Viena


En una entrada anterior opinaba que un tour organizado es una mala opción para visitar una ciudad. Pero, cuando no queda más remedio -por decisión de grupo, por escasez de tiempo o por cualquier otro motivo-, ¿qué es lo mejor que te puede pasar? Pues que te toque en suerte un guía como Javier.

Bueno, Javier no era exactamente eso –contábamos con guías locales en cada ciudad- sino, de alguna manera, quien acompañaba y coordinaba, el encargado de los detalles organizativos por parte del operador mayorista. Pero la impresión que daba era totalmente distinta. Parecía algo así como un amigo o conocido que tuvieras en una ciudad europea, alguien medio bohemio –que fuera profesor de universidad, o escritor, o algo parecido- y al que fueses a visitar después de mucho tiempo, y te contara cosas y te ofreciera pistas para descubrir y disfrutar la ciudad. Inteligente, irónico hasta la mordacidad, provocador, culto, Javier intentó que fuéramos un poco menos con la actitud gregaria y cómoda del turista y un poco más con la curiosidad del viajero… Si yo hubiera llevado una grabadora, me habría dado hecha la crónica del viaje.

A ver, ¿todos lleváis un plano? –se aseguraba-, ¿hay alguien que no lleve un plano? Bien, pues entonces dobladlo y lo guardáis. Olvidaos de él. Ya habéis hecho una visita panorámica, así que ya conocéis los sitios que ‘hay que ver’. Ahora, os aconsejo que aprovechéis esta tarde para poneros a caminar sin rumbo definido y que descubráis que, fuera de la Viena que se enseña, la ciudad sigue. Y que hay otra Viena que ya no es de los turistas sino de los vieneses”.

Con los Habsburgo, Viena fue la capital del mayor imperio del mundo; hoy, Viena es la capital de una pequeña república centroeuropea. Sin embargo, si piensas encontrar una ciudad con aire decadente, no será esa la sensación que percibas, o al menos no fue mi caso. Viena es una ciudad orgullosa de su historia -que asoma a cada paso-, pero muy acoplada a su realidad actual. Una ciudad bien organizada, que funciona y que parece estar habitada por personas con una dosis alta de educación cívica.

Al encontrarte con la historia de Austria, de paso te reencuentras con parte de nuestra propia historia. Al fin y al cabo, los Habsburgo –en España simplemente los Austrias- fueron la dinastía reinante en nuestro país durante dos siglos, hasta que Felipe V y los Borbones se impusieron en la guerra de sucesión. Resulta simpático enterarte de que allí, cuando alguien no entiende una cosa, no le suena a chino como a nosotros, sino que le está pareciendo español. Y esa expresión popular es debida a que Fernando I (hermano del emperador Carlos y nieto por tanto de Fernando el Católico) había nacido y se había criado en España, apenas hablaba alemán cuando llegó a reinar en Austria, y se presentó allí con una corte de consejeros españoles con los que nadie conseguía entenderse.

Viena es la música. Seguramente no hay otra ciudad en todo el mundo donde se viva la música con esta intensidad y esta pasión, donde esté tan presente en lo cotidiano. Todos los días hay varios conciertos en decenas de sitios, encuentras monumentos que hacen alusión a compositores, hay muchas tiendas especializadas (por cierto, a mí tendrían que prohibirme entrar a las tiendas de música y de libros aunque yo quisiera, igual que a otros no les dejan entrar al bingo)… La corte vienesa promocionó la música, y compositores como el alemán Beethoven, el húngaro Haydn o el austriaco Mozart desarrollaron en Viena su carrera en el siglo XVIII. Pero también fueron vieneses, ya en el siglo XIX, Schubert, Mahler o Strauss, el gran creador de los más conocidos valses. Además de la Ópera de Viena, la ciudad acoge prestigiosas salas de conciertos como el Musikverein –donde la Filarmónica de Viena ofrece el célebre concierto de Año Nuevo-, el Burgtheater, el Konzerthaus y otros muchos.

Viena son, también, los cafés. Los viejos cafés como sitio de encuentro social, de tertulia… “¿Qué café es recomendable en Viena –nos informaba Javier-, cuál es bueno? La respuesta es: cualquiera”. “Ahora bien –advertía- aquí, cuando la gente va al café, va sin prisas, a hablar del vecino y de lo que surja. ¿Y qué pasa si uno tiene prisa? Pues que no va al café. Al camarero no se le llama ni se le chista. Él te ha visto, nota tu presencia. Ya vendrá”. “Yo tengo un pequeño truco –compartía con nosotros- cuando quiero dedicarle al café cuarenta y cinco minutos y no hora y media. Consiste en pedir la cuenta a la vez que te sirven el café. El camarero te mirará con lástima, pensando ‘qué asco de vida lleva este hombre’, pero te la traerá…”.

En la Viena medieval encontramos la Catedral de San Esteban, con un interior impresionante y un exterior llamativo, aunque muy deteriorado, falto de una restauración y limpieza a fondo.

Enfrente, un edificio moderno: la Haas-Haus, una torre asimétrica de vidrio y mármol, que resultó controvertida en su momento. Es un centro comercial cuya planta baja alberga… un Zara. Supongo que la firma española despliega esa estrategia para darse a conocer: es inevitable encontrársela en lugares o edificios emblemáticos de todas las capitales europeas donde vayas.

Entre los museos vieneses, destacan el de Artes Aplicadas (MAK) y el de Historia del Arte (KHM), que están ubicados en edificios gemelos, uno frente al otro.


Caminando, muy cerca, en la plaza Michaeler, encontraremos el edificio Looshaus, la Biblioteca Nacional, la actual sede de la Presidencia de la República –ubicada en los apartamentos imperiales de María Teresa y José II- o la Escuela española de equitación, entre otros puntos de interés.
El entorno del Ayuntamiento –donde luego se instala el célebre mercado navideño- para nosotros fue punto de referencia permanente. En agosto se celebra una especie de feria gastronómica internacional, con casetas de diversos países, y a la vez se ofrece en el interior del edificio municipal algún evento –conciertos clásicos, ballet, musicales contemporáneos…- que proyectan en una gran pantalla exterior. Convertimos la zona en nuestro lugar habitual de cena. Lo mismo nos dábamos a las salchichas y cerveza alemanas, que probábamos ricos postres de todo el mundo, pero las opciones incluían desde platos orientales hasta comida mexicana. Se podía también españolear, porque había un puesto con una supuesta paella, un supuesto gazpacho, una supuesta sangría… aunque no nos atrevimos a probarlo por si acaso los productos era tan españoles como los que atendían el puesto.

Hay muchísimos más sitios que visitar dando un paseo por la ciudad: el Teatro –en cuya fachada aparecen tres nombres: Calderón de la Barca, Shakespeare y Molière-, el Palacio Real o el edificio del Parlamento, en el que el gusto de los emperadores imitaba el arte romano…

Entre los sitios de visita obligada está el Belvedere, un palacio que hoy es museo, con una parte dedicada al arte medieval y barroco y otra amplia colección de arte contemporáneo, que incluye el conocido cuadro El Beso de Klimt.


Pero entre los palacios vieneses sobresale Schömbrunn, ampliado por orden de la emperatriz María Teresa y claramente inspirado en el Versalles francés. Se pueden visitar los laberínticos jardines y algunas de las dependencias interiores, para apreciar el arte y la decoración. También incluye una exposición permanente de carruajes de la familia imperial.

En contraste con esta Viena histórica, entre el canal del Danubio y el barrio de Landstrabe, encontramos algunas construcciones concebidas por Friedensreich Hunderwasser y ejecutadas bajo la dirección del arquitecto Josef Kravina, entre las que destacan las Huntderwasser-Haus


Hunderwasser fue pintor, una especie de discípulo de Gaudí interesado por el medio ambiente y por la arquitectura, nacido en 1928 y muerto en el año 2000. Las Huntderwasser-Haus son unas casas verdaderamente singulares y originales que a mí me fascinaron. Pretenden un diálogo entre naturaleza y arquitectura. Las plantas que crecen en las fachadas y en el interior hacen que el edificio luzca aspecto diferente en cada estación del año, verde intenso en primavera, amarillo o rojizo en otoño… Las viviendas tienen una zona peatonal delante y están pintadas de vivos colores: cada vivienda interior tiene su propio color exterior. Las superficies grises marcan zonas comunes: escaleras, pasillos, salas de juegos para los niños, el llamado jardín de invierno interior… Los suelos interiores no son planos, sino que recrean las formas del suelo natural de los bosques. El contraste entre la reproducción de una parte de la fachada del antiguo edificio y la nueva y colorista construcción con la que se mezcla, simboliza muy gráficamente esa conexión entre la Viena clásica y esta Viena vanguardista. Los habitantes de estas casas pagan pequeñas rentas razonables (comparando sueldos austríacos con sueldos españoles y alquileres austriacos con alquileres españoles te entra depresión) y sólo hay unos inquilinos que no pagan en efectivo: los árboles, que crecen desde el interior hacia el exterior de la casa y que pagan con su utilidad produciendo oxígeno, purificando el aire y adornando. Hay multitud de elementos figurativos, como columnas, bolos, ladrillos antiguos, restos de azulejos… Teóricamente, cada inquilino puede pintar la fachada desde su ventana hasta donde le alcance el brazo y puede pintar también lo que quiera en las escaleras interiores y los pasillos. Enfrente, está el Village, que tiene diseño similar y estaba pensado originariamente para ser el Mercado del barrio, pero que ha acabado convertiéndose en un conjunto de tiendas de souvenirs.
El Prater es un área campestre y recreativa, que era el antiguo coto de caza imperial. Entre estanques y pequeños bosques, hay un parque de atracciones, con la noria más antigua que queda en Europa, del siglo XIX (no seré yo quien se suba ahí).

La parte más moderna de Viena es la Ciudad de las Naciones Unidas, donde, en cuatro grandes torres de oficinas, se alojan distintos servicios de la ONU. Allí cerquita teníamos el magnífico hotel recién inaugurado en el que nos alojábamos y que fue una auténtica lotería.

La guinda de la visita a la ciudad, como no podía ser de otra forma, fue comprar entradas para un concierto de música. Se celebró en la Ópera de Viena y corrió a cargo de la Orquesta Mozart, una formación integrada por músicos de otras prestigiosas orquestas que se han agrupado para cultivar e interpretar la obra de este genial compositor austriaco. Tienen la peculiaridad de que actúan con vistosos trajes del siglo XVIII y suelen ofrecer un repertorio de los denominados de Academia Musical, esto es, sólo fragmentos de las composiciones más conocidas. Disfrutamos como enanos viendo la Ópera por dentro y escuchando desde uno de sus palcos los acordes de la Sinfonía 40, la Pequeña Música Nocturna… y los cantos de D. Giovanni, La Flauta Mágica o Las bodas de Fígaro. Pero, como estamos en Viena y los músicos saben que muchos de los asistentes son extranjeros, la orquesta añadió fuera de programa, entre el entusiasmo del público, un final que no era de Mozart, sino el mismo que todos recordamos del Concierto de Año Nuevo: El Danubio Azul y la Marcha Radetzky. Una experiencia deliciosa, de las que no olvidas.

Yo al final me fotografié con una de las colaboradoras de la orquesta, ella con traje de época.

Pero, como mis compañeras de viaje, Marisol y Susana, son unas envidiosillas, al ver que yo me hacía una foto con esta chica tan guapa, ellas corrieron a hacerse otra con este chico tan… simpático.


En fin, que no hay color.

Próxima estación: Praga. ¿Me acompañan?

(Fotografías del autor y de Marisol Nieto)

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo, Carlos Javier, con el comentario que haces, aquí y en el texto sobre Huesca, acerca de las distintas formas en que se pueden conocer las ciudades; sobre todo, en lo que señalas de las visitas guiadas.

Tienen, para mí, varios inconvenientes. Unos que surgen de cualquier situación en la que un grupo muy heterogéneo comparte alguna actividad. Hay que sumar el tiempo tan reducido que, por lo general, se dedica a cada lugar o monumento. En estos grupos, que –además– suelen ser numerosos, hay gente con interés que intenta aprender sobre lo que va descubriendo en su viaje y que tiene respeto por los demás. Pero también están los que todo lo “sobrevuelan”, parlotean sin cesar y comentan sobre lo que ven y “lo que no ven”, inquietando al resto, que intenta saborear todo lo posible aquello que le es nuevo y que, tras el viaje le habrá imbuido un conocimiento que no tenía y unos hermosos recuerdos que, de regreso, le gratificarán cada vez que acudan a su mente de nuevo.

Además de todo esto –lo que a mi entender es mucho–, nos encontramos grupos que coinciden en horarios y lugares, por lo que los distintos monumentos, paisajes o calles muestran, por lo general, redecorado su aspecto por unas presencias superpuestas que –como si se tratase de brochazos de un pintor modernista–, se empeñan en añadir “algo más” a la belleza o importancia del lugar que acaba presentándose a nuestros ojos, modificado –tristemente– para mal. Puedes además, encontrar guías que apenas aportan información, sobre la que es mejor que no se te ocurra incidir con alguna pregunta que esté fuera de guión, porque seguro que te arrepentirás de haberlo intentado.

Podría seguir enumerando inconvenientes de esta forma de viajar, sin embargo quiero subrayar una –si no ventaja- nota positiva en ella, sobre todo, si no disponemos de mucho tiempo para el recorrido. Es interesante hacer un primer desplazamiento guiado porque, desde el principio, te ayuda a conseguir una visión global de la ciudad visitada, que, posteriormente, te permitirá volver sobre lo que desees contemplar de nuevo, por su especial atractivo para ti, para detenerte más a fondo y grabarlo en tu retina. Mi experiencia en este sentido es muy positiva y os la recomiendo.

Supongo que conocéis además el sistema de audioguías que ya hay en muchas oficinas de turismo. Como podéis imaginar, por su nombre, son unos pequeños auriculares conectados a una grabación que activas o detienes a tu elección, a medida que paseas a pie y descubres personalmente los rincones y esplendores del lugar. A la vez que te desplazas, puedes parar en cada uno y activar la audioguía, que narra los datos históricos y demás información de lo que tienes en ese momento delante de ti. Puedes, por ello, alargar el tiempo en ese punto si te interesa, sin la premura que imponen los grupos guiados. Las explicaciones son, la mayoría de las veces, breves; pero lo suficientemente jugosas para permitirte retener los datos fundamentales que no debes dejar de conocer. Se adquieren mediante una señal económica y las puedes utilizar durante varias horas; una vez devueltas en Turismo, recuperas la fianza. Las audioguías tienen a su favor que no tienes que ir siguiendo la leyenda de los folletos o planos que normalmente utilizamos en estos desplazamientos. Por eso, facilitan que podamos prestar mayor atención a lo que estamos viendo, apreciando pequeños detalles que, de otro modo, seguramente pasarían desapercibidos; haciendo el recorrido mucho más bonito.

Claro está que el mejor complemento a cualquier forma de viajar sería leer cuanto puedas acerca de todo lo que pretendes conocer. Al fínal, como cualquier otra experiencia nuestra, cada viaje será algo subjetivo, distinto para cada cual y enriquecido por nuestras propias capacidades y emociones.

A propósito de este comentario os diré que, excepto la audioguía –aún no la tenían en Turismo-, he puesto en práctica este verano casi todo lo dicho, en Comillas, visitando con guía lo que era posible, asistiendo a talleres ofrecidos por el Ayuntamiento, recopilando información de los folletos explicativos y con algunas consultas en Internet y, por supuesto, dejándome las suelas en su empedradas calles de quebrados y puntiagudos guijarros que destrozaron mi calzado, pero me transportaron a un precioso pasado de hace siglo y medio, cuando el Marqués de Comillas diseñaba, no sólo la Historia de entonces, sino la de las siguientes generaciones, a las que legó un punto de apoyo histórico desde el que mirar al mundo y alrededor del cual, gira y seguirá girando y discurriendo el devenir de un sitio tan hermoso que preserva su ayer, a sabiendas de que ni su hoy ni su mañana habrían sido lo mismo sin él.

Os recomiendo que lo visitéis si aún no lo habéis hecho.

Anónimo dijo...

Por supuesto que te acompaño también en la próxima estación. Excelente tu artículo. Yo la verdad es que mi debilidad anda por latinoamérica, claro que todo tiene su encanto.

Abrazos

Anónimo dijo...

Bueno, bueno, bueno............te vas superando Carlitos, no me quiero imaginar el recorrido por Praga (que es la que más te fascinó), a mí Viena es la que me conquistó, me parece grandiosa, y me llamaron muchísimo la atención dos cosas: el ambiente musical-cultural que se respiraba por toda la ciudad y la manera en la que aprovechan cualquier recurso. Acuérdate de los inquilinos del palacio........paganan entre 600 y 1.100 € (los del ático)por vivir en el palacio de Schömbrunn..............y así con todo. Nuestro segundo guía vienés nos dijo "en España es imposible que ocurra esto ¡cómo vas a meter a vivir a alguien en el Palacio Real...........! es triste pero que razón tenía.....

Otra cosa: El acomodador de la ópera era muy muy muy muy muy simpático......estaba emocionado, como se aprecia en la foto....

Anónimo dijo...

Me ha encantado como has descrito Viena y las fotos que has seleccionado también.

No has mencionado al guía local de Viena (José), creo que también lo explico todo muy bien y con mucha ironía, claro que era mucho más guapa Bori....

Tuviste más suerte a la hora de elegir acompañante en la foto de la ópera.......

Carlos J. Galán dijo...

Inma, gracias por tu reflexión sobre las visitas guiadas.

Lo de los alquileres que comenta Marisol es muy significativo. Allí cubrían una gran parte del presupuesto de mantenimiento de monumentos y palacios alquilando parte de sus dependencias, las no utilizadas o no visitables. El propio guía nos decía que si en España alquilásemos parte del Palacio Real como apartamentos, por ejemplo, acabarían muy deteriorados y hay que reconocer que es verdad. El guía era español, ¿eh? Esas autocríticas se admiten viniendo de él, pero si lo dice un austriaco no se lo hubiéramos reconocido.

El guía era ese tal José del que habla Susana. Tienes razón, era buen profesional, el primer día yo creo que estaba más dormido o más pasotilla y aun así no estuvo mal, pero el segundo lo expuso todo muy bien. Y yo en mis crónicas de viajes cito a "mi" Bori y no le cito a él, total por el detalle de que Bori era una chica húngara guapa y José era un maromo... Soy así de arbitrario, pero bueno, ya estáis vosotras para añadir esos detalles complementarios.

Y en lo del acompañante en la foto de la Ópera, salta a la vista que tuve mucho mejor gusto, no mejor suerte. Que no digo yo que no fuera simpático a lo mejor este Mozart con gafas que elegisteis, pero...

Anónimo dijo...

Ah, Viena... Tal vez sea mi próxima parada. Ando bosquejando un viaje por aquella zona desde hace un tiempo. Me apunto un par de cosas de las que dices. Felicidades por la crónica.

Te debo unas cervezas. Te llamo.

Abrazos de un amigo olvidadizo.

Javi

Anónimo dijo...

Impresionante Viena. Dan ganas de coger la maleta y viajar a la capital de Austria.

un abrazo.

marchalenes dijo...
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Tonio dijo...

Excelente entrada, de verdad. Tomo nota de todo para estas navidades. La cuestión es, ¿cómo se llama la empresa para la que trabaja gran guía?
Muchas gracias

Carlos J. Galán dijo...

Gracias, Tonio. Uffff, me pones a prueba, porque el viaje es de 2007. La agencia en la que lo contrataron mis compis de viaje fue una de Mapatours. Pero supongo que este guía trabajaba para la mayorista y yo no me acuerdo cuál fue (¿Politours?), podría preguntar a mis acompañantes a ver si tienen mejor memoria que yo y te lo digo. Y otra cuestión es que siga trabajando para ellos cuatro años después. En la entrada dedicada a Praga, no sé si la habrás echado un vistazo, aparece también, nos acompañó allí.

Tonio dijo...

Jejeje. Pues sí que te he puesto a prueba, sí :-)
No te preocupes, no sabía si lo habías contratado directamente ahí, o si venía con el paquete del viaje.
De todas formas, si algún compañero se acuerda (y tengo la suerte de que aún trabaje ahí...), bienvenido será.
¡Muchísimas gracias!