- D’on vens? –me preguntó la chica de la Oficina de Turismo.
- De Ávila –le dije, para que así aparezcamos en las estadísticas, porque Madrid seguro que ya sale.
- Gracias. ¿Tú también? –dijo mirando a mi amiga Belén, que me acompañaba.
- No, jo no visc aquí però soc d’aquí. Jo soc ambaixadora –le contestó sonriendo.
Y yo pensé que lo de soy embajadora lo decía en sentido figurado porque, efectivamente, colabora siempre en la difusión de todo lo relacionado con su tierra y estaba siendo una magnífica anfitriona en ese viaje. Y resulta que no, que lo decía en sentido literal. El área de Turismo del Ayuntamiento de Lleida tiene una red de embajadores, personas nacidas allí pero que residen en otros lugares y que ejercen, como una especie de voluntariado, la promoción de la ciudad en sus ámbitos de relación personal y profesional. Me parece muy buena idea, porque así el Ayuntamiento, teniendo simplemente algún minúsculo detalle (una cena anual con estos embajadores, algún pequeño obsequio…) consigue implicar a una red social en la difusión de su propia ciudad de origen. Desde luego, doy fe de que Lleida tiene en Belén a una magnífica embajadora en Madrid.
Todos los veranos ella suele pasar algunos días de descanso en su ciudad natal y me invitó a conocerla. Así que, después de la visita que he contado a la villa segoviana de Sepúlveda, el siguiente destino en mis vacaciones estivales fue la ciudad de Lleida (o Lérida en castellano, como gusten), con alguna atractiva escapadita por la provincia, concretamente por la comarca de la Segarra. Era la primera vez que iba a una ciudad catalana que no fuera Barcelona y, al igual que cuando voy a la ciudad condal, me he sentido en todo momento muy a gusto y muy bien tratado, me he encontrado en mi casa.- De Ávila –le dije, para que así aparezcamos en las estadísticas, porque Madrid seguro que ya sale.
- Gracias. ¿Tú también? –dijo mirando a mi amiga Belén, que me acompañaba.
- No, jo no visc aquí però soc d’aquí. Jo soc ambaixadora –le contestó sonriendo.
Y yo pensé que lo de soy embajadora lo decía en sentido figurado porque, efectivamente, colabora siempre en la difusión de todo lo relacionado con su tierra y estaba siendo una magnífica anfitriona en ese viaje. Y resulta que no, que lo decía en sentido literal. El área de Turismo del Ayuntamiento de Lleida tiene una red de embajadores, personas nacidas allí pero que residen en otros lugares y que ejercen, como una especie de voluntariado, la promoción de la ciudad en sus ámbitos de relación personal y profesional. Me parece muy buena idea, porque así el Ayuntamiento, teniendo simplemente algún minúsculo detalle (una cena anual con estos embajadores, algún pequeño obsequio…) consigue implicar a una red social en la difusión de su propia ciudad de origen. Desde luego, doy fe de que Lleida tiene en Belén a una magnífica embajadora en Madrid.
En cuanto llegué a la estación del AVE, Belén me llevó seguidamente a tomar en una vieja taberna el aperitivo local, la barretja -una mezcla caldosa de aceitunas, berberechos y no sé qué más-, que se suele acompañar de vermut. Ese fue el punto de inicio de una estancia muy grata que me sirvió para cambiar el alocado ritmo del trabajo de los días previos por el ritmo relajado propio de las vacaciones.
Los orígenes de la ciudad se remontan a Iltirda o Iltirta, un pequeño núcleo amurallado fundado por el pueblo ibero de los ilergetas en el siglo VI antes de Cristo. Indíbil y Mandonio son el símbolo local de la resistencia frente a la invasión romana.
Ilerda para los romanos, Lerita para los visigodos, Larida para los árabes… la ciudad va pasando por las distintas dominaciones y presencias de pueblos y culturas diferentes, hasta que en 1149 Leyda es conquistada por las tropas cristianas del Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.
La actual Lleida es una ciudad marcada negativamente por las destrucciones que sufrió en casi todos los conflictos bélicos, desde la guerra de los Segadores en el siglo XVII hasta la última guerra civil en el siglo XX, pasando por la guerra de sucesión en el siglo XVIII.
La Seu Vella (la catedral vieja) es el símbolo más característico de Lleida. Se alza en un cerro desde donde se divisa una panorámica de la ciudad. Los historiadores dicen que en su emplazamiento se hallaba una mezquita.
Junto a la catedral, se conservan restos de una construcción musulmana, el castillo de la Suda, que luego se reconvirtió y llegó a ser en distintas etapas palacio señorial, sede de las Cortes de Lleida o cuartel militar. También hay restos de una muralla de origen romano y de la posterior muralla andalusí que en parte reutilizó los materiales de su antecesora.
La construcción de la Seu se inició en 1203 y se prolongó hasta 1431, año en que se finalizó el cuerpo superior de la torre, su campanario, que cuenta con siete campanas. El templo es de planta de cruz latina, con tres naves. La escultura interior tiene influencia toscana, tolosana y provenzal y hay restos de pintura mural de estilo gótico. El espectacular claustro abierto es del siglo XIV.
La catedral (en las fotos la vemos al atardecer y luego la misma visión ya por la noche) no está abierta al culto desde que el primer Borbón que reinó en España, Felipe V, le dio un uso militar por su emplazamiento elevado y estratégico, y también como castigo a los leridanos que, en la guerra de sucesión, habían estado del lado de su rival en la disputa de la corona, el Archiduque Carlos de Austria. No sólo afectaron las represalias a la Seu: el nefasto Decreto de Nueva Planta -que sirvió para abolir los fueros tradicionales e imponer un modelo centralista- privó a Lleida incluso de su Estudi General, fundado por el rey Jaime III en 1300, y que había sido la universidad más antigua de la Corona de Aragón.
Ahora parece que se están acometiendo por fin obras de conservación y restauración, que a mi juicio resultaban imprescindibles, porque el conjunto monumental de la Seu Vella da sensación de haber estado durante años sumido en el abandono y sometido a un progresivo deterioro.
En otro cerro de la ciudad, el de Gardeny, se alza una fortaleza con una iglesia románica, que fue la sede de una importante casa templaria. Igualmente en situación de abandono durante años, recientemente se ha recuperado para instalar ahí el Centro de Interpretación de la Orden del Temple, con audiovisuales y con reconstrucción de escenarios y personajes.
En el siglo XI el Papa Urbano II convocó la Primera Cruzada para conquistar Jerusalén y liberar la ciudad santa del dominio islámico. Tras una gran movilización de tropas occidentales y largas guerras, efectivamente en 1099 los cruzados consiguen conquistar la ciudad y crean el Reino de Jerusalén. Con ese episodio histórico enlaza la Orden del Temple, creada por caballeros franceses encabezados por Hugo Payens y que fue oficialmente aprobada por la Iglesia Católica en 1129. Los templarios, con sus vestiduras blancas con una cruz de color rojo, pretendían de alguna forma unir las virtudes del monje y del soldado, las del combatiente con las de la vida religiosa. Alcanzaron notable expansión e influencia hasta que, dos siglos después, la Orden cayó en desgracia. Los templarios fueron objeto de sospechas e investigaciones, que devinieron en procesos, torturas y ejecuciones en la hoguera. Todo esto es lo que se pretende reconstruir en la visita a esta fortaleza, que fue la sede de la Casa Templaria de Gardeny en un momento de apogeo de la misma.
El antiguo hospital de Santa María, de estilo gótico plateresco y construido entre los siglos XV y XVI, es hoy la sede del Instituto de Estudios Ilerdenses y se utiliza como centro cultural para actos y exposiciones. Destaca su patio central con la escalinata de piedra. La Paeria era una vieja institución medieval de gobierno municipal, con una organización e incluso un ceremonial característico, y hoy es la denominación tradicional que conserva el Ayuntamiento. La antigua casa de los señores de Sanaüja acoge el Palau de la Paeria desde 1382.
La catedral nueva de Lleida se construyó en el siglo XVIII, bajo la autorización de Carlos III, que permitió que la ciudad volviese a tener catedral pero con la condición de que se renunciase al uso religioso de la Seu Vella y quedase definitivamente convertida en cuartel militar. Esta nueva Seu es un edificio de estilo barroco con tendencia al clasicismo. La catedral sufrió algún incendio fortuito, junto con otras destrucciones y expolios provocados, sobre todo durante la guerra de la independencia y la guerra civil.
Durante la época que Lleida careció de catedral, las funciones equivalentes las hizo la iglesia de Sant Llorenç (siglo XII), de estilo románico aunque con algunas partes góticas posteriores. En el interior, destacan los retablos góticos en piedra.
Sant Martí es una iglesia románica (siglo XII) hoy también cerrada al culto, que fue capilla universitaria y que llegó a utilizarse como cuartel y como prisión militar.
Con los antiguos fondos del Museo Diocesano y del Instituto de Estudios Ilerdenses, se ha creado el nuevo Museo de Lleida, Diocesano y Comarcal, instalado en un moderno edificio. Muy bien organizado, diseñado con las técnicas museísticas más actuales, acoge una exposición permanente de cerca de un millar de piezas, desde las reconstrucciones de yacimientos prehistóricos hasta interesantísimas obras de arte. En este centro pueden verse algunas de las obras de arte reclamadas por la actual Diócesis de Huesca y cuya entrega ha ordenado el Vaticano.
Dentro de que el Museo está organizado fantásticamente y el contenido es interesante, sólo hay que reseñar un dato negativo: toda la rotulación y explicaciones de los paneles, así como los audiovisuales están únicamente en catalán (aunque si quieres puedes solicitar los textos en formato impreso). Me parece un gesto aldeano en un museo que, junto al catalán, tiene espacio y posibilidad de incluir perfectamente -aun cuando fuera en una tipografía de menor tamaño- la traducción al castellano e incluso al inglés, como sería lo propio de un centro que aspirase a tener proyección más allá de los visitantes locales. Así lo hice constar en la encuesta que me pidieron que cumplimentase. Se puede y debe defender lo propio sin caer en actitudes cortas de vista, no se puede ser tan vanguardista en toda la concepción del museo y luego incurrir en detalles tan catetos.
La catedral (en las fotos la vemos al atardecer y luego la misma visión ya por la noche) no está abierta al culto desde que el primer Borbón que reinó en España, Felipe V, le dio un uso militar por su emplazamiento elevado y estratégico, y también como castigo a los leridanos que, en la guerra de sucesión, habían estado del lado de su rival en la disputa de la corona, el Archiduque Carlos de Austria. No sólo afectaron las represalias a la Seu: el nefasto Decreto de Nueva Planta -que sirvió para abolir los fueros tradicionales e imponer un modelo centralista- privó a Lleida incluso de su Estudi General, fundado por el rey Jaime III en 1300, y que había sido la universidad más antigua de la Corona de Aragón.
Ahora parece que se están acometiendo por fin obras de conservación y restauración, que a mi juicio resultaban imprescindibles, porque el conjunto monumental de la Seu Vella da sensación de haber estado durante años sumido en el abandono y sometido a un progresivo deterioro.
En otro cerro de la ciudad, el de Gardeny, se alza una fortaleza con una iglesia románica, que fue la sede de una importante casa templaria. Igualmente en situación de abandono durante años, recientemente se ha recuperado para instalar ahí el Centro de Interpretación de la Orden del Temple, con audiovisuales y con reconstrucción de escenarios y personajes.
En el siglo XI el Papa Urbano II convocó la Primera Cruzada para conquistar Jerusalén y liberar la ciudad santa del dominio islámico. Tras una gran movilización de tropas occidentales y largas guerras, efectivamente en 1099 los cruzados consiguen conquistar la ciudad y crean el Reino de Jerusalén. Con ese episodio histórico enlaza la Orden del Temple, creada por caballeros franceses encabezados por Hugo Payens y que fue oficialmente aprobada por la Iglesia Católica en 1129. Los templarios, con sus vestiduras blancas con una cruz de color rojo, pretendían de alguna forma unir las virtudes del monje y del soldado, las del combatiente con las de la vida religiosa. Alcanzaron notable expansión e influencia hasta que, dos siglos después, la Orden cayó en desgracia. Los templarios fueron objeto de sospechas e investigaciones, que devinieron en procesos, torturas y ejecuciones en la hoguera. Todo esto es lo que se pretende reconstruir en la visita a esta fortaleza, que fue la sede de la Casa Templaria de Gardeny en un momento de apogeo de la misma.
El antiguo hospital de Santa María, de estilo gótico plateresco y construido entre los siglos XV y XVI, es hoy la sede del Instituto de Estudios Ilerdenses y se utiliza como centro cultural para actos y exposiciones. Destaca su patio central con la escalinata de piedra. La Paeria era una vieja institución medieval de gobierno municipal, con una organización e incluso un ceremonial característico, y hoy es la denominación tradicional que conserva el Ayuntamiento. La antigua casa de los señores de Sanaüja acoge el Palau de la Paeria desde 1382.
La catedral nueva de Lleida se construyó en el siglo XVIII, bajo la autorización de Carlos III, que permitió que la ciudad volviese a tener catedral pero con la condición de que se renunciase al uso religioso de la Seu Vella y quedase definitivamente convertida en cuartel militar. Esta nueva Seu es un edificio de estilo barroco con tendencia al clasicismo. La catedral sufrió algún incendio fortuito, junto con otras destrucciones y expolios provocados, sobre todo durante la guerra de la independencia y la guerra civil.
Durante la época que Lleida careció de catedral, las funciones equivalentes las hizo la iglesia de Sant Llorenç (siglo XII), de estilo románico aunque con algunas partes góticas posteriores. En el interior, destacan los retablos góticos en piedra.
Sant Martí es una iglesia románica (siglo XII) hoy también cerrada al culto, que fue capilla universitaria y que llegó a utilizarse como cuartel y como prisión militar.
Con los antiguos fondos del Museo Diocesano y del Instituto de Estudios Ilerdenses, se ha creado el nuevo Museo de Lleida, Diocesano y Comarcal, instalado en un moderno edificio. Muy bien organizado, diseñado con las técnicas museísticas más actuales, acoge una exposición permanente de cerca de un millar de piezas, desde las reconstrucciones de yacimientos prehistóricos hasta interesantísimas obras de arte. En este centro pueden verse algunas de las obras de arte reclamadas por la actual Diócesis de Huesca y cuya entrega ha ordenado el Vaticano.
Dentro de que el Museo está organizado fantásticamente y el contenido es interesante, sólo hay que reseñar un dato negativo: toda la rotulación y explicaciones de los paneles, así como los audiovisuales están únicamente en catalán (aunque si quieres puedes solicitar los textos en formato impreso). Me parece un gesto aldeano en un museo que, junto al catalán, tiene espacio y posibilidad de incluir perfectamente -aun cuando fuera en una tipografía de menor tamaño- la traducción al castellano e incluso al inglés, como sería lo propio de un centro que aspirase a tener proyección más allá de los visitantes locales. Así lo hice constar en la encuesta que me pidieron que cumplimentase. Se puede y debe defender lo propio sin caer en actitudes cortas de vista, no se puede ser tan vanguardista en toda la concepción del museo y luego incurrir en detalles tan catetos.
Lleida tiene también en sus calles ejemplos de arquitectura civil modernista, aunque -por las destrucciones a las que antes hacía referencia- no pocas veces mezclados caóticamente con construcciones contemporaneas que visualmente se dan de palos entre sí.
De la estancia en Lleida me quedo, por descontado, con la amistad y la hospitalidad de Belén. De mi descubrimiento día a día de esta ciudad, guardo también con cariño el recuerdo de muchos momentos particularmente agradables. Por ejemplo –lo destaqué ya en el post de Seis pequeñas cosas que me han hecho feliz- las cervecitas al atardecer en la terraza de La Sibil-la, un bar que está en el recinto de la Seu Vella y desde el que se tiene una vista panorámica de la ciudad.
De la estancia en Lleida me quedo, por descontado, con la amistad y la hospitalidad de Belén. De mi descubrimiento día a día de esta ciudad, guardo también con cariño el recuerdo de muchos momentos particularmente agradables. Por ejemplo –lo destaqué ya en el post de Seis pequeñas cosas que me han hecho feliz- las cervecitas al atardecer en la terraza de La Sibil-la, un bar que está en el recinto de la Seu Vella y desde el que se tiene una vista panorámica de la ciudad.
Pero no acaba aquí el relato de mi viaje, porque además de la estancia en la capital, hicimos una escapada por la comarca de la Segarra y ahí conocí, entre otras cosas, una pequeña maravilla que bien merece ser comentada: Montfalcó Murallat.
(Fotografías del autor).
(Fotografías del autor).
17 comentarios:
Uffff que montón de sitios estoy viendo gracias a ti. Essooo tu haz muchas excursiones así cuando yo pueda ir alguna vez ya eligiré la que me gusta más jijiji. Un beso
Ya te digo Pegasa, nosotras aquí disfrutando, jeje.
Me ha llamado la atención la catedral Carlos. No se parece a ninguna otra que haya visto antes. Parece que me ha dado por las catedrales, pero es que me han gustado las últimas que habéis puesto en vuestros blogs, qué le voy a hacer.
Y de los edificios "modernos", de las 3 últimas fotos, me quedo encantadísima con la casa "rosa" o no sé qué color será y la anterior. Qué maravilla.
Ya te digo, clases de historia es esto.
Beso.
Se nota muchísimo que te ha gustado Lérida, Carlos, pues el post emana fascinación por ella. Yo sólo he estado allí de paso, y recuerdo que en una gasolinera quise preguntar una dirección al empleado, y mientras yo le hablaba en español, él me respondía en catalán. Así durante dos minutos. Me marché sin respostar.
Tomo nota de tu recomendación porque, anécdotas personales aparte, seguro que merece mucho la pena.
cuando estás con buena compañía todo te parece mejor.
Pegasa, anímate, que sí voy dejando muchas pistas e información de sitios interesantes. Todavía quedan unas cuantas de las mini-escapadas del verano. Ya veréis cuando toque Florencia, qué viaje más bonito...
Tortu, la Seu Vella sí es preciosa y singular, aunque la han tenido durante años en un estado de abandono lamentable. La catedral nueva a mí me gustó mucho menos.
Fernando, la verdad es que Lérida no me pareció una ciudad espectacular, porque como digo ha sufrido muchas destrucciones y lo que es el conjunto urbano -como veis en las vistas generales- es más bien feillo. Pero sí tiene algunas maravillas con encanto que merecen la pena, como comento en el post y algunas que inevitablemente se quedan en el tintero -por ejemplo, la Plaza de Sant Joan, otras iglesias, etc-. Después de algunos años de abandono, parece que van recuperando la Seu, Gardeny y todo estas cosas que tienen, como atractivo de la ciudad. Respecto al episodio de la gasolinera, demuestra que, como bien sabemos, bobos hay en Lérida y en todas partes, Fernando. Pero tengo que decir que sería injusto generalizar. Yo hasta el momento -ya sé que ésta no es la experiencia de todo el mundo, pero es la mía- nunca he tenido el menor problema al respecto en Cataluña con las personas (sí reseño, como ves, la paletada que hacen en la rotulación del museo). En Lleida se habla habitualmente catalán y, sin embargo, todo el mundo cambió el registro cuando comprobaban que yo hablaba en castellano y se tenían que dirigir a mí. También es verdad que yo entiendo generalmente bien el catalán -escrito sobre todo- y que voy con una actitud de cariño y de respeto hacia esa comunidad, hacia su lengua y hacia su cultura que yo creo que se nota; y, por el contrario, muchos de los que tienen problemas parecidos -no es tu caso, obviamente- van con una actitud de incomprensión hacia la realidad de un lugar con lengua propia, con una actitud de prepotencia y de exigencia de "háblame en cristiano" y con una especie de creencia ridícula de que los catalanes hablan su lengua con el único fin de joder a los madrileños o algo parecido.
También es verdad, Artorius, yo miré con especial cariño la ciudad, porque tenía una anfitriona y guía que me lo transmitía así.
También es bonito Lleida, cada ciudad tiene su encanto, y tal como tú las describes, dan ganas de hacer la maleta y largarse hacia uno de esos sitios y desconectar. No conozco muchos lugares pero uno de los que me enamoró hace muchos años y que en cuanto puedo me escapo es Sevilla. Pero claro eso te lo digo yo, que casi no he salido del pueblo. Estoy deseando que hagas la entrada de Florencia, así durante unos instantes pensaré en ti y soñaré despierta....
Anónima, tenemos muchas cosas bonitas en España y algunas muy cerca. Lérida ahora está a solo dos horas de Madrid en Ave, a tiro de piedra, se puede visitar incluso en el día y volver, como Sevilla.
En castellano, Carlos, deberíamos decir Lérida y en consecuencia titular así tu post.¿Cuándo vayas a Londres lo titularás London?
En algún otro post utilizas la expresión "Euskadi" palabro inventado por el nacionalista Sabino Arana.
Yo también amo las culturas vasca y catalana pero eso no es sinónimo de dejarse enredar en las trampas del lenguaje que nos imponen los nacionalistas.
Yo no lo tengo tan claro, Anónimo.
Es cierto que determinados topónimos tienen traducción a lenguas extranjeras -otros no- y, en efecto, parece en principio más correcto utilizarlos en su traducción castellana, es este caso, cuando se está escribiendo o hablando precisamente en castellano.
Pero no hay un criterio uniforme en esto. Tenemos muchos casos en los que, por costumbre, no se utiliza el topónimo traducido incluso cuando la traducción es muy clara. Por ejemplo, en Iberoamérica dicen y escriben San Pablo cuando se refieren a la famosa ciudad brasileña y nosotros, por ejemplo, nos referimos siempre a ella como Sao Paulo. Más sangrante fue el caso de la ciudad que siempre en España se había conocido históricamente como Mastrique -no en vano estuvo bajo dominio español- y que de pronto pasó a ser Maastricht con ocasión del tratado europeo.
Y luego hay dos elementos diferenciadores que en el ejemplo de London/Londres no se dan.
Uno, que el catalán es una lengua española, no extranjera, y por tanto me parece menos descabellado que haya vasos comunicantes entre las lenguas de un mismo país y que, aunque yo esté escribiendo en castellano, en un momento dado pueda hablar del "seny", por poner un ejemplo, sin necesidad de traducir el término y el concepto.
Otro, que en España, en toda España, el nombre oficial de esa ciudad y esa provincia es precisamente Lleida. En el caso de Labastida, Laguardia o Elciego utilicé el nombre oficial en castellano, aunque -al igual que en este caso- hice referencia al equivalente en la otra lengua.
Respecto a lo de Euskadi pasa exactamente igual, que es el nombre oficial de la Comunidad autónoma. Se llama Euskadi o País Vasco y oficialmente no se llama Vasconia, Vascongadas o de otra forma y por eso, con independencia de que sea más o menos acertado, lo utilizo así para que sepamos a qué realidad concreta me estoy refiriendo. Euskadi -antes escrito como Euzkadi- es, efectivamente, un neologismo mal creado por Arana: el sufijo -di es incorrecto (hasta la Euskaltzaindia, o sea, la Academia de la Lengua Vasca dice que se formó mal) pero la raiz eusk- sí es correcta. En todo caso, el neologismo está comúnmente admitido y consagrado como denominación oficial de la comunidad autónoma.
De todas formas, todo esto lo digo como reflexión en voz alta. Es decir, hay cosas que tengo muy claras, pero ésta desde luego no es una de ellas. Las cuestiones lingüísticas en este aspecto me parecen un debate abierto y me encanta escuchar distintas opiniones y contrastarlas.
Bueno, este último anónimo soy yo, que no he marcado mi nombre.
Anónimo, como continuación a lo anterior, tengo que decir que la Real Academia te da la razón en su Diccionario Panhispánico de Dudas
(ver http://buscon.rae.es/dpdI/SrvltConsulta?lema=lleida).
Textualmente dice la RAE:
"Lérida. Nombre tradicional en lengua castellana de la provincia y ciudad de Cataluña cuyo nombre en catalán es Lleida. Salvo en textos oficiales, donde es preceptivo usar el topónimo catalán como único nombre oficial aprobado por las Cortes españolas, en textos escritos en castellano debe emplearse el topónimo castellano. El gentilicio, para todo tipo de textos, incluidos los oficiales, es leridano. También existe el gentilicio culto ilerdense, basado en el nombre latino de esta ciudad".
Por cierto, yo sí utilicé en mi post el gentilicio "leridanos" a pesar de haberlo titulado Lleida, pero en documentos oficiales del Ayuntamiento de Lérida, que suelen ser bilingües, he visto que usan "leridano" en la versión en español y "lleidatans" en el texto en catalán.
Felicidades a quien a escrito el blog, y gracias a la embajadora en madrid, soy de lleida, o lerida, como se quiera decir, pero que no se olvide quien somos y fuimos, xq luchamos y sufrimos mucho en el pasado, y no se nos reconoce suficientemente.
gracias!
"fins aviat!"
Moltes gràcies, Joan, me alegro de que te haya gustado.
"En castellano, Carlos, deberíamos decir Lérida y en consecuencia titular así tu post.¿Cuándo vayas a Londres lo titularás London?"
Y tú, anónimo, si algún día vas a Newcastle, ¿lo llamarás Castillo Nuevo?
Cuánto pensamiento cuadriculado e intransigente en nombre de "la consecuencia".
Buen post, Carlos. Como lleidatà me ha gustado mucho.
Saludos,
Gracias, Fernando, por tu comentario. Como ves, me quedaron muy buenos recuerdos de mi escapada a tu ciudad el pasado verano. Un saludo.
¡Me ha encantado la descripción de la historia de la ciudad que has hecho!
Lérida nunca ha tenido mucha suerte (ni históricamente ni hace unas pocas décadas), pero últimamente el nuevo aeropuerto, palacio de congresos, parque científico... están cambiando muchas cosas y la están convirtiéndo en una ciudad emergente.
Te invito a que veas esta cara de la ciudad también.
¡Saludos!
Hola, gracias a ti por leer el post y dejar tu comentario. Guardo muy buenos recuerdos de la ciudad. Tengo que volver, sí, para ver esos cambios que me comentas. Saludos.
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