmente es urgente”. Qué elemental, ¿verdad? Pero ayuda a fijar prioridades y a que los demás no estén siempre avasallados.
Qué poco nos costarían estos pequeños detalles. Que, cuando tenemos prisa justificada, pidiéramos que nos resolvieran pronto lo que sea. Pero que, cuando no tenemos una prisa real o cuando, aun teniéndola, no es absolutamente apremiante o imprescindible, fuéramos menos exigentes o más comprensivos. Ganaríamos todos, ¿no creen?
(Dibujo: Pablo Egea Palomares, Agonía del artista. Banco gratuito de Imágenes del CNICE-Ministerio de Educación).
Lo quiero para ayer
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
10 comentarios:
¡Qué razón llevas! A mí me pasaba lo mismo, siempre corriendo, estrés, un sin vivir, pero que quieres que te diga, la vida solo se vive una vez, y hay que disfrutarla, yo no era muy consciente de eso hasta este verano, que he podido vivir de cerca como, en un solo segundo, te puede cambiar por completo la vida y entoces te das cuenta de muchas cosas. Hay que vivir el presente y disfrutar al máximo. Haces muy bien en desconectar, pásalo lo mejor que puedas y ya me contarás y de lo demás ni te preocupes. Besitos
Pues eso, que hay que intentar vivir de manera relajada, dando a las cosas la importancia que tienen.
Me alegré de tu cambio de vida, la verdad es que hemos recuperado a la persona y hemos dejado al super-hombre. Da gusto poder contar contigo para las cenas, conciertos, teatro, cine, viajes........... La vida son dos días y hay que aprovechar cada momento.
Espero que hagas la segunda parte de tu cambio de vida.........esa que tantas veces te aconsejo............¡Carlos tú lo que tienes que hacer es.......dedicarte a.......y...!
Pues eso......nos vemos el jueves...
Debo de decirte que me siento plenamente identificado con el magnífico relato del agobio que acabo de leer, tanto, que me he estresado más todavía tras su lectura.
En mi opinión el hecho de que vivamos así es, en gran parte, culpa de las nuevas tecnologías. O mejor dicho, de quienes pretenden que rindamos a la velocidad de un ordenador de última generación. Cuando antes los cálculos se hacían con una calculadora y se escribía con una Olivetti, todo era más lento, sí, pero también se vivía mejor. Y las cosas salían adelante.
Enhorabuena por tu blog y que descanses este puente.
Hello,
Con tu permiso, había dos cosas que deseaba apuntar, por una parte al leer la reseña de Las Partidas alfonsinas me venían a la mente [ligeramente deteriorada tras siete horas seguidas hoy en sede judicial de guardia, aunque satisfecho por la orden de protección conseguida sobre un tipo muy peligroso, la mujer satisfecha y su letrado tb :-)] unos pasajes sobre la figura del abogado editados por Bosch en la colección "Letras y Letrados" de Víctor Celemín (El Derecho en la literatura medieval), en concreto unas coplas de autor desconocido escritas a comienzos del XV y conservadas en la Biblioteca Escurialense, que a modo de código deontológico de la época dicen así:
"Guarte, Rueda, non acojas en ti pleito malicioso, quier sea de omne pobre quier de rico poderoso. Non acojas sin dinero al rico avariçioso maguer traya buen pleito o que paresça fermoso... Sobre todas estas cosas por tu hemençia e cura en los pobres miserables que demandan derechura; ayúdalos sin dinero por piedat e mesura, que el salario de aquestos es bien e por siempre dura".
Y una cosita del autor del "Poder sin límites", Anthony Robbins, que cuenta la historia de un hombre que:
- Fracasó en los negocios a los 31 años
- Fue derrotado a los 32 como candidato para unas legislativas
- Volvió a fracasar en los negocios a los 34
- Sobrellevó la muerte de su amada a los 35
- Sufrió un colapso nervioso a los 36
- Perdió unas elecciones a los 38
- No consiguió ser elegido congresista a los 43
- Ni tampoco a los 46
- Ni a los 48
- Ni senador a los 55
- A los 56 fracasó en su intento de ser vicepresidente
- De nuevo fue derrotado y no salió senador a los 58
- Fue elegido presidente de los Estados Unidos a los 60.
Este hombre era Abraham Lincoln.
¿Moraleja?: un juicio o caso perdido no es un fracaso, sino un resultado o experiencia no deseada. ¿Qué abogado no ha obtenido resultados desfavorables?. En la vida, toda experiencia lleva aparejado un aprendizaje útil. Aprender de nuestros errores es una forma efectiva de desarrollar actitudes para futuros proyectos.
Diría que vivimos en la era del perpetuo agobio, pero, hay tantas maneras de disfrutar de lo cotidiano y más allegado...
Un abrazo
El clip se lo dedico en especial a una mujer... que siempre recordaré y sentiré muy cercana.
qué suerte la de aquellos que te llaman y reciben respuesta.
definición de fortuna:
llamar a carlos y que te cojan del teléfono
definición de afortunado:
tener de amigo a este impresentable
Un abrazo
Lo quiero para ayer.No estaría nada mal ;)
MARA TORRES un lugar
Lo quiero para ayer.No estaría nada mal ;)
MARA TORRES un lugar
"Lo quiero para ayer" la frase más oída en publicidad después de "Hazme algo sencillo, que no te lleve mucho tiempo"
P.D.:Siempre mola ver los dibujos de uno por ahí, especialmente si te citan. Gracias.
www.pabloegea.blogspot.com
(pongo la dirección porque aún no controlo de este mundillo, y no se si sale automáticamente o no)
Perdon, una prueba para ver si soy pinchable.
Saludos!
Una vez Faemino y Cansado presentaban su espectáculo agradeciendo públicamente a El Corte Inglés "la cesión gratuita del vestuario... si bien ellos no lo saben".
Pues lo mismo, que soy yo quien te agradece la "cesión gratuita" de tu fantástico dibujo, que le venía como anillo al dedo a este post de desahogo... si bien tú no lo sabías hasta que Google no te lo ha chivado.
Bueno, ya que lo cogí por la patilla del Banco de Imágenes del MEC, qué menos que citar en condiciones obra y autor.
He echado una ojeada a tu web, muy bueno tu trabajo, felicidades.
Gracias por pasar por aquí y hasta cuando quieras.
Publicar un comentario