Pequeñas sincronías cotidianas

El hombre debe percibir que vive en un mundo que en cierto sentido es enigmático.
Que en él suceden y pueden experimentarse cosas que permanecen inexplicables (…).
Sólo entonces la vida es completa”.
-Carl Gustav Jung -

I

Tenía motivos para pensar que con Beta podía repetirse algo parecido a lo que me ocurrió con Alfa, una situación en la que salí dañado. A pesar de que Beta estaba siendo sincera y extremadamente cuidadosa, había en los hechos algunos elementos comunes que me hacían temer.

Una tarde, para que Beta me comprendiera, me decidí por fin a contarle la historia de Alfa, sucedida unos años atrás y ya superada.

Esa misma noche, cuando llegué a casa, tenía un mensaje en el contestador.

Era la voz de Alfa.

Vaya, qué casualidad, pensé.

II

Alfa estaba unos días en mi ciudad, quería volver a verme. No era el momento más oportuno para remover dentro de mí todo aquello, pero dije que sí.

Beta tenía una particular relación con una película de cine, pongamos que titulada Gamma. No es sólo que le gustase la película, era una relación más directa, con la que habíamos bromeado muchas veces.

Cuando Alfa vino a verme, me trajo varios regalos. Uno de ellos era un disco que me había grabado, porque pensó que me iba a gustar esa música. Lo escuché.

Unos días más tarde volvemos a vernos.

- Me gustó la música que me grabaste, muy buena
- Es la banda sonora de una película, ¿sabes de cuál?
- Hmmm… Pues no
- De 'Gamma'


Vaya, qué casualidad… otra vez.

Yo ese día estaba particularmente sensible respecto a Beta, así que supongo que mi cara debió de ser todo un poema en ese momento y que Alfa no entendería nada.

III

Por esos días, se iba a celebrar un homenaje póstumo a alguien y me propuse confeccionar un audiovisual para proyectar en el mismo.

Decido que la música de fondo sea el Aria de la Suite nº 3 de Bach.

Intento incorporar la música a las imágenes y la aplicación me hace caso omiso.

Supongo entonces que el disco estará defectuoso. Busco la misma pieza musical de Bach en otro CD distinto. Sigue dando error.

Lo intento con un tercer disco, porque esa música es conocida y aparece en varias colecciones de las que tengo. Imposible.

La bajo de internet en formato mp3. Nada, no hay forma, la aplicación la rechaza.

Pienso que entonces lo que está mal es el programa informático, pero por si acaso decido probar con otra melodía.

Cambio de música y, como plan B, elijo el Concierto para clarinete y orquesta de Mozart.

Al primer intento, la música se incorpora a las imágenes. Incluso el tiempo de duración del archivo de sonido es sustancialmente coincidente con la secuencia gráfica.

Bromeo conmigo mismo: vaya, se ve que al homenajeado le gustaba más esta música y no me dejaba poner la otra.

Celebramos el homenaje público esa noche y, cuando termina, salgo con una sensación de deber cumplido.

Dos días más tarde, parto de viaje. Subo al AVE hacia Lleida y pienso: después de unas semanas duras, ahora es el momento de comenzar las vacaciones, de relajarme y de cambiar de chip.

Me pongo los auriculares con uno de los canales del hilo musical. Comienza en ese preciso momento una pieza.

Podrían haber sido miles de músicas, pero sí, era ésa: el Concierto para clarinete y orquesta de Mozart.

Qué casualidad.

IV

Llego a la estación leridana y, unos días más tarde, paseando por su ciudad, Belén me enseña la estatua de Indíbil y Mandonio.

Como buena guía y licenciada en historia, me recuerda la figura de estos héroes de la resistencia ibérica frente a los romanos.

Regreso de Lleida a Madrid y, a continuación, partíamos para Soria.

Como vamos a ver al escritor Antonio Ruiz Vega, busco en casa su libro Los hijos de Túbal, dedicado a los mitos de la España antigua. Me lo quiero llevar para que me lo firme el autor.

Tengo el libro en mis manos, miro la portada y abro una de sus trescientas páginas al azar.

Sí, justamente ésa: la historia de Indíbil y Mandonio.

Qué casualidad… ¿o no?

(Fotografía: Synchronicity, de Auro, de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr).

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Como diría el amigo Dragó: causalidad, causalidad...
Me gusta el principio del relato. He pensado que es un buen comienzo para un relato breve: anímate y lo publicas.

Carlos J. Galán dijo...

Cierto, el amigo Dragó suele hacer muchas referencias a estas sincronías vitales y utiliza los términos causalidad, o incluso causualidad (en "Muertes paralelas").
Yo tuve un episodio muy sorprendente para ser azar -lo quiero contar un día- y, a partir de ahí, me interesé por las teorías de Jung sobre la sincronicidad, entre la curiosidad y el escepticismo.
Tiendo a pensar que estas cosas responden al mero azar, pero hay veces que por su significación se asemejan a pequeños guiños de la vida que realmente te sorprenden. Sea como sea, lo cierto es que no sabemos nada.
Esto que cuento fueron pequeñas coincidencias, no demasiado importantes, pero muy seguidas, y realmente me pareció durante unos días que vivía instalado en la casualidad permanente.

PEGASA dijo...

No creo mucho en el hazar, mas bien en el destino: No considero que las coincidiencias pasen así por que así, sino porque tengan que suceder. Simplemente porque complementan sucesos que en el día a día nos van aportando lo necesario para seguir nuestro camino hacia nuestro destino. Es como. "Todos los caminos conducen a Roma", y es cierto que conduce, porque cojamos el que cojamos al final desembocan al mismo lugar.

Y gracias por animarme la verdad que ya tengo ganas de que escampe el temporal. Un beso gordoooo. Por cierto Alfa y Beta tienen mucha suerte de tenerte cerca.

Carlos J. Galán dijo...

Yo no estoy seguro de si es el destino (a mí me gusta pensar que no todo está determinado, que tenemos un espacio de libertad y una vida que no está escrita de antemano), si es el mero azar o si son sincronías al estilo que decía Jung. Por eso, porque no lo sé, simplemente las dejo ahí apuntadas y que cada cual piense lo que quiera o no piense nada.
Respecto al jeroglífico griego, me temo que Beta en estos momentos no opina lo mismo que tú sobre que eso de que sea una suerte tenerme cerca y tal vez sea ella la que tenga razón. Pero, bueno, al margen de historias, sí es cierto que tanto Alfa como Beta saben que estaré ahí siempre que ellas quieran.
Y, virtualmente y más en la distancia, pero tú también, Pegasa.

TortugaBoba dijo...

Empiezo a creer un poco en esto de las sincronizaciones, mas que nada porque me he pasado toda la tarde escuchando piezas de Bach ¡¡y porque me has robado (o sustraido temporalmente) el nombre de mi perra -Alfa- para tu relato!!
O sea que la portada del relato sería una foto de mi can con tu gato (yo voy dando ideas, tú luego harás lo que te dé la gana claro está...).
Besooo

Anónimo dijo...

Mira que, cuando empecé a escribir lo del jeroglífico griego, lo pensé: o la Tortu o su perra me van a exigir derechos de imagen o algo parecido... pero es que lo de Alfa, Beta y Gamma era muy socorrido y suena mucho mejor literariamente -dónde va a parar- que A, B y C.
Y a Bach hay que disfrutarle cada vez que se tenga ocasión, con o sin sincronías, haces muy bien. Todavía no sé por qué al espíritu que andaba trasteando no le gustó el Aria, si es perfecta(quizá sí le gustaba pero es que le gustaba más Mozart).

Anónimo dijo...

Azar, casualidad, llámalo X, ¡cuántas cosas podría contar de eso! Yo si creo en el destino, lo que tenga que pasar pasará, aunque intentemos cambiarlo.
Y si Beta no quiere tenerte cerca, allá ella. Un beso

Carlos J. Galán dijo...

Sil, no tengo ninguna certeza, claro, pero a mí me gustaría que no fuera así, o no del todo así, quiero pensar que tenemos un margen de libertad, de construirnos nuestro futuro y que no todo está escrito. Sería muy triste abandonarse al fatalismo de que da igual lo que hagas.
Lo de Beta ella se lo pierde (no voy a tener tan mal concepto de mí mismo como para no verlo así), pero también estoy seguro de que pierdo mucho yo.
Besos.

Anónimo dijo...

Que de len a BETA...........efectivamente ella se lo pierde...y mucho.

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