Jornada de 65 horas: ¿una Europa sin derechos sociales?

Publicado en el diario digital AvilaRed.com, 13.10.08, y en Soitu.es, 07.11.08.

Desde hace algunos meses en este blog aparece un banner de la campaña contra la Directiva comunitaria que pretende consagrar la jornada laboral máxima de 65 horas semanales. Algunos amigos bromeaban conmigo por ello, porque saben de mi exceso de trabajo profesional, y yo siempre les contesto con la misma ironía: “No, hombre, es que a mí me parece poco. Como lo aprueben me hacen polvo, yo necesito más tiempo. Por eso he puesto lo de '65 horas, ni de coña'…”.

Pero, dejando de lado estos chascarrillos entre amigos, la cuestión tiene una seriedad y una trascendencia que creo no estamos sabiendo calibrar suficientemente.

Ayer, 7 de octubre, coincidiendo con la Jornada Mundial por el Trabajo Decente se llevaron a cabo algunas manifestaciones contra esta nefasta Directiva Comunitaria, que pretende ampliar desmesuradamente la jornada de trabajo.

Pero este debate (casi inexistente en la calle, donde la medida se toma, en efecto, como un disparate, pero a la vez como anecdótica, porque a los españoles supuestamente no va a afectarnos) no ha sido noticia de portada en ningún medio de comunicación. Y, no lo duden, esto es mucho más importante para nuestras vidas que ampliar el Fondo de Garantía de Depósitos, que la sentencia de la operación Nova, que analizar si Biden estuvo mejor que Palin en el debate electoral norteamericano, o infinitamente más importante que las lesiones en la selección española de fútbol ante el partido contra Estonia. Muchísimo más.

Ni la mayoría de los medios de comunicación (que tienen la obligación de informar, e incluso de contribuir a formar la opinión pública, esto es, alentar e ilustrar el debate social cuando el asunto lo merece), ni siquiera los sindicatos (que deberían representar con mucha mayor convicción los intereses de los trabajadores y poner toda la carne en el asador ante un asunto de esta envergadura) ni tampoco los ciudadanos de a pie (siempre distraídos con otras cuestiones mucho más intrascendentes) están prestando la suficiente atención a esta Directiva, que supone un recorte muy serio de una conquista social -la limitación de la jornada de trabajo- que costó siglos de concienciación, de luchas y de sacrificio.

Entre los argumentos de los defensores de este despropósito se apunta que es necesario flexibilizar los límites de jornada en determinados sectores o profesiones que lo precisan por su propia naturaleza (horarios de guardia o cuestiones similares). Pero ocultan que esa flexibilidad ya existía sin necesidad de la nueva Directiva. Tanto la legislación nacional de nuestro país como las normas europeas admiten la posibilidad de jornadas especiales de carácter sectorial. Y, en todo caso, el argumento es falaz: la excepción no puede convertirse en regla. Si es preciso, contémplese la excepción, pero que no se generalice.

Otro argumento, más peligroso aún, es que con la nueva regulación no se obliga a nadie a trabajar 65 horas, que eso sólo sucederá cuando el trabajador así lo acepte. Esta afirmación de apariencia tan simple se carga, de un plumazo, todo el armazón del Derecho Laboral.

El Derecho Laboral continental y, desde luego, el español, parten de la base de que, a diferencia de otras ramas, como el Derecho Civil, aquí no estamos ante una contratación entre partes iguales, sino que hay una parte más débil que merece ser especialmente protegida. Este principio básico implicaba que no pudieran negociarse individualmente cualesquiera condiciones, sino que existieran unos mínimos imperativamente fijados por la Ley. Y llevaba a que, respetando esos mínimos legales, pudieran convenirse condiciones, pero no mediante pacto individual, sino mediante los procesos de negociación colectiva, de forma que los trabajadores, agrupados en sus representaciones sindicales, pudieran cobrar mayor fuerza.

Ese argumento, que ahora esgrimen los euroburócratas del capitalismo europeo para recortar un derecho ya reconocido -y, lo que es más preocupante, para dinamitar de paso la base teórica de nuestro Derecho Laboral-, podría servir en el futuro para abolir igualmente otras conquistas sociales hoy proclamadas en la normativa comunitaria, como los salarios mínimos, las vacaciones o la protección social. ¿Por qué fijar un salario mínimo obligatorio? Que quede al pacto individual de las partes y, si el asalariado acepta trabajar por una miseria, nadie le ha obligado a ello. ¿Por qué preceptuar que existan vacaciones? Si el trabajador está de acuerdo en no disfrutarlas, es libre de hacerlo, para qué se le va a obligar a descansar si él no quiere. Y si al trabajador le da igual tener Seguridad Social que no tenerla, pues que la empresa no esté obligada a cotizar porque, si él acepta voluntariamente no contar con esa cobertura, no tiene sentido imponérsela… Nuestro Derecho parte de la tesis contraria a tales aseveraciones: la de que, en estos casos, la parte débil, la persona que necesita el salario para su propio sustento personal y familiar, podría verse forzada por la necesidad (siempre, pero muy especialmente en épocas de crisis o de desempleo en las que la oferta de mano de obra sea superior a la demanda) a aceptar la imposición de condiciones abusivas. La historia nos enseña que esto es mucho más que una suposición. Y por eso, las conquistas sociales, durante los precedentes siglos XIX y XX, han ido en la dirección de garantizar por ley una serie de condiciones dignas y convertirlas en derechos irrenunciables. Esto es, ni aun aceptado de forma teóricamente voluntaria por el trabajador, sería válido un pacto de renuncia a derechos tales como el salario mínimo, la jornada máxima, la limitación de horas extraordinarias, las vacaciones pagadas, el descanso semanal, las garantías en la contratación o en el despido, la protección del empleado menor de edad y un largo etcétera de avances sociales. Al menos hasta ahora, insisto, esa concepción era el pilar sobre el que descansaba todo nuestro Derecho Laboral.

Que la Unión Europea abandere en estos momentos, empezando por la jornada (pero estoy seguro de que, una vez sentado el precedente, la misma argumentación se aplicará a otros aspectos de la regulación laboral), la vuelta a la ley de la selva del liberalismo decimonónico en materia laboral es altamente preocupante. Y que toda la sociedad y la ciudadanía europea no se hayan puesto ya en pie con decisión ante semejante disparate, que supone un importantísimo retroceso y que acaba con siglos de esfuerzos para conseguir un marco laboral humanizado, es aún más preocupante. Si cuela esto, puede colar ya cualquier cosa. Y ahí está en juego nuestra propia dignidad, nuestro tiempo, nuestro espacio personal y familiar, nuestra calidad de vida, que es tanto como decir nuestra posibilidad de realización personal. Yo soy profesional, no soy empleado por cuenta ajena, es decir, que no me incumbe individualmente, pero no me puede ser ajeno ni indiferente el vivir en una sociedad más justa o menos justa, no puedo admitir como normal que los seres humanos vivamos exclusivamente para trabajar, que seamos sólo carburante para una maquinaria económica.

El gobierno español mantiene una postura ambigua pues, aunque nominalmente se opone, en la práctica no ha hecho lo posible para bloquear la iniciativa e incluso intenta quitar hierro al asunto, asegurando que en España no tendrá efecto práctico. ¿Seguro? Es cierto que no es nada previsible que el actual ejecutivo cambie la normativa interna en este aspecto –aparte de que no lo deseen, supondría un escándalo e implicaría un elevado coste político- y debe tenerse en cuenta que la Directiva, aun permitiendo ampliar la jornada máxima, no obligará a ello a los Estados. Pero, ¿este gobierno piensa estar en el poder eternamente? ¿O es que considera que está en condiciones de poner la mano en el fuego por todos los gobiernos que haya en el futuro, sean del signo político que sean y sean cuales sean las circunstancias socioeconómicas con las que se encuentren?

En una economía globalizada, cualquier disminución de las garantías laborales en un país cercano nos repercute, querámoslo o no: incide en la competencia y provoca a la postre deslocalización. Si en otro país las empresas encuentran mano de obra que puede trabajar legalmente 65 horas semanales sin trabas, ¿para qué van a instalar sus empresas en un Estado donde “sólo” tiene permitido trabajar 40? Esa situación es la que puede acabar afectando a nuestra economía, de manera que -igual que ahora los empresarios aprovechan la crisis para volver a pedir el abaratamiento del despido-, ante una coyuntura como la apuntada, se podría llegar a presionar para aumentar la jornada en nuestra legislación, e incluso presentarlo como una exigencia de necesaria modernización y de homologación con Europa. Pretender que nuestra realidad nacional está blindada y que la Directiva es inocua para los españoles es desconocer la realidad mundial o querer engañarnos deliberadamente.

Si yo me siento razonablemente satisfecho de vivir en Europa no es sólo, ni siquiera fundamentalmente, por su desarrollo económico. Es porque, a pesar de los muchos pesares, me siento ciudadano en un espacio de derechos que hasta ahora avanzaba. También la misma o mayor prosperidad económica existe en EE.UU., por ejemplo, y sin embargo mi preferencia por el marco europeo se debe claramente a otros factores. Habíamos sido capaces de crear un ámbito con unos derechos políticos elementales (Estados formalmente democráticos, garantistas, con sistemas judiciales mediantemente fiables, sin Guantánamos ni pena de muerte…) y con una serie de derechos sociales garantizados (salarios mínimos, jornadas máximas humanizadas, despido regulado y no libre, seguridad social…) que nos convertían, aun con todas las carencias y deficiencias que conocemos, en el espacio geopolítico socialmente más avanzado del mundo. Muy perfectible, sin duda, pero el menos malo.

Se suponía que Europa tenía ya consolidado todo esto y estaba inmersa a estas alturas en otro debate social. El de tratar de conseguir que mayor productividad no necesariamente significase mayor tiempo de permanencia en el puesto de trabajo. El de avanzar en las medidas de conciliación entre la vida laboral, personal y familiar… Y, de pronto, nos encontramos con una Directiva como ésta, que camina en sentido opuesto y que implica un retroceso social alarmante.

Por eso no es casualidad que esta lamentable norma no haya venido sola. Al mismo tiempo, ha continuado la tramitación de la otra Directiva de la vergüenza que permite el internamiento de los inmigrantes durante varios meses, sin un plazo claro para el control judicial de la medida, y que permite la deportación sin las suficientes garantías jurídicas. Y, mucho más desapercibida aún, sigue también su tramitación una tercera Directiva que posibilitará que las autoridades administrativas puedan espiar al usuario europeo de internet.

Hay fundados motivos para pensar que la Europa de los derechos sociales y las libertades está siendo seriamente cuestionada por la burocracia de Bruselas, aprovechándose de una ciudadanía falta de información y de concienciación, claramente desmovilizada, y aprovechándose de que no existen sindicatos y organizaciones cívicas o políticas que, en el marco comunitario, se muestren capaces de alzar suficientemente la voz e impulsar medidas contundentes frente a semejantes atropellos.

Yo creo que la Confederación Europea de Sindicatos debería estar ya concienciando a la opinión pública del continente, dando la voz de alarma sin sordina, desde una postura de fuerza, dialogando con todos los grupos del parlamento europeo, pidiendo negociar con las autoridades de la UE la inmediata retirada de esta medida y, en caso de no encontrar receptividad, impulsar medidas de presión de suficiente peso, sin descartar incluso una huelga general europea.

Bruselas no puede seguir pretendiendo construir el edificio de la Unión de espaldas a los ciudadanos. Pero, menos que nada, recortar conquistas sociales que nadie nos regaló y que los europeos no nos deberíamos dejar ahora arrebatar tan fácilmente.

21 comentarios:

Bárbara dijo...

Uno se pregunta a veces si no seremos cangrejos ¿Por qué esa afición de ir hacia atrás? Me da pena que algunos hayan sufrido y hasta perdido la vida para alcanzar derechos básicos que hoy vemos escurrirse por el desagüe con la facilidad con que se abre un grifo. Aberrante, espeluznante. ¿qué podemos hacer?

PEGASA dijo...

Carlos lo que sigo pensando yo. Solo nos tienen como a peones de ajedrez pero que sigan así que ya les vendrá sun San Martín. Vamos 65 horas ni de coña. Que las trabajen ellos y se empiecen a ganar el pan que se comen a costa nuestra.

PEGASA dijo...

Carlos lo que sigo pensando yo. Solo nos tienen como a peones de ajedrez pero que sigan así que ya les vendrá sun San Martín. Vamos 65 horas ni de coña. Que las trabajen ellos y se empiecen a ganar el pan que se comen a costa nuestra.

PEGASA dijo...

uyyyyy!!!. Se coló el segundo jijiji.

Anónimo dijo...

Decía Marx que el proletario era dueño tan sólo de su trabajo y que este trabajo generaba, junto con el capital, la plusvalía. Como entonces -y como me temo que será siempre- el capital marca el ritmo y el trabajo lo baila como una cabra sobre un taburete.
Los ciudadanos se han convertido en consumidores, los trabajadores en recursos humanos y los sindicatos en ministerios.
Ante este panorama, la democracia corre en desbandada.

Apocalipsis Hispánico 1, 1-3

Anónimo dijo...

¿Qué hacer nosotros, Bárbara? Poquita cosa, pero la que nos compete: hablar sobre ello, escribir sobre ello, apoyar las campañas de reivindicación (firmas, etc)... Pero es verdad que quienes tenían que estar tomándoselo en serio son los sindicatos europeos y al menos algunos medios de comunicación y no está siendo el caso.

Pues anda que no llevan así años, Pegasa. Además, la burocracia de Bruselas es especialmente insensible a lo que digan los ciudadanos, porque para empezar a los de la Comisión no les elige nadie (les nombran los Estados) y los europarlamentarios pintan más bien poquito. Pero la experiencia nos dice que en las últimas elecciones europeas la abstención en el continente fue brutal (mucho más de la mitad) y les dio exactamente lo mismo. Que cuando en un país los ciudadanos se pronuncian contra una norma (llámese Maastricht o "Constitución europea"), lo que hacen es volver a hacerla con otro nombre (Tratado de LIsboa, por ejemplo) y ya no preguntar por si acaso. O repetir el referendum las veces que sea necesario hasta que los ciudadanos voten "lo que les conviene"... Con este concepto de la democracia, no sé si les llegará su San Martín, pero se lo merecerían.

Toda la razón, Alberto. El ciudadano ha sido degradado a la categoría de consumidor y -sólo cinco minutos cada cuatro años- de elector. Lo de los sindicatos no tiene nombre y, además, deja literalmente desarmada a mucha gente.

Samantha Keyela dijo...

Aquí en Barcelona lo del dia 7 fue desolador: el Ayuntamiento hizo su astracanada rebautizando la calle del Puente del Trabajo (antaño jalonada de chabolas) como Calle del Puente del Trabajo Digno. Y luego hacia las 7 los partidos que mandan (supuestamente de izdas) y los sindicatos que chupan se montaron una marcha tópico-festiva que acabó con reivindicaciones prefabricadas, leídas sosamente por representantes de la rama juvenil de los sindicatos. Y de las 65 ná de ná, todo diluído.

Anónimo dijo...

me gustaría que miráseis a china y asia en general, y encontraréis un ogro mucho mayor.
me recuerda al rico que en la miseria de la guerra, no comía sobras porque no era de su categoría.

Anónimo dijo...

Esa es la impresión que a mí me transmite, que lo hacen sin convicción, Samantha, para cubrir el expediente, por puro trámite.

Artorius, yo espero -¿vana ilusión?- que, en materia de derechos sociales y libertades políticas, China llegue a parecerse a Europa algún día y no que Europa aspire ahora a parecerse a China. Se empieza por hacer 65 horas (repárese en la barbaridad: 13 horas diarias de lunes a viernes, o bien 11 de lunes a sábado) y terminamos todos en un garaje trabajando por la noche a cambio de un plato de arroz, todo sea para poder competir en el mercado global.

Anónimo dijo...

hombre, siempre podemos ir allí y poner un restaurante español.

Anónimo dijo...

Si no fuera porque no son creativos, sólo copistas, estaría clarísimo que serían históricamente el próximo Imperio, una vez que el sistema norteamericano tiene síntomas de declive. Lo de ir allí a poner restaurantes españoles no sé, porque a mí lo de la paella y todo eso no se me da... Me veo vendiendo CDs piratas por los bares de Pekín.

maria gemma dijo...

¿Que le ocurre a la gente? estuve en una de las marchas en contra de las 65 horas... había mas gente mirando que marchando... dando la sensación de que esto no va con nosotros y los sindicatos, que en muchos sitios ni existen o como mucha gente ni se sindicaliza... se han convertido en burocatras...
Tiempo al tiempo, con la poca capacidad que tiene el ciudadano de respuesta o protesta... acabaremos perdiendo los derechos ganados...
Totalmente de acuerdo con tu planteamiento... incluida la huelga general…

Tampoco me veo en un sótano trabajando horas y horas a cambio de un plato de arroz... pero muchos acabaran haciéndolo... sin luchar... ni protestar...

Un abrazo

Anónimo dijo...

La gente no cree que vaya en serio o que nos pueda llegar a afectar, M. Gemma. Creen que nuestro estatus ya es intocable. Y como sus fuentes de referencia -los medios de comunicación, los sindicatos, etc.- no le dan importancia, pues eso les da la sensación de que no la tiene. Cuando los medios deciden darle trascendencia y bombo a algo, los ciudadanos perciben esa sensación y hoy están más preocupados algunos con la crisis financiera -gente que no tiene ni ahorros- o la caida de la Bolsa -personas que no tenemos ni un céntimo invertido en bolsa- que con las cosas que sí pueden repercutirles de verdad (los precios, el desempleo, los tipos de interés o las condiciones de trabajo).

Anónimo dijo...

Magnífico artículo, Carlos. Me quito el sombrero. Y además me preocupa pensar que todo lo que pienso lo hayas escrito tú, y tan bien y tan clarito. De los medios de comuniccaión no cabe más que pensar que son el enemigo. Obviamente, están al servicio del poder, de los poderes, y por eso jamás se preocupan de lo que verdaderamente nos atañe. Ahora nos hablan de la terrible crisis que súbitamente nos aqueja, cuando la crisis nos lleva atenazando ya varios años (esencialmente, desde el cambio peseta-euro, con el consiguiente y salvaje incremento de precios) y nadie decía ni mu; eso sí, que unos cuantos constructores y bancos lo pasen mal es una tragedia, sí señor, que a todos nos afecta.
El modo de arreglarlo: hay que sacar dinero de debajo de las piedras para seguir dilapidándolo, hay que buscar a unos pringados que trabajen a destajo durante 65 horas o 70 o mejor 80, y sin derechos, hay que abaratar el despido, hay que eliminar las prestaciones y coberturas sociales. Porque todos esos son gastos superfluos. ¿Acaso alguien lo duda?
Estos se deben de creer que somos idiotas. Y a lo peor tienen razón. Porque de lo contrario ya los habríamos pasado a cuchillo.

Anónimo dijo...

Olé ese espíritu jacobino, Ana... :-). Bueno, me alegro de que te haya gustado el artículo y que te parezca clara la argumentación (me temo que normalmente soy más bien farragosillo escribiendo, o yo me percibo así y os envidio a los que tenéis claridad expositiva). Hasta ahora los países que se iban incorporando al desarollo económico(nosotros en su día, por ejemplo) iban también asumiendo progresivamente el llamado Estado del Bienestar en cierta medida. Pero al entrar los llamados países emergentes, China e India, me temo que el efecto ha sido el contrario. En el choque entre el capitalismo occidental y el capitalismo oriental, resulta que hay que ajustar costes. Y, en aras a la competencia internacional, nos van a recortar a nosotros ese Estado del Bienestar. Y luego está lo que tú apuntas: nos toca a la vez pagar los platos rotos de una crisis en la que unos cuantos se han enriquecido, también a nuestra costa (encarecieron artificialmente las viviendas, facilitaron el crédito hasta extremos poco rigurosos, exprimieron a la gente y, cuando ese modelo insostenible pega el petardazo, también se resuelve volviendo a exprimir a las mismas víctimas, en vez de pasar factura a los que provocaron la escalada especulativa). Y lo peor es que han empezado las rebajas de derechos sin encontrar resistencia en los destinatarios de las mismas. En fin, en este asunto tengo la típica sensación de estar predicando en el desierto... También me viene a la memoria una frase (no sé si era de Durrenmat) que vi en "Las Cuevas de Sésamo" en Madrid: "Tristes tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente".

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Francamente, no creo que siga adelante, aún siendo como tú de las que trabaja muchas más horas de las que me corresponderían, y eso que soy funcionaria, con la mala fama que tenemos. Coincido con opiniones precedentes en la claridad de tu artículo, Carlos.

Por cierto, veo que seremos rivales en los premios blog de 20 minutos, aunque yo me presento también en Diseño. Aún siendo rivales, te seguiré leyendo, sin acritud. :)

Anónimo dijo...

No estoy yo tan seguro de que no salga esta medida, Shiki, aunque espero que aciertes tú. Por ahora, la voluntad política de la mayoría de la UE es sacarlo adelante y no veo tampoco que haya minorías dispuestas a bloquearlo ni movilización social suficiente como para que se lo planteen. Pero en fin, ojalá que tengas tú razón.

¿Cómo que sin acritud? Rivales a muerte, jajajaja. Ahora en serio, lo de la inscripcón en los Premios 20 Minutos ha sido "por probar". Por lo que vi, tú eliges una categoría (en mi caso, Mejor Blog Personal) y en la de Mejor Diseño te presentan también ellos automáticamente siempre, te apuntes o no. Pero, vamos, no le presto ni atención, mientras que la gente se lo toma muy en serio, hace campaña, busca activamente apoyos de blog en blog, intercambian votos, etc., y yo no he movido ni moveré un dedo. Aparte de apuntarme por mera curiosidad, lo único que espero que me reporte la experiencia quizá es algún lector nuevo que descubra de esta manera el blog. O sea, que poco rival voy a ser. Yo estaré encantadísimo de verdad si ganas tú el premio.

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Carlos, no ganaré nada, pero también me sirve para que aumenten los lectores y lo que escribo se lea más. El año pasado quedé 4ª en la categoría de blog personal y todo el mundo me decía que por qué no me había apuntado a Diseño, así que este año lo he hecho, personal y diseño, claro, pero con la seguridad de que sacaré los pies fríos y la cabeza caliente, jajaa.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Vaya, pues el 4º puesto es un fantástico resultado, Shikilla, porque, no sé el año pasado, pero éste por lo pronto hay más de 1.300inscritos en esa categoría de blog personal y, como habrás comprobado, hay gente que hace campaña casi puerta a puerta (van de blog en blog presentando su bitácora y pidiendo el voto). Por muchos amigos que tengas y qeu te votasen, está claro que te apoyó mucha gente desconocida porque realmente les pareció muy bueno tu blog (opinión que comparto), así que muchas felicidades en cualquier caso. ¡Y mucha suerte en esta convocatoria!

Anónimo dijo...

¡Yo también me presento! Estoy empezando a pnsar que las 65 horas van a ser para hacer campaña... :-)

Anónimo dijo...

Me parece que en su momento vi el de "Hablemos de Victorias" en la categoría de Mejor blog cultural, ¿puede ser? Porque lo encontré por casualidad mirando algo y ya no me acuerdo si fue en 20 Minutos o en Bitácoras. Eso sí, lo tenía in mente para mirarlo bien y tenerlo en cuenta a la hora de votar. En Bitácoras se pueden votar 3 por categoría, lo que da mucho margen. En 20 Minutos me parece que si mal no recuerdo sólo es uno, ¿no? En la categoría de blogs personales siempre tenemos más de uno que nos gusta, pero en blogs culturales no tengo ninguna duda.